Debo de estar en mi brote de imaginación porque estoy en proceso de ¡tres historias juntas!

Esta historia está narrada en primera persona y es Mai quien la relata. Espero les guste y dejen comentarios.

Aviso desde ya que contiene lemon.


Querido Diario:

Hace un par de días unos cuantos hombres de vestuarios elegante y selecto se presentaron en las afueras de mi casa. Traían varios pergaminos en manos, por lo que supuse que mi padre tendría nuevamente una conversación de negocios como lo había estado haciendo últimamente. Desde hace un par de semanas él se ha comprometido en todos aquellos temas que abarcan política y ha estado muy ocupado, tanto que siquiera presta atención a los dilemas en casa: ya no me saluda todas las mañanas como solía hacer, aunque tampoco lo hace con mi madre… estamos en verdad más distanciados que nunca. Mi madre, mientras tanto, me preparaba con entusiasmo para el evento de esa noche. Yo no comprendía la razón de estar tan bien arreglada las veinticuatro horas del día… aunque a ella sí parece importarle, ya que está todo el tiempo detrás de mí acomodando mi vestuario, perfumándome y peinando mi cabello. Está comenzando a molestarme aquella actitud sofocante por parte de mis padres. Antes yo podía jugar en las afueras de mi casa y divertirme con mi mejor amiga del alma y mi más aliada compañera Ty Lee, aunque mis padres actualmente ya no me permiten hacerlo por varias razones: ahora debo comportarme como una damisela para no arruinar la carrera política de papá y en parte porque a mis padres no les agrada demasiado Ty Lee debido a su… "diminuto vestuario".

Mi madre y yo estábamos ambas en mi habitación, ella detrás de mí acomodándome el cabello y yo sentada en una silla frente a un espejo. A ella le fascina peinar mi cabello, recortar las puntillas y jugar a embuclarlo y alisarlo, aunque yo detesto de sobremanera que lo haga ya que no me peina con delicadeza sino que al trenzar mi cabello con las húmedas yemas de sus dedos me tira a más no poder, mis ojos se llenan de lágrimas y escucho el sonido de mis cabellos al partirse.

- ¡Ouch! –gemí con mis ojos aguados, no me percaté de que mi voz sonó lastimera… Estaba a punto de llorar de dolor-. Mamá… ¡me duele!

Ella me miró a través del espejo con ojos inexpresivos, yo la vi suplicando con mí mirar que me dejara en paz… pero no hubo reacción en ella, continuó peinando mi cabello de esa manera tan doliente y en vez de mirarme a los ojos: fijó su vista en la trenza que hacía con sus manos.

- Deja de quejarte –me dijo finalmente y con voz seca-. Sabes que lo hago por tu propio bien. Papá quiere que estés arreglada para el evento de esta noche, además: no queremos que las visitas piensen mal de nosotros. ¿Qué dirían si te vieran vestida de mal manera? Arruinarías por completo la carrera política de papá. Además tú eres una señorita… no como esa chica que siempre anda con las piernas y el ombligo al aire… ¿Cómo es su nombre? ¿Ny lee?

- Ty Lee –respondí al borde de las lágrimas, estaba a punto de derramar mi llanto ¡Me tiraba tanto del cabello que mi cabeza se inclinaba hacia atrás!

- Exacto, esa amiguita tuya… No sé tú, pero tu padre y yo ya no queremos que te amigues con ella. Nos resulta una muchachita grotesca y no debe compartir amistad con alguien de tu rango. Además, es simplemente de muy mal gusto que una niña de tan solo diez años utilice vestuario tan revelador.

Yo la veía con mis ojos aguados, sentía como mis orbes se humedecían de sobremanera con lágrimas que se negaban a caer por mi carácter terco.

- Tu no querrás ser como esa niña… ¿O si? –tras decir aquello me dio un fuerte tirón de cabello que logró quitarme secamente varios pelos de raíz.

- ¡No! –no pude evitar gemir ante el dolor de aquel tirón, y las lágrimas que retuve todo aquel tiempo en mis ojos comenzaron a caer sobre mis mejillas con rapidez.

- Más te vale, porque tu padre finalmente está logrando su objetivo de convertirse en un importante político y tú no le arrebatarás todo el trabajo hecho hasta el momento. Debes comportarte como toda una señorita.

No sé por qué motivo me dice esas obscenidades, yo jamás seré como Ty Lee. Siempre tengo mi cuerpo enteramente cubierto por más calor que haga, mis manos están suaves como seda y coloco crema sobre ellas cada noche para mantenerlas de esa manera tan fresca el mayor tiempo posible, recojo mi cabello las veinticuatro horas del día para no dar un aspecto de libertad como cualquier muchacha de mi edad, lavo mi cuerpo dos veces al día y siempre llevo un delicioso aroma. Soy toda una señorita, sobre todo por mi actitud madura, jamás hablo frente a adultos y estoy todo el tiempo con la cabeza gacha. Entonces… ¿Por qué continúan presionándome? ¡Hago todo lo que me dicen!

- Deja de llorar… –me dio una suave bofetada sobre mi mejilla que de todas formas provocó dolor en mis pómulos, y continuó tirándome el cabello de esa manera tan agobiante hasta que finalmente acabó de realizar esa tan apretada trenza con mis cabellos.

Cuando me liberó tuve tiempo de mirarme al espejo y observar con detalle mi nuevo peinado. No me agradó para nada: se trataba de una trenza que nacía en la parte superior de mi hueso parietal y finalizaba en mi espalda. ¡Estaba terriblemente ajustada! Hacía que mis ojos se achinaran más de lo que ya estaban por naturaleza y tiraba la piel de mi frente, temía a cada minuto que ésta se fuera a rasgar.

Luego de estar un momento a solas, mi madre entró nuevamente a mi habitación con un frasco conteniente de colonia con un delicioso aroma solo para "señoritas". Por poco y vacía completamente aquel frasco sobre mi cuello.

- Ya es suficiente mamá –le dije al notar que el olor de aquel perfume me provocaba mareos.

Ella dejó el pequeño frasco sobre la cómoda del cuarto y me echó un último ojeo para finalizar su trabajo.

- ¡Estás bellísima! –exclamó, juntando ambas manos y mirándome de arriba abajo con una sonrisa de oreja a oreja en su rostro.

Yo también le brindé una sonrisa, aunque fue solo por modestidad, porque en realidad la cinta violácea que mi madre había colocado en mi cintura para dar un toque refinado al vestido: me apretaba, el aroma a aquella colonia me asfixiaba y el peinado recién acabado me tiraba de sobremanera. ¡Estaba tan incómoda! Sin mencionar que no podía caminar normalmente.

- Anda –dijo llevándome a la sala en donde aquellos hombres de negocios ya estaban acomodados plácidamente sobre la mesa de cenar teniendo en frente gran cantidad de alimentos listos para ser consumidos. Aunque antes de llegar adonde ellos, mi madre colocó una mano enfrente mío para detener mi paso.

- No te envío a clases de caminata dos horas al día para desperdiciar mi dinero y ver que mi hija es una golfa utilizando las piernas.

Ese comentario fue nulo e impotente pero logró herir mis sentimientos. Yo siempre me esfuerzo en mis clases de caminata e intento dar largas filas de pasos con varios libros sobre mi cabeza. He mejorado bastante desde mi primer día y aun así mi madre parece insatisfecha.

- Mentón arriba, vista al frente y entrecruza las piernas antes de dar un paso.

Seguí los consejos de mi madre y en poco tiempo llegamos ambas a la sala. Me apené al ver como los ojos de aquellos hombres se posaban sobre mí.

- Ya conocen a mi querida esposa –mi padre esperó a que aquellos saludaran a mi madre-. Y la belleza que la acompaña es mi pequeña: Mai.

La acotación de mi padre me avergonzó de sobremanera. Sentí mis mejillas arder en un tiempo.

- Oh… pero qué hermosa familia. Este es precisamente el estereotipo de familia que todos deberíamos tener –el hombre que acababa de dar aquella opinión, felicitó a mi padre dándole un apretón de mano-. Debes de estar orgullosos –dijo para finalizar.

- Créame que lo estoy.

Mi madre y yo nos sentamos de inmediato, ante aquellas miradas sobre mí yo debí responder de alguna manera y la mejor forma de hacerlo era brindar una amplia sonrisa, aunque a decir verdad estaba muriendo por dentro: ¡esa maldita cinta realmente ajustaba mi cintura!

Pasé toda la velada callada, como debía ser, no acoté ningún comentario, sin decir que ya no veía la hora de que todo aquello acabase para volver a mi habitación y quitarme de encima este asfixiante traje. Cuando finalmente todo dio por concluido, esperé a que aquellos hombres se pusieran de pie, mi padre los acompañó hasta la puerta mientras que mi madre quedó a mi lado. Ese fue el pie para retirarme a mi cuarto a descansar y finalmente quitarme de encima esa jaula que traía sobre mi cuerpo. Emprendí la caminata hacia mi alcoba, pero antes de llegar a aquella y aun con la vista de esos hombres posadas en mí me percaté de que mi vestido fue pisado torpemente por uno de mis pies y caí de boca al suelo golpeándome el rostro. Lo peor fue que al caer, me percaté de que mi vestido era tan ajustado que en el instante de caer al suelo oí como éste se rasgó en la tela que cubría mi espalda. Escuché de repente que una carcajada salió de los labios de uno de aquellos y fue seguida por varias risotadas. Mi padre quedó con los párpados bien abiertos: no eran necesarias las palabras ¡Lo había avergonzado de sobre manera! Mi madre me echó una ojeada con mirada reprobatoria, me ayudó a ponerme de pie y prácticamente me arrastró hasta mi habitación, me echó dentro de ella sin nada de delicadeza y cerró la puerta dando un golpe. Yo comencé a llorar, aun oía aquellas fuertes risotadas, me pareció en verdad inmaduro de parte de hombres adultos que reaccionen de esa manera, pero lo peor fue que ¡avergoncé a mi padre y logré ver esa expresión de odio que llevaba en su ruborizado rostro! Me recosté sobre mis perfumadas sábanas, aun sentía una intensa culpa inundando en mi pecho: había arruinado la velada. ¡Finalmente me deshice de aquel horrendo peinado que tanto me tiraba! Aunque ahora no podía apreciar mi rostro porque estaba repleto de lágrimas. También me había quitado ese vestido y por fin logré respirar con normalidad. Lo acomodé sobre mi brazo para denotar la rasgadura que le había provocado en la zona del dorso. ¡Jamás me había avergonzado tanto a mí misma! Además, recordé el rostro de mi madre en el momento que destruí aquel vestido… de mí brotaron más lágrimas al recordar que habían gastado más de la cuenta en éste: no era precisamente todo nuestro capital pero más de tres bolsas de piezas de oro… había costado. Fue muy lógico que mi madre se enfadara de esa manera.

- Y lo arruiné todo, todito.

- ¡Oh, no! –me dijo ella preocupada, me tomó de las manos y me abrazó para luego decirme al oído-. De todas formas no te castigues día tras día por eso… los accidentes ocurren.

Ty Lee era tan comprensiva, me encantaba conversar con ella y desquitarme de mis males. ¡Ella siempre me daba buenos consejos y me liberaba de las preocupaciones! No me interesaba que a mis padres no les agradara. Tenía prohibido verla últimamente pero en la Escuela para jóvenes de la Nación del Fuego la veía todos los días y podía charlar con ella sobre los males que me apresaban.

- Además, no creo que lo hayas arruinado todo… simplemente fue un tropezón. Además la velada ya había finalizado y tu padre ya había firmado el tratado con aquellos hombres ¿O no?

- Si. Aunque de todos modos, es la vergüenza del momento la que aun recuerdo –agaché la mirada y coloqué mi rostro entre mis manos.

- No te preocupes, ya pasará. No te reprimas a ti misma por eso… no es saludable –colocó la palma de su mano sobre mi espalda y comenzó a acariciarme.

En ese momento mi mirada estaba gacha y no pude resistir fijarme en los aspectos del cuerpo de mi amiga: al parecer sus pechos se habían desarrollado en el transcurso del último año y sus caderas se habían ensanchado un poco, no demasiado pero lo suficiente como para que surgiera en mí un gran brote de celos. ¿Por qué ella tiene ese hermoso cuerpo? ¿Por qué yo no puedo ser así? ¡Los chicos siempre le prestan tanta atención! Últimamente estaba sintiendo bastantes celos hacia mi querida amiga, todos los chicos que pegaban un ojo hacia nuestro grupo de dos personas era tan solo para verla a ella (que desde ya utilizaba esos cortos harapos para andar mostrando su mercancía). Aunque yo creo en verdad que no es necesario, además la hace quedar muy mal frente a los adultos y ¡tenemos solo diez años! No viene a la edad utilizar aquella reveladora ropa.

Aunque a decir verdad no necesito de más atención que la que tengo: los niños son unos torpes, se babean al ver una minifalda y un ombligo al aire… Yo no voy a rebajarme al nivel de andar por doquier mostrando mi cuerpo (aunque pensándolo bien, tampoco tengo mucho que mostrar: soy plana por delante y por detrás). Confieso que los muchachos me resultan repulsivos: todo el tiempo hablan sobre sexo (lo más probable es que hablen tanto de ese tema porque jamás lo han experimentado), hablan sobre minifaldas y sobre los pechos de las madres de sus amigos (lo cual es nauseabundo)… No quiero tener nada que ver con ninguno de ellos, son realmente desagradables y si puedo llegar a vivir lo más lejos de ellos como me sea posible ¡Estaría agradecida! A Ty Lee le encantan los muchachos, siempre está correteándolos por doquier como también ellos a ella. Últimamente a estado viendo a ¡tres chicos a la vez!, lo cual me pareció bastante desagradable pero bueno, es su vida y que haga lo que se le pegue la gana, no debía por qué interponerme.

Al acabar las clases noté como Ty Lee había recortado aun más el uniforme de la institución. Lo miré algo despectiva.

- Oye… ¿Haz recortado aun más la falda del uniforme? –le pregunté boquiabierta.

- Sólo un poco más –respondió sin preocupación. No comprendía como los maestros de la institución no decían nada a su actual vestimenta, con ese "poco más" por poco y se le nota la entrepierna y es de un increíble desagrado. A veces me pongo a pensar que si así se viste a los diez años… ¡No me la quiero imaginar en unos diez años más!-. Sabes Mai, he notado que tú has estado muy sola últimamente –dijo abriendo los ojos como queriendo decir algo que no se atrevía. Además, era obvio que le parecería que yo era una monja si ella andaba a los besuqueos por doquier ¡con tres chicos!-. ¿Cuándo te animarás a tener novio?

¡Ty Lee tiene esa inmensa facilidad para provocar pena en mí! Debo haberme ruborizado con la pregunta porque sentí mis mejillas arder y ella me miró arrepintiéndose de lo recientemente dicho.

- Oh, lo siento –dijo finalmente. Ella sabía muy bien las problemáticas familiares que yo tenía y no era apropiado andar cuestionándome cosas como esas-. Yo tengo varios pretendientes… podría prestarte uno de ellos por un momento.

- ¡No, Ty Lee, por favor! –le rogué con las manos juntas estilo plegaria. Lo último que me faltaba era un bobo que estuviera resaltando mis facciones a cada momento, claro que a ella le encanta que los chicos le anden corriendo por todos lados y le adulen a cada momento su bella "personalidad" (por no decir otras cosas) y demás, pero yo detesto que lo hagan, me pone muy nerviosa estar con personas del sexo opuesto. No comprendo la razón pero sé que ha sido así desde siempre… A veces siento deseos de poder sentarme junto a uno de ellos y conversar, pero siento que mis palabras son inútiles porque mientras yo les hablo muy entretenidamente ellos se fijan en mis facciones y ni siquiera prestan atención a mis palabras. ¡Odio a los muchachos, los odio!

Aunque a Ty Lee parecía emocionarle la idea de verme junto a uno porque siempre está de aquí para allá consiguiéndome citas a ciegas ¡las cuales detesto de sobremanera! Además estar allí era como el mismísimo infierno: yo me acaloraba ¡soy demasiado tímida como para dirigirles la palabra! Y cada vez que ellos intentan acercarse a mi o tomarme la mano yo miro hacia otra dirección y me hago la tonta, alejándome un poco de ellos. La verdad es que mis padres me han exigido tanto últimamente que cierre la boca cuando estoy frente a otros que ahora lo hago por instinto.

Aquella tarde estaba sentada sobre un banquillo, era la hora del receso y yo aproveché para comer algo. Mientras lo hacía, vi como Ty Lee se acercaba a mi con un chico agarrado de su mano.

- Mira Mai: él es Chan y dice que eres bonita –ella me sonrió aunque él tenía gesto de "me da igual". Ella me guiñó un ojo y dejó que Chan se sentara a mi lado, yo le rogué con la mirada que no nos dejara solos, pero la muy malvada lo hizo y se encaminó hacia un joven alto de ojos claros que parecía estar esperándola, ella había hablado mucho de él y creo que estaban en algo serio (a pesar de que Ty Lee tiene tan solo diez años y él parece de quince).

Chan y yo no hablamos en todo el momento que estuvimos a solas y cuando él pretendía tocarme yo agachaba la mirada y me hacía a un lado. No me gustaba para nada ese hico, no era de mi agrado.

- Mira, te seré sincero: yo jamás dije que eras bonita ni nada por el estilo. Me gusta Ty Lee y yo solo hago esto porque ella me prometió que nos besaríamos si yo hablaba contigo –se que fue un comentario vacío y no tenía porqué dolerme si fue dicho por alguien que apenas conozco y ni siquiera me agrada… pero hizo trisas mis sentimientos cuando me dijo eso… debí contenerme para no largarme a llorar ahí mismo. Continuó hablando-: Tú no me gustas y se nota que yo no te gusto pero al menos pon un poco de tu parte ¿quieres? Y si vamos a estar aquí solos, aunque sea dame un beso.

Tomó mi rostro entre sus manos y lo acercó al suyo para apoyar su labios en forma de tajo sobre los míos… ¡Sentí una asquerosa sensación! Sobre todo cuando metió su lengua dentro de mi boca y comenzó a rasparme con ella. Era algo horrible: podía degustar el sabor de lo que había estado comiendo: sentí deseos de vomitar así como de llorar… fue mi primer beso y una experiencia realmente desagradable. Lo empujé para hacerlo a un lado y le di una bofetada en la mejilla. Cuando me aleje lo suficiente de él comencé a escupir todo la saliva que Chan había dejado dentro mi boca… Sentía mareos y nauseas, ¡estaba a punto de devolver!

Vi que Ty Lee estaba muy ocupada con su novio y ni siquiera había notado mi malestar… Al finalizar el día me sentí peor que nunca, no sabía como quitar ese desagradable sabor que aquel había dejado en mi boca… Ty Lee siempre degustó de los besos pero yo puedo decir que son la cosa más asquerosa que he probado en toda mi vida.

Al día siguiente volvimos a la institución. Ella estuvo preguntándome por qué dejé a Chan solitario y yo solo movía la cabeza. Aquel mismo día algo extraño sucedió, llegó una alumna nueva a la institución, sabíamos que éramos la escuela privada más costosa de toda la Nación del Fuego pero no creí que una persona de tal rango como la Princesa de la Nación del Fuego llegara aquí. Se que su nombre es Azula y la verdad es que no me da mucha pinta de ser femenina que digamos. Tiene una gran cabezota en forma de balón y ojos grandes color miel y dos mechones negros le cuelgan del cabello… es bonita pero no pareciera ser la Princesa de una Nación. Se sentó a lo lejos y comenzó a observar a cada uno de los alumnos… los miraba con detalle. Cuando llegó el primer receso Ty Lee y yo la vimos solitaria, provocaba temor en los demás y tal vez por eso nadie se acercaba a ella.

Desde su llegada los directivos de la institución estuvieron comportándose mucho más estrictos y de mejor manera: regañaron a mi amiga por su indiscreta vestimenta (lo cual debieron haber echo desde hacía mucho tiempo) y también regañaron a todos aquellos que estaban besuqueándose en la hora libre, lo cual me liberó por completo, me sentí mucho mejor.

Ty Lee, por su parte, siempre sintió atracción hacia los seres solitarios y fríos, y aquella niña tenía esos requisitos al igual que yo, aunque yo parecía seria y fría pero en realidad no lo soy… me gusta ser dulce con los demás solo que no lo demuestro por temor a que mis padres me regañen. Poniéndose de pie y alargando un poco su diminuto traje, se pegó a mí y me dijo al oído:

- ¿Qué te parece si hablamos con ella?

- Mmm… -no lo sé, a mi no me gustan las personas con carácter fuerte y aquella niña parecía tener una personalidad de esa índole. Puedo percibirlo con su mirada-. No lo sé.

- Anda, vamos a hacer amistades –me dijo tirándome de un brazo y arrastrándome junto a ella. La niña de gran cabeza nos echó una ojeada de arriba abajo al vernos, no le agradó para nada nuestra presencia al parecer.

- ¿Podrían correrse? Me están haciendo sombra –dijo mirándonos fijamente.

- Mi nombre es Ty Lee y ella mi amiga Mai –saludó sin prestar atención al comentario reciente de la Princesa.

- Wow Ty Lee, ¿eres pobre? Porque parece que tu traje te queda chico –dijo viéndolo con los párpados bien abiertos. Yo me quedé plasmada, hablar así a un desconocido no es para nada amable-. Y tu ¿Mai, verdad? –me echó una mirada asesina-. ¿Te peinó tu abuela, o que?

Yo me sonrojé de sobremanera, agaché la mirada y ella sonrió ante mi reacción: parecía divertirle la escena. Luego de ese incómodo silencio comenzamos a conversar, yo al principio dejaba que Ty Lee lo hiciera, aunque la princesa fijaba su mirada en mí y sonreía, a lo cual yo respondía con una mirada nerviosa. Pasamos la mayoría del tiempo hablando sobre las familias, lo insoportables que resultaban los padres y el motivo por el cual nos habían enviado allí.

- Pues, en realidad mi padre quiere que mi hermano mayor se concentre en la practica de su fuego control (que para variar confieso que es pésimo y no hay manera de repararlo) y me ha dicho que para lograrlo no debe tener ninguna distracción, por lo tanto me hará pasar las tardes aquí en este chiquero con gente como ustedes. Además, mi madre quiso convencerme diciéndome cosas como: "lo hacemos también para que te vuelvas más señorita" –y la madre tenía razón, en mi opinión: hacía falta volverla más… delicada-. Pero sé que lo hacen por lo de mi hermano. Aunque me parece bien porque ya estoy cansada de demostrar mi gran fuego-control a la misma gente. Es hora de impresionar a personas nuevas.

Al oir eso supe que era la chica más egocéntrica que he conocido, y para no basarme en falsas creencias le pedí una demostración y ella aceptó encantada: admito que su fuego control es perfecto. Luego de ello hablamos durante un largo tiempo, y ya para cuando pasaron dos largos meses, habíamos integrado a Azula a nuestro equipo y ya éramos grandes amigas. Aunque ella nos trataba muy mal, a Ty Lee siempre le decía mujerzuela y a mi anciana… me dolían sus comentarios, pero cada vez que yo intentaba explicar mi punto de vista me atragantaba al recordar los regaños de mi padre y que… ella era la Princesa de nuestra nación.

Uno de aquellos días, Azula nos invitó a Ty Lee y a mi a pasar una tarde en Palacio. Aceptamos encantadas. Mis padres se enorgullecieron al saber que yo hacía amistades con personas importantes del país y hasta me halagaron. El día en que finalmente visitaría palacio, mi madre me lavó enteramente el cuerpo (no vaya a ser que el señor del Fuego Azulon sintiera olores no deseados aunque era muy improbable que pudiera ver en persona al Señor del Fuego), peinó mi cabello haciendo un rodete en la cima de mi cabeza dejando que mi flequillo caiga con fluidez y echó un frasco entero de perfume sobre mí… traía tanta fragancia que al pasar por los pasillos dejaba mi olor impregnado en el aire. Aunque al ver a Ty Lee noté que ella se había vestido bastante casual, mostraba las piernas y el ombligo como siempre solía, a pesar que le advertí que se cubriera… pero no me hizo caso.

Un carruaje nos llevó a Palacio y allí estaba Azula junto con su madre… era muy bella. Yo saludé muy respetuosamente y también Ty. Parecimos haberle caído muy bien tomando en cuenta su sonrisa de oreja a oreja, además ella halagó el olor de mi fragancia y yo agradecí sonrojada. Azula nos llevó hacia un pasillo directamente hacia su habitación. Al abrir la puerta de ésta observé como el rostro de mi nueva amiga se volvía rojo de furia.

- ¡¿Tú qué haces aquí?! –gritó enfurecida-. ¿Qué tienes en…?

No logré ver el rostro del joven que estaba sobre la cama de Azula, a decir verdad estaba muy cómodo sentado con las piernas bien abiertas, apoyando su espalda sobre el respaldo de la cama y sosteniendo un cuaderno enfrente de su rostro, el cual no me permitía ver. A decir verdad, tenía en sus manos un cuaderno que era idéntico a ti, querido diario… y Azula de inmediato lo notó.

- ¡MI DIARIO! –gritó corriendo hacia él-. ¡Maldita cosa!

En cuanto él bajó ese cuaderno que obstruía su rostro de mi mirada… mis piernas comenzaron a temblar, mi corazón aceleró brutalmente sus palpitaciones, parecía que se me saldría por la garganta, sentí cómo mis labios temblaban y mis manos comenzaron a sudar.

¡Jamás vi un rostro tan perfecto! Esa cosa, cómo parecía llamarlo Azula… era definitivamente ¡la cosa más hermosa que en mi vida he visto!

- De todos modos ya lo acabé –dijo el muy guapo y arrojó el cuaderno sobre la cama.

Me sorprendí al oírlo... a pesar de ser un niño como nosotras tres, su voz fue grave y ronca, pareció sonar como el coro de miles de ángeles para mí, fue ¡tan hermoso!

Azula lo corrió hasta la puerta y lo echó dando un golpe. Ahora la tres estábamos dentro del cuarto y yo estaba tan inmóvil que siquiera oí la pregunta que acababa de hacer Ty Lee.

- Es Zuko… el imbécil de mi hermano.

Zuko… qué hermoso nombre. Te confieso, querido diario, que realmente me impactó, aun estando aquí en mi casa y a mitad de la noche: pienso en él. ¡Si pudieras verlo, es tan precioso! Jamás creí que un chico tuviera un rostro tan perfecto!! Me derrito al recordarlo, quiero verlo otra vez, quiero ir a palacio, esperaré paciente a que Azula vuelva a invitarme... Pero mientras tanto soportaré la espera recordándolo: tiene una cabezota grande ý redonda como la de Azula, sólo que a él le va muy bonito, tiene una fuerte mandíbula, unos gigantescos ojos color miel y el cabello bien negro... ME ENCANTA!!! Sobre todo me derritió ese par de argollas de oro que cuelgan de ambos lóbulos de sus orejas. Es la primera vez que alguien produce estas cosas en mí y la sensación es muy agradable.