Ingrid Wright y la búsqueda del neelam
Disclaimer: Todos los personajes, lugares y demás pertenecen a JKRowling
Prologue
THE BLACK STORM
No era la primera vez que esperaba sentada en aquel banco de madera; de hecho cuando no estaba allí lo echaba de menos. Había pasado tanto tiempo en ése lugar... había visto salir el sol por el ventanal que daba al patio, lo había visto ponerse... había visto las ardillas mañaneras saltar de un pino a otro, peleando las pocas piñas medio abiertas que quedaban y que el guardabosques trataba de arrebatarlas. Tal vez esa era la razón por la que solía pasar tanto tiempo en el despacho del director. Le gustaba ese banco, cuando la castigaban y tenía que esperar allí se sentía extrañamente bien. No era como si lo hiciera por su cuenta, tenía que estar obligada a mantener el trasero pegado a aquel banco para sentirse así. No tenía porqué ser importante, casi siempre era alguna trastada o algún comentario sarcástico para nada conveniente y la mayoría de las veces (seguramente todas) merecía estar allí... pero no era eso lo que la inquietaba ahora, sabía que esta vez podían echarla del colegio, lo que no tenía muy claro era si realmente la importaba. Casi todos los magos que ella conocía habían acabado sus estudios en Hogwarts, habían tenido una carrera y un trabajo más o menos respetable. Era lo que se esperaba de ella. Que pasara desapercibida, que se portara bien y no se metiera en líos. En definitiva, que no se pareciera a sus padres en ese aspecto. Pero no podía no ser ella misma, no estaba en su naturaleza ser de otra manera y menos fingir para serlo... y Remus lo sabía, tal vez por eso se había resignado a ver a Dumbledore al menos un par de veces al mes.
McGonagall entró con cara de pocos amigos, más aún de lo habitual, y les dijo que el director les esperaba. Remus y ella se levantaron y siguieron a la profesora de transformaciones a paso ligero, hasta que se paró frente a la estatua con forma de pájaro del pasillo cercano a la biblioteca.
-Gusarajo de canela- dijo la profesora McGonagall haciendo que la estatua girase sobre si misma y extendiese la escalera hasta el despacho del director- Podéis subir.
Remus la tomó de la mano y ella la soltó como si ardiera. Ante esta reacción su padrino intentó pasar el brazo alrededor de sus hombros, pero se lo impidió avanzando más deprisa que él por el estrecho pasadizo. Según subía los escalones, el miedo se fue apoderando de ella. Había muchas razones por las que no le gustaba el colegio: sus notas eran pésimas, sus poderes hacían de ella la chica 'rara' y todo el mundo la odiaba por quién fue su padre. Incluso los que la trataban bien como Hagrid, en el fondo tenían ciertas reticencias a olvidar de quién era hija. Pero a pesar de los insultos, de las peleas, de los ojos morados y los escupitajos, Ingrid quería quedarse.
-Albus...
Remus se paró justo detrás de ella. El director les esperaba junto a uno de los ventanales. Tenía la mirada perdida en el horizonte, como si buscara algo que no podía encontrar, justo donde el sol se escondía. Al fin había parado de llover.
-¿Encuentra algo interesante señor?-dijo con voz altiva. Sabía lo que el director buscaba, o lo que le había parecido ver, un destello de luz verde justo entre el sol naciente y la línea de la tierra.
-Sólo admiraba la puesta de sol- dijo el director aún ensimismado-los colores de ésta en particular son... interesantes.
-Por supuesto, pero sabe que sólo se trata de un efecto óptico ¿verdad? Por lo demás no es muy diferente de cualquier otra puesta de sol-La miró por detrás de sus gafas de media luna con expresión severa, como si no creyera cuán irritante podía ser esa mocosa, o al menos eso fue lo que ella sintió.
-Hay más magia en esa puesta de sol, Ingrid, que toda la que puedas encontrar en este castillo-Entrecerró la ventana para que no entrara demasiado viento y se sentó en el sillón que había tras el escritorio. Como entendiendo la gravedad del asunto que iban a tratar, el fénix dejó de revolotear por el despacho y se posó encima de uno de los estantes, al lado de un sombrero viejo.-Si no he logrado enseñarte eso dudo que puedas aprender mucho más aquí. Lástima que últimamente nos veamos sólo en estas situaciones Remus... sentaos, por favor.
-Llevo horas sentada en un banco, si no le importa, no he subido a su despacho a sentarme, señor.- Remus se sentó en una de las sillas, pero Ingrid permaneció en pie. Su padrino la tiró del brazo obligándola a sentarse.
-Seamos concisos entonces, ya que la señorita Wright parece tener prisa- contestó el anciano un poco molesto viendo como Ingrid no cesaba de mirar la puerta. Su padrino la regañó, lo que no quiere decir que dejara de hacerlo, en parte porque no sabía porqué les molestaba tanto. Aquello no era más que un paripé, una situación incómoda, un mal trago que la hacían pasar sin necesidad. estaba convencida de que su expulsión estaba ya decidida, ella no podía hacer nada, no iba a apelar a la misericordia de Dumbledore ni iba a prometer que no volvería a suceder. Y sin embargo la obligación de estar presente en aquél trámite burocrático le impedía lo que realmente debía hacer: ayudar a su amigo.
-Esta vez no valdrá una disculpa Ingrid...
-Bien-contestó ella enseguida- porque no pienso disculparme. No estoy diciendo que George Weasley merezca lo que le hice, pero no debió seguirme, señor.
-¡Ingrid!- la regañó su padrino de nuevo- Está claro que aún está afectada Albus...
-¿Afectada?- siguió ella- Mire, no sé que hago realmente aquí... dice que una disculpa no es suficiente, lo cual está bien porque no lo siento...
-¡Congelaste a una persona!- Remus se levantó de un salto- No es como romperle un brazo a alguien, George puede morir Ingrid...
-Tengo que expulsarte- dijo al fin Dumbledore- Tu padrino tiene razón, esto es grave... No puedo hacer la vista gorda con esto, Remus. Molly y Arthur no se lo merecen... Otras veces les he pedido que fueran razonables, pero en este caso...
-Pero...
-Bien-contestó ella- viendo que está todo decidido, supongo que puedo marcharme...
Dejó al director perplejo y a su padrino intentando excusar su comportamiento. Pero lo cierto era que tenía cosas más importantes en que pensar. A pesar de que lo mereciera por cotilla no podía dejar a George congelado para siempre. Aún no sabía como, pero iba a arreglarlo. Y en cuanto a la expulsión... no iba a sentarse y a llorar de pena. Acaso fuera eso lo que Dumbledore y su padrino esperaban, pero ella no era así. Bajó las escaleras aún desiertas que la separaban del primer piso* con paso firme pero al llegar a la puerta de madera de roble alguien la detuvo.
-No creo que quieran verte ahí dentro Ingrid.
-¿Te has quedado fuera a esperarme? Que amable...
-No seas cínica conmigo, en estos momentos se hace duro incluso mirarte. ¿Te he dicho ya que si mi hermano muere te mato? Con mis propias manos...
-No matarías a nadie Weasley, los dos sabemos eso. Pero George no va a morir... pienso ayudarle, a pesar de que no se lo merece...
-Sé que en el fondo no piensas eso, y no vas a hacer que me enfade Ingrid. Todo lo que sale de tu boca, las excusas que seguramente le diste a Dumbledore, todo es por no admitir lo obvio. George no se merece lo que le hiciste y tú jamás estarás dispuesta a reconocer que te equivocaste.
-Charlie, Charlie, Charlie... no me conoces como piensas...
-Te conozco mejor que tu misma en realidad. Y voy a demostrártelo. Voy a mostrarte lo que has hecho, y si después sigues pensando igual te dejaré en paz y te odiaré como lo hace el resto de mi familia-Charlie abrió la puerta y se desató el infierno en la sala.
-¿Que demonios hace esa aquí?- gritó Molly Weasley desde la cabecera de la cama de su hijo- ¿Como te atreves si quiera?
-Mamá...
Charlie intentó convencerla, pero fue en vano. Arthur y Fred apenas se inmutaron, sólo levantaron la vista del enfermo cuando su madre se levantó a increpar a Charlie. Según avanzaba, la tierra se movía como si de un terremoto se tratase. Fred y George tenían razón, había una vena en el cuello de Molly Weasley que parecía querer explotar cuando se enfadaba. Intentó no reir.
-¡Tu hermano casi muere hoy por su culpa, no me pidas que sea amable!
-Aún no ha terminado el día...- Molly Weasley se acercó a ella y la pegó una sonora bofetada.
-No te atrevas...-gruñó enseñándole los dientes.
-A lo que me refería- contestó ella moviendo la mandíbula para comprobar que todo estaba en su sitio- era a que Mrs. Pomfrey no sabe como curarle.
-Tu tampoco- contestó Fred incorporándose.
-Pero yo le dejé así ¿no? Creo que más idea que Filomena tengo...-Se acercó a la cama y agarró al pelirrojo de los tobillos. Estaba frío como el témpano. Charlie tenía razón en una cosa: increíblemente se sentía culpable. Molly la cogió de la muñeca e hizo que soltara a George.
-No vas a volver a acercarte a mi hijo, Ingrid...
-Mrs. Pomfrey lo está consiguiendo-dijo Fred rozando la mano helada de su hermano- Ya está menos azul, en un par de de meses se habrá recuperado.
-Yo podría conseguirlo en una noche...
-O terminar de matarlo.
-Creo que será mejor que te vayas- intervino al fin Arthur.
-Te acompañaré a la sala común...
Declinó amablemente el ofrecimiento de Charlie. No podía hacer nada allí, pero si pensaban que iba a rendirse era que no la conocían lo suficiente. Salió de la enfermería y subió hasta la sala común tratando de ignorar los cuchicheos de los estudiantes que para entonces habían terminado de cenar y se dirigían a sus salas comunes. No quería enfadarse, pero se lo estaban poniendo muy difícil. Nada más atravesar el retrato de la señora gorda se encontró frente a frente con Harold Greyman mientras contaba lo que había pasado, o lo que él creía que había pasado. Le entraron ganas de explotarle la cabeza, pero pensó que no era conveniente cargarse a más de un Gryffindor por día. Empezaba a sentirse mal de veras. Obviamente llevaba la razón, pero puede que... tal vez había sido... desproporcionado.
Subió todo lo deprisa que pudo hasta su dormitorio esquivando preguntas y comentarios y se metió bajo las mantas para evitar que sus compañeras la acribillaran aprovechando la cercanía. Sintió tristeza. No pensaba que sus últimos días en el colegio fueran a ser así. Se imaginaba a si misma atormentando a alumnos de primer año con los gemelos, riendo con Hagrid y su perro, las interminables charlas con Charlie cuando la castigaban. Se reprendió a si misma. Ahora tenía algo más importante en que pensar. Su expulsión podía esperar al día siguiente. Había empezado a llover de nuevo.
Cuando la noche fue lo suficientemente negra como para no ser vista, Ingrid escapó de su habitación en la torre (algo relativamente fácil teniendo en cuenta sus antecedentes) y bajó corriendo al lago negro a pesar de la lluvia. Con tal cantidad de agua no podía fallar. Tras dejar atrás la cabaña de Hagrid, buscó una parcela cercana al lago con mucha vegetación y sacó la varita.
-Engorgio- musitó. Los arbustos crecieron y crecieron en cuestión de segundos, de manera desordenada y desproporcionada, pero aún así parte de ellos llegaron a establecerse en la orilla y algunos se hundieron en el agua. Prácticamente empapada ya, se quitó los zapatos y metió los pies. Estaba muy muy fría, pero lo aguantó lo mejor que pudo. Agarrándose a las ramas avanzó poco a poco hasta que le llegó el agua a la cintura y se concentró. La maleza cubría su posición, desde el castillo nadie la vería.
Empezó a sentir un cosquilleo en los dedos de los pies. Funcionaba. Ahora sólo debía luchar contra el sueño hasta el amanecer. Vislumbró la enfermería, tal y como se debería ver en aquel momento, con las luces apagadas salvo un par de velitas en la mesa cercana a la ventana. Arthur intentaba convencer a su mujer de que se echara un rato, pero ella no quería. El patriarca de los Weasley se acercó a la ventana, cerca de dónde ella estaba, y suspiró. En un día tranquilo podía verse todo el lago negro desde allí. Por suerte o por desgracia para Ingrid, con la lluvia emborronando los cristales Arthur Weasley no era capaz de ver la maleza que había sido puesta ahí mágicamente, mucho menos su cuerpo físico yaciendo el la orilla, ni ya puestos la esencia que se hallaba en ésa misma habitación con él.
Se acercó todo lo posible a su amigo y colocó ambas manos encima de su pecho. No podía descongelarle, no sabía como hacerlo... así que, convencida de que iba a pasar unos meses horribles, empezó a absorberlo.
Al principio sólo sintió las puntas de las manos frías, luego el frío se extendió por ambas manos y para cuando llegó el alba estaba prácticamente toda entumecida.
Un par de ojos marrones, de esos que dan hambre porque parecen caramelo fundido, se abrieron justo cuando los primeros rayos aparecían por la ventana. Ingrid sonrió satisfecha y se dejó llevar.
Volvía a estar en la orilla del lago negro. Tenía los ojos cerrados, pero sabía que no estaba sola. Aunque no le apetecía nada una reprimenda de su padrino en estos momentos, se alegró de escuchar sus gritos. Sólo que no le gritaba a ella sino al guardabosques.
-¡Diffindo!
-¡Hagrid! ¡no!¡podrías herirla! ¡El lago entero está congelado!
*Tomando como referencia CF28 la entrada al despacho de Dumbledore está en el segundo piso, pero en el PM está en el sexto, en una de las torres. La enfermería está primero en el primer piso y luego en el tercero. La dejé en el primero porque pilla más a mano y he supuesto las dos entradas al despacho como correctas.
