Nada nuevo.
N/A:REEDITADO!... (lo volví a leer y vi algunas cositas que no me gustaron, así que disfruten la nueva versión).
Bien, se que me van a odiar, por esto, y que todas estarán pensando "actualiza los otros fic pendeja!", pero, en un momento cósmico del universo, está idea a ha llegado a mi mente. La inspiración fue genuina y después de varias horas de darle vuelta y dejarlo como me gustaba, llegue a esto.
Bien, esto es un oneshot, no esperen continuación ni nada, porque no va a existir. A menos que depositen en mi cuenta…, na mentira!, eso jamás!.
Esto es algo que se me cruzó por mi mente retorcida y simplemente no pude ignorar. Prometo seguir con mis otras historias sin distraerme!... a menos que… jeje
Bien, ojo, con este mini fic, es bastante "Zucultento"... Color?, naranja fuerte. Final?... turbio…. Lo dejó a sus criterios…. bueno si, ya me voy a escribir los otros fic.
Besossss, Luxia!
La mañana se había presentado calida aquel día en la capital del oeste. A pesar de ser otoño, el día se mostraba hermoso e intenso.
Todos podrían pensar que ver lagunas hermosas llenas de patos nadar tranquilos y ancianos alimentarlos con serenidad podría ser una escena hermosa y frágil.
Pero para él no, para él esa imagen no existía, pues otra vez su madre lo había despertado tarde y estaba llegando nuevamente tarde a la universidad.
Odiaba vivir con aquella mujer, pues según ella, él aún era pequeño, debía descansar y comer sano.
No podía entender que él ya era un hombre y que lo único que quería era irse de su casa e independizarse. Pero,sabía que eso era imposible por el momento y tenía muy oculto sus motivos por el cual jamás dejaría aquella propiedad, por lo menos por ahora.
Solo un año más, un año más y se iría lejos, se iría a vivir a la capital del norte, cerca de su universidad, tomaría un puesto en la empresa de su padre en aquella sede y se iría lejos. Claro, no la dirigiría, eso no le correspondía a él, si no a su hermana pequeña, pero si involucrarse un poco con los asuntos y poder ganar dinero sin ser mantenido directamente.
Podría estudiar, tener su casa propia y al fin darle la vida digna que "ella" merecía.
Vegeta era un joven de 20 años, hijo de una familia muy importante y adinerada. Sus padres eran dueños de una de la empresas más importantes de todo el país, y él había decidido estudiar administración para poder ayudar en ella. No era fácil aceptar su realidad, era más complicado de lo que todo el mundo creía, pero la verdad es que ya no le importaba, desde hacía dos años que ya nada le importaba.
Se acercó a la estación de tren, se quedó parado y espero su transporte impaciente, pues sabía que estaba yendo tarde.
Claro, por supuesto que el podría tomar uno de esos autos lujosos y caros que tanto tenía en su casa, pero, sabía que si hacia esa tontería no iba a poder verla.
El tren llego puntual y Vegeta entró en el vagón de siempre. Se sentó en su lugar preferido, pues la ventaja de que la estación de su ciudad era la primera, hacía que pudiera elegir el asiento que se le antojara. Pero el siempre elegía el mismo, el primero de lado derecho contra la ventana.
Se sentó satisfecho y espero.
Unos minutos más tarde la vio a través de la ventana que entraba presurosa. Su reflejo hermoso y esplendoroso se asomaba en el vidrio y él solo podía suspirar con solo verla.
Ella se subió rápido, pues también se había quedado dormida. Se subió corriendo y vio como la puerta se cerraba detrás de ella.
Vegeta no podía dejar de mirarla. Sus mejillas estaban rojas por la corrida y con esa piel blanca y perfecta resaltan más sus pómulos firmes.
Sus enormes ojos azules cristalinos le mostraban que aún estaba somnolienta y sus labios le demostraban los bostezos pocos cuidados que tenía.
Como siempre se sentó en el primer asiento del lado izquierdo, junto a la ventana. Miraba a través de ella mientras recuperaba el aliento, pues definitivamente cuando se la robe y se la lleve con él, comprarían un despertador. Ella también se solía quedar dormida.
Vegeta volteo un poco la mirada y de reojo la observaba. La estudió detenidamente, su hermoso rostro, sus pechos voluptuosos. Sus piernas hermosas, esas que podía ver a la perfección gracias a la falda del uniforme de escuela, demostrando que aún era una niña de secundaria. Dato que a él no le importaba en lo más mínimo, en un año más ya sería mayor y sería suya por completo.
Su cuerpo temblaba con solo pensar e imaginar como la tomaría toda y cada noche de su vida, siempre y sin limitaciones. Estando solos en la privacidad de su casa sin que nadie los vea o los juzgue.
De repente la vio moverse, pues al parecer había vuelto a la normalidad y ahora, sumamente relajada sacaba su libro de ciencias, ese que siempre leía antes de ir a la escuela.
Vegeta realmente no entendía nada de ciencia, pero pensaba que sería muy útil que ella le enseñara después de hacer el amor, como para que no se aburra de él y siempre tenga tema de conversación. Él iba a ser un empresario, debía mantener la llama ardiendo con su mujer como sea.
No pudo evitar sentirse emocionado, ella sería suya para siempre. El se ocuparía de todas las necesidades de su mujer, la cuidaria y la acompañaría siempre.
Él sería un excelente esposo, la besaría, la tocaría con suavidad, y se grabaría en su cuerpo el aroma de su hermoso cabello, suave y dulce de color azul que tanto lo idiotizaba.
La próxima estación llegó y sacó a Vegeta de sus pensamientos. La chica levantó la mirada y lo miró por primera vez en el día. El corazón de Vegeta golpeaba con fuerza y peor aún cuando la vio regalarle una sincera y casta sonrisa.
No pudo hacer nada, simplemente miró hacía la ventana con las mejillas ruborizadas y la siguió observando a través del vidrio.
Ella era hipnotizante y sería suya para siempre, como sea, así todos se pusieran en su contra, él lo haría, porque no había nada en ese maldito mundo que el quiera más que a esa mujer.
El tren frenó de golpe y las puertas se abrieron. Gente comenzó a entrar al transporte, sentándose a lado de los jóvenes, la chica no despegaba sus ojos de su libro y Vegeta tuvo que voltear porque la estúpida gente se paro en el pasillo y no dejaba verla tranquilo. Se giro y la contemplo. Hemosa, pura y suya.
El tren continuó su camino hasta llegar a la estación número once, donde sabía que ella bajaria. Allí era su escuela, y debía marcharse.
"Nos vemos a la vuelta"
Vegeta la despedía en su mente, mientras ella antes de bajar, como siempre, le regalaba una mirada inocente y cariñosa, lo que él respondía con ojos lleno de cariño y el sueño de verse a la vuelta.
Pasaron dos estaciones más y llegó su turno de bajar. El tren estaba lleno a esa altura, así que tuvo que correr rápido a la salida antes de que cerraran las puertas.
El joven bajó y trató de calmar sus pensamientos. Tenía que correr seis cuadras para llegar aunque sea a la mitad de su primera clase y no podía darse el lujo de ponerse a pensar.
Claro sabía que todo aquello se solucionaria si tomara uno de sus autos, pero si lo hacía, sabía que no podría verla tranquilo y ese no era el plan.
Ajustó su bolso y salió corriendo hacía la universidad.
Las horas de clase habían pasado muy rápido para la suerte de Vegeta. Había estado toda la mañana y parte de la tarde distraído y era obvio su motivo. Su peliazul nunca lo dejaba en paz. Siempre estaba metida en su mente y sus pensamientos. Sin pensar, salió corriendo a la estación, pues sabía muy bien que ella salía a esa hora de la escuela y después de estar dos horas en la biblioteca fingiendo estudiar, miró su reloj de pulsera y sabía que el tiempo había terminado, debía salir corriendo a tomar el tren.
Llegó con cinco minutos a su favor y espero, espero tranquilo hasta que escucho la bocina del tren anunciando su parada. Espero a que la puerta se abriera y se adentro como pudo, pues el lugar estaba lleno de gente, tanto que debian salir y entrar de nuevo para darle paso a los que descendían definitivamente del transporte.
Vegeta ya estaba acostumbrado, pues esa era la peor hora para viajar. Sabía que si se volvía a casa a las tres cuando terminaban sus clases eso no pasaría, pero volvíamos de nuevo con la cuestión que si hacía eso, no la vería. Y eso, no iba a pasar.
Vegeta espero parado muy apretado entre dos tipos gigantes hasta que al fin llegó a las estación donde sabía bien que ella subiria. Y no se equivoco.
Como siempre con su hermoso cabello azul hizo aparición subiendo al mismo vagón de siempre. Él se emocionaba cada vez que regresaban, porque sabía donde ella se pararía, pues era de una estatura que no le permite colgarse de los barandales del techo, así que para no caer, siempre se paraba en la misma esquina, contra la ventana para sostenerse del barandal vertical. Y él, como todo genio, siempre se paraba sosteniéndose en el mismo lugar.
Ella subió y lo miró a los ojos, sus miradas chocaron por un momento mientras el cuerpo de él se ponía completamente tenso. Ella le sonrió y le dio la espalda apoyándose en el barandal para no caerse.
Estaban a escasos centímetros, él podía oler su cabello y se controlaba tanto por no besarla y tomarla, pero no podía. Su cuerpo comenzó a temblar cuando el tren se movió y ella para no caer se hinco hacía atrás, apoyando sus caderas firmes contra el miembro de él.
Ambos se ruborizaron, pues no fue un acto voluntario pero tampoco fue muy inocente.
El tren se detuvo y llegaron a otra estación, en donde subió más gente, apretando más el cuerpo de Vegeta a la joven.
Si, no había duda, tomar el tren era tedioso, pero la vuelta a casa hacía que todo lo valiera. Pues ahí, en ese momento, era donde él la podía tocar, ella se lo permitia y nadie decía nada.
Sin medir sus actos, el joven la tomó de la cintura apoyando más fuerte su virilidad contra la cadera fina y esbelta de la chica, mientras rozaba sus nalgas con la mano derecha. Y con la otra mano, empezaba a manosear sus pechos.
Ella soltó un leve y dudoso gemido, pero audible para el hombre que tanto la deseaba. Sus rostro se volvió a ruborizar mientras sentía como él la sujetaba y la rozaba más profundo.
Vegeta sabía que no estaba bien lo que estaba haciendo, pero la realidad es que le encantaba, después se reprendía y se odiaba por tocarla de esa manera en el tren, pero no podía evitarlo, era más fuerte que él.
El tren se volvió a detener, provocando que la chica se inclinara más. Posó sus manos sobre la ventana, mientras gemía sin parar. Pues Vegeta no le había dado tregua, y cuando sintió el tren parar, se aferro más a la chica y comenzó a simular unas embestidas duras y fuertes, lo que provocaba que ella ahogara sus suspiros y gimiera despacio.
Vegeta ya no aguantaba, siempre era lo mismo. Él quería poseerla en ese momento, no podía aguantar más.
Sus miradas se encontraron en el vidrio y él le sonrió perversamente. Ella se estremeció cuando lo vio sonreír. El maldito lo iba hacer de nuevo, pero ahora pensaba tomarla en el tren y con gente a su alrededor, que parecía que no se daban cuenta de lo que estaba pasando en aquel rincón.
-Te hare mía… -Le susurró despacio.
-Vegeta…..
El joven no la escucho y despacio se bajó un poco el pantalón para liberar así su miembro hinchado, deseoso por entrar en la mujer.
Despacio, hizo a un lado su ropa interior, después de levantar un poco su falda, y pasó toda su virilidad en la entrada de ella, provocando un gemido más agudo, pero que intento reprimir.
Con una sonrisa llena de satisfacción al sentir a su mujer toda mojada, entró en ella sin piedad.
-Vegeta….. ahhhh -La chica gemía sin parar sutilmente, ese hombre nunca le daba tregua. Cuando se levantó un poco lo vio en el vidrio que la embestía sin parar. Definitivamente no sabía que era más erótico.
-Bulma…. eres mía… siempre serás mía!... -Vegeta le susurraba suave en el oído.
Vegeta seguía embistiendola sin parar, mientras Bulma sincronizaba sus movimientos con los de él.
-Basta Vegetaa…. esto está mal… ya te… ya te lo dije…. -Bulma susurraba despacio.
-Shhh…. no hables!... no digas nada!... Solo dejame sentirte…
Los movimientos se volvieron frenéticos y con cada embestida, los calambres se apoderaban de la chica.
Bulma no aguantaba más, quería gritar, gemir y sacudirse con fuerza, pero sabía que no podía, estaban en el tren, lleno de gente.
En cambio él parecía como si nada le importaba, estaba más concentrado en hacerle perder la cabeza a su mujer que la gente que lo rodeaba, realmente nunca le importaba nada.
Se sonrió victorioso al ver como Bulma se retorcía sin parar cuando un calambre fuerte aprisiono su miembro anunciandole que era su turno, pues su mujer había sido complacida.
Vegeta salió de ella y despacio la dio vuelta. La puso frente a frente y la beso con pasión. Levantó sus piernas y volvió a penetrarla. Ella ahogó sus gemidos en la boca de él, mientras la embestía y llenaba su cavidad con su lengua.
No tardo mucho antes de explotar bien adentro de Bulma. Las estocadas fueron profundas, hasta que se detuvo por completo. Quedó exhausto, más no satisfecho. Sabía que podía estar con ella todo el día, toda la tarde y toda la noche y aún así no se cansaría jamás.
Apoyo su cabeza en el hombro de ella mientras bajaba sus piernas y la devolvía al suelo.
-Tu perfume es nuevo…
Bulma lo miró, sus mejillas le ardían y su respiración estaba entrecortada. Ese hombre la desquiciaba siempre. Era inaceptable como la hacía perder la cabeza en cualquier lado.
No le importaba el peligro, no le importaba que los vieran. No le importaba nada.
Bulma sintió como Vegeta salía de su interior y vio como se escurría un líquido caliente por sus piernas.
Para su suerte, desde que ese hombre la comenzó a tomar en cualquier parte como si nada, había comenzado a tomar recaudos y usar métodos anticonceptivos. Él era un salvaje y no medía las consecuencias.
-Me lo regaló mi hermano… Al parecer cree que es rico…
-Él tiene razón… agradecele de mi parte.
Vegeta se separo de Bulma al frenar en la estación, sabía perfectamente que casi toda la gente se bajaba allí y debía parecer lo más normal del mundo antes de que la multitud se disipara.
El joven se acomodo la ropa y veía que ella hacía lo mismo. La observaba como se miraba por el vidrio y arreglaba su cabello. Simplemente ella era perfecta.
Bulma levantó los ojos y vio los suyos, negros y profundos que la observaba, ese hombre la volvía loca y por más que intentara negarlo e ignorarlo, siempre sucumbía a sus pies.
Ambos se dieron la vuelta y buscaron asientos por separados. Vegeta se sentó en su lugar de siempre y Bulma justo en frente de él, cruzando el pasillo.
Las estaciones pasaron rápido y ambos llegaron a su destino. Se pararon de su asiento al mismo tiempo y cruzaron las puerta del transporte. Se miraron unos minutos y ella sonrió dulcemente. Él le correspondió la sonrisa y se acercó un poco.
-Aquí no Vegeta…
-Solo iba a saludarte… Hasta mañana…
-Hasta mañana….
Ambos se dieron la vuelta y caminaron en dirección contraria.
La sonrisa de los jóvenes eran cálidas y sinceras. Por nada del mundo Vegeta viajaría en auto, el tren definitivamente era la gloria.
Unos minutos después Vegeta entró a su casa. Su madre como siempre lo recibió con una amplia sonrisa.
-Hola cariño!, como estas?, como te fue?...
-Hola madre, estoy bien. Todo normal.
-Que bueno querido. Tu padre y tu hermana estan por llegar, la cena estará en diez minutos.
-De acuerdo, iré a darme una ducha mientras espero la comida.
Vegeta subió las escaleras de su enorme mansión, entró a su cuarto y suspiro agotado. Definitivamente esa mujer lo hacía desearla más y más.
-Solo un año… quizás un poco menos y estaremos juntos para siempre Bulma…
Tomó su ropa y se encerró en su baño para darse una ducha.
Los minutos pasaron y bajó de su cuarto más relajado. Fue directo al comedor donde su madre ya tenía la mesa preparada. A pesar de ser sumamente ricos, a su madre le encantaba agasajar a la familia con comida casera echa por sus propias manos y a él le encantaba.
La madre de Vegeta sirvió la mesa mientras esperaba la llegada de su esposo y de su hija menor.
Pasado un rato, ambos atravesaban el umbral de la puerta con una sonrisa. El padre de Vegeta se sentó en su lugar y sonrió cálidamente.
-Mira mamá, encontré a nuestra pequeña caminando hacia aquí y la traje en el auto.
La chica sonrió tiernamente a sus padres y luego se sentó frente a su hermano. Ambos levantaron la mirada y se miraron profundamente. No lo podían evitar a veces.
La madre de ambos miró a su hija y con una sonrisa le pregunto.
-Cariño, como te fue en la escuela?
-Bien mamá, todo bien.
-Que bueno Bulma, algo nuevo que contar?
Bulma miró a su hermano mayor y le sonrió con perversidad. Levantó una ceja y rápido miró de vuelta a su madre. Vegeta le devolvió la mirada, sonrió y bajó la vista comenzando a comer.
-Siempre lo mismo mamá… nada nuevo… -La chica sonrió y comenzó a comer tranquila.
No me odien... queria probar con este tema... si tiene resultados positivos, quien dice... lo siga...
Luxia!
