NOTA IMPORTANTE: No soy muy amiga de los crossover, pero no pude evitar hacer este luego de que Jochem me comentara sobre robots controlados por dos pilotos conectados en sus mentes (la mía de inmediato dijo "oh, imagina eso con Heero y Duo"). Este fic está orientado a las fans de Gundam Wing, más que a los fanáticos de Pacific Rim.
La película Pacific Rim o Titanes del Pacífico está ambientada en la década de 2020, pero yo he situado este espacio 10 años después del término de la guerra en Gundam Wing (25 de diciembre AC 196), es decir, este fic está situado AC 206. Cabe destacar que como verdadera fan del universo de GW, rechazo totalmente la existencia de Frozen Teardrop. Este desinterés está fundado en que, en el momento de fama de GW, Ikeda y Sumisaza transparentaron —incluso en entrevistas— tener una estrategia sexual, difundiendo imágenes oficiales heteros y homosexuales de varias parejas (es así como hay varias de Heero con Relena, pero también de Heero con Duo en sugerentes posiciones), es decir, no hay PAREJAS OFICIALES en la serie, sino que es parte de una estrategia para atraer mayor público, quienes podían armar las parejas a su gusto. Frozen Teadrop me parece más un mal intento por conseguir dinero fácil, prácticamente no calza con nada de la serie original y para peor, ni siquiera calza con las personalidades de los propios afectados. En otras palabras, es una basura que no merece ser tomada en cuenta como parte del canon de esta serie.
RECUERDEN: A.C. significa After Colony, es decir, después del comienzo de las construcciones de las colonias espaciales. Por favor, no lo traduzcan como "antes de las colonias", como he leído por ahí.
DECLARACIÓN: Nada de lo que aquí hay me pertenece. Todo lo que aparece de Pacific Rim pertenece a los Estudios Warner Bros y a Legendary Pictures, además de Guillermo del Toro y Travis Beacham. Todo lo referente a Gundam Wing pertenece a Sunrise. Con suerte salió de mi mente eso de tenerse ganas el uno al otro.
Crossover entre la película Titanes del Pacífico y la serie Gundam Wing.
Los pilotos Gundam han sido enlistados para constituir la última gran defensa frente a un nuevo ataque de los kaijú.
[Rainting: NC-17]
"La última defensa"
I
El sol se estaba alejando, huía veloz por detrás de los edificios que constituían la única vista que tenía desde la ventana de su departamento. Era una vista muy triste si tenía que ser sincero consigo mismo. No sabía por qué había acabado en un ciudad hecha de puro cemento y metal, alejado completamente de los paisajes naturales que podían hacerlo feliz. Quizás debía considerar la posibilidad de que se encontraba allí esperando que apareciera un kaijú. La ciudad tenía todas las condiciones necesarias: una gran población para exterminar y una magnífica entrada desde el océano Pacífico, así que solo era cosa de tiempo para que el bicho apareciera.
No sabía exactamente por qué quería estar frente a uno de ellos, si eso era como danzarle en pelotas a la muerte. Tal vez era la impotencia de no poder hacer nada frente a la invasión. Era increíble el haber sido tan útil en una guerra anterior y tan inútil en la presente.
La guerra entre la tierra y las colonias había concluido definitivamente hace diez años, cuando el cuartel de Marimeia Khushrenada había sido destruido. Luego de eso, había compartido con Trowa y Quatre una copa de líquido invisible y un refugio temporal con Wufei y Heero, pero a los pocos días todos se habían lanzado a su propio camino, sin dejar rastros ni contactarse con los otros. De ese modo habían pasado diez años, diez años que él había gastado vagando de aquí para allá, sin asentarse nunca ni permanecer más de un año en el mismo sitio. Disfrutaba de la paz que encontraba donde se dirigiera, pero aquel escenario cambió drásticamente a principios del año A.C. 206.
Frente a toda lógica, desde un abismo en el océano Pacífico habían comenzado a brotar seres que nada tenían que envidiarle a las antiguas películas de Godzilla, las que hasta entonces solo eran un tesoro del cine anterior incluso a la creación de las colonias. Fueron bautizados como Kaijús: eran unos verdaderos monstruos -superior en cinco veces al tamaño de los Gundams-, que habían comenzado a arrasar ciudad tras ciudad, con el claro objetivo de exterminar a la humanidad.
—¿Quién podría haber previsto esto? —se preguntó, balanceándose en el marco de la ventana donde se encontraba sentado.
—Nadie —se respondió a sí mismo, pero los seres humanos ponían todo su esfuerzo en sobrevivir, por suerte, y habían creado a los jaeger, gigantescas máquinas humanoides controladas por dos pilotos cuyas mentes estaban unidas por un puente neural. Las luchas de los jaeger con los kaijú no tenían nada que envidiarle a las que él había tenido en sus mejores momentos con sus enemigos, pero sin duda eran más populares: cada vez que un jaeger vencía y era transmitido por televisión, los gritos de todos los vecinos eran ensordecedores. Esa realidad no cambiaba, no importaba en qué ciudad se encontrase.
En algún momento de la batalla, los jaeger habían comenzado a perder y más ciudades fueron arrasadas. Se intentaron crear muros gigantes y armas militares de gran potencia, pero nada era suficiente para detener los continuos ataques de kaijús nivel 3 o 4, los que habían comenzado a atacar en pares. La población mundial había pedido a gritos que los jaeger volvieran a defenderlos y ese era el escenario que se veía hasta los días actuales.
Tenía tantas ganas de luchar que a veces azotaba su frente contra una muralla para tranquilizarse. Sabía que era imposible. Para pilotear un jaeger, los pilotos tenían que tener un fuerte lazo sentimental, el que solo podía ser posible de obtener rápidamente de padres a hijos o entre hermanos.
—Eso es lo que me falta —rió en su mente— un padre o un hermano para poder luchar.
Tres exigentes golpes en la puerta lo sacaron de sus cavilaciones. Grande fue su sorpresa al abrir y encontrarse frente a frente con el mariscal Herc Hansen, quien comandaba a los jaeger de todo el mundo.
—Duo Maxwell —dijo con voz agradable, pero demandante—. ¿Puedo pasar?
Duo sonrió.
—Claro, me mata la curiosidad —dijo, haciéndose a un lado y observó cómo el mariscal caminaba hasta el centro de la habitación, observaba todo el lugar de un solo ambiente y luego se volvía hacia él.
—Vives en una ratonera, hijo.
Duo no pudo evitar soltar la carcajada.
—Hogar temporal —puntualizó— lo que aquí ve no representa mi estilo de vida real.
Cerró la puerta tras cerciorarse que nadie más se encontraba allí. Quedaron frente a frente, ambos midiéndose. Duo aprovechó para observarlo con detalle, se veía joven, a pesar de que daba la impresión de tener sus buenos años. Su rostro era apacible, no el que uno esperaría de quién perdió a su hijo seis meses atrás en batalla. Chuck Hansen se había sacrificado junto con el antiguo mariscal Stacker Pentecost, para sellar el portal de donde surgían los kaijú. En vano, ciertamente, porque no había demorado -más que esos mismos seis meses- el abrirse otro portal cercano y las invasiones habían comenzado a ser peores.
—He leído tu expediente —dijo el mariscal—. Eres un hombre inteligente. Imagino que no es necesario explicarte por qué estoy aquí.
—Eso puede no ser cierto —respondió Duo—. Creo que prefiero escuchar la explicación. ¿Café? —preguntó y ante el asentimiento del almirante, caminó en dirección a la cafetera, la que llenó de granos de café—. Es decir, no me malinterprete —continuó, ante el silencio, aún de espaldas a él—: puedo hacerme un par de ideas de por qué está aquí, tengo un buen historial después de todo. Pero hay elementos que no me cuadran.
—Comprendo. Es simple: quiero que seas uno de los pilotos de un jaeger.
Duo sonrió mientras la cafetera terminaba su proceso.
—Esa parte me la vi venir. Es lo que me falta lo que no comprendo —dijo entregándole una taza con café cargado. No ofreció azúcar ni leche, pero el almirante no hizo ninguna observación al comenzar a beber el líquido negro.
—No te preocupes, no es imposible que conectes con alguien que no tenga un parentesco contigo. Hay un precedente, como imagino sabrás. Raleigh Becket y Mako Mori están en servicio activo. Son el único equipo que ha logrado esto con excelencia, pero no se necesitan más ejemplos para afirmar que es posible.
—Perdón, almirante, por lo que voy a preguntar, pero quiero comprender bien el escenario —se disculpó de antemano, dándole un sorbo a su propio café—. Tienen que estar bastante desesperados para buscarme a mí, en vez de entrenar nuevos parientes para el trabajo, ¿no es cierto? Pero por otro lado, en televisión se muestra que cuentan con excelentes pilotos los que son exitosos en batalla. Lo que me lleva a pensar que no me necesitan. No sé cuál es la realidad que debo creer.
El almirante tomó todo el restante contenido de un solo trago y se movió hasta dejar el tazón en el lavaplatos.
—Los equipos mueren más rápido de lo que podemos entrenar nuevos. Ciertamente los grupos de padres-hijo o hermanos han dado rápidos y excelentes resultados, pero necesitamos más equipos ahora mismo. Se han pronosticado ataques dobles más seguidos y posiblemente ataques triples de kaijú nivel 4 —explicó—. Requerimos formar la última barrera entre la humanidad y ellos. O todo se irá al demonio. Ese es el escenario real. No podemos mostrar eso por televisión, ¿no es cierto?
Duo sonrió y negó con la cabeza, confirmando que no podían.
—Gracias por su honestidad, almirante.
Ahora comprendía que le habían buscado por su habilidad y experiencia en batalla. De esa forma podrían crear otro equipo a la brevedad.
—¿Se nos unirá?
—Claro, lo de morir bien rápido me ha sonado atractivo —dijo riendo y le estrechó la mano—. Cuente conmigo.
—Muy bien, muchacho —el almirante sacudió su mano con gusto para luego soltarla—. No esperaba menos de los ex pilotos gundam.
Duo se encogió de hombro ante el cumplido.
—Aunque ahora solo me preocupa la parte de tener a alguien desconocido metido en mi cabeza. ¿No pueden ajustar el sistema para que lo pilotee solo?
—Créeme, intentando eso sí que morirás bien rápido, el sistema es más de lo que puede soportar un ser humano —el Almirante le dio la espalda, rumbo a la puerta—. Pero no será alguien desconocido. Pretendemos que te emparejes, según tu afinidad, con alguno de tus ex compañeros.
—No joda, ¿también han aceptado?
—Desde ahora cuide su vocabulario, soldado. Acabo de tomarlo en mi mando —gruñó el almirante, abriendo la puerta.
Duo se cuadró risueño. El año que había vivido en España definitivamente había afectado su vocabulario.
—Y también han aceptado. Usted es el último que faltaba.
Asintió alegre por la noticia. En un segundo ya había recordado todo acerca de los otros cuatro pilotos y según sus predicciones, seguro le tocaría con Quatre, con él nunca había tenido problemas para conversar. La idea de tenerlo a él en la cabeza no era tan molesta. Incluso podría curiosear en cómo eran los recuerdos de un niño rico, versus sus recuerdos de niño rata.
—Gran noticia. ¿Cuento con cinco minutos para recoger algunas cosas?
—No, soldado. Tenemos en la base todo lo que pueda necesitar.
Duo asintió y con una última profunda inspiración, siguió al almirante, cerrando la puerta a sus espaldas.
II
En menos de seis horas Duo ya se encontraba aterrizando en la base central de Tokio, donde construían los jaeger y entrenaban los nuevos pilotos que defenderían la población mundial. Luego eran enviados en grupos a otras bases alrededor del océano pacífico, para estar siempre preparados para un posible ataque. La interacción con el almirante Hansen había sido breve. Ya en la nave, luego de que él le comentara algunos recuerdos de sus tiempos en un jaeger, Duo no había podido evitar decir:
—Señor, si me permite decirlo, su hijo murió valientemente. Tiene toda mi admiración.
—No necesito que nadie me diga eso —había cortado él, de forma terminante—. Sé exactamente lo que Chuck Hansen significó para la humanidad. Al igual que el mariscal Stacker Pentecost. Sin él, nos habríamos extinguido cuando todo esto comenzó.
La irritación en su voz le hizo saber a Duo que era mejor callar por el resto del viaje. Al descender de la nave fue llevado rápidamente a su habitación, donde le indicaron tomar una ducha y presentarse en diez minutos en la sala de pruebas ya vestido con su uniforme. No recibió indicaciones de cómo llegar a la mencionada sala, pero dejó ese problema para después.
Siete minutos más tarde ya salía de su habitación. Se encontró de frente con Quatre Raberba Winner, vestido con el mismo uniforme que ahora él llevaba.
—Duo, ¡qué gusto me da verte! —exclamó el rubio, estrechándolo en un abrazo que él devolvió.
—Lo mismo digo, amigo. Cuanto tiempo ha pasado —rió, tomándolo por los hombros, lo miró de arriba a abajo—. Se te notan los diez años más que tienes encima —molestó.
Era cierto, Quatre era el mismo chico rubio que recordaba, pero estaba más alto y su rostro había adquirido algo más de madurez.
—¿En serio? No siento que haya cambiado mucho, a pesar de tener veinticinco años. Tú tampoco pareces haber cambiado. Estamos más altos, ¿es todo, no?
—Quién sabe si es todo —rió Duo.
Quatre le hizo una seña para que le siguiera.
—Vamos, nos esperan en dos minutos.
—Me imagino que si nos retrasamos, Hansen nos degollará vivos. No recuerdo tanta disciplina militar ni siquiera en los ejércitos que combatimos.
—Es cierto —asintió Quatre, caminando a paso rápido—, pero así debe ser. Él lidera mucha gente que debe trabajar en esto, a pesar de que el riesgo de morir es sobre el 80%
—Bueno, ese riesgo no será un problema para nosotros.
—No lo será —afirmó Quatre—, por eso mismo creo que fuimos sacados de nuestro retiro. Aquí es.
Duo entró en una amplia habitación alfombrada. Del otro lado se encontraba el almirante y el equipo que reconoció como Mako Mori y Raleigh Becket. A la derecha, estaba Heero, Trowa y Wufei, quienes clavaron sus miradas en él. Duo les sonrió ampliamente.
—Hola, muchachos. ¿Qué se creen ustedes sin haber llamado en tantos años, eh? —le reclamó, acercándose a ellos, pero fue interrumpido por la fuerte voz del almirante.
—Deje los saludos para después, Maxwell. Vamos a comenzar con la prueba para elegir los grupos.
Un sujeto con aspecto de pocos amigos se acercó a cada uno de los ex pilotos gundam y les entregó a todos un kali o palo filipino, una especie de bastón de madera largo. Duo supo de inmediato que iban a combatir y su impresión fue confirmada con las próximas palabras de Hansen.
—Los primeros que pelearán serán 04 y 02 —dijo el almirante—. El ganador será el primero que logre cuatro puntos. Los tocados o puntos se pueden conseguir embistiendo con la punta o golpeando con el borde. Se considera blanco válido el torso, la cabeza y los brazos. Comiencen.
—¿04 y 02? —repitió Duo, levantando una ceja.
—Es más corto que nuestros apellidos, ¿no? —respondió Quatre, pasando por su lado para posicionarse en el centro. Duo se le acercó sonriendo ampliamente.
—No te tendré piedad, amigo, prepárate.
—Lo mismo digo —afirmó Quatre, poniéndose en guardia.
Duo atacó desde arriba y ganó un punto al parar junto al cuello de Quatre, quien contraatacó intentando darle en la cabeza, situación que Duo aprovechó, maniobrando con maestría para sacarle otro punto desde el torso. Quatre logró repuntar consiguiendo un tanto con la punta de su kali contra uno de los brazos de Duo, pero el encuentro terminó rápidamente con dos toques más de parte de Duo. Todo se definió con un 4-1 a su favor, dándolo como ganador con facilidad. Ambos se saludaron con una reverencia y luego estallaron en carcajadas.
—Tú deberías ser mi pareja, disfruto luchar contigo. Además que puedo adivinar casi todos tus movimientos.
Quatre rió.
—Lo mismo digo.
—Eso lo decido yo, 02 —intervino el almirante—. Siguiente, 04 contra 03.
Trowa dio un paso adelante y Quatre le sonrió ampliamente antes de ponerse en guardia. A Duo no se le pasó por alto que Quatre estuvo algo turbado al comenzar el encuentro, por lo que pensó que no le sorprendería en nada que Trowa le ganara por paliza. Sin embargo, eso no sucedió. Quatre mostró una fiereza que no había dado ni luces al pelear con él, y a pesar de las notables piruetas de ataque de Trowa –que le recordaron su aspecto circense–, el encuentro fue detenido por el almirante tras siete minutos de no poder acertarse puntos. Fue declarado un empate.
—Vaya, tenías más ahí —le dijo Duo a Quatre, cuando él llegó a su lado.
Quatre se encogió de hombros avergonzado.
—No quería perder contra él —confesó.
—¿Por qué?
Quatre se encogió de hombros y se sentó en el piso. Duo le puso atención al próximo encuentro anunciado, 01 contra 05, donde en poco más de un minuto Heero ganó, sin inmutarse, por un aplastante 4-1. Wufei se retiró a un rincón, evidentemente picado. Algo en Duo comenzó a gruñir en su interior al ver la fuerza y habilidad demostrada por Heero. Fue la atracción de un reto.
—Próximos, 01 y 04.
—No, ya que está Heero aquí, déjemelo a mí —gritó Duo, parándose frente a Heero desafiante, lo atacó sin avisar, a lo que él respondió con un movimiento defensivo y otro ofensivo.
—Deténganse —ordenó el almirante, pero ninguno de los dos se detuvo, continuaron atacándose con fiereza. Duo reía al esquivar los intentos de toque de Heero y este fruncía el ceño cuando Duo estaba casi por darle. Fue una lucha intensa que solo se detuvo cuando el almirante gritó que era un empate.
—Y no olviden que están bajo mi mando. Jamás vuelvan a ignorar una orden directa. Ni indirecta.
Duo le hizo un gesto de disculpa mientras miraba a Heero retirarse hacia un costado.
—¿No vas a luchar con Quatre? —le preguntó, sorprendido.
—No es necesario —dijo el almirante, respondiendo en su lugar—, ya he decidido: 01 y 02 serán un equipo...
—¡Tiene que estar bromeando! —se quejó Duo en voz alta.
—...03 y 04 serán el segundo—continuó.
—Está a la vista que Quatre es mejor para mí —argumentó Duo, acompañando sus palabras con contundentes gestos de sus manos—. Me siento a gusto con él.
—¿Qué hay de mí? —preguntó enojado Wufei— ¿Seré descartado?
—Dame un día para buscar candidatos que puedan ser tu compañero —respondió el almirante, haciendo caso omiso de los reclamos de Duo—. En ningún caso prescindiremos de tu fuerza, 05.
—Como si no hubiese quedado como un débil —masculló Wufei.
—La debilidad es solo un estado de la mente. Confío en que eres más de lo que vi.
Sin decir más, el almirante se retiró. Mori y Becket pasaron junto a Duo y lo saludaron estrechando su mano. Era obvio que a los demás ya los conocían, por la forma familiar en que saludaron al resto de los pilotos.
Todos comenzaron a retirarse. En la habitación solo quedó Duo y Quatre. Este último continuaba sentando en el suelo, con la espalda contra la muralla. Tenía una expresión solo igualable a un gran trauma. Duo suspiró y se sentó a su lado.
—¿Qué te sucede, Quatre?
Quatre se sobresaltó, miró la habitación vacía, como si recién se percatara de que estaban solos y fijó sus ojos celestes en él.
—Estar en la cabeza del otro... —murmuró—. Él va saber todo sobre mí, ¿no?
—Y tú de él, sí —confirmó Duo—, eso hasta donde yo sé. Quizás debes preguntarle a Mako si hay alguna forma de ocultar lo que deseas.
Quatre le sonrió y respiró hondo.
—Estoy seguro que no la habrá. Trowa se va a enterar que durante la guerra, me enamoré de él.
Duo lo miró sorprendido primero y luego le sonrió, golpeándole el hombro con el puño derecho cerrado. Había intuido que Quatre quería ocultar algo, pero ni en mil años hubiese imagino que ese era el motivo.
—Pero eso fue hace mucho tiempo, amigo. No creo que lo tenga en cuenta.
—Pero cuando lo volví a ver...
Duo comprendió exactamente el panorama actual del problema.
—Ya veo —dijo, pasándole un brazo sobre los hombros, lo atrajo hacia él—. Sólo sé valiente, no puede matarte, ¿sabes? El almirante no lo dejaría vivo, somos valiosos para él.
Quatre estalló en carcajadas.
—Trowa no me matará por eso, es una persona muy amable, ¿sabes?
—No realmente, al igual que Heero, no puedo ver mucho más allá en él de lo que muestran: ser un par de rocas.
Quatre volvió a reír.
—Pues ahora verás lo que hay dentro de la roca de Heero.
—No me emociona, Quatre, ¿te imaginas lo amargo que debe ser estar ahí dentro? Me voy a convertir en una roca también, va a contaminar mi alegría.
Rieron juntos esta vez.
—Gracias, me siento más tranquilo ahora.
—¿Por qué? Si no hice nada —se sorprendió Duo.
Quatre negó con la cabeza.
—Al contrario, lo has hecho todo.
III
Dos horas más tarde y aún en la misma habitación, Duo y Quatre fueron sorprendidos cuando se les informó que harían las pruebas en los Jaeger en media hora.
—Uf, eso nos quita todo el tiempo para prepararnos psicológicamente —afirmó Duo, pasándole un brazo nuevamente por los hombros a Quatre, en señal de contundente apoyo.
—Ni lo digas —respondió él—. Me siento tentado a escapar.
—Eso suena a una estupenda idea —se alegró Duo—. ¡Vamos! —dijo jalándolo para que se levantara.
—Yo que ustedes me quitaría esa idea de la mente. El almirante puede verse muy amable, pero no demoraría en encontrar a un par de desertores y darles su merecido.
Se volvieron hacia la voz en la puerta. Era Raleigh Becket, famoso piloto del jaeger Gipsy Danger, quien los miraba con simpatía.
—¿Estás seguro de eso? —preguntó Duo, en broma.
—Por supuesto, yo también quise retirarme y aquí estoy.
Quatre y Duo rieron ante la respuesta de Becket.
—Bueno, eso deja descartado nuestro escape —afirmó Duo.
—Al menos ahora han logrado bajar la cantidad de contaminación nuclear que reciben los pilotos. No moriremos tan rápido —comentó Becket.
—A menos que un kaijú diga lo contrario —completó Quatre.
—Así es —Becket rió ruidosamente y comenzó a alejarse—. Nos vemos en la prueba.
Los minutos pasaron volando para ambos pilotos y estuvieron de acuerdo, mientras se dirigían a la sala de pruebas, de sentirse como si caminaran hacia un pelotón de fusilamiento. Fue el mismo Becket, quien junto a Mako, dieron las explicaciones correspondientes.
—La única lógica en esto es que uno de ustedes se hará cargo del hemisferio derecho y otro del izquierdo. La conexión neural no es agradable, menos la primera vez —comenzó Becket.
—Pero deben entrar allí asumiendo que no podrán esconder nada en sus cabezas y que verán todo sobre el otro piloto —continuó Mako. Quatre se removió incómodo y cruzó una mirada cómplice con Duo.
—Al conectarse, verán pasar recuerdos suyos y del otro. No deben aferrarse a ninguno de ellos, sea uno muy preciado o uno que les cause pesar.
—Menos cometan el error de sentir indebida curiosidad por algún recuerdo incompleto del otro que no entiendan. No necesitan aferrarse a él tampoco —puntualizó Mako.
—Claro, porque más temprano que tarde, es decir, en dos o tres conexiones, probablemente ya sepan todo lo que hay en esa otra mente. Eso es cuanto necesitan saber para comenzar.
—Falta algo, Raleigh.
—Olvídalo, no se los digas, Mako.
—Vamos, suéltenlo todo de una vez —exigió Duo.
—Van a salir arrancando —afirmó Becket, manteniendo aún la mirada firme de Mako, luego bufó ante la determinación de la mujer y miró al almirante.
—¿Está usted de acuerdo en comunicarle las consecuencias de los nuevos equipos sin parentesco?
—Sí, díganle todo. No quiero que ninguna sorpresa en el camino los distraiga.
Becket negó con la cabeza y miró a Mako.
—Te cedo el placer.
Ella asintió, aceptando el reto.
—Como bien saben, desde mi equipo con Raleigh se han comenzado a experimentar con pilotos que no poseen lazos sanguíneos. Muchos de ellos han fallado al no afianzarse completamente, pero los que lo han logrado, en el 100% de los casos, han terminado enlazándose sentimentalmente.
—¿Qué significa eso? —preguntó Duo.
—Que han terminado sintiendo fuertes deseos sexuales por el otro. Todos han terminado siendo parejas sentimentales.
Duo estalló en carcajadas.
—No jodas, no creo que tengan que preocuparse de eso con nosotros —rió.
—Necesitaban ser informados. Queda a juicio de ustedes si lo creen o no, pero sentirán sus efectos a medida que se sucedan más batallas. Es la forma que ha encontrado la mente para reemplazar la fuerza de un lazo sanguíneo. Después de todo, esa es la fuerza vital de una conexión poderosa.
—¿Entonces eso pasó con ustedes también? —preguntó Quatre.
—Así es —respondió Mako—. Raleigh y yo somos pareja sentimental.
—De acuerdo —cortó el almirante—, eso es todo lo que necesitan saber. Diríjanse a sus jaeger. 01 y 02 pilotearán el Hurricane Force, 03 y 04 el Red Storm y 05, cuando se decida su compañero, se hará cargo del Blue Typhoon. Comencemos con la prueba en el Hurricane Force.
Duo negó con la cabeza y le estrechó la mano a Quatre, permitiendo que le deseara éxito y se dirigió hacia el Hurricane Force, una inmensa máquina de metal negro con aplicaciones plateadas y rojas. Percibió a Heero caminar tras él y se giró hacia él.
—No me seduce tenerte en mi cabeza, pero hagamos lo mejor posible, ¿de acuerdo? —dijo, ofreciéndole la mano. Para su sorpresa, Heero la estrechó y luego pasó por su lado, para abordar la nave.
—Recuerdo que eres ambidiestro, ¿pero qué hemisferio prefieres tomar? —preguntó Duo, siguiéndolo hacia el interior de la cabina.
—Izquierdo. Tú eres mejor con tu derecha —replicó Heero.
Duo sonrió.
—Lo recuerdas. Me alegra eso.
En dos minutos, estaban de pie en sus lugares, con el equipo puesto. Eran trajes aparatosos que debían ser atornillados luego de vestidos y que a la vista lucían algo pesados, pero no eran tan molestos al ser armaduras de fibra de carbón. No limitaron su movilidad al posicionarme en su sitio. Miró a Heero, su traje era azul metalizado, al contrario del suyo que era completamente plateado. Ambos tenían viseras transparentes en sus cascos. Duo la tocó con una mano. Eran muy duras, aunque dudaba seriamente que un kaijú se demorara mucho en masticarlo si corría la misma suerte del hijo del almirante.
—Primero, prendan las pantallas frente a ustedes. Los conectaremos ahora —escuchó hablar a Becker—. Yo los guiaré esta vez, solo para compartir mi experiencia en caso de ser necesario, así que en el caso de perderse en los recuerdos, concéntrense en mi voz.
—De acuerdo —respondió Duo, obedeciendo lo solicitado, al igual que Heero.
—Vamos a comenzar —avisó Becker.
—Ok, aquí vamos. Heero, no te enamores de mí —dijo Duo, estallando en carcajadas. Enseguida escuchó la voz terminante del almirante"¡concéntrese, soldado!" y hubo una sensación de caer al vacío. Enseguida algo comenzó a funcionar en su cabeza, miles de imágenes comenzaron a pasar, algunas familiares como el grupo de niños con el que robaba cuando pequeño; Solo diciéndole que era el niño rata por ser el más rápido en cazarlas, descuerarlas y prepararlas; la Iglesia Maxwell, la hermana Helen muerta, escenas durante la batalla; otras no las conocía, como un hombre adulto de rasgos orientales, escenas de entrenamiento militar, una niña, una explosión, un perro muerto... hasta que quedó en shock al ver entremedio a Heero reír feliz recostado en el pasto.
—Duo, necesitas relajarte. Heero, lo mismo. Están enlazados, pero es inestable aún, deben tranquilizarse.
—Como si fuera fácil, me estoy mareando —masculló Duo, antes de inspirar profundamente. De pronto las imágenes vertiginosas cesaron.
—Enlace completo —escuchó—. Ambos piensen en levantar la mano derecha.
Al instante, el Hurricane Force elevó su mano y todos estallaron en bitores.
—Bien, muy bien. Eso es bueno. ¿Cómo te encuentras, Heero?
No hubo respuesta.
—¿Heero? —insistió Becket.
—Está bien, Becket —respondió Duo—. Es un sujeto no muy hablador, pero está bien.
—De acuerdo —aceptó él—. Ahora piensen en levantar su mano izquierda.
Lo lograron con éxito también.
—Eso es todo por hoy. Los voy a desconectar ahora.
Duo escuchó el sonido de las máquinas apagarse y se quitó el casco. Miró a Heero.
—Podía escucharte en mi cabeza —le dijo.
Heero se quitó el casco y lo miró sin decir nada.
—Sí, eso pensé —dijo Duo, encogiéndose de hombros—. Ni siquiera con esto vas a volverte más comunicativo conmigo, ¿verdad? ¿No deberíamos empezar a compartir más? Tenemos que sincronizarnos.
—Cállate, niño rata.
Duo lo miró sorprendido y luego frunció el ceño.
—No uses mis recuerdos en mi contra —pidió dolido.
Heero se puso de pie y se fue. Duo suspiró.
—Ahora sabe cómo hacerme daño. Esto no es bueno.
Al descender se encontró con Quatre, ya vestido con el traje especial.
—¿Demasiado malo?
—No tanto como esperaba —respondió—. Sólo relájate, Quatre. Tensionarse lo hace peor.
—De acuerdo.
—04, ingresa al Red Storm, por favor —se escuchó la voz de Becker por el alto parlante.
—Bueno, ha llegado la hora —dijo Quatre resignado. Duo lo siguió hasta estar frente al jaeger de color rojo y arena, con aplicaciones de metal.
—Suerte, amigo —deseó Duo, viéndolo subir a la cabina ubicada en la cabeza de la estructura. Entonces se dirigió a la sala de mando y se paró detrás de Becker, solo para ver en dos pantallas separadas el rostro de Quatre y Trowa, en primer plano, con los cascos ya puestos.
—¿También estaban espiando mi expresión? —preguntó.
—Es necesario, para vigilar el estado emocional del piloto —le respondió un sujeto que no conocía.
—Vamos a comenzar —dijo Becker—. ¿Listos?
—Preparado —dijo Trowa.
—De acuerdo —dijo Quatre.
Enseguida Duo los vio descender un poco de altura y la conexión se inició. Podía ver la expresión de concentración de Trowa y la de sufrimiento de Quatre. Supo exactamente el momento en que el secreto de Quatre escapó de su cabeza, pues el gimió con dolor.
—Relájate, Quatre —dijo Becker, amablemente—. No trates de resistirte. Déjalo entrar y siente sus pensamientos.
—La conexión es inestable —dijo el desconocido—. El 04 tiene las pulsaciones muy rápidas.
Duo le arrebató el micrófono a Becker.
—Quatre, respira profundo —ordenó—. Debes relajarte, tú puedes.
Se quedó observando mientras le devolvía el micrófono a Becker.
—Conexión completa y estable —informó el sujeto.
—Bien —dijo Becker—. Les daré un minuto para que se acostumbren.
—El 04 aún está estresado —volvió a hablar el desconocido a Becker.
—¿Quién eres tú? —preguntó Duo, directo en su dirección. El sujeto se puso de pie y le estrechó la mano.
—Soy Tendo Choi. Soy técnico jefe de los jaeger, pero también seré quien les hable y supervise cuando estén en batalla. Les avisaré la distancia de los Kaijú, desde qué dirección vienen y todo eso. Soy el que más experiencia tiene al respecto.
—Es un fantástico guía —dijo Becker—. Hasta que empieza a zumbar como mosca en el oído las órdenes.
—Mentiroso —rió Tendo.
Becker desechó su respuesta con una mano y volvió a acercarse el micrófono a la boca.
—Bien, levanten la mano derecha —pidió Becker a Quatre y Trowa.
Nada pasó, ninguno de los dos hizo el gesto.
—¿Se están perdiendo? —preguntó Becker.
—No —respondió Tendo, revisando los números en las pantallas—. Está todo normal, deberían responder. Repíteles la orden.
—Levanten la mano derecha.
Entonces sí lo hicieron al instante, tanto Quatre como Trowa y el Red Storm elevó su brazo gigante. Duo estalló en bitores con todo el resto del equipo y sin saber por qué, volvió la cabeza hacia atrás. Entonces se percató de que Heero se encontraba apoyado en la pared de la sala de mando, junto a la salida, con los ojos cerrados, ajeno a todo. O aparentemente ajeno a todo, y Duo suspiró. Esperaba que no le fuese tan difícil conectar con esa cabeza en un futuro. Heero era frío y complicado, todo lo contrario a lo que él mismo era.
—Muy bien. Bajen la mano. Ahora la izquierda, por favor.
Sucedió al instante.
—Perfecto. Los desconectaremos ahora.
Duo se volvió y caminó hacia la puerta, con la intención de ir a recibir a Quatre, pero se detuvo cuando los ojos de Heero, intensamente azules, se abrieron de golpe y se clavaron en él.
—Lo siento —le vio decir.
Abrió la boca por la sorpresa, luego la cerró y terminó por sonreír.
—No te preocupes. No te lo tengo en cuenta, Heero —diciendo eso, salió de la habitación. Quizás no iba a ser tan difícil trabajar con él después de todo...
Quatre bajó con aspecto de profunda derrota.
—Arriba el ánimo, lo hiciste muy bien —dijo Duo—. Buen trabajo, Trowa.
—Gracias —dijo él, pasando por el lado de ambos, se perdió rumbo a las habitaciones.
—Lo sabe —gimió Quatre en un quejido—. Lo sabe.
—Tranquilo, sabíamos que pasaría —dijo Duo, poniendo una mano en su hombro derecho—. Pero debes saber qué piensa al respecto, yo podía escuchar la voz de Heero en mi cabeza preguntándose qué diablos significaban las imágenes de mi vida que se proyectaban.
—Lo escuché, pero no en ese momento. Sentí, creo que sentí su sorpresa, pero nada más. Todo lo que escuché de él fue que me tranquilizara, que hiciéramos lo que nos pedían. Solo por eso pude levantar el brazo la segunda vez que nos lo pidieron. Antes de eso estaba paralizado.
Duo le palmoteó el hombro.
—¿Ves? Entonces no reaccionó mal. Déjalo así.
—Quiero desaparecer —gimió Quatre, cubriéndose la cara con las dos manos.
Duo negó con la cabeza.
—Olvídalo. Acá eres lo único que me va a mantener cuerdo. Te prohíbo desaparecer.
Continuará…
