Disclaimer: Los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi. La historia es mía.
Suspiros de amor
Sinopsis: Rin tiene como único objetivo en la vida hacer crecer su pequeña pastelería, el trabajo duro no la asusta, aunque sí encontrarse a un hombre medio muerto a mitad de la noche. Un hombre cuyo pasado lo llevo a aparecer golpeado y a punto de morir en una carretera. Ahora ella tendrá que lidiar con un hombre testarudo, que no acepta un no como respuesta, y un gato que ama poner su casa de cabeza, mientras intenta que su corazón salga lo mejor librado de todo ese lío.
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Capítulo Uno
Una cosa poca común era que Rin durmiera temprano, otra muy distinta es que estuviera pasada las doce da la noche por la calle, y con un frío de los mil demonios. Claro, que de no haber sido por su amiga Sango, ella ni siquiera hubiese puesto un pie fuera de la cama. Sin embargo, allí estaba, esperando que un taxi se detuviera para llevarla a casa, pero con lo ocupados que iban, jamás iba a conseguirse uno. Odiaba su corazón de pollo, porque cuando sus amigas la necesitaban, Rin no se lo pensaba dos veces y podía cruzar media milla para ayudarlas. Como en ese momento. Sango acababa de irse de viajes y para el colmo había dejado a Kirara, su gata, con su tía, quien dicho sea de paso odiaba los gatos. Ahí iba el meollo del asunto. Su tía le habló a Sango a las doce de la noche, que si no alejaba ese mugroso gato de ella, iba a echarlo por la ventana. Kirara acababa de tirarle uno de sus floreros favoritos, y conociendo a la tía de Sango bien podría haber metido a la pequeña Kirara al horno. Pues Sango le había llamado media hora después asustada para pedirle que rescatara a Kirara de las garras de su malvada tía. Por lo que Rin, había salido después de que le prometiera a Sango ocuparse dos semanas de su gato hasta su regreso.
En ese momento, Kirara maulló dentro de la jaula. Rin, que estaba echando chispas, dejó escapar la rabia en modo de suspiro.
—Vale, tú no tienes la culpa. Te prometo que en cuanto lleguemos a casa voy a ponerte leche caliente y nos pondremos a trabajar. ¿Te gusta el pastel de fresa? —Kirara bostezó para después lamerse la pata—. Claro, los gatos no comen eso. Tendré que llamarle a Sango para preguntarle, porque no tengo ni idea de qué hacer contigo.
Dejó la jaula sobre el suelo para cubrirse más con el impermeable. Sus botas se estaban llenando de agua y de no haber sido porque llevaba calcetines, tendría los pies helados. Levantó de nuevo a Kirara y pensando en que ningún taxi iba a detenerse decidió hacer todo el recorrido hasta su casa.
Rin vivía en una pequeña casa ubicada lo bastante cerca del centro como para tener su propio negocio. Algo que le había costado años de ahorros. Empezó vendiendo sus pasteles por internet y entre sus amigas, y a medida que la gente la fue conociendo, logró ponerse un local en la planta baja de su departamento. Ahí es donde pasaba sus horas, ideando nuevas formas de plasmar su propio arte a partir de una mezcla de harina, mantequilla, azúcar y un poco de polvo para hornear. Se pasaba horas moldeando figuras con fondant, metida en su propio mundo. Siendo feliz.
Se tropezó con una piedra lo que la hizo tomar más fuerte a Kirara. De pronto el pie se le resbaló hasta que cayó sentada sobre el pavimento. Intentó agarrase de la banqueta para no rodar calle abajo con la pobre Kirara que no dejaba de maullar dentro de la jaula. Además la lluvia no era de gran ayuda porque apenas y la dejaba ver. Intentó levantarse de nuevo, cuando la luz de un auto la dejó ciega. Se tapó la cara con las manos, hasta que el auto pasó a su lado y ella tomó impulso de nuevo para levantarse. Cuando logró estar de pie, el corazón le dio un brinco en el pecho. Delante de ella, a unos dos metros había un hombre tirado. Horrorizada, pensó que era un hombre muerto, pero lo vio moverse lo que le demostró lo contrario. Eso no hizo que su horror disminuyera.
Debía apurara el paso e ignorar lo que acababa de ver. Bien sabía que no era nada bueno encontrarse con un hombre moribundo en la calle. Además antes de caer al suelo ese hombre no estaba ahí. Lo que significaba que lo habían arrojado del auto. Más horrorizada si es que podía estarlo, porque acaba de ver un crimen o el final de un crimen, decidió apretar más fuerte a Kirara y salir huyendo lo más rápido de ahí.
No debía ni siquiera mirar al hombre. Jamás podría sacarse una escena así de su cabeza. Sin embargo, la curiosidad pudo más que ella y dio una miradita, justo cuando el agua arrastraba al hombre calle abajo.
¡Joder!, pensó. ¿Porque no podía abandonar a un hombre en ese estado? Debía dejarlo debajo de alguna galera para que el agua no lo arrastrara y luego debía llamar a la policía.
Con el pánico apoderándose de su cuerpo, logró dejar la jaula en la banqueta lejos de la corriente de agua y fue a por el pobre hombre que ya empezaba a resbalar. Le tomó de los hombros, le hizo girarse y le pasó la mano debajo de los brazos para arrastrarlo hasta donde estaba Kirara.
Cuando lo dejó a salvo, fue capaz de mirar al hombre a la cara. Y para ser sincera, Rin no esperaba que ese individuo fuese un hombre agraciado. Puesto que tenía una cara delgada, una nariz respingona y unos labios finos. El cabello mojado que se le pegaba a la cara terminaba por darle un aire de ángel caído. No sabía si sería un Miguel o un Lucifer. Pero por las circunstancias en las que se encontraba podía juzgar que sería lo último.
—¿En qué andarías metido para acabar así? —Preguntó, siendo consciente de que no recibiría una respuesta—. Debo avisarle a la policía, una ambulancia…
Se metió las manos dentro del impermeable para buscar su teléfono dentro de su chamarra. Cuando lo sacó, la mano fría del hombre casi medio muerto, le tomó del brazo. Rin soltó un grito de terror. Su celular fue a parar a algún lado de la banqueta, y los ojos del hombre la miraron clamando piedad.
—No… llames… —murmuró tan quedito que apenas fue capaz de oírle. Los labios del hombre temblaban por el esfuerzo que intentaba hacer—. Si ellos saben que…
Rin negó con la cabeza intentando zafarse.
—No llamaré a nadie. Pero necesitas que un médico te vea.
El hombre negó impidiendo que ella se alejara.
—Ayúdame —volvió a balbucear con esfuerzo. Los ojos ámbar de ese hombre le causaron tanta compasión que fue incapaz de pensar en no ayudarlo. Había ferocidad en sus ojos, pero también había suplica.
Intentó levantarse, pero él volvió a aferrase muy fuerte a ella.
—No voy a irme a ningún lado, voy a ayudarte, pero para eso necesito que pongas de tu parte para que pueda levantarte.
El hombre la soltó. Enseguida, Rin le pasó la mano debajo del brazo y se impulsó para levantarlo. El pobre, dejó escapar un quejido cuando se impulsó también. Se tambaleó un poco, pero Rin los detuvo a ambos. En ese instante se acordó de Kirara. Se inclinó un poco para levantar la jaula y la aferró delante de ella, mientras el hombre se recargaba sobre su brazo.
Que Dios la amparara, porque estaba llevando a su casa a un hombre que no conocía de nada y que bien podía estar metido en lo peor, pero no podía dejar a un hombre moribundo en la calle. Y menos cuando le había suplicado ayuda.
Continuará…
Y bueno, aquí estoy de nuevo, sin olvidarme de mis raíces. Esta historia es pequeña. No me odien por no publicar Dulce contrato, pero si les digo que esa historia no quiere salir de mi ordenador, ¿me creerían?
Espero les guste el capítulo. Háganmelo saber en un comentario o yendo al grupo de Girls Danperjaz en Facebook para saber más sobre la historia y complacerme con sus comentarios.
Recuerden que leer y no dejar review es como manosearme una teta y salir corriendo.
