¿Cómo podía ser? ¿Como algo podía doler tanto? Es que alguien le estaba lanzando un cruciatus y el no lo veía? Quería gritar, romper algo, llorar… Pero nada de eso salía. Solo se quedaba acostado o sentado en su cama, mirando la ventana, esperando por eso que ya nunca iba a llegar. Era como esos sueños que tenia de pequeño. Que un día algún tío o familiar lejano vendría a buscarlo, a llevarlo de allí… Pero esos sueños se acabaron con el tiempo, y el sueño de que una lechuza entraría ahora, también terminó, lo supo siempre, pero una cosa es saber y otra es querer… Porque Sirius no volvería, ya no escucharía sus bromas, no oiría su risa tan parecida a un ladrido, y ya nunca le escribiría… Sirius se había ido…. Y nada lo iba a cambiar. Pero no por afrontarlo iba a dejar de doler, porque estaba seguro de que siempre le dolería. Haber perdido al padre que lo cuido, al hermano que rió con él, era una realidad demasiado dura. Tenía tantas cosas que preguntarle, tanto que contarle, que no entendía por qué demonios no lo había hecho antes…
-¡TÚ! ¡MUCHACHO!
Lo ignoro, como lo hacía cada vez desde que había llegado a esa casa. No lo hacía para hacerlo enfadar, ni por descortés, simplemente no le daba importancia al hecho de que alguien le gritara. Pero un suave golpe en la puerta de su habitación lo desconcertó por completo ¿Desde cuándo alguien era amable con él? Hablando estrictamente hablando de los habitantes del Número 4 de Privet Drive…
-Buenas noches Harry.
-¿Profesor Lupin? ¿Qué… ¿Qué hace? Saben mis tíos..?
-Tranquilo Harry, vamos de a poco. Estoy aquí con Arthur, te llevaremos a la madriguera. Tus tíos saben que estoy aquí, no les agrada pero como te llevamos con nosotros… Así que… Empecemos con tu equipaje.
-De acuerdo.
Miró alrededor, la habitación del adolescente. Harry era muy parecido a James, y no sólo en lo físico. Sonrió, pensando que el desorden venía con los genes Potter. Miró al chico que estaba recogiendo libros del suelo, y lo notó tan diferente de la última vez que lo había visto… Estaba más delgado, más pálido, y en su cara había una seriedad nueva. Esa seriedad que viene con la pérdida, la seriedad del principio. Y sus ojos… Estaban apagados, opacos. Harry tenía exactamente los ojos de Lily, pero no solo por el color, ni la forma. Era el brillo, un brillo especial. Y ahora ya no estaba.
-¿No es bueno aislarte del mundo sabes? No le habría gustado que lo hicieras. Estaría más preocupado pensando si le estarás levantando una estatua…
-No sé lo que le habría gustado, por mi culpa el ya no me lo puede decir…
- Harry, deja de culparte. Si acudiste al ministerio, fue porque querías a Sirius.
- Si tan sólo hubiese tomado más en serio las clases de Oclumancia, si le hubiese hecho caso a Hermione… Ella me lo dijo, dijo que podía ser una trampa, y no la escuche. ..
- Harry, mírame – Harry miró a su viejo profesor, y eso le hizo acordarse de muchas cosas. Y en todas ellas había algún rastro de dolor. – Se que duele, lo sé. Pero si nos quedamos lamentándonos por su muerte no honraremos su memoria. Sirius hubiese detestado esto que te estas haciendo, yo también lo detesto. Quédate con los recuerdos felices, quédate con las risas y con todas sus estupideces. Eso es lo mejor que puedes hacer.
El muchacho se quedó pensando. Sí, era una mejor manera de recordar a Sirius. No había tenido una vida justa. Y el último recuerdo que tuviera de él no sería cayendo a través del velo. Sería su risa.
-¿Va a dejar de doler en algún momento?
- No, Harry. Lo cierto es que no, duele menos con el tiempo, pero siempre duele.
Y de pronto, comprendió. Sirius iba a vivir en su recuerdo, si lo amargaba, Sirius solo iba a significar dolor.
Sirius era un punto brillante en el cielo, lleno de risa, de alegria, y ya habia dos personas preocupadas por que siguiera siendo eso. El hermano idiota, el padrino irresponsable, y el mejor recuerdo feliz.
