UNA MARAVILLOSA SEMANA

Por Lady Ángel

(Pinturicchia)

Capítulo 1

Invierno 1924

El hogar de Pony estaba cubierto de nieve. Eran las primeras nevadas de la temporada, apenas un día antes había sido Navidad. La noche empezaba a caer y dentro del hogar los chiquillos estaban sentados junto a la chimenea. Contaban historias de terror, pero uno de ellos era el que acaparaba la atención del grupo con su relato, mientras describía una de sus memorables escenas de un cuento de vampiros que él mismo había escrito…

–…El no muerto estaba ahí parado frente a la pequeña cabaña del viejo guarda bosque, con su imponente vestimenta color negro, su figura alta y delgada, el rostro pálido, sus ojos que cuando no se encontraba sediento de sangre eran de color zafiro, pero está vez él estaba famélico y sus ojos los tenía ¡rojos!...— decía así el pelirrojo, que llevaba por nombre Oliver.

Una pequeña que no hacía mucho caso de aquel relato, estaba recargada en una de las ventanas observando muy entretenida viendo caer la nieve, pero de repente algo le llamó la atención, vio como un hombre descendía de una sencilla carreta. Pero lo que más le sorprendió era la vestimenta que llevaba, era elegante y de color negro, correspondía a la descripción que estaba haciendo Oliver con su historia.

—Y estaba ahí dudando, parado inmóvil frente a la cabaña, no quería atacar aquel viejo que en otro tiempo le había brindado su ayuda cuando fue herido en el bosque por un lobo. No podía pagarle con esa moneda el favor antes recibido...— Oliver seguía hablando y haciendo mímica y sonidos extraños, para darle un toque más dramático a su macabro cuento.

Molly, se llamaba la niña que estaba observando lo que pasaba afuera del hogar y veía como aquel caballero estaba dudoso por tocar la puerta, la carreta ya se había ido.

Mientras el hombre veía un papel que revoloteaba entre la cerradura de la puerta, era una nota que en ese momento cayó al suelo, él la recogió y sin proponérselo quedó al descubierto el contenido de la misma y no pudo evitar leerla.

"Mi querida Candy, espero puedas disculparme
por no cumplir con mi palabra de ayudarte con los
chicos hoy, mi madre enfermó no es nada grave,
pero tú me entiendes, ¿verdad linda? Cuando pasé
no había nadie, por eso te dejo esta nota.

Espero verte pronto, tengo muchas cosas que contarte.

Henry.

P.D. El vestido rojo se te ve mejor, ¡pareces una diosa!"

—¿Henry? ¿Quién demonios será Henry?—dijo el elegante caballero frunciendo el ceño—. Sólo espero que no sea un enamorado tuyo pecosa, y si lo es, alguien tendrá que escucharme por no habérmelo dicho antes—. Y dando un largo suspiro dijo—Pero no puedo echar marcha atrás, mi carta debió haberte llegado ya-. Arrugando la nota la guardó en su bolsillo y se dispuso a tocar.

Y mientras esperaba a que abrieran la puerta, su corazón comenzó a latir deprisa.

Molly que era la única que estaba al tanto de aquella situación ya había avisado a lo demás chicos y escondiéndose tras las cortinas de la ventana todos miraban expectantes al hombre que estaba ahí afuera, el grupo de los varones estaba más que convencido de que se trataba de un temible vampiro y no querían ir abrir la puerta. Pero las niñas que no se dejaban llevar por las historias de terror de Oliver opinaban que debían abrir y ver de quien se trataba, entonces Molly fue la valiente que se decidió abrir.

—Ho...¡Hola!—Sorprendida por la presencia del caballero y por el tremendo parecido con el vampiro de Oliver, así que temerosa le preguntó—¿Busca alguna persona?— Entonces él le brindó la mejor de sus sonrisas y le contestó...

—¡Hola! Buenas noches, me gustaría ver a la señorita Pony y la hermana María—. No se atrevió a preguntar por Candy directamente, así que decidió por ver primero a las encargadas del hogar, después de todo pensó que sería lo más correcto.

Para la niña el que preguntara por sus madres le dio tranquilidad, ellas nunca tendrían amistad con un vampiro, además esa cálida sonrisa le dio mucha confianza.

—Ellas no se encuentran ahora señor—dijo la chiquilla.

—No importa, puedo esperar—le contestó el caballero.

—Pero señor ellas no estarán de nuevo aquí, sino hasta la próxima semana...a menos que quiera hablar con nuestra hermana mayor. Ella también podrá ayudarle.

—¿Tu hermana mayor?

—Sí mi hermana Candy.

—Candy...—Tan solo oír su nombre le hizo estremecerse.

—¿También la conoce señor?—. Pero el parecía no escucharla—Señor, ¿la conoce?

—Sí... claro que la conozco, ¿me harías el favor de llamarla, pequeña?

—Sí por supuesto, voy a buscarla, debe estar preparando la cena, pero antes permítame llevarlo a donde recibe las visitas la señorita Pony— le dijo Molly.

—Prefiero ir contigo a buscarla, si no te importa—. El ya no quería demorar más aquel encuentro, no podía creerlo estaban ahí en el mismo lugar, a tan sólo unos pasos. Su emoción era tal que olvidó el asunto de la nota.

—Esta bien, sígame pero me adelantaré un poco, ¿le parece?—El asintió con la cabeza en señal de que estaba de acuerdo. Pero la niña aceleró más el paso y...

—¡Candy! ¡Candy! —. Entraba corriendo la pequeña Molly a la cocina-comedor.

Candy se encontraba agachada buscando entretenidamente en los cajones de los muebles de la cocina, el frasco de la mantequilla de maní, estaba preparando la cena para los niños. Era viernes de pijamada, así le llamaban todos los habitantes del Hogar de Pony a ese día, que desde muy temprano acostumbraban a vestirse de pijama, casi desde antes de que cayera la noche.

—¡Demonios! Una vez más nuestro querido escritor estrella nos ha dejado sin mantequilla de maní—decía la rubia de manera fúrica—. Pero que si la encuentro en tu recámara niño problema, te la verás conmigo...

—¡Candy! Está un señor elegante buscando a la señorita Pony—dijo la niña con voz entrecortada debido a la carrera que pego para buscarla.

Pero Candy seguía en su ardua búsqueda, el cabello se le había desatado y lo tenía con un aspecto algo revuelto por esos rizos incontrolables; también sin darse cuenta los primeros botones de la bata se habían abierto dejando ver el camisón que llevaba debajo y algo más.

—Sí ya te escuché Molly, ¿le has dicho que no se encuentran? Que estarán hasta la semana próxima...

—Sí... pero es que insiste en ver alguien del Hogar, ¿lo hago pasar?—.Pero ya era tarde para evitar que entrara él había seguido a la niña hasta dentro de la cocina.

—¿Qué rayos será la urgencia que no puede esperar hasta la próxima semana?—lo dijo con cierta molestia.

El elegante caballero entonces se hizo presente, había estado escuchado toda la conversación ahí de pie sin que ella lo notara y con una sonrisa en la cara, por aquella escena que le parecía hasta cierto punto cómica. Y con su profunda voz dijo:

—¿Es así como recibes a un viejo amigo, Candy?...—Aparentaba estar tranquilo pero por dentro los nervios lo estaban corroyendo, en espera de que por fin Candy saliera de ese gabinete y ver su lindo rostro pecoso después de tanto tiempo.

¡Dios mío esa voz!—lo decía y gritaba en su mente, entonces los nervios la traicionaron se le cayeron unos pequeños recipientes y empezó asomarse lentamente por la cubierta del mueble con su alborotada cabellera rubia.

—¿Te…Terry?... Yo... no sabía que eras tú—. Por fin pudo completar la frase casi en un susurro y asomando solo los ojos—¡Reacciona Candy! No te comportes como tonta—Lo decía interiormente hasta que finalmente se paró y lo vio, ahí estaba él, en todo su esplendor, tan apuesto, más maduro, con el cabello más corto de como lo recordaba y entonces el olor de su colonia inundó algo más que sus fosas nasales, parecía que aquél aroma le llegara hasta sus entrañas, a lo más recóndito de su ser.

Entonces por impulso se dirigió hacia él y muy emocionada lo abrazó y él le correspondió de la misma manera. Un abrazo que duró más de lo suficiente, después se separaron, se miraron y luego se sonrieron, las palabras sobraban en ese momento, sólo había lugar para las emociones y los sentimientos...

—¡Hola Terry! Esto ha sido una verdadera sorpresa— dijo con una gran emoción en su voz.

—¡Hola Candy! No te imaginas cuanto ansiaba verte...—contestó sonriendo y volviendo su mirada al desorden que había en la cocina y comenzó de nuevo diciendo—. Aunque parece que tal vez no he llegado en un momento oportuno...¡Dios! Porque nadie me advirtió con lo que me encontraría, esos inolvidables ojos verdes, tu cabello es tan largo ahora pecosa, te recordaba preciosa, pero...

Los silencios y pensamientos internos se estaban convirtiendo en un suplicio para ambos. Pareciera que tuvieran un problema para hablar, los dos se miraban llenos de admiración, casi al borde de querer llorar.

... Te recordaba tan apuesto pero...No, no para nada, sólo estoy preparando la cena para los chicos... No es que sea algo difícil, pero la señorita Pony y la hermana María no se encuentran y...—En su atropellada conversación, ni siquiera se daban cuenta que los niños empezaban a tomar sus asientos en el comedor.

...Pero, estás más hermosa que nunca

...Pero, estás mucho más guapo ahora

Sus pensamientos se sincronizaban, su diálogo interno fluía más rápido que las palabras expresas.

—¡Por Dios! Tu abrigo está muy húmedo, porque no te lo quitas y te pones algo más seco— le dijo la rubia, tratando de hacer más normal y llevadera la situación. Pero no podía porque él seguía observándola de esa forma tan especial que ella siempre recordaba.

Todos miraban de forma extrañada aquella escena, pero sobre todo al misterioso visitante vestido de negro y que ya la pandilla para ese momento lo habían bautizado como "el no muerto". Aunque las niñas parecían estar más encantadas que horrorizadas por "el no muerto"

—¿Conoces al señor Candy?, ¿va a cenar con nosotros?-. Preguntaba con recelo el pelirrojo Oliver. Pero ellos seguían atrapados en su burbuja.

...Esa mirada, cuanto la he extrañado todos estos años...—pensaba Candy, pero en ese momento se percató hacia donde se dirigía el interés de su mirada, que de inmediato la hizo sonrojarse—¡Oh! No me di cuenta...— y se giró par abrocharse esos botones traicioneros.

¡No, por favor! no lo arregles te ves tan...tan adorable—decía para si mismo esbozando una nerviosa sonrisa y comenzó a decir—Yo sólo venía a verte unos momentos, recién he llegado y me dirigía al pueblo a instalarme en una posada. Se suponía que hasta mañana vendría, pero...no pude evitar hacerlo de una vez...Así que le pedí al cochero que a su vuelta regresara por mi.

—De ninguna manera, te quedarás con nosotros a cenar y creo que ese cochero que no puede ser otro que el viejo Joe, te ha mentido o no te aclaró que su vuelta sería hasta mañana antes del medio día. Así que por hoy no podrás regresar al pueblo, se ha intensificado la nevada y a esta hora ya no pasa nada que se le pueda llamar transporte por aquí...Así que no te queda más que aceptar nuestra humilde invitación ¿Qué dices?

—¡ja! No puedo creer que ese hombre me haya tomado el pelo...Pero es que yo no quisiera causarte ninguna molestia, además...tal vez no sea lo más correcto Candy...

—¿Vas a rechazar la invitación de una vieja amiga?...Pienso que más incorrecto sería que te dejara ir ahora en medio de la fuerte nevada que hay ahí afuera y no es ninguna molestia para ninguno de nosotros.

—Viendo todos los inconvenientes que tendré si me voy ahora, creo que no me queda otra opción que aceptar tan agradable invitación—dijo sonriendo Terry.

—Entonces, ¡bienvenido! Y no te preocupes tenemos una cama disponible en el cuarto de Oliver ¿Verdad Oliver?—Y buscó la mirada del pelirrojo.

Hasta ese momento tomaron en cuenta la presencia de los chicos, que habían estado siguiendo la conversación de un lado a otro sin hablar. El chiquillo con ojos aterrorizados y con molestia le contestó...

—¿Por qué tiene que ser en mi habitación, Candy? La cabaña del tío William está sola—. Entonces Candy le recordó su última hazaña.

—Pero resulta, jovencito y por si ya lo olvidaste, la llave de esa cabaña la señorita Pony la tiene en un lugar secreto, gracias al incendio que provocaste al querer prender la chimenea y que debo agregar habías entrado ¡sin pedirle permiso a nadie! El señor se quedará con nosotros en tu habitación y no se diga más—.Terry observaba lleno de admiración la actuación de Candy ante la impertinencia del pelirrojo, que por momentos se vio reflejado en él, cuando recién había llegado al colegio San Pablo.

—Discúlpate con el señor Oliver, ¡ahora! y después me dirás donde quedaron todos los frascos de mantequilla de maní, que mágicamente desaparecieron de la despensa, ¿ok?—.El pelirrojo hizo lo suyo, se disculpó con el invitado y este aceptó sus disculpas asintiendo la cabeza y dándole un sonrisa. Entonces Candy se volvió a dirigir de nuevo al chico.

—Muy bien Oliver, ahora por favor lleva al Sr. Grandchester a tu habitación para que se instale—.Oliver un tanto extrañado preguntó...

—¿Grandchester?—dijo esto tratando de recordar donde había leído ese nombre.

—Sí mi nombre es Terruce Grandchester, ¿por qué te sorprende Oliver?—preguntó extrañado.

—No por nada, solamente que ese apellido se me hace como sacado de alguna novela de vampiros.

Entonces se pudo escuchar una sonora carcajada por parte de Terry, algo que hizo que el corazón de Candy latiera aceleradamente. Todos los recuerdos de aquel chico arrogante, se agolpaban en su mente uno a uno. Pero se volvió a hacia Oliver nuevamente y lo reprendió una vez más.

—Oliver, te prohíbo que sigas hablando de tus historias de terror en este momento y también durante la cena—.Candy había volcado toda su atención a ese chico pelirrojo, era más fácil para ella sobrellevar esos momentos tan inesperados, llamándole la atención aquel chico que sostener la mirada azul de Terry todo el tiempo. Pero aun así se volvió a Terry y le dijo...

—¡Ah! Por cierto Terry, es noche de pijamada, así que es una regla que todos vistan de pijama para cenar—.Y con una risilla nerviosa Candy le guiñó el ojo a él, tratando de simular que ella era la misma de siempre. Pero el jugueteo nervioso que traía entre sus dedos la delataba de que estaba tanto más o igual que él de aturdido.

—¡Por supuesto, jefe!—le contestó Terry también guiñándole el ojo. Haciendo que se sonrojara una vez más la rubia. Se retiró junto con Oliver a la habitación que ocuparía esa noche.

Pero después de permanecer callados durante la conversación de los adultos, en cuanto salió Terry del área del comedor, todos los chiquillos se fueron sobre Candy, haciéndole un sinfín de preguntas acerca del invitado, sobre todo las niñas.

—Candy, el señor Grandchester es muy apuesto, pareciera que salió de un cuento de hadas, ¡es tan guapo!—dijo sonrojándose una pequeña niña regordeta de lentes.

—Que cosas dices Charlotte— le contestó Candy, que ya las preguntas y comentarios la empezaban a exasperar un poco. Pero otra pequeña rubia de cabello lacio siguió...

—Si y tiene una voz que hace soñar—. A Candy no le quedó más que sonreír a todo eso y las dejó que siguieran con su listado de atributos para Terry.

—Yo diría que parece un hermoso pirata vestido de negro— dijo otra de las niñas, pero fue hasta ese momento que reparó en el color que llevaba Terry. Y En su interior comenzó otra lucha interna de preguntas.

¡Negro! ¡oh Dios mío Susana!... Con la emoción de verlo aquí, después de tanto tiempo, olvidé lo que ha sucedido...Ha pasado ya más de un año de su muerte ¿Cuán doloroso debió ser para ti ese momento?...¿Pero todavía sigues guardando el luto?...Es que tal vez si llegaste amarla de verdad...— y sintió un fuerte aguijonazo en su interior—¿Por qué has venido Terry? Son demasiadas las preguntas que quisiera hacerte...— Soltó un profundo suspiro.

—Candy es que a ti no te parece ¿qué es lo bastante guapo el señor Grandchester?—insistió Charlotte, pero ella seguía en otra parte. Entonces intervino un chico llamado Bryan.

—Ya basta de preguntas tontas, que si esta guapo, que si su voz, yo estoy de acuerdo con Oliver ¡parece un vampiro!—dijo en un tono de molestia.

—Lo que pasa es que están celosos ¡bola de tontos!— dijo la rubia Amy y cuando ya se empezaban a caldear más los ánimos, Candy regresó a la realidad e intervino en la discusión.

—¡Por favor niños compórtense! No quiero discusiones, demuestren los modales que se les ha enseñado aquí... Y contestando las preguntas de ustedes jovencitas, sí el señor Grandchester me parece que es muy apuesto y de lo más encantador ¿conformes?

En ese momento entró Terry y Oliver al comedor, habían escuchado la última parte de la discusión, Terry sonrió y Oliver no hizo más que rodar los ojos con enfado. Candy estaba dándoles la espalda cuando ellos entraron al lugar. Y el que comenzó hablar fue Terry...

—Creo que ya estamos listos para la cena.

Continuará...

***Algunos personajes y lugares de esta historia pertenecen a la serie de Candy Candy por lo que están sujetos a derechos reservados.