Gritos, Gritos y más gritos.

Su padre le gritaba a su madre, él por el estrés que le ocasionaban en el trabajo y ella por que se sentía abandonada y sola, y por que una vez más, estaba llena de alcohol hasta los dedos. ¿Por qué? ¿Por qué le había tocado una familia así?.. Y aún así. Además de tener que soportar todo aquello… Tenía que asistir todos los días a clases y enfrentarse al temible Carl Powers.

Como lo odiaba. Apretó la almohada más contra sus oídos. Como odiaba a Carl Powers. Si no regresaba con el ojo morado, regresaba con una mano fracturada, o con sangre en la nariz. Todo era horrible en la escuela. Solo había un momento de paz. Cuando Carl se iba a sus Benditas clases de natación.

De pronto escucho silencio. Por lo cual se quitó la almohada de la cabeza, se levantó de la cama e intentó escuchar por la puerta.

Su madre estaba llorando, seguramente su padre se había cansado de escuchar una y otra vez la misma pelea rutinaria del "Pero es que tú no estás con nosotros" o "Es tu culpa que Jim sea de esa manera".

¿De esa manera cómo? ¿Tan retraído? ¿Tan antisocial?

¿Qué carajos le importaban a los demás si él era así?

Si el lo era, tenía una razón, todas las personas eran aburridas y tediosas…

Salió por la ventana, pues la puerta la madre la había cerrado con llave por fuera, siempre que tenía una discusión con su padre, ella se molestaba mucho con Jim y simplemente lo encerraba dentro de su cuarto, para que no saliera, para que no los escuchara… Pero era en vano, las paredes parecían papel que quedaba impreso absolutamente cada palabra y luego la transfería dentro de su cuarto. Todo era tan.. Odioso.

Estaba caminando por el parque, ya que su casa estaba dentro de Londres, más estaba a unas pocas calles de un parque. Justo entonces, observó a lo lejos a un chico, más grande que él. Tal vez tenía 13 años… Ladeó la cabeza para verlo mejor… Sí, tenía 13.. ¿El que podría decir? tenía 10, y con su baja estatura parecía de 9 u 8. Por eso Carl tenía tanto poder sobre él. Por ser flacucho y muy pequeño.

Y allí estaba, un rubio columpiándose solo en el medio del parque, sí había más niños, más parecían temerle. Por alguna razón eso le llamó la atención y se fue acercando cautelosamente. Tenía ojos azul como el cielo, y unas pestañas tan largas que podrían abanicar un aire tremendo. O para el le parecierón así, le encantaba exagerar las cosas.

El rubio advirtió que algo se le acercaba, y como reflejos gatunos, volteó a mirar fijamente al pequeño. Como si de una presa se tratara. Entonces algo llamó más su atención. Se acercaban 2 niños, de su misma edad. Uno pelirrojo con pecas por doquier, ojos verdes y robusto. A su lado venía un moreno, de ojos negros como la noche y muy delgado.

– ¿Qué te dije, Moran, Sobre estar en nuestro territorio? – El rubio no contestó, simplemente miro al castaño una vez más, quien escondido tras un árbol, miraba aquella escena atentamente. – ¡Moran! – Lo empujó y antes siquiera de que la mano lo tocara, ya lo tenía contra el suelo, dándole la golpiza de su vida. Al dejar de patearlo por que comenzó a llorar, su amigo de cabello negro lo tomó y salieron huyendo de allí.

– Lo que me dijiste ni un bledo… – Susurraba y se volvía a sentar, sin decir absolutamente nada más. El castaño, asombrado, se acercó a él, despacio y cauteloso. – ¿Qué quieres?

– Y-Yo…– No podía articular muchas palabras, no era muy bueno para hablar, y ahora el rubio lo intimidaba y asombraba al mismo tiempo.

– No tengo tu tiempo. – Lo volteaba a ver… Tenía el ojo morado, y ojeras pronunciadas. Lo habían golpeado, y… Al parecer, algo dentro del rubio, hizo que se levantara, le tomara de la barbilla e hiciera que le mirara fijamente. No quiso decir más y lo soltó. – Sebastian Moran. Puedes llamarme Mor..

– ¿Seb? – Sonreía, e inmediatamente hizo que el rubio alzara una ceja, el castaño era raro… Pero algo en el de verdad quería protegerlo.

– Sí… Seb. – Suspiró y se volvió a sentar al columpio, mirándolo de reojo e invitándolo a sentar al otro.

– Yo soy Jame-.. Jim. Jim Moriarty. – No le gustaba que le dijeran James, Sonaba a un anciano, y además eso lo usaba solo su madre al regañarlo. – Puedes llamarme Jim

– No tenía planeado llamarte de otra manera. ¿Qué edad tienes?

– 10. Tú al parecer tienes 13, ¿Me equivoco?

– No, No lo haces…

– Y… Al parecer eres un matón.

– ¿Un … Qué? – Por primera vez se le salía una sonrisa en todo el día y había sido provocada por el castaño. En realidad estaba llí ya que su padre había ido a la Guerra. Estaba furioso con él y con su madre, que ni siquiera le había avisado. El quería entrar a la milicia, más ella no lo dejaba, quería que entrara primero a la universidad, y el odiaba estudiar como las personas aburridas.

– Un matón, ya sabes; Los que roban el almuerzo, te golpean y…

– Es por eso lo de tu ojo?... – Le señalaba cuando el menor se avergonzaba y miraba a sus pies.

– El es un… Imbécil.. Un bruto, ni siquiera matón… solo lo trae conmigo, siempre esta cabreado conmigo…

– No soy así. – Miraba para el parque, no era su asunto y aun así el castaño le estaba contando. Tal vez se lo guardaba mucho. – Pero puedo golpearlo por ti…

– No… No es necesario. – Le miró y sonrió. El tenía que defenderse, era su problema, era… como sus padres, tenía que deshacerse, tenía una leve idea de lo que podría hacerle a Carl.. Pero a penas rascaba la superficie de una leve idea. – Ya lo veré yo… Al menos ya estamos en vacaciones, y no lo veré dentro de 2 semanas…

– Ya es tarde. – Se levantaba y le miraba. – Mi casa es esa. – Señalaba un edificio color durazno al otro lado del parque. – Si me necesitas, puedes ir a mi casa… ¿Esta bien? – No sabía en realidad por que lo había dicho, no tenía amigos, ni los necesitaba… Pero Jim era diferente. – Cuídate, enano. – Caminó y sintió un golpe en el brazo, volteó y era el castaño, dando un paso atrás, con miedo. El simplemente negó con la cabeza y lo despeino.

– No… No me digas enano!

– No te voy a golpear… Ya te dije que yo no soy como ellos. – Le miraba fijamente y sonreía ligeramente de medio lado. – Cuídate.. JIM. – Puntualizaba lo último, saliendo de allí.

Esa tarde se la pasó en el parque, mirando fijamente hacia la casa del rubio, pensando profundamente, como siempre lo hacia cuando algo le parecía interesante. Sebastian. Sebastian Moran… Iba a descubrir más sobre ese niño en esas dos semanas. Y entonces así regreso con mejor humor a su casa, donde no había ni un ruido.. Era extraño.