Los personajes de Naruto no son míos, son de Kishimoto... la historia si es de Lorraine Heath
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ACLARACIÓN
Será una adaptación, sin embargo haré algunos cambios, sobretodo con el personaje de Karin, en la historia original es un personaje odioso al ser una Mary Sue que sinceramente aborrecí, y cambiaré un poco el amor del protagonista por Karin, en esta versión sale poco.
En el tercer libro que es su historia, será modificada casi en su totalidad.
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ARGUMENTO
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Suigetsu Hozuki ha sobrevivido a las calles de Konoha para convertirse en el propietario de un exclusivo club para caballeros y en uno de los hombres más acaudalados de la sociedad. Pero cuando el difunto duque de Hoshigaki misteriosamente le nombra tutor de su heredero, un muchacho de cuatro años, Hozuki se ve arrastrado hacia Ino, la madre del joven, que desea deshacerse de Suigetsu lo antes posible.
Pero éste no tarda en descubrir un amor que no conoce límites cuando acaba enamorándose de Ino y se da cuenta de que renunciaría a todo lo que posee por hacerla feliz.
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PRÓLOGO
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Extracto del diario de Suigetsu Hozuki:
Mi madre me vendió cuando yo tenía cinco años. Nunca se lo tuve en cuenta; incluso a aquella tierna edad entendía que el hambre y el miedo pueden llevar a una persona a hacer cosas que jamás pensó que haría. Mi nueva vida me enseñó que el diablo vestía ropa de caballero y decidí huir, convencido de que estaría mucho mejor en las calles que en una casa elegante en la que los hombres elegantes fingían ser respetables.
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No estuve solo mucho tiempo. Pronto me uní a una famosa pandilla de niños ladrones dirigida por un astuto sinvergüenza conocido por el nombre de Orochimaru. Bajo su tutela, aprendí que no había nada que no se pudiese robar, siempre que se tuviera la preparación adecuada. Mis habilidades, mi firme determinación de aprender y, por tanto, de sobrevivir, eran inigualables, y pronto me gané su afecto. Cariñosamente, solía llamarme Hozuki y cuando cumplí ocho años ya pasaba la mayor parte de las noches sentado delante del fuego junto a Orochimaru, fumando en mi pipa de arcilla, bebiendo ginebra y empapándome de las pequeñas perlas de sabiduría que él compartía sólo con los pocos a quienes respetaba de verdad.
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Sin embargo, yo siempre codiciaba conseguir la siguiente moneda. Un día, un caballero muy elegante me ofreció seis peniques a cambio de que engañara a una pareja y a su hijo pequeño y consiguiese llevarlos hasta un callejón. El hombre y su mujer fueron asesinados, pero el niño escapó. Cuando descubrí en lo que me había implicado, corrí aterrorizado tras el chico a toda prisa, temiendo que tanto a él como a mí nos estuviera reservada la misma suerte que a sus padres. Lo perseguí hasta otro callejón, donde por fin se quedó sin fuerzas; se acurrucó en un rincón y empezó a llorar. No había tiempo para esas tonterías. Me sentía muy aliviado de que no me reconociera. Supongo que fue a causa de la conmoción que acababa de sufrir. Lo ensucié todo lo que pude y lo convencí de que yo podía salvarlo.
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El chico se llamaba Sasuke, pero ese nombre sonaba demasiado fino, así que lo presenté como Suke. Orochimaru me dio tres peniques por el nuevo reclutamiento. No era una suma nada mala para un solo día, pero aquella noche no conseguí pegar ojo.
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Para mi irritación, y a pesar de que yo sólo era dos años mayor que él, me sentía responsable de aquel chico. El día que lo sorprendieron robando, fui tan estúpido como para volver a rescatarlo. Pasamos tres meses en la cárcel. Ese tiempo que estuvimos en prisión sirvió para fortalecer nuestra amistad y, a partir de entonces, fuimos inseparables.
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Hasta que una noche él mató a un hombre. Sasuke tenía catorce años y estaba esperando a que lo juzgaran por ese delito, cuando el conde de Konohagure declaró que mi amigo era su nieto perdido hacía ya varios años. Lo soltaron y lo dejaron bajo la tutela del conde. La buena suerte de Sasuke pronto se convirtió asimismo en la mía.
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El anciano me adoptó a mí también. Siempre estábamos en desacuerdo. Él se esforzó mucho para convertirme en un caballero, pero yo prefería seguir siendo un sinvergüenza. Me parecía mucho más honrado.
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Cuando cumplí diecinueve años, un abogado me informó de que tenía un benefactor anónimo.
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Por lo visto, ese desconocido tenía muchas esperanzas en mí y quería darme diez mil libras para asegurar mi futuro. Jamás pregunté quién era porque no tenía ninguna duda de que se trataba del abuelo de Sasuke: estaba convencido de que quería deshacerse de mí sin decepcionar a su nieto.
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Yo había vivido en las calles el tiempo suficiente como para saber que para ganar dinero tenía que invertir en vicio, de modo que compré un edificio y lo transformé en un exclusivo club para caballeros.
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Y así fue cómo me convertí en un hombre rico, superando con creces lo que estoy seguro de que mi benefactor, o cualquier otra persona, esperaba de mí. Sin embargo, poco importaba la cantidad de dinero que ganara, nunca era suficiente. Yo siempre estaba hambriento de la siguiente moneda. Hubiese hecho lo que fuera, cualquier cosa, para hacerme con ella.
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