Acabo de ver el final de la serie y... bueno, tenía los dedos calientes, por decirlo así. El que esta historia sea un One Shot... o que la prosiga, depende enteramente de vosotros.


Regina Mills

Hacía años que había renunciado a la corona, que ese objeto me generaba… repulsión. Y, sin embargo, acababa de ser nombrada soberana de los Nuevos reinos unificados. Un sueño, y a la vez… un dejavú… un placentero dejavú.

A lo largo del día, había vivido una velada agotadora, y debo decir que el camino a casa había sido casi una condena. Me había cambiado por el camino, liberándome de aquel ajustado y opresivo corsé, y ahora me encontraba en la puerta de mi casa cuando me percaté de que la luz del salón estaba encendida.

Si alguien osaba irrumpir en mi casa y robarme, es porque parecía haber olvidado que a pesar de todo, y de lo mucho que había cambiado, no dejaba que nadie se atreviese a arrebatarme aquello que me pertenecía.

Cuando abrí la puerta, la cerré tras de mí, y llegué al salón con una bola de fuego en la mano. Pero no, no era un ladrón, ni un demonio… ni un espectro de pesadilla… no, lo cierto es que era muchísimo peor que eso.

_ ¿No debería estar usted cuidando de su hija, señorita Swan?_ Le pregunté.

_ La niñera se está encargando de eso… Alcaldesa.

No supe por qué, pero un escalofrío me recorrió la espalda cuando Emma dijo eso. Y no supe por qué, pero por algún motivo mi cerebro me dijo que esa misma sensación pasaba por su columna vertebral cuando escuchaba de mí las mismas dos palabras con las que yo había cerrado mi frase.

_ Es su majestad, en realidad.

_ Ya se lo dije… para mí siempre será… alcaldesa._ Otra vez aquella sensación indescriptible.

_ Pero la cuestión, señorita Swan._ Dije, por algún motivo sentí el impulso de contraatacar. Pude ver un micro espasmo en sus párpados. ¡Eso la enseñaría!_ ¿Qué hace usted aquí?

_ Verás… Regina._ ¿Por qué me pasaba esto? Sólo me había llamado por mi nombre._ Cuando te vi esta mañana en la coronación… supe que no podía controlarme más tiempo.

_ ¿Controlarte?_ Cerré el puño, me temblaba la mano.

_ Te fuiste… y luego… llegó esta maldición. He estado todo este tiempo sin verte.

_ ¿Pero qué dices, Emma, nos hemos visto montones de veces?

_ Pero no como antes, Regina.

Estábamos librando una silenciosa batalla. Me sentía estúpida cada vez que remarcaba el nombre de Emma para provocar ese efecto en ella. Pero no podía dejar de hacerlo… porque si lo hacía, ella dejaría de llamarme Regina… y no conseguiría aquella sensación que estaba empezando a volverme loca.

_ Cuando nos conocimos…_ Emma me sonrió… vaya sonrisa. ¡Le estaba divirtiendo jugar conmigo!_ Ah… que difícil lo haces, Regina.

_ ¿Qué es lo que pongo difícil, Emma?

Emma se lanzó sobre mí y acabamos las dos sobre el sofá. Se quedó sobre mí, con esa sonrisa ladina en sus labios. Se inclinó y… ¡Tuvo la desfachatez de besarme!

¡Y yo tuve la desfachatez de responder! ¡Maldita sea, Regina! ¡Tienes una edad! ¡No deberías hacer estas… cosas!

Me gritaba a mí misma que aquello no podía ser, que aquello estaba mal. Pero no me separé de Emma hasta que noté el vacío en mis pulmones.

_ Emma, estás casada._ La reprendí. Pensaba que a esas alturas ya no tendría que reprenderla como si fuese una niña pequeña._ Juraste amar a Garfio y jamás traicionarle con ningún otro.

_ Me gusta la O al final de esa frase…_ Me sujetó contra el sofá._ Tú no eres otrO, Regina… eres… OtrA.

_ No creo que vaya a parecerle bien por un tecnicismo, Emma._ Le espeté. Intenté soltarme, pero me tenía bien sujeta.

_ Te deseo, Regina. Cuando te vi delante de todos, con la corona en la cabeza, supe que si no eras mía… no podría soportarlo.

_ ¿Acaso no quieres a Garfio?_ El corazón me botaba dentro del pecho.

_ Esto es distinto._ Dijo en un susurro a mi oído, que hizo que se me escapara un gemido involuntario.

_ ¿Insinúas que sólo quieres pasar un rato conmigo? Porque no soy la clase de mujer que…

_ Me ofende usted… alcaldesa._ Maldita sea, acababa de manchar mi ropa interior._ Por supuesto que no. Eres la madre de mi hijo y te quiero… Siempre te he querido…

La forma en la que pronunció aquellas palabras me desarmó por completo. La forma en la que me miró a los ojos me deshizo. Entrecerré los ojos y alcé la cabeza, pidiendo un beso que no tardó en llegar.

Fue como si alguien encendiese un termo de gas. Una pequeña chispa que se expandía por todos los conductos, generando una intensa llamarada que surgía de mis labios, llegaba directamente hasta mi corazón y, desde allí, se extendía por el resto de mi cuerpo.

Sentí un escalofrío cuando los labios de Emma bajaron por mi cuello. Intenté resistirme una última vez, decirle que aquello era malo, que no debíamos, pero cuando sus labios llegaron a mi canalillo… las palabras se murieron en mis labios. Abrió lentamente los botones de mi blusa, uno por uno, muy delicadamente.

Y lamenté profundamente no haberme puesto uno de aquellos sujetadores con cierre delantero, porque Emma hacía un gran esfuerzo para intentar quitármelo, sin éxito. Decidí quitármelo. Me quitaría toda la ropa. Alcé la mano para dar un pase mágico y… Emma me cogió la mano.

Negó lentamente con la cabeza y, de la forma más seductora que había visto nunca, me besó la mano y la volvió a colocar sobre el sofá. Yo asentí lentamente y la dejé hacer. Emma no pudo abrirlo… así que lo rasgó con los dientes… y no pude evitar pensar en lo poco que me importaba perder un sujetador tan caro.

_ Emma…

Me acalló con un beso. Era un truco sucio, indigno, pero no pude rechazarlo. La batalla estaba perdida. Le pertenecía a aquel diablo rubio y nada de lo que hiciera podría detenerla. Así que me rendí.

Abrió las copas de mi sujetador con delicadeza, como si se tratasen de un precioso regalo. Y pudo contemplar unos pechos del mismo color que la piel que lo rodeaba.

_ Su majestad hace topless._ Observó, con picardía.

_ Lo que yo haga en la intimidad de mi patio no es de su incumbenciaaaaaaaaa.

Mi queja se había convertido en un genuino gemido cuando los labios de Emma atraparon mi pezón derecho que, confabulado con aquel demonio. Emma tenía lo que quería. Estaba gozando, y gimiendo, y no podía parar… no quería parar.

_ Era un cumplido, Regina… tienes un pecho precioso… Y no estoy siendo justa…

Emma se incorporó un poco y se quitó la sempiterna cazadora roja, seguida de su escueta camiseta con el logotipo de Star Wars. No llevaba sostén… Pues claro que no llevaba sostén, la desgraciada había ido allí específicamente a lo que estaba haciendo.

Me cogió la mano, en la que no pude liberar ninguna fuerza, y me la llevó hacia su pecho. Aquel habría sido el momento de parar, de recuperar la cordura y recordarle quienes éramos… lo mal que estaba aquello… quizá darle una bofetada.

No lo hice.

Apreté aquel pecho con cierto resquemor al principio, pero escuchar gemir a Emma provocó que ganase confianza. Su cabello caía desigual, se ensortijaba en mi mano mientras la tocaba. Sus ojos destilaban lujuria… sus mejillas habían adquirido un coqueto tono rojo a juego con su chaqueta.

Aquella era la imagen más hermosa que había visto en mi vida, y no podía dejar de acariciar aquel pecho, de provocar que siguiera gimiendo. Aquel sonido excitante había hecho presa de mí y necesitaba oírlo.

Y por eso cuando Emma me dio el mismo trato, encontró mis pezones endurecidos de excitación, y yo gemí del mismo modo. Y no me importaba si me oía alguien, si todo se terminaba de desmadrar.

¿Cuánto tiempo estuvimos así, simplemente tocando el pecho de la otra? ¿Minutos? ¿Horas, quizá? Quizá llevábamos días y las cortinas estaban corridas. Pero lo dudaba. Emma fue la que rompió aquella extraña magia cuando me soltó y bajó la mano, dibujando círculos sobre mi abdomen. Me estremecí profundamente ante su tacto.

_ ¿Cuánto llevas pensando en esto?_ Le pregunté, mientras la veía desabrochando mi falda.

_ ¿Quieres que sea sincera?_ Preguntó, con sutileza, mientras sustituía la mano de mi abdomen por sus labios, dibujando un camino hacia mi ombligo, me levanté un poco para que me quitara la falda y me sonrojé del todo cuando vio mis bragas empapadas.

_ Sí, sé sincera._ Le dije, esforzándome para que no comentase nada.

_ Desde que nos vimos en comisaría… cuando yo estaba en la celda._ Me dijo. Apretó su nariz contra la tela y me estremecí cuando aspiró con fuerza.

_ Acababas de conocerme…_ Susurré, sin poder ahogar un gemido.

_ Me pasé la noche pensando en lo que te haría contra los barrotes de aquella celda._ Y como si lo confirmara, me sacó las bragas de un tirón, con los dientes.

El elástico me dio un latigazo y emití un quejido.

_ Emmaaaaaa._ Otra reprimenda que se ahorraba usando su lengua.

Sus labios se aferraron a… bueno, mis labios, y su lengua demostró un talento que me decía que no era la primera vez que hacía aquello. Noté cómo el cuerpo se me inclinaba y me aferré al reposabrazos del sofá. Gemía, gritaba y gruñía. Era como si Emma se hubiera reservado para emplearse a fondo para aquel momento y lo estuviera demostrando.

Se colocó mis piernas sobre los hombros y me acomodó mejor. Mi cabello estaba esparcido por el sofá, y yo me sentía subyugada. Aquella mañana me habían coronado y sin embargo en aquel instante era una esclava, una esclava de aquella lengua que me domaba.

Y estallé. Me convulsioné en un éxtasis tan placentero que me pareció perder el sentido durante unos instantes. Emma, sin embargo, no se detuvo, y se entretuvo besándome las piernas con un afecto que me confirmaba una vez más que aquello… tenía significado.

_ Te quiero, Regina…_ Me susurró, mirándome a los ojos.

_ Te quiero, Emma…

No lo pensé, simplemente lo dije, con lágrimas en los ojos. Odiaba sentirme tan vulnerable, odiaba llorar en aquel momento. Emma me limpió las lágrimas con delicadeza y posó sus labios sobre los míos una vez más.

En aquel momento me tocaba a mí y quería compensarla. Le desabroché despacio aquel pantalón vaquero tan ceñido y fui yo la que besó sus pies… o bueno, no en concreto sus pies, que olían a roquefort, pero sí que sus piernas, que en aquel momento me parecieron elegantes. Ella había ido bajando, y yo fui subiendo hasta su intimidad… Emma tampoco se había puesto bragas, así que no tuve ese impedimento para alcanzar mi objetigo.

Yo tampoco era una novata en aquellas aguas, y produje aquel melodioso sonido con los gemidos de la rubia, que se estremecía ante mi contacto. Emma era rudiosa, se movía. Me indicaba sin palabras que lo que hacía estaba bien. Y no me detuve, concentrada en amarla, hasta que explotó sobre mi rostro. Me relamí, y me limpié con la manga de la americana.

Nos quedamos mirándonos durante unos instantes antes de que el peso de la realidad cayese sobre ambas. Pero Emma no mostró preocupación, a pesar de que era ella la que había cargado una sombra sobre el matrimonio que con el hombre que tanto le había costado encontrar.

_Debería irme._ susurró._ Se hace tarde.

_ Sí, es verdad._ Dije, más sombría de lo que pretendía.

Por un instante, me sentí sucia, usada… Y entonces Emma volvió a besarme, y la electricidad pareció llevarse lejos ese sentimiento.

_ Volveré… ¿De acuerdo?_ Me dijo en un susurro.

Entendí lo que quería decirme. No me estaba diciendo que volvería a verme… me estaba diciendo, tácitamente, que aquello se repetiría. Y eso me ponía feliz, a pesar de que no debería. Emma ya estaba casi a la salida, cuando se volvió y me volvió a enseñar aquella sonrisa.

_ He dejado mis bragas escondidas en el salón para que te acuerdes de mí…

_ ¡Swan!_ Demasiado tarde, ya había huído.