Vida Nueva
Hola, pues esta historia ya está muy choteada pero espero que les guste, mi vieja (muy vieja) versión de la todo-poderosa Escena de la Casa de Libra
Saint Seiya no me pertenece, pertenece a Masami Kurumada
NOTA: En la historia escribí el "presente" y "pasado y recuerdos"
Capítulo 1
-Shun, te lo encargamos
-Si amigos, no se preocupen, les prometo que lo salvaré.
Me he quedado solo, aquí, con el cuerpo de mi mejor amigo entre mis brazos, moribundo, congelado. He oído algo acerca de que la mejor manera de calentar un cuerpo congelado, es con el calor de otro cuerpo.
Eso es lo que haré, calentaré a Hyoga con mi cosmos hasta que abra los ojos, no existe otra forma, no hay alternativa.
Me recuesto en el suelo de la casa de Libra, abrazando a Hyoga, rodeándolo con mi cuerpo, entrelazando sus piernas con las mías, colocando su cabeza en mi regazo, encendiendo mi cosmos al máximo, Hyoga...
Ahora me incorporo, lo sujeto contra mi pecho, puedo sentir los débiles latidos de su corazón, estamos sentados, yo abrazándolo, él dormido.
Perdóname hermano, sé que te prometí que llegaría hasta el final, que no me daría por vencido, pero tengo que salvarlo, y arriesgaré mi vida si es necesario; daré mi vida, a cambio de la suya, después de todo ése es mi destino, morir sacrificándome, y que mejor que entregar mi vida por mi mejor amigo para lograrlo; no hay nadie que pueda detenerme, nadie me impedirá cumplir con mi destino, además, se lo prometí a Seiya y Shiryu, y no puedo decepcionarlos.
Hyoga... mi amigo, mi querido amigo, su hermoso cabello, sus labios, ahora congelados. ¿Qué es esto?, ¿por qué?, pensar así en él no es... ¿correcto? ¿Apropiado? Simplemente no debe ser
Me pregunto si se habrá dado cuenta, si sentirá el calor de mi cuerpo, me pregunto si puede sentir mi cosmos rodeándolo para salvarlo, mi pecho, refugiándolo, como yo lo he sentido alguna vez en sus brazos, en su pecho, como cuando éramos niños.
...
Recuerdo que Jabú me había pegado una de tantas veces y como siempre, mi hermano había acudido para ayudarme. Tatsumi llegó, y sin preguntar nada se lo llevó al sótano, para castigarlo.
Yo me encontraba solo en el bosque, luego llegó Jabú con otros niños... comenzaron a golpearme y a patearme y al final, los otros niños me dejaron viendo como sólo Jabú me pateaba con rabia. Lo último que recuerdo fue dolor, un pie en mis costillas, su expresión llena de odio, rodé por el suelo, algo duro en mi cabeza y luego todo se oscureció.
Sentía como si cayera al vacío, en medio de una oscuridad que me aterraba, cuando de repente, sentí una dulce tibieza rodear todo mi cuerpo. Lo único que hice fue aferrarme a esa tibieza, tan especial. No era mi hermano, el calor de su cuerpo era distinto.
Este calor irradiaba ternura, una ternura muy diferente a la de Ikki, además de que me sujetaba con fuerza, firmemente, pero con suavidad sin lastimarme, se sentía fuerte, no agresivo sólo… fuerte.
Entonces pude sentir algo suave limpiando mis labios, una caricia en mi pelo y en mi rostro, algo suave y tibio en mi frente, luego me sentí levantado en el aire por esa misma tibieza y fue en ese momento cuando perdí la conciencia.
Nunca me sentí tan seguro como en ese momento.
¿Qué pasa?, es como si, al desprenderse el frío del cuerpo de Hyoga inundara toda la estancia, enfriándola. Sin duda, el cosmos del caballero que congeló a mi amigo es muy poderoso.
Ah, comienzo a sentir frío. Hyoga, no te preocupes, todo va a estar bien, vas a estar bien, podrás demostrar toda tu fuerza, tu poder, tendrás la oportunidad de demostrar de lo que eres capaz, yo te daré esa oportunidad, mi querido amigo, mi querido Hyoga.
¿Querido? Basta, sólo estoy pensando tonterías, no debo hacerlo, no debe ser así, no así.
Cuando desperté, Ikki estaba a mi lado. Le pregunté qué era lo que había pasado, él me dijo que tú me habías salvado, se refirió a ti como el niño ruso, el extraño chico rubio que no hablaba con nadie.
Me recuperé pronto, como siempre, por alguna extraña razón, mis heridas sanan más rápido de lo normal; quizás es la manera de sobrevivir que la naturaleza les da a los débiles, decidí buscarte.
En realidad no fue tan difícil encontrarte, entrenabas justo como lo hacía mi hermano, en un árbol, la única diferencia era que él dejaba las marcas de sus puños y tú no.
Me acerqué, de repente, dudé y decidí alejarme, pero justo en el momento en que estaba por irme, volteaste. Nunca olvidaré esa primera mirada tuya: tus ojos eran azules, como el cielo despejado de la tarde, cristalinos y transparentes, como el agua pura de los ríos que bajan por las laderas de las montañas y tan profundos como el océano, cuyo borde es interminable y se confunde con el manto estelar por las noches.
Estabas confundido, y yo nervioso, ninguno de los dos supo qué decir, hasta que rompiste el hielo:
-Hola, eres Shun ¿verdad?
-S-si, bueno, yo sólo quería...
-Me alegra que ya estés bien, me diste un buen susto
-¡Oh!, si, yo quería decirte que... bueno, gracias.
-Si claro, no fue nada.
-Bueno yo... debo irme.
-No, espera, dime, ¿te gustaría comer un dulce?
-¿Tu tienes dulces?
-Si, bueno, se los robé a ésa niña Saori, se le cayeron cuando jugaba al caballito, ella tiene muchos y es muy tacaña, me molesta mucho que sea así, toma.
-Gracias Hyoga
-¿Sabes mi nombre?
-Si, claro
-Dime, ¿no te gustaría quedarte a platicar de... algo?
-Ajá, ¿por qué no?
Recuerdo que nos sentamos en la hierba, creo que en ése momento comenzó nuestra amistad.
Nos contábamos todo, inclusive había cosas que no le decía a mi hermano, pero te las contaba a ti.
Me hablaste de tu madre, y yo te hablé de la mía; compartimos los hermosos recuerdos que ellas nos habían dejado a cada uno, a ti, una cruz, a mí, una estrella.
Comienza a hacer frío, más frío, en realidad siento como si cada parte de mi cuerpo se entumeciera, como si me congelara poco a poco, pero esto no se compara con lo que tú has sentido, mi querido Hyoga. Tu rostro aún se ve pálido, pero tu hermoso cabello comienza a brillar de nuevo, dorado, como el Sol de verano, y tus labios, aún morados, aún congelados, tus labios…
...
Divago de nuevo, no debo, y aún así lo hago. Debo pensar en otra cosa, debo pensar…
...
El día que nos volvimos a encontrar, en el Torneo Galáctico, caminaba por los pasillos del Coliseo cuando vi que alguien salía de la oficina de Saori.
Eras tú, caminabas rápidamente, traté de alcanzarte.
-¡Hyoga!
-¿Qué? ¡Shun!
-Hola, hace tanto tiempo.
-Sí, seis años son mucho tiempo.
-Dime, ¿participarás en el torneo?
-¿Eh?, ah, si, así es, es más, en éstos momentos me toca pelear
-¡Vaya!, entonces... suerte.
-Has crecido mucho.
-¿Qué? Ah, si, un poco.
-Y sin embargo no has cambiado nada, te sigues sonrojando por todo.
-¡Déjame en paz!
-¿Qué?
Comenzamos a caminar juntos por el pasillo.
-Así que ahora eres el caballero de Andrómeda.
-Sí, así es.
De repente comenzaron a escucharse los aplausos de la gente.
-Hyoga creo que deberías apresurarte.
-¿Qué? Ah, si.
-¿Qué tienes?, te veo distraído, ¿te sientes bien?
-Si, claro, muy bien
-Entonces ve.
-Si, nos vemos luego.
-¡No vayas a perder!
-¡No lo haré!
Hyoga, siempre tan gracioso, tan atento, tan...
Hyoga, mi querido Hyoga, mi Hyoga...
...
Hace más frío que antes, comienzo a sentirme débil, ya no puedo más.
Su pecho, puedo sentir como su corazón late cada vez más lento, debo hacer algo, o él morirá, debo esforzarme más, no puedo abandonarlo ahora, él nunca me abandonó, nunca.
...
-Shun, ¿qué sucede?
-Este era el árbol donde entrenaba mi hermano.
-Lo sé
-¿Cómo me encontraste?
-Es que siempre vienes aquí.
-Debes pensar que soy un idiota
-No, claro que no, dime ¿viniste aquí a desahogarte verdad?
-Es que ése es el problema, no puedo, por más que intento no me salen las lágrimas.
-Shun. Ven, sentémonos.
-¿Aquí, en la hierba?
-Sí, ven.
Nos sentamos bajo el árbol, de repente, sentí la necesidad de abrazarte, ¿acaso te diste cuenta?
-Ven aquí.
Me tomaste entre tus brazos, y en la tibieza de tu pecho comencé a llorar.
-Eso es, Shun, llora, es necesario que te desahogues, puedes llorar todo lo que quieras, para eso estoy aquí.
-¿Por qué? ¿Por qué tuvo que irse?
-No lo sé Shun, no lo sé
Acariciabas mi espalda, mi cabello, me apretabas firmemente contra tu pecho, depositabas suaves besos en mi pelo.
-No quiero estar sólo, suena tan estúpido, pero tengo miedo de estar sólo.
-No estás sólo, yo estoy aquí, contigo.
Levanto mi cabeza, tus ojos se encuentran con los míos.
-Prométemelo, prométeme que nunca me dejarás.
Un beso en mi frente.
-Te lo prometo.
Y volví a tu pecho, y lloré como nunca, podía sentir tu calor, tus caricias, me cansé de tanto llorar.
No recuerdo cómo, o en qué momento, pero me sentía tan seguro que me quedé profundamente dormido entre tus brazos.
...
Ya no puedo más, me siento débil, Hyoga, puedo descongelar tu cuerpo, pero mi cosmos no llega hasta tu corazón, se está deteniendo.
Hyoga, mi amado Hyoga.
¿Qué es esto? ¿Por qué pienso así en él? No, no puede ser, él es mi amigo, pero esto que siento. No lo creo, ¿cómo puede ser posible?, él es un hombre, yo también, y sin embargo...
Hyoga, mi amado Hyoga, mi amor.
Sí, eso es, amor.
Ahora lo entiendo todo, por eso éstos sentimientos, por eso éstos pensamientos, por eso éstas emociones.
Hyoga, mi amor.
¡No!, su corazón se detiene, ¿qué voy a hacer?
¡Dios!, por favor, no te lo lleves, no lo alejes de mí, no ahora, no ahora que sé que lo amo con toda mi alma.
Hyoga…
Ya no puedo más, mi cosmos se apaga, pronto moriré, y sin haber podido hacer nada, moriré en vano, sin poder ayudarte, mi amor. Moriré ahora, sin poder decirte la verdad, sin poder tocarte, sin poder besar tus hermosos labios, sentir el calor de tu interior...
¡Es verdad! ¿y si lo intentara así? Si, quizás resulte, es mi última oportunidad de salvarte; llenaré por dentro tu cuerpo con mi cosmos, de esa manera, tu corazón podrá entibiarse y latirá de nuevo con toda su fuerza.
Vamos, es el último esfuerzo; lo tomo con más fuerza entre mis brazos, acomodo su nuca, en mi mano, lo miro, observo su rostro, acaricio sus mejillas, su pelo, levanto su barbilla, me acerco, cada vez mas cerca, más cerca, más...
-Te amo- ojalá me hubieses escuchado.
Deposito mis labios en los tuyos, fríos, aún congelados, se van calentando poco a poco.
Enciendo mi cosmos al máximo, hago que pase por tu boca.
¡Ahhh! ¿Qué es esto? Es como si toda la energía helada de su cuerpo comenzara a desprenderse en lugar de desvanecerse y al no tener lugar a donde ir, se refugiara en mi cuerpo ¿Acaso es éste el poder del caballero que hizo esto?
Está tan frío, la heladez comienza a inundarme. ¿Pero qué es esto? Este sonido es: su corazón, comienza a latir otra vez, ¡lo estoy logrando!
No quiero soltar sus labios, pero debo hacerlo, si despierta y me encuentra así, quizás me odie para siempre. Hyoga, mi amor, ya no puedo más, desearía poder verte antes de morir.
Mi cosmos se apaga, como una linterna que centellea justo antes de fundirse y perderse en la oscuridad para siempre. El frío me quema por dentro, ya no tengo fuerzas ni para hablar.
Tan sólo te abrazo más fuerte, acomodo mi cabeza sobre la tuya.
Mis ojos se cierran, mi boca se abre.
Adiós Hyoga, adiós, mi amor.
-¡Ahhhhhhhhhhhh!- (explosión)
.
.
.
NOTA DE LA AUTORA.-De acuerdo, quizá demasiado meloso, pero ¡hey!, ¡es romance!
Saludos a todos!
