Scorpius y Rose.

El amor tiene firma de autor en las causas perdidas.


Estaba asustado. Sí. Su corazón latía con más rapidez con la que debería. Sentía como las manos le sudaban como si estuviera a punto de lanzarse al vacío y sus piernas, aunque se movían, le temblaban como nunca, tal cuál gelatina recién hecha. Tragaba ruidosamente y sus pasos se escuchaban por toda la habitación, mientras iba y venía, dando vuelta tras vuelta.

Los nervios le secaban la garganta, le subían por las venas y hacían que su mente viajará lejos, pensando en el que serán. Aquellas paredes blancas tal cuál un cuarto de manicomio era desesperante. Incluso, comenzaba a creer que la corbata le estaba ahorcando.

Y allí estaba. El rubio platino no se iba, ni escapaba por la derecha, ni tampoco por la izquierda. Podía estarse moviendo, pero allí esperaba.

Ron Weasley le había pedido que por favor esperara y allí estaba, nervioso y con las palabras atascadas en su garganta, esperando. Claro que Ronald Weasley aun no sabía que iba a decirle. Tenía muchas cosas que contar. Sí. Como le iba en la academia de Aurores y que su madre le mandaba cordiales saludos. Pensaba decir que también los mandaba su padre, pero eso sería mentir y no quería empezar con tan mal pie.

Y sobretodo, tenía que contarle que su corazón había sido robado por aquél ladrón experto y sigiloso: el amor. No quería devolvérselo y Scorpius estaba seguro que algo tenía que ver aquella pelirroja de alborotado cabello que sonreía en cuánto lo veía. Y venga, decirle a Ronald Weasley que él, Scorpius Malfoy estaba enamorado de su hija era como lanzarse de un avión directamente al vacío. Un deporte de alto riesgo, adrenalina a mil.

—Scorpius—. El corazón acelerado del joven se detuvo en ese mismo instante, como siempre solía hacerlo cuando escuchaba su dulce voz llamándolo. Se giró, entonces, y dejó de caminar ansiosamente por la sala para observar a aquella hermosa mujer que le sonreía con más brillo que lo que el propio sol podría brindarle. —Viniste, por fin—. Ella, Rose Weasley, se lanzó a los brazos de su novio, que la recibió con todo el amor del mundo. Y con fuerza, se refugió en él.

Porque Rose Weasley estaba completamente segura de que Scorpius cumpliría su promesa e iría a hablar con su padre, para convencerle de aceptar su relación de una vez y por todas. Y si un año antes, a Rose le hubiesen dicho que Scorpius tendría que arreglarse con traje y todo para hablar con su padre, ella se hubiese reído muy alto y hubiese dicho lo que pensaba cuando estudiaba con aquél rubio en Hogwarts: No podría porque yo nunca sería nada de él. Es una causa perdida.

Y he ella allí, abrazada al rubio, aferrada mientras aspiraba su exquisito perfume. Y decidida a hacer todo lo posible por estar con él, porque lo amaba y de eso no tenía duda alguna. ¿Qué tendría que convencer a su padre? Sí. Ronald era tan terco y testarudo como ninguno. Ni siquiera el respetado Draco Malfoy lo era tanto. Y si de algo estaba segura era que, si Ronald no lo aceptaba, a ella poco le importaría. Tenía ya veintiún años y podía hacer de su vida lo que quisiera.

Aunque claro, no hay que mentir. A Rose le encantaría tener la aceptación de su padre, porque amaba a su obstinado progenitor. Y sería estúpido no admitir que las piernas le temblaban, igual que a Scorpius y que su pulso se aceleró en cuanto escuchó los pasos atolondrados de su padre bajar las escaleras.

Se separaron, a regañadientes y entonces vieron al pelirrojo de orbes zafiro entrar a la sala. El hombre les saludó a ambos con una amplia sonrisa que escondía el dolor de un padre al ver que su pequeña ya no depende de él. Y le dio la mano a Scorpius, muy cordialmente, antes de invitarlo a sentarse. Ronald esperaba que su hija se sentara junto a él, pero al contrario, se sentó junto al rubio con un pesado suspiro.

—Señor Weasley—, empezó Scorpius y se sintió como en una mala película de los ochenta, de esas muggles que le había enseñado Rose. Suspiró y se armó de valor, como si estuviera a punto de lanzarse un avada a si mismo. —He venido porque quiero decirle algo.

—Adelante, hijo. Sabes que eres recibido en la familia desde que Albus y tú se conocieron—. Scorpius se dijo a si mismo que aquellas palabras eran para hacerle la situación más difícil, pues eso era: Parte de la familia. Y la familia no se enamora de la familia.

—Bueno, señor, verá: —, un nuevo suspiro por parte del joven y rezó una vez más a Merlín para pedir su ayuda—. Debe saber que los nervios me traicionan. Já, siento que el corazón se me saldrá del pecho. Y creo que ya sabe lo que vengo a decir—. Scorpius sintió como las palabras se trababan en su garganta, al ver la mirada dura y gélida del pelirrojo, como si aquél océano azul se hubiese convertido en el más frío témpano de hielo.

Pero, entonces sintió la pequeña y delicada mano blanquecina de la pelirroja a su lado cerrarse sobre la suya, con fuerza. Y cuando se giró, se encontró con aquél hermoso rostro que le brindaba el apoyo suficiente y las agallas necesarias para continuar.

—Estoy enamorado de su hija. Amo a Rose. Y ya es hora de que lo sepa… Y lo acepte.

El rostro de Ronald se descompuso. Pero, a pesar de los gritos y las amenazas, Rose y Scorpius poco le prestaron atención. Ya estaban juntos. Y Ronald Weasley no evitaría eso, pues terminaría aceptándolo si no quería perder a su pequeña.

Y sí, como dicen, el amor tiene firma de autor en las causas perdidas. Pero, no por eso, se dejaba de luchar. Hay un camino para él. Es largo. Pero allí está.


Disclaimer. Ésta historia me pertenece, más no sus personajes. Rose Weasley, Scorpius Malfoy, la familia Weasley y Potter, y el resto de personajes que reconozcan son de Jotaká. No al plagio.

¿Qué es esto Gabriela? Pero, ¡Si no has terminado las otras tres historias!

Lo sé. Y calma pueblo. De amor y otras leyes ya tiene su siguiente capítulo en proceso y Hielo y Fuego estará próximamente en actualización de nuevo. Zapatillas de ballet si tardará un poco más porque estoy seca con ella. Y ésta: Scorpius y Rose tendrá solamente cinco capítulos que en realidad son cinco viñetas de la vida de Rose y Scorpius y sus momentos más significativos. Empezando por ésta. Cada una tendrá una frase de una canción referente al capítulo. Éste era: El amor tiene firma de autor en las causas perdidas. Y pertenece a Ricardo Arjona con su canción El amor.

Espero que les guste. Lo hice con mucho cariño. Quiero que sepan que si tardo en actualizar —más que todo con las historias largas ya que éstas al ser viñetas no son tan difíciles— es porque quiero dedicarme mucho a mis estudios. Mi país está atrevesando una situación difícil. Pero, si quiero que haiga un camino para mi, debo esforzarme en seguir. Así que espero sus comentarios para saber si les gustó.

¡Saludos!

Gabriela. :3