Disclaimers: Los personajes pertenecen a la obra de Naruto cuyo autor es Masashi Kishimoto; son reproducidos con una finalidad meramente lúdica y sin fin alguno de lucro.

Nota de la autora: Antes que nada quiero agradecer a Kitsune-Megamisama por su apoyo para escribir esta historia y su préstamo del personaje Hatoko que se encuentra en uno de sus maravillosos fanfics: Hansoku: la forja de un nuevo futuro (si no lo has leído lo recomiendo ampliamente, a mi parecer es el mejor fanfic NejiHina en español hasta ahora publicado). También quiero agradecer el tiempo que tu como lector(a) le dedicas a esta humilde pseudo-escritora.

Sin más que agregar quedo a sus órdenes.

Ai Monogatari

I. Un lugar frío y lúgubre

Había pasado una hora desde que sonó el teléfono por primera vez. Hinata sabía que la abuela le comunicaría algo importante pues había mandado a por ella con Shizuka (ama de llaves y "nana" no oficial). En los ya más de cinco años que la chica había vivido en la casa de su abuela el que la llamara a su habitación era sin duda algo demasiado inusual. Dudó algunos segundos para tocar la puerta (su timidez podía ser incontrolable algunas veces) y después de verse las pintadas uñas sufrió un espasmo de pánico… había olvidado que su amiga Sakura le había puesto un barniz púrpura durante la hora del descanso escolar. Dio media vuelta para dirigirse a su habitación y limpiar las "huellas del delito", si la Abuela la viera seguramente le daría un severísimo discurso acerca de las buenas costumbres de una "señorita decente". En el momento justo en que iba a dar el primer paso en retirada una grave y estricta voz de mujer mayor habló:

-Hinata, pasa.

No halló otra manera más adecuada de esconder los "registros de su culpabilidad" más que estirando las mangas de su suéter rosado, cubriéndose las manos con ellas y abrazarse inmediatamente después de abrir la puerta. Ante lo inesperado de la situación guardó silencio esperando a que su abuela comenzara a hablar. Hatoko por su parte lucía algo pensativa y después de que una mueca hiciera notar alguna resolución desconocida para su nieta, con una sórdida fuerza implantada en su voz finalmente explicó la misteriosa noticia que le habrían comunicado hacía más o menos una hora.

-Tu tío Hizashi llamó hace unos minutos… - definitivamente no entendía la situación. Su abuela jamás le había comentado los detalles de lo que hablaba con sus hijos por teléfono, ni siquiera los de Hiashi, su padre que llamaba regularmente para enterarse de las condiciones en las que se encontraban su abuela y ella misma. Sin nada que decir siguió expectante a las palabras de su abuela. –se va a la ciudad a ayudar a tu padre con los negocios de la familia por lo tanto Neji vendrá a vivir con nosotras a partir del viernes próximo.

Ella recordaba a Neji; de la ultima vez que vió a su primo hacían poco más de cuatro años. El tío Hizashi recién había enviudado (una maldición muy usual en la familia) cuando habían venido a casa de la abuela para hacer una visita (las cuales eran muy comunes hasta esa fecha). Había pocos detalles en su memoria, pero el más significativo fue una fuerte discusión entre un joven Neji y la abuela. Una simbólica disputa pues de sus tres nietos, el único varón era demasiado rebelde como para dejarse llevar por las imposiciones de Hatoko. Fue la última vez que visitó la casa a pesar de vivir no muy lejos.

-A mí me parece bien… - dijo temerosa pues no sabía que más decir y soltó lo primero que le vino a la cabeza, después esbozó una pequeña sonrisa que borró en cuanto Hatoko pronunció:



-No estoy pidiendo tu opinión jovencita, sino avisándote. Neji se instalará en la habitación vacía de este piso y necesitará de absoluto silencio. Tu primo está en pleno periodo de tesis en la Universidad por lo tanto no necesita disturbios. Tu tío ha expresado preocupación ya que no vendrá a vernos como era su costumbre así que también enviará a Neji por ese motivo: para hacernos compañía. Tan sólo quería que tuvieras conocimiento de que habría un nuevo huésped en esta casa… Puedes retirarte. –

Hinata afirmó con la cabeza tímidamente intentando asimilar la nueva información. No sabía ni por asomo que Neji estaba por concluir la universidad siendo a penas un año mayor que ella; aunque no debía sorprenderse, podría esperarse lo que sea del "genio de los Hyuuga". Cuando giró el picaporte de la puerta a sus espaldas escuchó la misma voz severa de siempre que ahora contenía un profundo tono de frialdad: -Dos cosas más:- agregó Hatoko. -Primero despíntate esas uñas que no eres una callejera y segundo…, ten mucho cuidado de las formas con que vayas a conducirte con tu primo. No quiero disgustos. ¿Está claro?

-Sí, oba-san. –dijo entrecortadamente e intentando ocultar la vergüenza, salió penosamente de la habitación.

Cerró la puerta tras de sí y se recargó en la pared. Esperó unos momentos mientras sus ojos se acoplaban a la oscuridad y una vez se sintió totalmente segura suspiró. Sus deberes escolares ya estaban hechos así que se decantó por encender el ordenador. Lo que sea para distraer su atención.

La casa de Hatoko Hyuuga era grande. Una mansión antigua, con techo a dos aguas y tres plantas. En la planta baja se hallaba la enorme sala de estar, unas antiguas escaleras pegadas a la pared derecha mientras que a la pared izquierda se encontraba el pasillo por el cual se dirigía al estudio, el comedor, y la cocina. El primer piso estaba compuesto por cinco habitaciones: la de Hatoko, Hiashi, Hizashi, el aburrido cuarto de costura y próximamente el de Neji. Los espacios de Hiashi y Hizashi eran ocupados por sus dueños sólo cuando se hospedaban en la casa de su madre (fechas importantes o visitas rápidas).

Hinata sabía que su abuela le había dejado a Neji la habitación frente a la de ella con el exclusivo motivo de vigilarlos: sabría si la puerta se abre o se cierra o si alguien sube o baja por alguna de las escaleras. "Es una pena que Neji aún no se encuentre aquí y ya nos vigilen como presos".

Se adentró a su recámara y encendió la computadora. Revisaría su correo electrónico con la esperanza de hallar en la bandeja de entrada un nuevo mail de Hanabi. Extrañaba mucho a su hermana y sus pláticas. Los días eran demasiado aburridos sin ella. Ninguna noticia importante, mucho spam y uno que otro correo de broma de sus amigos, sobre todo de Kiba y Sakura. Una vez apagada la máquina se dirigió a su cama, se acostó sobre el edredón blanco y contempló el tapiz beige y floreado de las paredes. Todo era demasiado aburrido. Se levantó pesadamente y se dirigió al balcón en su recámara arrastrando los pies; tenía vista a la parte trasera de la casa, desde allí se alcanzaba a ver una pequeña cabaña que la familia usaba como una lavandería a unos 20 metros de distancia de la puerta de la cocina, junto a ésta se hallaba un pequeño invernadero de su uso exclusivo, más allá comenzaba el bosque de Konoha y un riachuelo que los habitantes de la localidad cuidaban con esmero. Giró la cabeza hacia la izquierda y contempló el balcón del cuarto de Shizuka. Suspiró, se recargó en el barandal y miró hacia abajo donde se alcanzaban a apreciar los balcones de las habitaciones de Hatoko del mismo lado izquierdo que Shizuka y Neji bajo su habitación. Se rindió ante la infinita vista de verde, apagó las luces, encendió una de las lamparillas de noche y se acomodó en su cama una vez más mientras tomaba un libro de pastas delgadas.

εΐз εΐз εΐз εΐз εΐз



Hinata despertó casi en la misma posición en que se había quedado la noche anterior: con el libro abierto sobre su estómago y la ropa de ayer.

-¡Hina-chan, levántate querida o si no se te hará tarde! –llamó Shizuka desde el otro lado de la puerta.

-Voy…

Se sentó en el lugar que le correspondía del comedor, o sea del lado izquierdo del extremo de la mesa donde se sentaba su abuela. Ya tenía puesto el aburrido uniforme negro del colegio.

-Ohayo gozaimasu. –dijo Hatoko al entrar a la habitación.

- Ohayo gozaimasu, Hatoko-sama.

- Ohayo gozaimasu, oba-san.

-Hinata… ¿qué te dije de esas uñas ayer? –interrogó la mujer.

-Lo siento, oba-san; es que no tenía con qué despintármelas pero prometo que en cuanto vea a Sakura-chan en la escuela le pediré que lo haga por mí… -se le quebró la voz en el último momento. Le atemorizaba demasiado la manera sumamente fría en que su abuela la miraba.

-Hinata, es la última vez que te lo repito: debes acatar las órdenes de esta casa. Eres la vergüenza de la familia; sacaste el mismo comportamiento timorato de tu madre… no entiendo cómo mi hijo se fue a meter con una mujer así…

Y siguió hablando. Cuando Hinata comenzaba a sentir el escozor en los ojos (claro síntoma de formación de lágrimas) se evadía. Miro el plato de sopa de miso con tanto interés que parecía hipnotizada con el movimiento de la cuchara en el líquido. Constantemente no sólo la atacaba a ella si no también la memoria de su madre: Satsuki. Pasó algún tiempo antes de que sintiera la mano de Shizuka en su hombro.

-¿Hina-chan? ¿estás bien?

La miró y también vio a su alrededor; no se había dado cuenta del momento en que la abuela se había retirado. Shizuka era una mujer mayor. Más joven que su abuela pero más vieja que su padre; podría decirse que era no sólo su amiga sino también su cómplice, guardaba celosamente los secretos que la Hyuuga le confiaba, mismos que la mujer tachaba de inocentes, infantiles.

Desde siempre Hinata no era la clase de chica que le daba importancia romántica a los varones de su edad. Contrario a los padres de Ino o Sakura, Hiashi nunca se vio en la necesidad de tocar el tema. Los problemas surgieron cuando llegó a la casa de la abuela que casualmente se emparejaban casi con el inicio de la adolescencia de Hinata. La vigilancia que Hatoko ponía en esos renglones era no sólo severa: estaba estrictamente prohibido intimar con chicos de la manera que fuese. El control era demasiado férreo, tanto que asustaba. Cuando un varón se acercaba Hinata ella se agarraba lo más fuertemente posible a su niñez con la intención de no llevar una inocente amistad a algo más profundo.

-Estoy bien. Me voy a la escuela.

Se levantó pesadamente. Shizuka la acompañó a la puerta donde le dio la back pack negra llena de libros y un fuerte abrazo.

La preparatoria de Konoha, Hashirama Senju, acogía a los hijos de las familias habitantes del pueblo. Llevaba el nombre del fundador de la localidad. Konoha brindaba la estabilidad y tranquilidad que las 

familias más poderosas de los ámbitos empresariales japoneses buscaban. Era un pueblo pequeño con todas las comodidades de una ciudad además de estar perfectamente bien ubicado a un par de horas al sur de Tokyo. La mayoría de los estudiantes y el profesorado llegaba a pie para disfrutar del templado clima propio del lugar y temporada. Afortunadamente las distancias eran cortas así que los chicos pocas veces se aburrían o cansaban en el trayecto.

-¡Ohayo, Hinata-chan! –gritó un animado rubio un par de metros atrás.

-Ohayo, Naruto-kun. –dijo Hinata con una ligera reverencia y una tímida sonrisa. -¿qué tal tu miércoles?

-¡0h!... –fue todo lo que dijo Naruto antes de cruzarse de brazos y poner una expresión dubitativa. –creo que bien… ayer mis padres vinieron a ver cómo andaba todo pero mi mamá puso el grito en el cielo cuando vio el desorden de la casa; se enojó más cuando me acusó con mi papá pero en vez de él me regañara nos pusimos a jugar X-box. Amanecimos con un chichón cada uno.

Hinata soltó una pequeña risa. Le caía muy bien su amigo Naruto; era un chico muy positivo aunque algo atolondrado; su madre era una mujer alegre y escandalosa, las pocas veces que había visto a Kushina la había tratado casi como a una hija y aunque a veces era ruda (sobre todo con su hijo y su esposo) también era muy amable. Minato, el padre de Naruto, era, en un par de palabras: divertido y testarudo aunque siempre le perdonaba a su hijo sus constantes travesuras; Hinata creía que era para reivindicarse por no pasar suficientemente tiempo con él. Al dirigir una compañía Kushina y Minato habían tenido que mudarse a Tokyo dejando a Naruto sólo en Konoha.

El viento soplaba frío, característica clásica del mes de mayo. El día en la escuela transcurrió sin problemas entre las clases de Matemáticas de Kakashi-sensei y las de Literatura de Jiraiya-sama. Hinata regresó a casa cuando el sol comenzaba a declinar después de haber salido del club de biología.

-¿entonces no recuerdas a Neji? –preguntó Shizuka, confundida.

-No es que no lo recuerde; simplemente… conviví poco con él. La última vez que le vi yo tenía 13 años y las circunstancias no fueron muy agradables; nunca había visto a nadie contestarle a la abuela de esa manera.

Se hallaban en el cuarto de invitados del primer piso limpiándolo por órdenes de Hatoko. Debía quedar impecable para esa misma noche pues al día siguiente Neji ocuparía ese lugar.

-Lo cierto Hina-chan es que yo sí recuerdo el motivo de la pelea. No creo que Neji sea un chico malo pero quien sabe… tantos años sin verle de seguro que habrá cambiado un montón.

-No lo sé onee-chan, finalmente es un Hyuuga, no me sorprendería que tuviera el típico comportamiento orgulloso y frío. –dijo con una nota de fastidio… y tal vez ¿decepción? Shizuka la miró fijamente unos momentos hasta que su expresión cambió. Una expresión socarrona se plantó en sus ojos y agregó:

-De lo que sí estoy segura es de que se ha puesto guapísimo.

Hinata enmudeció. Ese tema simplemente no se tocaba en esa casa… es más estaba estrictamente prohibido pensar en él. Lo bueno de todo es que la abuela no se encontraba allí pero quién sabe, con el oído que tenía pudo haberlo escuchado.

No se volvió a hablar más que lo estrictamente necesario durante la cena. "Gracias" y "buenas noches" fueron las únicas palabras que se escucharon hasta el día siguiente.

 εΐз εΐз εΐз εΐз εΐз

El camino estaba despejado. Llegaría a Konoha en unos cuantos minutos.

Aún no podía creer que su padre haya tomado la decisión por él. Neji no era un chico que se adecuara a las reglas con facilidad, mucho menos si eran impuestas por Hatoko oba-san.

Se estacionó frente a la vieja casa, suspiró. Prefería no recordar porque motivos no había regresado hasta ese momento. Según lo que había dicho su padre, la abuela vivía tan sólo con Hinata, su prima a la que no había vuelto a ver desde hacía cuatro años; no le tenía especial afecto (siempre había sido una chica muy pusilánime, patética) y el ama de llaves. Se bajó del Accord gris y se dirigió a la puerta. Tocó el timbre; "sólo por un corto tiempo; después regresarás a Tokyo y olvidas el mal trago".

-¡Bienvenido, Neji-san! –exclamó el ama de llaves con una amable sonrisa. Él se limitó a decir un escueto "arigato" y cruzó el pequeño jardín para llegar a la entrada de la casa.

Pocas cosas habían cambiado. La casa lucía como la recordaba por una o dos modificaciones en el recibidor, siempre fría y lúgubre. A pocos metros frente a él se encontraba Hatoko con un venerable vestido de los que usan las abuelas estrictas en color negro y el cabello perfectamente recogido.

-Neji, bienvenido a casa. Te ves igualito a tu padre.

Neji suspiró. Acababa de llegar y ya podía sentir la jaqueca formándose en sus sienes.

-Gracias, oba-san; usted también se le ve muy sana. -A falta de otro calificativo… pensó. Notó su presencia allí, detrás de la abuela. Cuatro años cambiaban mucho a la gente pero especialmente a las chicas. Sus largos cabellos oscuros caían como cascadas por sus hombros y espalda, la pálida piel delataba un ligero sonrojo en los pómulos. Tenía la vista desviada hacia una de las ventanas. Lucía aprehensiva pues se abrazaba firmemente y escondía las manos en un suéter rosa un par de tallas más grande. Tan patética como siempre.

- Okaerinasai, Neji onii-san. –saludó finalmente la Hyuuga mientras hacía una solícita reverencia.

-Arigato. –fue toda su respuesta y parecía que la había dicho más fríamente de lo que buscaba pero era muy molesta. Demasiado servil y miedosa como para ser la heredera de los Hyuuga; esperaba que el tío Hiashi pudiera hacer algo con esa chica sino los conduciría a la ruina.

-Pasemos al comedor, Neji; tienes muchas cosas que contarle a la abuela.

Y el aludido se encaminó detrás de ella dejando tras de sí a una Hinata con la mirada extraviada en un punto inexistente frente a ella.

εΐз julio del 2008