*Los rumores son proposiciones diseñadas para ser creídas, y que se transmiten de persona a persona, habitualmente de forma oral, sin que existan datos para comprobar su veracidad.

Era normal, y sí, es lo más normal del mundo, a muchos no les gusta, a otros realmente les desagrada, a otros no les importa, y hay otros, muchos otros, más de lo que se quiere admitir, a los que le gusta.

Una de ellas era Rhonda Wellington Lloyd, sí, así con todas las letras, porque ella se lo ganó, a través de valentía, y sí, con valentía, porque eso de andar por el mundo sin que te importe a quien pisoteas o los sentimientos de los demás, es de personas valientes, estúpidas, pero valientes. Rhonda es la persona a la que acudes si tienes dudas sobre lo que pasa en este salvaje mundo llamado preparatoria. Todos le tenían un nivel de respeto que muchas veces se confundía con miedo y hacía que te anduvieras con cuidado con ella.

Rhonda era la reina de los rumores, la reina del chismorreo preparatoriano que consume la vida de las chicas superficiales a las que les importa el "qué dirán", y por supuesto y por consecuencia, la pieza más importante que se movió para que los acontecimientos de ese día se llevaran a cabo.

Del otro lado de la escuela, en su parte menos popular, se encontraba una chica con cabello negro, mucho más tranquila pero mucho más inteligente que la antes mencionada. Se disponía a reunirse en secreto, cómo muchas otras veces, con su novio. Secreto es una palabra muy grande, porque en esa escuela no había muchos secretos reales, había "secretos" a voces, pero que por una u otra razón no se hablaba de ellos. Nada pasaba desapercibido para Rhonda Lloyd y esté era uno de los casos. Pero Lloyd guardaba silencio, llámenlo amistad, llámenlo desinterés, pero de su boca no se había escuchado nada sobre ese amorío.

Se reunían todos los viernes para esas citas secretas, para decirse cosas de novios y amarse para siempre, aunque solo hubieran pasado dos meses. Dicen que el amor nos hace más tontos y debe ser verdad porque Pheobe jamás espero que en ese instante la puerta del armario se abriera para descubrir a una Rhonda sorprendida. Se miraron los tres durante varios segundos que a su parecer pasaron como minutos, hasta que Pheobe reacciono y la jaló fuera de la vista de Gerald quien seguía estupefacto.

—Esto no es lo que parece Rhonda, déjame explicarte. —La miró con los ojos llenos de preocupación, conocía a Rhonda perfectamente y sabía que solo había dos opciones, la numero uno era sobornarla y rezar por qué lo que le va a ofrecer sea mejor que este chisme, o mentir esperando que le creyera, era desesperado, pero valía la pena intentarlo porque la primera opción no era posible.

—Pheobe querida, no hay nada que explicar. —y soltó esa sonrisa llena de satisfacción— Me retiro para que continúes con lo que estabas haciendo. —Con eso le guiño el ojo y se dio la vuelta, cuando el fuerte agarre de Pheobe la detuvo, lo cual le borró la sonrisa y la llenó de curiosidad.

—Rhonda, escúchame. No es lo que parece. —Se veía acorralada detrás de esa sonrisa malvada de Rhonda y empezaban a atragantársele las palabras en la garganta— Le estoy haciendo un favor a una amiga.

Esto se tornó interesante. Rhonda sabía perfectamente que era mentira, pero era demasiado jugoso para dejarlo pasar. De ninguna manera podía dejar pasar cualquier cosa que la reservada de Pheobe pudiera decirle. Esto estaba por ponerse divertido.

— ¿Y Helga que quería de Gerald? Porque todos sabemos que Helga es a la única que consideras amiga, además no veo por qué ella no puede pedírselo ella misma. ¿La gran y fuerte Helga no puede hablar con Gerald?

Esto hizo sudar a Pheobe, y ya sabía por dónde pintaba la cosa. Rhonda siempre estaba sedienta de chismes y por esa razón sabía que no lo dejaría pasar así porque sí. Pero ese maldito nerviosismo la estaba consumiendo viva.

—No, no podía decirlo ella, porque le daba mucha pena — "¡¿Qué?!"

—Así que de daba mucha pena, Pheobe acaso estas insinuando que a Helga le gusta Gerald. —Eso era hilarante, no solo por el color pálido que tomo Pheobe en la cara, sino porque no había en la escuela dos personas que se soportaran menos que Helga y Gerald. —Oh Pheobe, eso es magnífico, dile a Helga que espero que su amor sea correspondido.

—¡¿El amor de Helga sea correspondido?! ¿Helga tiene la habilidad de sentir? —Preguntó Nadine saliendo del baño. Esto iba a ser feo, muy feo. —¿Escuchaste eso Lila? a Helga le gusta Gerald

—Por supuesto que tiene sentimientos Nadine, ya sospechábamos que alguien le gustaba… ahora sabemos quién. —Nada era cierto, sabía que prácticamente puso esas palabras en la boca de Pheobe, y el que ella se quedara pasmada ayudaba mucho. No quería ser así con Pheobe, ella mantenía sus asuntos fuera de los suyos, pero Helga era otra cosa. Helga se la debía, oh sí que se la debía y esta era la oportunidad perfecta para cobrarla. —Vámonos chicas, aún tenemos cosas que hacer, chao chao Pheobe.

Era el fin. Su fin. Solo veía como todas a su alrededor se esparcían y empezaba a pensar cómo podría comenzar su testamento. Tenía que hablar con Helga a la de ya.

Mientras tanto, una muy cansada y mojada Helga Pataki caminaba a su lugar para tomar una de sus clases. No estaba de humor, el entrenamiento había sido duro, el entrenador les dijo que si querían competir en las finales tenían que ponerse a practicar cómo si no hubiera un mañana. Así que de malas y recién bañada, iba a enfrentar su destino sin saber lo que le deparaba.

Pudo sentirlo, como el aire frio que rosa las mejillas a primera hora de la mañana, así se sentía el silencio sepulcral en que acaba de entrar. Era extraño porque todos la miraban expectantes y con el miedo característico en sus ojos al verla. Caminó a su lugar y al tomar asiento todos comenzaron a murmurar y a voltear a verla de reojo. Debía estar soñando, o muy muy cansada, porque nadie en su sano juicio se atrevería a hacer lo que cree que están haciendo. Cómo su única fuente de información se acercó a Gerald. Esos murmureos comenzaban a irritarla.

—Shssst shssst

—No me "shssst shssstees" ¿Qué quieres Pataki?

—¿Estas en esos días del mes o qué te pasa Johanssen?

—¿Me puedes decir a qué se debe tu honorable falta de indiferencia hacia mi persona?

— ¡Qué propio, que bárbaro! Dejaré pasar tus cambios de humor si me dices a que se debe tanto cuchicheo

—Helga GERALDINE Pataki interesada en un chisme. Pensé que nunca vería el día.

—Y jamás verás nada más si vuelves a llamarme por mi segundo nombre, ahora dime que es lo que está pasando antes de que pierda la paciencia.

—Ya, ya… No lo sé, desde que entraron están así. ¿Tú no sabes nada más verdad? —Había un tinte de nerviosismo en su voz, pero Helga lo pasó por alto.

—Si supiera algo, no tendría razón para dirigirte la palabra genio. Ahora cómo no tienes nada que decirme aléjate de mí, me vas a pegar las pulgas.

—Muy madura Pataki.

Al momento en el que Helga regresó a su lugar notaron como todos estaban mirándolos fijamente, está muy cansada, muy muy cansada y estaba dudando en dejarlo pasar o no, cuando por fin iba a decir algo entró el profesor y tomó su lugar. Pasaron cinco minutos de clases cuando se vio interrumpida.

—Profesor, puedo hablar con Helga Pataki, es muy muy urgente, si no fuera así de urgente yo…

—Sí, cómo digas, Pataki, la buscan. —Hay personas que nacen para ser maestros… otros no tanto.

Al salir, se veía que la cosa no pintaba bien, Pheobe estaba pálida y le sudaban las manos "ew", pero lo más curioso era esa mirada culpable que no podía ocultar. En sus diecisiete años de vida jamás había mirado a su mejor amiga lucir tan culpable.

—Pheobe, hermana ¿Qué te pasa? ¿Te sientes bien?

—No, no me siento bien, acompáñame, tenemos que hablar.

—"Tenemos que hablar" ¿No vas a terminar conmigo cierto?

No hizo falta un intento para ahogar su risa por su chiste malísimo, la mirada de Pheobe lo dijo todo, así que lo intentó de nuevo.

—Cielos, sí vas a terminar conmigo. ¿"¿No eres tú, soy yo"?

—Helga —Primera advertencia.

—Voy a cambiar… lo juro.

—Pataki... —Segunda advertencia.

—Quiero la mitad de nuestras propiedades, y visitar a los niños cuando quiera.

—Helga Geraldine Pataki, saca la cabeza de tu trasero y escúchame por primera vez en tu vida. —Quedó fuera.

Llegaron al baño de niñas y ahí Pheobe tomó aire para hablar. Sabía que esto no sería fácil, pero iba a intentarlo, moriría ahí mismo, y solo quería ver a Gerald una vez más antes de su inevitable muerte.

—Esparcí un rumor sobre ti. —Directo al grano.

—¿Qué tú qué? ¿Por qué? —Aún no había molestia, solo sorpresa, pero la cosa de podría fea.

—Bien, te lo explicaré, pero antes quiero que sepas que todo fue sin querer, y fui presa del pánico, tú sabes cómo soy y sabes bien qué-

—Pheobe, dilo ya. —Advertencia número uno.

—Esto va a ser difícil Helga, pero… soy novia de Gerald.

— ¡QUÉ!

—Llevamos dos meses.

— ¡DOS MESES!

—Y nos queremos mucho

— ¡Y SE QUIEREN MUCHO!

—Puedes dejar de repetir lo que estoy diciendo por favor —Suplicó —Esto es importante, te necesito aquí conmigo.

—Sheeez. Bien, primero, déjame salgo del shock inicial, bien, ahora explícame por qué yo —énfasis— tu mejor amiga de toda la vida, no sabía que andabas con pelos necios.

—Nadie lo sabe Helga, mis padres no quieren que tenga novio porque este es el último año de preparatoria, el siguiente comenzaré con la universidad y no quieren que me distraiga, pero es que yo amo tanto a Gerald que no pudimos evitarlo.

—Criminal, no quiero saber los sucios detalles, bien. Acepto eso, sólo porque eres mi amiga, ahora explícame que tiene que ver todo eso con el rumor que empezaste sobre mí. Espera —Silencio, sí, Pheobe sabía que Helga podía ser muy suspicaz si se lo proponía y al parecer ya era hora de colgar los tenis— No lo hiciste, amiga, Pheobe, hermana… dime que no lo hiciste. —Y ahora el pánico se apoderó de ella.

—En serio, no tengo idea de cómo pasó, Rhonda estaba aquí y-

—¿Rhonda? Esa rata metiche tenía que estar detrás de todo esto. ¿En serio? ¿Yo y el inútil ese? Sin ofender Pheobe —Pheobe hizo una señal de que no le importó— ¿Por qué Pheobe? ¿Por qué la vida es así?

—Helga, necesito que no vayas a decir nada, por favor, nadie se puede enterar que Gerald y yo somos novios.

—Pheobe ¿En serio quieres que todos piensen que estoy enamorada de tu novio?

—No tengo otra opción, y tú tampoco. Las escuché decir que ya sospechan que te gusta alguien, y si no quieres que algún día se enteren que te gusta el helado, más vale que sigas la corriente.

—¿Qué? ¿Y ellas cómo saben eso? —Entre la espada y la pared es el dicho que define mejor a la sensación que tenía Helga en esos momentos.

—Rhonda tiene sus modos. En fin, ¿Qué prefieres? Que crean que Gerald es el que te gusta, o qué en verdad lo averigüen.

—Sobre mi cadáver Rhonda Lloyd va a enterarse de quien me gusta. Primero tengo que matarla.

—¿Qué? Helga… No.

Pero fue demasiado tarde, ya había partido y era hora de rezar por que Rhonda no sufriera mucho. Sólo un milagro podría salvarla. Un milagro llamado Arnold.

Casualmente, Arnold y Rhonda estaban sentados juntos hablando de su próximo proyecto escolar cuando una Helga colérica se detiene en seco. Este no es su día, primero el entrenamiento, luego el rumor, y para rematar su adorado cabeza de balón con la maldad en persona.

—Rhonda, ¿podemos hablar? —Si no hubiera hablado entre dientes a lo mejor disimulaba su disgusto, pero eso hasta Arnold lo pudo notar.

—¿Estas bien Helga? —Maldito bonachón preguntón.

—Sí Arnold, un minuto Rhonda, a solas.

—Estoy ocupada querida, en unos momentos más podría...

—¡Nada de podría! Ven para acá ahora. —Hasta Rhonda sabía que cuando Helga estaba de ese humor, era mejor seguirle la corriente, no podía regresar a la escuela con un ojo morado.

—¿Qué quieres Helga?

—Quiero que desaparezcas ese rumor, pero ya.

—No se va a poder

—¿Como que "no se va a poder"?

—Pues así, no quiero.

—No retes mi paciencia Rhonda

—Eso debiste pensarlo antes de arruinar mi última fiesta

—supéralo! ¿Quieres? Te lo digo por última vez, desmiente el rumor.

—No. Tienes dos opciones Helga, o aceptas el rumor calladita y esperando a que sólo desaparezca, o me veré obligada a intuir por qué Pheobe y Gerald estaban encerrados. Y mejor aún, si Gerald no es la persona que te gusta, lo buscaré hasta el fin del mundo y lo encontraré. Decide.

Las llamas del coraje estaban haciendo estragos en ella, sólo una bofetada, una bastaría para ponerla en su lugar, pero Pheobe, no podría hacerle eso a ella. Ha hecho mucho. Es una amiga incondicional y esta es su oportunidad de pagarlo.

—Bien... Me gusta el estúpido ese. —Soltó entre dientes.

— Lo siento querida, no escuche.

—¡ME GUSTA GERALD!

Todos escucharon, eso lo confirmaba, el rumor de la mañana resultó ser real y comprobado por la mismísima Helga

—¡¿Qué?! —Grito Arnold

—Sí —Dijo Pheobe

—¿Quien? —Preguntó Gloria

PUM hizo Gerald.


No me maten, sí, inicié una historia nueva sin terminar la otra, pero qué puedo decir, me pareció algo ligero, porque planeo hacer este fic ligero. A demas tengo la intencion de hacer otro fic mucho más doloroso pero esa es otra historia, literalmente. Espero que esto les guste, les mando muchos saluditos y mis millones de gracias por su apoyo. Ya sabes, nada me pertenece blah bleh blah