Disclaimer: Digimon no me pertenece.
Cover: La imagen de portada es un dibujo hecho por la talentosísima RW09 (Deviantart). Ella me ha dado permiso de utilizarla en esta historia y por eso le estoy infinitamente agradecida.
El último revólver
Capítulo 1: PRIMAVERA
Estaba en su posición, lista para disparar, sin titubeos y ni un sólo indicio de duda. Esa chica de ojos color chocolate ya lo había hecho más de una vez, incluso podría decirse que era algo cotidiano en su vida. A eso se dedicaba desde hace tiempo… desde que era tan sólo una niña.
Vio a su objetivo saliendo de aquel burdel… ¿Qué hacía un prestigiado jefe de gobierno en un lugar como ese? Todos eran iguales, sucios y corruptos, por eso aun no entendía el significado de justicia para ellos, pero sinceramente no le importaba, ya que sólo venía hacer su trabajo. El señor alto y robusto se cubría el rostro con un sombrero para no ser reconocido y caminaba rápido hacia su auto, que para la suerte de la chica, estaba estacionado a la vuelta, en una calle totalmente desolada, aunque bueno, eso era normal a tales horas de la madrugada.
Y sin más, con rapidez salió de su escondite para plantarse frente a su objetivo, lo miró con indiferencia y una sonrisa algo maliciosa.
– ¿Quién… quién eres tú? – preguntó el señor, algo confundido.
Pero después de examinar a la chica sonrío arrogantemente. – Ah, una chiquilla como tú no debería estar en lugares así a estas horas… yo te puedo llevar a casa… – hizo una pausa. – o a otro lugar… – dijo cambiando su sonrisa a una pícara.
– ¿En serio? Pues me habría encantado en verdad… – dijo con sarcasmo. – Pero hasta aquí llegaste.
La chica de ojos chocolate sacó la pistola que escondía en su espalda, y sin dejar al hombre reaccionar, le disparó directo en la cabeza, con excelente puntería cabe agregar. El sujeto cayó al suelo al instante con los ojos abiertos por el impacto y su fino traje quedó completamente cubierto de sangre.
– Ah… – suspiró. – Cada vez es más sencillo…
Volteo a los lados para cerciorarse de que nadie la estuviera viendo. Sacó su celular y con presionar sólo un botón se comunicó con alguien.
– Jefe… sí… ya terminé con la lista… no, no dejé evidencia… – silencio. – ¿Puedo verla hoy? Ya van dos semanas… – hablaba en voz baja y estando alerta a su alrededor. – Está bien, será en otra ocasión… si, por la mañana me presentó. Adiós.
Suspiró.
– Hikari… prometo que algún día te sacaré de ahí…
Procedió a mirar por última vez al cuerpo sin vida de aquel hombre para salir corriendo del lugar.
.
No tardó demasiado en llegar a su casa… o lo que fuera, ya que sólo era una habitación blanca con cuatro paredes y con espacio sólo para una cama y una mesa de noche. Pero no podía quejarse, cualquier cosa era mejor que vivir en las calles.
Guardó la pistola en su cajón y se recostó.
– Hermanita… ¿qué estarás haciendo en estos momentos?
Se acurrucó mientras se asomaba por la ventana y veía que estaba comenzando a llover. Nunca le había gustado mucho la lluvia, ya que le había causado bastantes problemas a ella y a su hermana cuando eran pequeñas.
– Pero mientras yo viva, no volverás a sufrir… – susurró mientras cerraba los ojos.
Pensó en su hermana por un largo rato antes de quedarse completamente dormida.
Al día siguiente salió de su cuarto ya pasada la mañana, odiaba vivir ahí, en ese barrio viejo y descuidado, pero era lo único que podía pagarse. Para ella eso bastaba, ya que en la asociación tenían a su hermana viviendo muy bien, con todas las comodidades posibles, y si la pequeña estaba bien, entonces ella también.
Pidió un taxi cerca de la avenida y justo cuando este se acercó a una zona exclusiva de la ciudad, se bajó para continuar el camino por su cuenta, ya que absolutamente nadie debía averiguar la ubicación de al lugar a donde se dirigía. Siguió unas cuantas calles hasta llegar a un área algo solitaria, pero muy elegante, con casas enormes, hermosas y modernas. Se acercó a una de ellas, con un gran portón de acero inoxidable en la parte de en frente ya muy familiar para la chica, y sin más, tocó el timbre.
– ¿Sí? – dijo una voz que salía de este.
– Meems reportándose…
– Adelante.
Las grandes puertas se abrieron y la chica de ojos chocolate y largo cabello castaño se dispuso a entrar. Caminó por un ancho pasillo muy elegante y ostentoso hasta llegar a una sala común y corriente con toques finos en tonos dorados. Se acercó a uno de los libreros del lugar y levantó el gran tapete que yacía a un lado de este; de ahí abrió una compuerta ubicada en el suelo. Bajó las escaleras y llegó así a su destino.
– Jefe. – dijo tocando la puerta.
– Ah, Meems, pasa.
La chica abrió la puerta y se plantó frente a aquel hombre de cabello azulado y ojos del mismo tono.
– Ya vi las noticias… buen trabajo, directo a la cabeza. En verdad vas mejorando cada vez más, sin duda eres una de mis mejores asesinas, quién lo diría, a tu corta edad.
– No me felicite, fue algo muy fácil, como siempre. – dijo con una actitud algo arrogante. – Y no es como si estuviera orgullosa...
– Sí, me imagino. Ahora mismo imprimo la lista de tus siguientes objetivos, son unos diputados de quinta, no creo que tengas problema alguno… es sólo que andan metiendo sus narices donde no les importa…
– Entendido. – hizo una pausa. - Este… jefe… – dijo cambiando su semblante por uno más serio.
– ¿Qué sucede?
– Cuando complete esta lista… ¿me dejará ver a mi hermana?
– Ah, tú tranquila, ella está perfectamente, en estos momentos juega en el jardín… pero no quiero que vayas, siempre que te ve se pone muy llorona por las noches…
– La extraño…
– Seguro que sí, no te preocupes, la verás pronto. – dijo sin mostrar mucho interés en lo que escuchaba.
Dio un suspiro de resignación, ya sabía que obtendría una negativa, así que decidió abordar otro tema.
– Y… jefe…
– ¿Sí?
– No podría usted… ¿prestarme algo de dinero?… – preguntó luchando por tragarse su orgullo. – Es que ya debo tres meses de renta en mi cuarto y me van a desalojar si no pago.
– ¿Eh? – exclamó incrédulo y después de unos segundos estalló en carcajadas. – ¡Jajajaja! ¡No seas ridícula! ¿No es suficiente con que mantenga a tu hermana, le dé un lugar donde dormir y le cumpla todos sus caprichitos?
– Claro que sí… señor Ichijouji, pero… pensé que no sería mucho pedir.
– ¿Que no es mucho pedir? Ya hago demasiado por tu hermana, y no se me ha olvidado ese revólver que tanto quieres…
– El .44 Remington Magnum… – dijo la chica casi en un susurro.
– Exacto, ya me he dado cuenta de que cada vez que entras te quedas embobada viéndolo en la vitrina… si te sigues portando bien, tal vez te lo mande en Navidad… – dijo con una sonrisa sarcástica.
– ¡Claro que lo quiero! ¿Me imagina con un revólver así? Por fin desecharía esa pistola vieja que no se compara con una magnum…
– Jajaja, me encanta tu actitud, así deberían comportarse todos en esta asociación. – dijo con una sonrisa arrogante.
– Pues a estas alturas, ya me acostumbre…
Y era cierto, desde que era pequeña le habían enseñado que así era como funcionaban las cosas, si quería ver a su hermana feliz, debía hacer lo que el jefe le ordenara. Con el tiempo fue doliéndole cada vez menos, hasta que ya no sentía absolutamente nada al matar. A veces le querían asignar misiones en equipo, pero a ella siempre le funcionó trabajar sola, ya que con su inocente aspecto y su agilidad nunca había tenido algún problema. Era muy escurridiza.
– Sigue así, Meems. Puedes retirarte. – dijo entregándole un sobre que contenía la lista de las personas que serían sus siguientes objetivos.
– Nos vemos luego jefe.
.
– ¡NO! ¿Qué les pasa? ¡No saquen mis cosas como si fueran basura! – gritó Meems al llegar a su cuarto y ver como sacaban su cama ya desarmada.
Sintió rabia y algo de pánico, entró corriendo y vio que su mesita de noche estaba intacta, suspiró aliviada y abrió el cajón para meter la pistola en su mochila sin que nadie la viera.
– Lo siento, Meems, pero no has pagado la renta en tres meses, y supongo que tampoco la tienes hoy… – dijo entrando un señor canoso, dueño del lugar.
– Por favor… ¡deme una semana más!
– Perdón, pero ya no hay oportunidades, siempre es desgastante pedirte la renta, nunca pagas a tiempo.
– Señor, no tengo donde vivir… – y ahí iba de nuevo su orgullo.
– Ese es tu problema. Ya deberías de buscarte un trabajo estable, con esos que consigues de vez en cuando no te alcanza para vivir.
– ¡Hago lo que puedo!
– Pues claro, no consigues algo mejor porque ni la preparatoria terminaste, no te darán trabajo en ningún lado. – dijo con prepotencia.
– ¡AGH! ¡Idiota!
Y sin más, tomó la poca ropa que tenía y también la metió a su mochila para así salir de aquel horrible lugar que nunca le había gustado. Incluso de haber sido por ella se habría buscado otro sitio desde hace tiempo, pero no era como si tuviera muchas opciones en donde vivir, de hecho... no tenía ninguna otra opción.
– Si supieran que es a lo que me dedico en verdad ¡me tendrían mucho miedo y no se hubieran atrevido a sacar mis cosas! – dijo sacando la lengua como una niña pequeña. – Sin embargo… – suspiró. – Nunca apuntaría con una pistola a alguien que no esté en la lista… – dijo refiriéndose a las que siempre le daban en la asociación, como esta que tenía en el sobre.
Cuando estuvo suficientemente alejada de aquel deplorable lugar, observó como el cielo comenzaba a oscurecerse. Resopló desganada, no tenía sitio a donde ir.
– Ay Meems… – se dijo a ella misma… – ¿Y ahora dónde vas a dormir?
Ya muy entrada la noche, después de caminar por varias horas sin rumbo fijo, encontró en un gran parque un árbol de cerezos muy alto y hermoso, lo miró por unos instantes y sonrió. Era sin duda el árbol más grande y notorio del parque, los demás no se le comparaban. Además, detrás de este se encontraba un pequeño río que recorría casi toda la ciudad.
– "Montblanc" – susurró leyendo el cartel que estaba a un lado del árbol. Seguro ese era su nombre. – Vaya, que raro nombre para un árbol… pero le va muy bien…
Una brisa muy agradable sopló en dirección a la chica y sus cabellos color chocolate volaron a la vez que varios pétalos de cerezo bailaban al compás de estos.
– Ah… me encanta la primavera. – susurró sentándose en el suelo y recargándose en ese árbol. Miró a su alrededor y vio las calles vacías, ya era muy noche, seguramente todos estaban durmiendo en sus hogares… cosa que a ella le hacía muchísima falta. – Supongo que aquí voy a dormir hoy. – dijo cerrando los ojos con pesadez, ya mañana vería que iba a hacer…
Sin embargo, apenas habían pasado unos minutos cuando escuchó unos pasos aproximarse y abrió sus ojos al instante, siempre manteniendo la cautela, cosa que había aprendido con la experiencia. Un hombre joven se le acercó, era apuesto, alto, con un sedoso cabello rubio y unos hermosos ojos azules que parecían dos grandes zafiros en todo su esplendor. La chica lo examinó de arriba a abajo durante pocos segundos y después se levantó de su sitio algo intranquila, como si hubiera visto a un fantasma.
– ¡Hey, calma! – exclamó el rubio.
– Largo… no molestes. – respondió cortante y algo confundida, tratando de evitar contacto visual con el joven, aunque esos intensos ojos azules parecían llamarla con insistencia.
– Qué carácter… – dijo casi en un susurro. - Oye, ¿en verdad pensabas dormir aquí? Es peligroso...
– No te importa…
– Como caballero que soy, no puedo dejar que una dama pase la noche aquí.
– ¿Quién te dijo que aquí dormiré? ¡Déjame en paz!
– Me parece obvio porque te encontré recostada en ese árbol, parecías estar dormida.
– No es de tu incumbencia…
– Oye… perdóname, no quise molestarte pero… – dudó por unos segundos antes de seguir. – Bueno, si no tienes donde quedarte por esta noche, puedes venir a mi casa, vivo solo y tengo un cuarto extra. – era una propuesta algo imprudente que ni él mismo tenía idea de donde salió.
Mimi abrió los ojos de par en par, no esperaba esa proposición de parte de un total extraño.
– No tengo dinero…
– ¿Y quién te dijo que yo quiero dinero? Mira... – quiso explicarle a ella y de paso convencerse a sí mismo de lo que estaba haciendo. – Al parecer no tienes a donde ir, puedes estar en mi casa unos días mientras consigues un lugar donde dormir, ¿te parece?
– Pero… ¿por qué? Soy una completa extraña, no sabes de donde vengo, ni que hago de mi vida… y yo tampoco sé nada de ti. – dijo sin aun creer lo que le estaba diciendo aquel hombre. – Ni siquiera sabes mi nombre. No puedes confiar en la gente que no conoces…
– ¡Oh! Claro, eso se arregla fácil. Me presento, soy Yamato Ishida, ¿tú cómo te llamas?
– Mimi…
– ¿Sólo Mimi? – preguntó sonriendo.
– ¿Eh? – la chica seguía confundida y ahora sin poder retirar la mirada de esos ojos azules, aunque trataba de ser discreta.
– Está bien, mucho gusto, Mimi. – dijo sin dejar de sonreír. – Entonces, ¿nos vamos? …para ser una noche de primavera está muy fresco el clima…
– Ya no insistas, yo no dije que sí.
A Yamato no parecían molestarle las negaciones de esa chica llamada Mimi a la que acababa de conocer. Y es que ni el mismo entendía porque la estaba invitando a su casa, ella tenía razón, en un mundo como este no se podía confiar en cualquiera. Pero desde que pasó en su auto y vio a aquella joven sola y con un semblante sombrío, sintió en su pecho una extraña necesidad de bajar del vehículo y acercarse.
Algo en su interior le decía que debía seguir insistiendo.
– Vamos, te prometo que no tengo malas intenciones. – tal vez siendo sincero podría convencerla. – Es sólo que cuando te vi recostada ahí, sentí que no podía dejarte sola. – suspiró, esa era la verdad, pero seguramente la castaña ahora pensaba que era un excéntrico. – Mira, no sé qué es lo que te pasa, ni porque ibas a dormir aquí…
– Y ni creas que te lo voy a contar. – exclamó interrumpiéndolo.
– No es necesario, pero vamos, ¿sí? – dijo tendiéndole la mano y mostrando una sonrisa que Mimi nunca había visto en nadie.
– Eh…
Era extraño… ella nunca, nunca, habría aceptado tal invitación de un desconocido, así como él no debía confiar en ella, ella tampoco en él. Pero había algo diferente en ese chico, esos ojos, su hermosa sonrisa, su amabilidad. De pronto sintió calidez en su pecho, algo que no había sentido en mucho tiempo, escuchaba el latir de su corazón y sintió sus mejillas arder.
– ¿Qué rayos? – se preguntó en voz alta, nunca había experimentado nada parecido.
– ¿Pasa algo? …se está haciendo tarde, vamos, por favor, no te quedes aquí, en verdad es peligroso.
– E-está bien, pero tan pronto consiga donde vivir, me iré.
Una diminuta sonrisa triunfal se posó en el rostro de Yamato, lo había conseguido.
– No se diga más, subamos al auto. – dijo alegremente.
Mimi siguió al extraño chico rubio guardando su distancia, por alguna extraña razón se sentía muy segura a su lado… pero eso estaba mal, ya que para ella era peligroso y aun más para él. Subieron al auto y el chico prendió en radio en volumen bajo.
– Vivo a unas cuantas calles, no tardaremos en llegar… hace unos momentos venía del trabajo. – dijo Yamato para sacarle plática a la chica.
– Oh… – fue su única respuesta.
– ¿No tienes ganas de platicar?
– No es eso… sólo que estoy cansada y no se me ocurre un tema para platicar.
– Por eso no te preocupes, yo empiezo… – dijo entusiasta. – ¿Cuántos años tienes?
– Uhm… 19… – dijo ella aun titubeando al hablar.
Hacía mucho tiempo que no platicaba con nadie, ella era solitaria. Con las únicas personas que mantenía una conversación era con su hermanita o con su jefe… y era extraño verla titubear, siempre les hablaba a todos con mucha seguridad y sin miedo alguno, pero con él… era tan diferente.
– Yo tengo 24, me siento viejo comparado contigo. – dijo Yamato, suponiendo que la chica no haría preguntas o seguiría la plática.
– No eres viejo, sólo me llevas unos cuantos años…
– Tú no pareces de tu edad, te vez más pequeña, pero en tus ojos puedo ver una gran madurez…
– ¿Por qué lo dices?
– Porque con verte a los ojos puedo saber que has pasado por mucho…
Mimi guardó silencio por unos segundos y después suspiró, desviando su mirada hacia la ventana.
– Algo así…
– ¿No quieres hablar sobre eso?
– Este… no creo que sea posible.
– No te preocupes, no pasa nada. – dijo estacionando el auto. – Ya llegamos.
– ¿Tan rápido?
– Te dije que vivía muy cerca.
Bajaron del auto y acto seguido entraron a la casa, donde reinaban los tonos negros y blancos. No era muy grande, pero si muy bonita, con toques finos y minimalistas. Mimi se quedó parada en la puerta abrazado su mochila, sin saber hacia dónde ir, se sentía completamente fuera de lugar y comenzaba a arrepentirse de haber aceptado la propuesta del rubio.
– No te quedes allí, Mimi. Ven, te mostraré tu habitación…
– Oye… es sólo temporal, no me quedaré mucho tiempo. – aclaró.
– Lo sé, lo sé…
Tomó a la chica de la mano para guiarla, cosa que la puso muy tensa, tampoco solía de tener esa clase de contacto con nadie. El tal Yamato tenía una piel suave y cálida.
– Mira, es aquí.
Abrió la puerta y se dejó ver una habitación que era más grande que el cuarto donde solía vivir, había una enorme cama con una mesita de noche al lado, en frente estaba un peinador y en una esquina se encontraba un sillón individual. Y por si fuera poco, tenía un hermoso ventanal y baño propio.
– Woa… ¿estás seguro? – dijo sorprendida, ya que en verdad no se esperaba algo así.
– Claro, pasa y ponte cómoda, hay que dormir pronto, mañana será un nuevo día.
Mimi entró lentamente al cuarto y se sentó en la cama admirando bien cada espacio de este. Era muy acogedor.
– Buenas noches, Mimi. – dijo el chico dispuesto a cerrar la puerta.
– Oye…
– ¿Sí?
De nuevo tardó un poco en hablar.
– Aun no entiendo… ¿por qué haces esto por mí?
– No estoy seguro pero… lo hago con gusto. – dijo con una sonrisa. – Y ya hablaremos después, por ahora descansa. Mi habitación es la que está al lado, por si necesitas algo.
– Eh! Oye… gra… gra–
Pero Yamato ya no la escuchó, puesto a que había cerrado la puerta.
– Ay no puede ser, ni las gracias le pude dar… ¿tan dañada estoy como persona? – dijo tumbándose por completo en la cama, cerrando los ojos. No tardó ni cinco minutos en quedarse dormida, había sido un largo día, y tan cansada estaba que ni las botas se quitó.
. . .
Cuando cerró la puerta detrás de sí, Yamato se dirigió a su habitación y se recostó en su amplia y cómoda cama.
Estaba algo serio y pensativo, y es que apenas estaba cayendo en cuenta de lo que había sucedido. Realmente no sabía porqué invitó a esa misteriosa y solitaria chica a dormir en su casa, lo único que recordaba con claridad era haberse estacionado por inercia en el parque cuando la vio recargada en ese gran árbol. Había sido como la reacción de un imán.
Suspiró, ya no tenía sentido indagar sobre el asunto, pues no encontraría una respuesta lógica. Y no, no se arrepentía de lo que había hecho, pues desde que la vio estuvo seguro, no podía dejarla sola.
¿Pero porqué?
Y de nuevo con las preguntas sin respuesta.
Sacudió la cabeza.
– Debo dormir, estoy exhausto por tanto trabajo. – y es que no podía pensar con claridad.
. . .
A la mañana siguiente Mimi se levantó temprano para salir de aquel lugar, había aceptado pasar la noche ahí, pero mientras más lo pensaba, más se convencía de que era una mala idea. Tomó su mochila y caminó de puntillas hacía la puerta del cuarto, la abrió con cuidado. Asomó su cabeza lentamente para asegurarse de que no la estuvieran viendo y salió de la habitación sigilosamente.
– Mimi, veo que eres madrugadora. – dijo Yamato saliendo de su habitación con su cabello húmedo y tan sólo una toalla cubriendo su perfecto cuerpo.
La chica se sobresaltó de inmediato, su plan de escape había sido truncado.
– Ah, es que–
Pero no pudo continuar cuando volteó hacia donde estaba el chico. De nuevo se sentía extraña ante la presencia de aquel hombre; un leve rubor cubrió sus mejillas al verlo así, era simplemente perfecto.
– Yo… ya me iba y…
Por más que tratara de desviar la mirada, esos ojos azules no se lo permitían.
Yamato notó como la chica se ponía nerviosa y decidió hablar.
– ¿Ya te ibas? Y yo que pensaba decirte que pasáramos el día juntos; hoy no tengo que ir a trabajar.
– No creo que pueda… yo… tengo cosas que hacer…
– Es una lástima, pensé que sería una buena oportunidad para conocernos mejor… ya que estarás aquí unos cuantos días.
Mimi resopló, lo mejor sería aclararle todo al rubio.
– Escucha, yo no pienso quedarme ni un sólo día más, de hecho me iré ahora mismo. – dijo sin demora. – Muchas gracias por tu hospitalidad, pero no planeo aprovecharme.
– No es así, yo te ofrecí quedarte… por favor, no empecemos con lo mismo de ayer, pensé que ya te había convencido.
– Es que yo… tengo que buscar trabajo y no debo perder el tiempo.
– Pero hoy es domingo. Mira, mañana puedes empezar con tu búsqueda, hoy quédate tranquila y acepta mi invitación.
– No sé…
Algo tenía ese hermoso chico que, desde que lo vio, no podía resistirse. Le hacía sentir una calidez que la inundaba por completo, además de que con facilidad la ponía nerviosa, cosa que no muchos lograban. ¿Qué significaba todo eso?
– Mira, ve a tomar un baño, te hará bien… ¿O es que pensabas ir a buscar trabajo así?
Si el chico supiera, claro que debía buscar trabajo, pero sus intenciones eran escaparse de aquel lugar antes de que algo malo pasara, no era bueno para nadie estar cerca de ella.
– Bien, voy a tomar un baño y después… ya veré que hago.
– Perfecto, yo iré a vestirme. – dijo el chico, para él era de lo más normal pasearse por su casa con tan sólo una toalla.
Mimi entró casi corriendo a la que se suponía era su habitación y se encerró en el baño. Abrió la llave de la tina casi por inercia y cuando se desvistió por completo, se introdujo en ella.
– Ah… – suspiró – Que delicia… creo que también llevaba mucho tiempo sin tomar un baño de este tipo… ya más de 5 años. –
Se sumergió hasta dejar sólo su nariz y sus ojos fuera del agua y dejó que sus pensamientos se desbordaran.
Ese chico, el tal Yamato despertaba una sensación extraña en su pecho desde que lo vio. Nunca nadie había sido tan amable con ella antes… bueno, con excepción de su jefe, el señor Ichijouji, que si bien había aceptado cuidar a su hermanita, lo hizo a cambio de algo…
– Que me volviera una asesina…
Mimi siempre se preguntaba lo mismo… ¿por qué sus padres habían tenido que morir? ¿Por qué las habían dejado sin nada? ¿Por qué tuvo que conocer a ese señor, al líder la asociación criminal de la que ahora se sentía como una esclava?
– No me importa ya… con tal de que cuiden a Hikari… yo seguiré.
Y es que así era, cuando sus padres acababan de fallecer, el señor Ichijouji las encontró y prometió cuidar a su hermana pequeña con la condición de que ella trabajara para él. Si bien al principio le resultaba difícil el tan sólo agarrar un arma y temblaba de miedo y culpa cada vez que asesinaba a alguien, ya hace tiempo que le parecía algo de lo más normal y hasta le había agarrado algo de gusto a las pistolas.
– Agh... soy un ser despreciable… – dijo mirando hacia el techo. – Pero cuando logre una estabilidad económica, juro que sacaré a mi hermana de ahí y dejaré de ser una mala persona. –
Porque eso se consideraba ella, una mala persona. Acabar con la vida de la gente la convertía en eso. La ventaja era que sus víctimas solían ser personas corruptas y odiosas… eso le facilitaba el trabajo.
– Hmm, ni siquiera he tenido cabeza para abrir la nueva lista, tengo que cumplir con mi trabajo pronto, o el jefe se va a molestar.
Se paró de la tina y abrió la regadera para tomar una ducha rápida. Al terminar se envolvió en una toalla blanca que estaba ahí y salió a la habitación. Tomó su mochila y agarró uno de los pocos cambios de ropa que tenía y se lo puso junto a sus típicas botas. Antes de abrir la puerta dio un último suspiro.
– Supongo que buscaré trabajo y cuando junte dinero suficiente, me iré de aquí… no puedo estar mucho tiempo… – pensaba mientras tomaba la perilla. – Y ya basta de tanto nerviosismo ante ese sujeto, es una persona como cualquier otra. – se dijo a sí misma como preparándose mentalmente.
Salió del cuarto y ahí estaba Yamato, esperándola con las llaves del auto en manos.
– ¿Lista?
– Yo no te dije que saldría contigo.
– Anda, vamos a disfrutar el día. Ya mañana no te molesto y dejo que salgas a buscar trabajo en paz.
¿Cómo rayos la convencía tan fácil? Con él no tenía sentido tratar de resistirse.
– No sé que tienes pero… a ti no te puedo decir que no. – exclamó la chica haciendo cara de puchero.
– Al fin te escucho con un poco más de ánimo, pensé que nunca dejarías de hablarme con tanta desconfianza.
– Mira, yo no soy de confiar en nadie y tú no deberías confiar en una extraña, pero en verdad te agradezco mucho lo que estás haciendo por mí…
– ¿Eso quiere decir que te quedarás hasta que consigas un lugar estable y además me acompañarás el día de hoy?
– Eres una persona muy persistente. – dijo mostrándole por primera vez una sonrisa. – Está bien, vamos…
– ¡Por Dios! En verdad pensé que no aceptarías. – dijo sonriendo. – Y por cierto, tienes una hermosa sonrisa, deberías mostrarla más seguido.
– No muchas personas me dan motivos para hacerlo.
– Me alegra entonces haberte dado uno.
Los dos salieron de la casa y subieron al automóvil de Yamato. Se pusieron los cinturones de seguridad y este prendió la radio en volumen bajo, como era costumbre para él. Y sin más, después de eso arrancó el auto y lo sacó de la cuadra para tomar la avenida principal.
– Hmm… esa canción me gusta bastante… – dijo el chico mientras tarareaba la melodía, tratando de sacar platica.
– No la había escuchado nunca… – respondió la chica.
– ¿Qué? ¡Pero si la pasan todo el tiempo!
– No suelo escuchar la radio… ni ver televisión, ni nada parecido.
– Entonces… ¿Qué haces para entretenerte?
– Uhm… – Mimi meditó un poco la pregunta. La verdad nunca tenía mucho que hacer. – Pues… me gusta leer, pero hace mucho que no compro algún libro, no he tenido dinero.
– Es un muy buen pasatiempo, a mí también me gusta leer. ¿Qué género te gusta?
– Leo de todo, en el lugar donde vivía una vecina solía prestarme libros, pero hace tiempo se mudó. Creo que me gustan más las historias de amor, en especial si son de la época medieval o están llenas de fantasía.
– Veo que eres soñadora. Una cualidad que ya no muchos tienen, consérvala. – sinceró el rubio sonriendo al escuchar lo que le dijo Mimi.
– Trato de hacerlo, aunque a veces es difícil.
– La vida a veces no es justa…
– Dímelo a mí…
Su semblante se entristeció, cosa que Yamato notó de reojo, así que optó por cambiar el tema de conversación.
– Y… ¿a dónde quieres ir? – preguntó él.
– ¿Qué? Pensé que ya sabías a dónde íbamos a ir…
– Pero no se qué lugares frecuentas o a donde te gusta ir.
– Por mi está bien lo que sea, pero que no sea muy costoso, ya que tengo poco dinero.
– Me ofendes, yo te invité, así que obviamente pagaré todo.
- Ah pues, entonces vamos a donde tú quieras.
– Oh, veo que no siempre te haces del rogar.
– Es que ya decidí que… hoy quiero pasarla bien… – dijo con una leve sonrisa.
Y así sería, iba a disfrutar el día, pues lo primero que tendría que hacer mañana era volver a su trabajo. Buscar de uno por uno a las personas de la lista y así cumplir con su deber. Además también tenía que conseguir un trabajo temporal para obtener dinero y buscar un lugar donde vivir. Le esperaba una larga semana.
– Prometo que la pasaremos bien. – el rubio la sacó de sus pensamientos.
– En verdad, que confianzudo eres.
– No creas, no soy así siempre… pero tú me inspiraste confianza desde que te vi ayer por primera vez.
– No entiendo porque…
– Ni yo pero… ya, vamos a divertirnos, ¿está bien? – dijo volteando hacia Mimi para verla a los ojos.
– ¡AH! ¡Cuidado! – gritó la chica apuntando hacia en frente.
– ¿Qué?
Un señor de la tercera edad venía cruzando la calle y no parecía haber visto el carro. Yamato con fuerza tomó el volante y dio la vuelta bruscamente, esquivando al anciano con éxito pero perdiendo el control del auto.
– ¡Oh por Dios! ¡Vamos a morir! – gritó Mimi aterrada.
– ¡AGH!
Yamato pisó el freno con todas sus fuerzas haciendo que el auto se derrapara y chocara contra el tronco de un árbol. Las bolsas de aire salieron disparadas de inmediato, protegiéndolos a ambos.
– ¡Mimi! …¿estás bien? – exclamó el rubio preocupado retirándose la bolsa de aire de encima.
– Osh, ¡creo que sí! La bolsa de aire me asustó más que el impacto, ¡eres un conductor horrible! Jajajaja… – dijo la chica con dificultad mientras también se quitaba la bolsa de encima.
– Primera vez que te escucho reír, ¿y es por una cosa así?…– preguntó incrédulo. – !Ah! ¿Cómo habrá quedado mi auto!
El chico abrió de inmediato la puerta para verificar el estado de su vehículo.
– ¡Está todo raspado! No puede ser…
– Ay, no seas exagerado, jaja… – dijo Mimi saliendo del auto, tratando de contener la risa y dirigiéndose al chico para ver los raspones que este mencionó. – Se ve bien, le dan un toque original.
– No es gracioso… mi pobre auto nuevo, ¡rayos! – exclamó Yamato golpeando con fuerza el árbol con el que habían chocado.
Error.
Inmediatamente se les vino encima toda una avalancha de hojas secas y pesadas que los hundió en ella por completo.
– ¡Esto no puede estar pasando! ¿Hojas secas en plena primavera? – gritó Yamato tratando de salir de la pila de hojas. – ¡Mimi! ¿Dónde estás?
– Aquí estoy, ¿tienes siempre tan mala suerte? – dijo la chica sacando su cabeza del montón de hojas.
Los dos quedaron frente a frente y sus miradas parecieron conectarse en ese instante. Las mejillas de ambos se tiñeron de un rojo muy peculiar y la brisa del viento movía suavemente sus cabellos. Todo pareció detenerse por unos segundos y un silencio algo incómodo los invadió.
– ¡Ah!... jaja… jajaja… ¡JAJAJAJAJAJAJAJA! – Mimi de la nada rompió en carcajadas continuas.
– ¿De qué te ríes? – preguntó Yamato viendo como la chica estaba a punto de llorar de la risa.
– Es que… jajaja… es que… ¡fue genial! En tiempo récord casi te llevas de encuentro a un anciano, casi morimos al chocar con un árbol, después las hojas nos atacaron… ¡jajajajajajaja! ¡Y ahora todo tu cabello está lleno de ellas! – continuó riendo sin parar. – ¡Creo que sí es divertido estar contigo!
Yamato miró a la chica fijamente y sin poder evitarlo se contagió de su risa.
– ¿Lo ves? Te dije que te ibas a divertir, jajaja, aunque fuera por razones no planeadas ¡Jajajajaja!
– Ay… eres un tonto… ¡jajajajajajaja!
– Vamos Mimi, sube al auto, no importan unos cuantos raspones… tienes razón, continuemos el día como si esto no hubiera pasado.
– Pues será difícil de olvidar. Pero fue una buena manera de iniciar nuestra salida, ¡jajaja!
– Vamos, te ayudo a salir de esta pila de hojas. – dijo el chico.
– Jajaja, no necesito ayuda, ¡ni tú puedes salir!
El rubio a como pudo salió de la montaña de hojas y le ofreció la mano a Mimi. La chica de ojos chocolate la tomó por inercia y sus risas fueron reemplazadas por una delicada sonrisa. Esa calidez… era la segunda vez que sentía sus manos y con eso reiteró que en verdad el contacto con su piel la hacía sentir como nunca antes.
– Bien, bien, tú ganas, gracias por ayudarme a salir. – dijo la castaña antes de que su mente se diera vuelo imaginando cosas extrañas.
– Vamos, Mimi, sube al auto. Aguantará esos raspones hasta mañana, de todos modos los talleres no abren hoy.
– Jajajaja, vamos. – dijo la chica con una sonrisa de real entusiasmo mientras se sacudía las hojas de la ropa y el cabello.
La tarde transcurrió y los chicos se la pasaron haciendo de todo. Mimi nunca en toda su vida había pasado un día así. Yamato Ishida era una persona increíble e impredecible. Durante todo el día le siguió sacando sonrisas y carcajadas continuas, ya hasta le dolía el estómago. Después del incidente del árbol fueron a un centro comercial a pasear por las tiendas y por un helado. A la hora de la comida el chico la invitó a un lugar con deliciosos platillos italianos y después entraron al cine. Hace años que la castaña no veía una sola película, aunque ni la vio por completo, ya que casi los sacan de la sala por tanto alboroto, no paraban de reír.
Eran las diez de la noche y ellos daban una caminata por el parque donde estaba ese gran árbol de cerezo. Habían estado platicando sobre cosas triviales o vivencias graciosas, y ambos la estaban pasando muy bien.
– ¡En verdad! Jajaja, ¡pero ya no lo vuelvo a hacer! – rió Yamato al terminar de contar una historia a la chica.
– Jajajaja, ay… ya no puedo, ¡no me había divertido tanto en años! – sinceró Mimi feliz.
– Estás loca, ¡y pensar que ayer parecías tímida! Me engañaste totalmente. – contestó el chico fingiendo indignación. – Hablas hasta por los codos. –
– Es que tenía que agarrar confianza, es raro que un completo extraño te invite a su casa sólo porque te ve en la calle.
– Ya te dije que no lo habría hecho con cualquiera, pero contigo sentí la necesidad de acercarme. – hizo una pausa. – Oye… ¿escuché bien? Ya me tienes confianza. – dijo sonriendo triunfante.
– ¡Eh! ¡Ni creas! Apenas nos conocemos. – contestó rápidamente. – Pero sí que eres buena compañía para platicar y acepto que la pasé como nunca.
– ¡Pero si acabas de decir que me agarraste confianza!
– No la necesaria… no sé nada de ti.
– Ni yo de ti… – dijo viendo hacia la luna llena. – Podríamos platicar sobre nosotros en lo que queda de la noche, es temprano. Sobre lo que nos gusta, lo que no, que hacemos, que no hacemos, en fin… ¡de todo!
– Eh…
Mimi dejó de caminar a su lado para detenerse. Claro que ella quería saber más y más de ese chico que tanto la atraía y tan bien la hacía sentir, pero no sería justo que él le hablara con sinceridad, cuando ella definitivamente no podía decirle que era lo que hacía, lo que había estado haciendo durante estos últimos años.
– ¿Mimi? – dijo Yamato al notar que la chica se quedó parada. – ¿Dije algo que no debí?
– N-no… es sólo que…
– Ya, no te preocupes, ¿sí? Después habrá tiempo para saber más el uno del otro. – dijo sonriendo comprensivamente. – Si en estos momentos te es difícil hablar de eso, no te voy a presionar.
– Gracias, Matt… – dijo Mimi sonriéndole con sinceridad.
– ¿Matt? – preguntó extrañado, arqueando una ceja.
– Uhm… sí… ¿te molesta que te llame así?
– No, claro que no. Pero, ¿cómo se te ocurrió? Nadie nunca me había llamado así. Además… creo que hasta ahora evitabas llamarme por mi nombre.
– Pues soy original. Y es que… para ser honesta… – dijo Mimi con una mirada traviesa y caminando hacia atrás. – ¡No me gusta cómo suena Yamato! – exclamó sacando la lengua y comenzando a correr. Y bueno, no había sido precisamente honesta, la verdad es que el nombre del rubio le agradaba, y mucho.
– ¿Eh? ¿Pero qué tiene de malo mi nombre? ¡Espera, ven aquí! – dijo Yamato corriendo detrás de la chica como si de niños pequeños se tratara.
– ¡Jajajaja! ¡No me vas a alcanzar! – dijo la castaña agarrando más velocidad.
Mimi corría feliz por el parque, era el primer día que no había pasado tristezas ni pensado en la asociación. Se sentía libre y todo se lo debía a Yamato Ishida. Corrió y corrió con más velocidad, y sin darse cuenta, Matt salió de la nada por detrás del gran árbol de cerezos y se le puso enfrente.
– ¡Ja! Ahora no escaparás. – dijo abriendo sus brazos.
– ¡AAAAH! ¡Matt, muévete! ¡Muévete ya, no puedo frenar! – gritó Mimi moviendo sus brazos sin dirección alguna, luchando de detenerse.
Pero fue demasiado tarde, la castaña chocó contra el chico y por el impacto ambos cayeron directo al suelo.
– Pff… – se quejó Matt, quién fue quien recibió todo el impacto del piso.
– Ay… te dije que te movieras. – dijo Mimi abriendo los ojos.
– ¡No sabía que venías corriendo sin control! – alegó Yamato abriendo también los ojos.
– Pues es que–
De nuevo quedó muda ante aquellos hermosos ojos azules y ahí fue cuando se dio cuenta de la posición en la que se encontraban. Yamato estaba tendido en el suelo rodeándola por la espalda con sus brazos y ella estaba completamente encima de él. Sus caras permanecían a escasos centímetros de separación y las respiraciones de ambos comenzaron a agitarse.
– ¡Y-yo! Lo siento. – exclamó Mimi negando con la cabeza y quitándose de encima de Matt, pero sin ponerse de pie.
– No, no pasa… nada… – dijo el rubio tratando de recuperarse de aquel último trance.
Estando tan cerca de esa hermosa chica de cabello y ojos color chocolate, Yamato se dio cuenta de que no había sido su imaginación esa necesidad de ayudarla la noche anterior cuando la vio sola. Al igual que a Mimi, el ojiazul tampoco había pasado un día parecido en años, con tanto trabajo y cosas que hacer casi nunca se daba tiempo para divertirse, y hoy lo había hecho como nunca con esa chica que acababa de conocer, pero que sin duda quería seguir teniendo cerca.
– No me había dado cuenta… – exclamó Mimi al notar que Matt se quedaba pensativo.
– ¿Eh? – dijo Yamato reaccionando. – ¿De qué cosa?
– Que estamos exactamente en el mismo árbol de cerezos en el que me encontraste ayer…
Tú me encontraste...
- Ah, es cierto… aquí fue donde nos conocimos. – dijo el chico sentándose al lado de Mimi.
¿Habrá sido el destino?
– ¿Sabes? A pesar de que fue ayer y no sé nada de ti, siento como si te conociera de toda la vida. – sinceró la castaña.
– Y yo creo que eres todo un misterio, pero extrañamente… también siento que te conozco desde hace mucho… – dijo el rubio mirándola directo a los ojos.
El contacto con los zafiros de Yamato Ishida seguía causando el mismo efecto en ella, cosa que no le gustaba demasiado, pues se sentía vulnerable.
– Ehm, ya vámonos, ¿no? Se está haciendo tarde. – dijo la chica algo nerviosa y tratando de ponerse de pie.
– Espera Mimi.
– ¿Qué sucede?
El rubio la sujetó del brazo antes de que se pudiera mover y la tomó de la barbilla para lentamente acercar su rostro al de ella al punto en el que podían sentir sus respiraciones. El corazón de Mimi se aceleró de sobremanera, cosa que la sorprendió y la puso aun más nerviosa, sin mencionar que sus mejillas ahora estaban irremediablemente teñidas de rojo.
– ¡O-oye! ¡Estás… muy cerca! – dijo a como pudo, pues apenas podía articular palabra.
– Claro que lo estoy - susurró Yamato mirándola fijamente a sus ojos color chocolate. – Y espero puedas perdonarme pero… me voy a acercar aun más en este momento.
Y sin dejarla siquiera reaccionar, la atrajo hacia sus labios para unirlos con los de ella en un beso.
– Mff!
Mimí trató de resistirse, pero Yamato la abrazó completamente por la cintura y la apegó más hacia su cuerpo. No entendía que estaba pasando, pero no tardó en dejar de forcejear y dejarse llevar por aquel beso tierno que se iba haciendo más y más apasionado.
La chica pasó los brazos por el cuello del rubio e hizo la unión más fuerte. Era un beso lleno de sentimientos. ¿Qué si era amor? Ni uno de ellos lo sabía, lo único que sabían era que no querían que terminara. Los corazones de ambos latían fuertemente y el beso continuó, haciéndose cada vez más profundo, hasta que Yamato se separó de ella para mirarla a los ojos con dulzura.
– Mimi…
– ¿Sí? – replicó tratando de recuperar la respiración.
– Sé que podría parecerte que voy muy rápido, pero ni siquiera yo entiendo que es lo que estoy sintiendo. No suelo comportarme así... sólo sé que en verdad quiero más días como este, quiero estar a tu lado…
Tal vez...
– Yo… es que... – comenzó a balbucear la chica algo sonrojada. No podía creerlo. ¿Acaso había escuchado bien?
– No vayas a pensar mal, es que… todo este día he sentido cosas que nunca antes hubiera siquiera imaginado... – suspiró sin retirarle la mirada. – Quiero continuar teniendo estos sentimientos, por favor no te alejes de mí…
– No... tenemos porque alejarnos… – replicó al fin Mimi algo anonada. Sin duda ese chico también la hacía sentir cosas hermosas que nunca hubiera imaginado y, al igual que él, ella quería continuar experimentando esas intensas sensaciones. – Podemos frecuentarnos de vez en cuando, tal vez encuentre algún lugar cerca de tu casa y...
– Es lo que quiero que entiendas. – dijo interrumpiéndola.
Y sólo tal vez...
– ¿Qué cosa?
El chico la tomó de las mejillas para acercar sus rostros y verla directo a esos ojos color chocolate que tanto le encantaban.
Sí era cosa del destino.
– Mimi, quédate a vivir conmigo.
…
"In spring we met and fell in love."
"En primavera nos conocimos y nos enamoramos."
.
Notas de la autora:
Creo que es importante que las lean (?). Bueno, sólo para aclarar algunos puntos.
- Esta es una historia inspirada en la canción "Saigo no Revolver"; de Gumi (by Akuno-P). Desde que la escuché por primera vez me encantó y es por eso que decidí hacer este fic, que es más bien una adaptación de la canción, pero con una historia completamente desarrollada por mi.
- El fic se dividirá en cuatro capítulos (o cinco, como máximo), y cada uno llevará por nombre una estación del año. Tal vez puedan sentir que las cosas van rápido entre los protagonistas, pero tomen en cuenta que entre cada estación pasan 3-4 meses; y en el fic sólo menciono los eventos más remarcables.
- Aunque Mimi sea una asesina, la historia está más bien enfocada al romance de los protagonistas, no a los asesinatos ni nada por el estilo. ¡Es puro amor :D!
- Hablando de amor, este capítulo habla por sí sólo. Lo que ocurrió entre Mimi y Yamato fue algo como "amor a primera vista". Y es que en un principio se sentían atraídos, pero no se habían dado cuenta de que era algo aún más fuerte, ya al final se puede ver un poco más de los sentimientos de ambos.
- En próximos capítulos habrá lemon, es sólo una advertencia.
Haha, creo que es todo lo que quería decir, espero que les guste la historia, es el primer fic que decido publicar y me gustaría recibir opiniones y críticas constructivas. ¡OH! y ya la tengo casi TODA escrita, así que no los haré esperar mucho entre cada capítulo, ¡recuerden que un review siempre será bien recibido y ustedes me harían demasiado feliz al escribirme! Tomaré muy en cuenta sus opiniones.
La próxima semana publico el capítulo de verano.
Nos vemos!
Atto. Rolling Girl
aka: Gravi ~
