Here's a sneak little peak

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Se despidió de su madre con un tierno beso en la mejilla, ocasionando un par de risas en la mujer mayor. Salió de las aguas termales con una sonrisa hermosa y deslumbrante igual que los rayos del sol de esa mañana. Se había levantado temprano solamente para correr unos kilómetros por las hermosas calles de Kyushuu, e incluso había llevado a su mejor amigo con él, su confiable y alegre cachorro Vicchan.

El día era especialmente bello, le daban ganas de correr por debajo de los árboles de cerezo, el clima era agradable para perder unos cuantos kilos que había ganado en la época de invierno, al comer demasiado y hacer poco ejercicio.

Bueno, la verdad es que se había pasado un par de veces a la academia de su anterior profesora Minako a practicar un poco de su oxidado ballet. La mujer le remarcó con una sonrisa que se veía adorable haciendo ballet con unos kilitos de más, pero prefería que bajara unos cuantos cuando la primavera iniciara.

Yuuri amaba el baile y cualquier actividad relacionada con dejar a su cuerpo expresar sus emociones, y entre ellas el deslizarse sobre el hielo practicando el deporte de patinaje. De hecho, quería ser patinador profesional, recordaba con nostalgia cómo este siempre había sido su sueño desde niño. Su padre en unos inicios pensó que estaba mal, ya que el patinaje artístico estaba bastante mezclado con el ballet, y para su padre eso le daría una imagen "femenina" a su hijo, aunque después de unos años poco se preocupó.

Ahí estaba él, corriendo con su perro poodle, siendo feliz al sentir el viento golpear su rostro. No le importó que había despertado más temprano de lo acostumbrado para hacer ejercicio, tampoco le importó que una señora se enojó con él porque Vicchan estaba siendo algo travieso con la señora al momento de olfatear su bolsa con bollos recién calientitos.

Hasta casi olvidaba por completo que no podía comer su platillo favorito, y el que mejor preparaba su madre.

Casi.

Se detuvo en un parque un poco alejado de los edificios de la ciudad, jamás había estado en ese parque, pero le parecía encantador a primera vista. Tenía algo así como un toque del Japón tradicional combinado con lo moderno. Puentes de madera que atravesaban un pequeño y cristalino arroyo, y unos cuantos juegos esparcidos por la amplitud del lugar para que los niños se divirtieran. En definitiva, un parque grande y espléndido.

Caminaba tranquilo por la banqueta del parque junto al caniche que correteaba alegremente, viendo cómo el día brillaba y las nubes se despejaba para mostrar todo el esplendor del cielo de aquel día. Sacó su celular para tomar una foto al hermoso paisaje y probablemente subirla luego a su cuenta de Instagram.

Escuchó un auto estacionarse detrás de dónde se encontraba y, en seguida, sintió unas manos tomar su abultado estómago al igual que cubrían su boca con un pañuelo de un olor extraño.

Soltó el celular alterado, intentando patalear para que lo dejaran ir mientras sentía el pánico recorrer cada fibra de su ser, pero comenzaba a perder la consciencia y los ladridos de su perro que cada vez se oían más lejanos fueron lo único que pudo escuchar al momento de perder por completo la razón. Su visión completamente oscurecida.


Nunca antes se había sentido tan cansado, ni mareado. Había sentido cómo sus músculos clamaban por un poco de movimiento… no podía moverse. Se sentía privado de su capacidad de mover cualquier músculo de los pies a la cabeza. Tampoco podía divisar nada, una tela cubría sus marrones ojos. Sobre todo, le daba más importancia a lo que escuchaba, que eran unos desgarradores lamentos acompañados de lloriqueos, y en el fondo el sonido de unas que otras palabras que no entendía por estar en un idioma poco familiar para él.

Quería llorar.

No quería estar en esa situación, no quería seguir ahí. Su corazón comenzaba a latir rápido; tenía mucha inquietud, sentía mucho pánico y su cuerpo había comenzado a impregnarse de sudor. No entendía qué estaba pasando ni el porqué lo estaban deteniendo ahí.

Sentía las paredes de donde estaba moverse; quería hablar y preguntar el porqué estaba ahí, pero no podía ni abrir la boca, tenía bastante miedo y las palabras no querían salir. Comenzó a removerse por el pequeño espacio que le acaloraba y le hacía sudar, chocando con un cuerpo caliente al lado de él, no sabía si era otra persona o tal vez más, sentía el miedo recorrerle por la espina dorsal en un escalofrío.

Quién sabe desde cuando estaba dormido.

Por favor, quería que esto se tratara de una pesadilla, quería que esto no fuera real, quería despertar y volver a correr con Vicchan por las calles de Kyushuu para terminar su rutina dando media vuelta para regresar a casa con su familia, quería subir esa hermosa foto de la vista del parque a Instagram y que, al momento de regresar a su hogar, su madre le prepare ese delicioso katsudon que estaba tan fuera de su dieta para al final tener una ducha en las aguas termales.

Pero no.

Él estaba ahí.

De repente, sintió una corriente de aire bastante fría que le hizo temblar. Una voz gruesa le gritaba a la par que alguien le tomaba del brazo, encaminándolo a otro lugar.

Caminaba a ciegas y sentía el piso rocoso rozar con dolor sus pies, casi caía en el proceso, pero no lo hizo porque alguien le seguía tomando fuertemente del brazo, empezaba a dolor y estaba seguro que dejaría marca.

Lo dejaron en un lugar sentado con unos colchones que se le hacían bastante desgastados, podía sentir uno que otro alambre salir de la tela. Yuuri había comenzado a tiritar.

Percibió los sollozos de demás personas en esa habitación, no era el único.

Movió los ojos inútilmente, viendo por debajo de la tela unas luces de una habitación. Podía ver siluetas caminando de un lado a otro, cargando con cosas largas y de gran tamaño.

Alguien ahí en su campo de espacio se removió, lloriqueando. Impresionante, Yuuri no había llorado en todo ese momento en el que estaba secuestrado (porque no era tonto, sabía que estaba secuestrado).

—Escuchen bien —eso sí lo entendió, era inglés—, ustedes no hacen ningún ruido, no hacen preguntas, no dicen nada, ni tampoco nos van a reclamar nada. Si están aquí son bastante afortunados, ya que van a hacer el mundo de ciertas personas mejor… o sea, nosotros.

Yuuri se movió nervioso, tragando saliva, le daba miedo que ese hombre de habla inglesa le diera unas cuantas advertencias, ¿seguía estando en Japón? Por favor, sí, por favor sí, suplicaba seguir en Japón.

—Cualquiera que desee romper nuestras reglas —se escucharon unos cuantos disparos ensordecedores provenientes del arma que Katsuki podía ver a través de la venda como una silueta mal formada—, se muere.

Estaba temblando, seguro estaba templando peor que una gelatina, tenía terror de hacerse pipí, porque tenía ganas.

—Los dejaré para que se conozcan un rato, pero no se quiten nada hasta que nos vayamos.

Se escucharon unas pesadas botas caminar de un lado a otro haciendo eco en la habitación. De repente, sintió unas callosas manos acariciarle el rostro, y un apestoso aliento golpear su nariz. Una mano se deslizó por su muslo izquierdo de manera asquerosa, ahogó un chillido, las lágrimas sentían unas grandes ganas de salir, pero prefirió mantenerlas en su lugar con fingida confianza.

—Lindas piernas, gordita —se escuchó que le susurraban en la cara.

Unas inmensas ganas de vomitar llegaron hasta él como uno de sus principales sentidos del momento.

Luego de unos minutos, el agarre en sus manos se liberó y las puertas se escucharon cerrarse.

Una persona chillaba de terror, mientras las demás sólo sollozaban.

Yuuri se quitó la venda con lentitud, sentía sus manos temblar con cada momento. Miró las luces de la habitación como primer instinto, aunque esto sólo causó que se le cegara la vista. Sintió más miedo aún, habían unos cuantos chicos más en la habitación, algunos parecían de diferentes razas. El temor se apoderó de él mucho más.

¿Seguía estando en Japón? Se cuestionó por segunda vez. Por favor, por favor, por favor Dios, debía seguir en Japón.

Miró a uno de los chicos al lado de él, lágrimas resbalando por sus mejillas en silencio mientras se abrazaba a él mismo, aún tenía las vendas en los ojos que se encontraban empapadas, su cabello se veía de un castaño claro y una linda nariz sonrojada del llanto.

Un instinto fraternal lo incitó a abrazarlo, pero no lo hizo. Primero le acarició lentamente la mano, para que no tuviera miedo de él, le quitó suavemente la venda, dejando ver unos preciosos ojos saltones y llorosos con unas increíbles pestañas.

Al ver a aquel hermoso chico llorar, la tristeza lo arrasó como una ola en pleno verano.

—Y-Yo también estoy muy asustado —le dijo en un susurro con su torpe inglés, el cual no practicaba hace mucho.

—No lloro por eso —le respondió el chico—, es por las personas con las que nos metimos —volvió a sollozar dejando caer su cabeza al hombro del japonés—. He visto que son de los peores grupos de tráfico de personas en Rusia.

¿Qué?

¿Tráfico de personas?

¿Tráfico de personas en Rusia?

No, no, no, no, esto no podía estar pasando, no podía estar en Rusia.

Su corazón se alteró, respiró fuertemente dejando ver un poco de su ataque de ansiedad al extraño al lado de él.

¿Estaba en Rusia? ¿Tan lejos de Japón? No podía creerlo, no, no, no, no podía ser así. Se negaba rotundamente a que tal situación ridícula le pasara justamente a él.

Estaba secuestrado en Rusia para luego ser vendido a quién-sabe-quién para quién-sabe-qué. Ese día había comenzado tan bien, y ahora quiere morir.

Porque prefiere morir que quedarse y ser vendido a una vida tan triste.

Una horrible idea le llegó por su loca mente… ¿Lo iban a violar?

Ahora que lo pensaba, no era muy extraña la idea de que lo violen, considerando que fue involucrado a la fuerza en este tráfico de personas. Lo único que quería hacer para vencer ese horrible pensamiento era dormir o comer, mas estaba seguro que no podría hacer ninguna de las dos.


Una semana.

Una maldita semana habían pasado dentro de esa habitación.

Se sentía derrotado y cansado, ya no podía con su vida, de verdad esperaba morir antes de que se los llevaran como a los otros. No quería terminar de esa manera tan miserable, no quería tener pensamientos autodestructivos cuando los había dejado ya tiempo atrás después de tratamientos con psicólogos. La desesperación de querer volver a casa era increíble, anhelaba con todo su ser volver a su hogar. El transcurso del tiempo afectando el tan lejano y vago deseo de que estuviera soñando la más larga y horrible pesadilla de su vida.

Había tenido tantos sueños agradables durante esa semana, imaginando el poder ir a ver a su familia una vez más, abrazar con fuerza a su cachorro, volver a bailar en la academia de Minako hasta que sus pies le dolieran; pero ahora todo eso aparecía imposible. Le gustaba soñar las pocas veces que se permitió dormir, era su método de defensa de la triste realidad. Su escape.

Estaba esperando a morir lentamente de hambre. Le daban unas cuantas sobras de comida, no obstante, Yuuri prefería no comerlas ya que no sabe qué tipo de ingredientes o narcóticos puedan tener. Comer era un gran no.

El lindo chico que había conocido la primera noche igualmente había desaparecido, y no sabe en qué momento fue que había sido de los pocos que quedaban en esa habitación.

Odiaba el olor. Olía siempre tan desagradable, olía a muerte y estaba preparado para ello.

No habían abusado sexualmente de su persona como creyó en un principio... aún, y estaba agradecido por ello.

Sabía que solo quedaban un par de personas con él. El primer día que estaban ahí, eran por lo menos dieciséis. Mujeres y hombres probablemente con alguien esperando por ellos de vuelta en sus moradas.

Ahora sólo eran cinco.

Perdió las esperanzas de que alguien arrasara con los malos y lo rescatara tal filme cliché. Perdió las esperanzas de terminar su carrera y de seguir su pasión convirtiéndose en un patinador profesional, y tal vez… también de se conocer a alguien y ser amado como siempre deseó.

Un ruido extraño llamó su atención. Varios pasos se escuchaban por arriba de la habitación en la que se hallaba.

Durante su estancia ahí, Yuuri se dio cuenta de que estaban escondidos en un tipo sótano, con espacios muy reducidos y de porte sucio y descuidado, aseguraba haber sentido un roedor caminar por entre sus pies en alguna ocasión.

Escuchaba los sonidos de un gran número personas caminando con paso firme por encima de lo que era el edificio, podía distinguir gritos en lengua inglesa con un fuerte acento al igual que unos cuantos en el idioma desconocido que oyó un par de veces.

"¡Al piso!"

"¡No se muevan!"

"¡Manos en la nuca!"

Y entre eso, algo peculiar que lo alteró de manera increíble.

"¡Quedan arrestados por venta de drogas, robo de identidad y violaciones masivas!"

Eso lo había dicho en inglés, ¡en inglés! ¡Alguien puede ayudarlo!

Oh mierda.

Oh mierda, sí.

¡Sí!

De manera torpe se desató las manos de la gastada tele que mantenía sus brazos firmemente pegadas a su espalda. Estaba nervioso, no sabía si los iban a rescatar, quería que los rescataran, lo necesitaba, quería regresar a Japón, necesitaba regresar. Necesitaba ver a su familia.

Desató en seguida el resto de las vendas con desesperación mientras corría por la habitación cayendo en el proceso, no había caminado por un largo tiempo y sus piernas aún estaban entumecidas. Batalló con la última de ellas, siendo apretada por un gran nudo y que cubría sus labios.

Subió las escaleras de concreto, sudando, dejando sentir un poco de su ansiedad en cada célula de su cuerpo. Intentó abrir la puerta, pero fue inútil.

Los chicos que quedaban lo miraba asustados, como si estuviera cometiendo un acto suicida. El terror denotando en sus expresivos ojos y temblando.

Golpeó una y otra vez la puerta, quería que lo escucharan, quería que los policías le ayudaran a volver a casa. Si eran personas que hablaban inglés seguro era porque habían personas que podrían enviarlo de nuevo a su hogar.

—¡Por favor ayuda, hay personas atrapadas aquí! —gritó sonoramente, con su voz rompiéndose al momento por el estado de su garganta seca cual desierto.

No podía golpear la puerta más fuerte aunque lo intentara, necesitaba que lo ayudaran.

Nada…

Nada...

Se fueron… los dejaron ahí dentro… se habían ido.

Un silencio sepulcral inundó la habitación. Yuuri estaba enojado, se sentía torpe y débil.

Los policías lo abandonaron en una habitación sucia y pequeña a su suerte. Ni siquiera notaron su presencia.

Con pasos lentos retrocedió por las escaleras, dejándose caer de rodillas al final de estas, una vez más desesperanzado. Su vista se nubló por las traicioneras lágrimas que intentaron salir de sus bellos ojos sin vida, pero Yuuri las secó antes de que hicieran de las suyas y ahogó un gemido de desesperación.

No era momento de llorar, era hora de actuar.

Lo único que le quedaba era escaparse, esta vez sin temor a ser atrapado.


Eaaa, he regresado de la muerte con una historia nueva, asies

Este fanfic fue ideado por mi amiga Yade Rain (búsquenla en Wattpad, tiene buen contenido) y por mí:D

El capítulo fue escrito por ella y editado por su servidora que promete que este fic sí será terminado uwu De hecho, el próximo capítulo ya está hecho, sólo es cuestión de ir publicando;D

La historia está con el mismo nombre Flesh en Wattpad, como les dije, por la autora Yade_Rain

Es todo por hoy, se la lavan, bai