Meliodas esperó con molestia en la sala del apartamento. Sentado en el sillón, bufó irritado por su actual situación. Él y su hermano Zeldris tenían que ser cuidados por otra anciana. Ya había corrido a varias y su padre no entendía. Su cara estoica asustaba a la pobre sirvienta, que estaba terminando de limpiar la sala.

- Eres un niño muy hábil, pero te falta control. – Dijo Meliodas imitando una voz ronca y autoritaria, similar a la de su padre.

Su padre era un excelente jefe de una gran compañía, pero no era una persona cariñosa. Era recto y conservado, cosa que fastidiaba a su hijo. Podría ir a jugar con Ban y King, pero no, estaba aquí esperando a su niñera. ¿Quién en esta época ocupaba una niñera? Él tenía 13 años, ya era un adolescente.

- ¡Meliodas! - La voz de su hermano menor lo sacó de sus pensamientos.

- ¿Qué pasó, Zeldris? - Dijo sin mucho interés. Vio a su hermano, era menor que él por solo dos años.

- ¡Juguemos! - Exclamó Zeldris con una pequeña sonrisa.

- No. Estoy ocupado planeando como correr a nuestra nueva niñera. - Dijo Meliodas con una voz llena de malicia. Si su padre quería que lo cuidara una extraña, sería tratada como tal.

Zeldris lo miró enojado, solo quería pasar tiempo con su hermano y éste solo le importaba la niñera. Así que simplemente se retiró del cuarto para jugar con su videojuego portátil.

- ¿Qué podría hacer? - Murmuró para sí mismo. Observó el reloj de la sala, eran las 2:17. Según recordaba las palabras de su padre, la niñera llegaría a las 2:30. Le quedaba poco tiempo, así que se iría por lo más sencillo. - Si no me encuentra, no hay a quien cuidar.

Se levantó del sillón y decidió usar su escondite de emergencia. Corrió hacia la cocina para buscar provisiones, si quería que esto funcionara ocupaba estar preparado.

(0.0)

- Todo estará bien, Elizabeth. Solo son un par de niños. - Dijo una voz tranquila del teléfono celular.

Elizabeth caminaba por la calle con su celular en mano, estaba platicando con sus amigas por su teléfono. Se mostraba nerviosa y se detuvo en un gran edificio.

- Gelda... ¡Ellos tienen 13 y 11 años! - Exclamó preocupada. Sabía que estaba haciendo esto para obtener más confianza, y algo de dinero, en ella y ser más abierta a las nuevas experiencias, pero no podía evitar sentirse nerviosa.

- ¿Y? Por favor, Elizabeth. Tienes 15 años, casi 16. No te van a comer viva. - Dijo otra voz por el celular, ésta sonó más energética. - Yo he practicado con una niña de 9 años.

- Diane, esa niña era un ángel. - Le dijo Elizabeth con puchero.

Comparar a una niña como ella con sus niños a cuidar era algo inaceptable. El padre de éstos era un famoso empresario y "amigo" de su papá, le había pagado una gran cantidad de dinero. Eso significaba que debía mantener todo bajo control.

Se adentró por el lugar y observó con asombro su alrededor, todo era tan elegante. Avanzó hasta llegar al elevador, donde presionó el botón número 3.

- Chicas... - Dijo Elizabeth algo más tranquila.

- Sin importar que pase, creemos que lo sabrás manejar. - Dijo Gelda con cariño.

- ¡Así es! - Exclamó Diane con ánimo. - Te dejamos, pero cualquier cosa cuenta con nosotras.

- ¡Muchas gracias! - Dijo Elizabeth con una gran sonrisa. - Les llamo luego.

Terminó la llamada y colocó su teléfono adentro de su bolsa. Las puertas del ascensor se abrieron, a lo que procedió a salir de éste. Avanzó por el pasillo hasta ver puerta número 35, se sorprendió por la gran distancia entre cada puerta. Miró con cierto temor la puerta y respiró profundamente antes de tocar suavemente.

- Tranquila, Elizabeth. Solo son unos niños, tú también fuiste una niña. - Susurró dándose ánimos.

La puerta se abrió, dejando ver una chica vestida de mucama. Está traía materiales de limpieza en una cubeta. - Mucho gusto, usted debe ser Elizabeth, ¿cierto?

- ¡S-sí! Un gusto. - Dijo Elizabeth con nerviosismo.

- El señor me ha indicado entregarle las llaves. - Dijo la muchacha, entregándole un par de llaves. - Cualquier cosa, el servicio a clientes está a su disposición.

Sin decir más, la señorita se retiró apresurada del lugar, dejando a Elizabeth sorprendida por su urgencia. Sin más, entró al departamento, cerrando la puerta detrás de ella.

- ¿Hola...? - Dijo alzando un poco su voz, pero no hubo ninguna contestación.

Se sorprendió por lo grande y lujoso que era el lugar. La sala era casi del tamaño de su casa. Preocupada recorrió el lugar en busca de los niños.

(v.v)

- ¡Malditas gallinas! - Murmuró Zeldris con molestia mientras estaba acostado en su cama jugando con su videojuego.

Un par de toques de la puerta llamaron su atención. - ¿Hola...? - Era una voz femenina, muy joven para su sorpresa. ¿No era una anciana?

- ¡Adelante! - Dijo algo desconfiado, mientras se sentaba y dejaba el videojuego en la cama.

Una linda jovencita de cabellos plateados entró a su habitación. La miró de arriba a abajo, analizando su apariencia. Vestía un vestido azul con toques verdes junto a un par de zapatos del mismo color.

- ¿Eres la niñera? - Preguntando lo obvio.

Ella sonrió dulcemente y le estiró la mano. - Sí. Soy Elizabeth, un gusto.

El niño estrecho su mano con la de ella sin dejar de mirarla, intimidándola. - Zeldris. Estoy sorprendido, pensé que serías una vieja.

- ¿Eh...? - Dijo Elizabeth algo confundida.

- Nada. -Dijo Zeldris sin mucha ganas. - Tengo hambre.

- Oh, sí... ¿Sabes dónde está el joven Meliodas? -Preguntó con curiosidad. - Para que podamos decidir qué comer.

- No lo sé. Posiblemente esté escondido. Estaba molesto por tu presencia. - Dijo sin importarle nada.

Elizabeth notó que era muy honesto y de pocas palabras. Sonrió con alivio, al menos uno de ellos era tranquilo. - Gracias. ¿Qué te parece si me acompañas a buscarlo? - Comentó con cariño.

Pero Zeldris la miró con aburrimiento. - No, mejor me quedó aquí.

Elizabeth vio como él se volvía acostarse y tomaba su videojuego. Suspiró con derrota, mientras salía de la habitación. Ya ha había revisado dos de las cuatro habitación, sin contar sala y cocina que era planta baja. Sabía que el cuarto del señor estaba prohibido, así que decidió, y rezó, por buscarlo en su habitación y encontrarlo ahí.

Abrió la puerta para entrar a la habitación, pues había tocado y nadie respondió. La habitación estaba ordenada, se sorprendió al ver un pequeño cerdo dormir en la esquina de la habitación. Observó con detalle el cuarto, esperando encontrar un indicio de su presencia.

Avanzó por el lugar, hasta que oyó un ruido en el closet. Decidida, se acercó a éste y lo abrió, pero solo encontró ropa. Preocupada, empezó a balbucear cosas sin sentido. Se sentó en la cama del chico mientras cerraba los ojos para intentar relajarse. - Es mi primer trabajo y ya fallé al apenas iniciar. ¡¿Qué voy hacer?!

(n.n)

Con curiosidad, Meliodas dejó la revista a un lado de él al escuchar una dulce voz. Se encontraba en su escondite secreto, que él había mandado hacer a espaldas de su padre. Le resultó confuso oír una voz muy hermosa en su habitación. Por lo que decidió salir de su lugar privado.

Su escondite era un pequeño cuarto conectado a su closet, donde tenía revistas, una pequeña televisión junto a una consola y sus alimentos esparcidos por el suelo. Abrió con cuidado la pequeña puerta, que formaba parte del closet, para entrar a su habitación.

Sus ojos se engancharon a la hermosa chica que yacía en su cama, sentada con el rostro levantando, pero ojos cerrados. Jamás había visto tal belleza, hipnotizado, mantuvo su mirada en ella.

Elizabeth estaba tan concentrada en lo que le iba a decir al señor Demon sobre su hijo, que no notó la presencia de Meliodas. Fue cuando abrió sus ojos que captó al chico parado a una distancia prudente.

El rubio admiró su ojo azul, pues el otro estaba oculto por sus cabellos plateados, sin embargo estaba seguro que sería igual de hermoso que él que estaba a la vista. Sus rosados labios, piel clara, su profunda y dulce mirada, todo eso le hizo sentir una gran calidez en su pecho.

Pero fue cuando sintió ser abrazado por la chica, que sus mejillas se enrojecieron. - ¡Qué bueno que estás bien! ¡No sabe lo preocupada que estuve por usted, joven Meliodas!

El chico no respondió debido a que quedó hipnotizado por su dulce voz y su manera de pronunciar su nombre.

Elizabeth se dio cuenta de lo que estaba haciendo, alejándose de repente de Meliodas, para su disgusto. - ¡P-perdón! No era mi intención tocarlo de esa manera, joven Meliodas.

- Tú... Dime nombre. - Dijo Meliodas un poco autoritario, pero con curiosidad por saber algo de la chica.

- Lamento mi imprudencia. Soy Elizabeth, estaré a cargo de usted. - Dijo Elizabeth con alegría. Meliodas la abrazó aprovechando su estatura para apoyarse en su pecho. Incomodando a Elizabeth. - ¿Pasó algo?

- Estoy sintiendo tu corazón, es que te vi muy pálida. - Dijo Meliodas muy convincente, tanto que Elizabeth le creyó. Se alejó de ella fingiendo desinterés. - Parece que estás bien.

- Oh, que amable de su parte. - Dijo Elizabeth aliviada. - ¿Qué le parece si vamos a reunirnos con su hermano y discutir sobre la comida?

- ¡Me parece bien! - Exclamó Meliodas con una sonrisa, ignorando que hace una hora quería no ser cuidado.

(-.-)

Cuidar a dos niños no había sido tan difícil como imaginó.

- ¿Cuántos años tienes, Elizabeth? - Preguntó Meliodas con curiosidad.

- Tengo 15 años, pero pronto cumpliré 16. - Le respondió con una sonrisa.

Se había llevado muy bien con Meliodas, éste se había abierto muy rápidamente. En cambio Zeldris era más callado, incluso estaba segura que no le caía bien. Había intentado jugar con él, pero la ignoró.

Los tres estaban comiendo pizza en la sala, Meliodas se le había antojado y a Zeldris le dio igual. Observó con cierta tristeza al niño de cabellos negros y Meliodas lo notó. - No te preocupes, él siempre es así con todos... A excepción con papá y conmigo.

Zeldris gruñó molesto por la declaración, dándole cierto alivio a la chica. – Entonces esto es normal. - Pensó con paz.

- ¿Nos cuidarás por más días? - Dijo Zeldris serio.

- Sí... Hoy es sábado, así que nos estaremos viendo hasta el lunes. Espero que nos llevemos bien. - Comentó Elizabeth con una sonrisa.

- ¿Puedo ir a mi cuarto? - Dijo Zeldris aburrido. Elizabeth asintió resignada, este niño era muy serio.

Sin dudarlo, el niño abandonó el cuarto dejando a Elizabeth y Meliodas solos. El rubio agradeció a su hermano por darle la oportunidad de conocer a la chica.

- Y bien, Elizabeth. ¿Tienes novio? - Preguntó con una sonrisa maliciosa.

Elizabeth de atragantó con el pedazo de pizza y lo miró sonrojada por la pregunta tan directa del chico. Era un niño... Bueno, era muy lindo. ¡¿Pero en qué estaba pensado?! - N-no... Pero por el momento no estoy buscando ninguno.

- ¡Me alegro! - Exclamó Meliodas con alivio, tal vez en unos años más le pediría salir con él. - Espero que seamos amigos.

- ¡Claro! - Dijo Elizabeth con inocencia.

Habían pasado todo el rato platicando animadamente como si fueran viejos conocidos, incluso ella misma se sorprendió. No era usual en ella ser tan abierta con las personas, era demasiado tímida. En cambio para Meliodas le era muy raro ser muy animado con otras personas que no fueran sus mejores amigos y su hermanito.

- ¡Oigan! - Estaban tan concentrados en su plática que no habían sentido la presencia de Zeldris hasta que habló. - Tengo hambre.

- Oh, lo siento, joven Zeldris. - Se levantó, dejando molesto a Meliodas por ser abandonado por Elizabeth.

Observó el reloj, ya era casi hora de regresar a casa. Se dirigió a la cocina y observó el refrigerador. Mientras buscaba algo de comer, Zeldris se quedó con su hermano.

- ¡Meliodas! - Le habló algo curioso.

- ¿Qué pasó, Zeldris? - Dijo aburrido, mientras revolvía sus cabellos negros con cariño.

- Tus ojos son más claros. - Dijo apuntado su cara. - No sabía que podías hacer eso.

Meliodas confundido por la declaración de su hermano porque él no era de mentir, se levantó y se dirigió hacia el espejo más cercano. Y efectivamente, sus ojos eran más claros de lo usual, solo con el reflejo del sol se podían ver de esa manera. ¿Será por Elizabeth?

- Aquí tiene. - Dijo Elizabeth, entregándole un emparedado a Zeldris, quien lo aceptó con gusto. Observó a Meliodas con preocupación, pues él se miraba al espejo con sorpresa. - ¿Pasa algo, joven Meliodas?

- No me siento muy bien, pero si me abrazas me animaré. -Dijo Meliodas con simpleza. Zeldris lo miró con incrédulamente y molestia por la perversión de su hermano.

- ¡¿Oh, en serio?! Entonces con mucho gusto. - Exclamó Elizabeth determinada a animada a elevar el ánimo de Meliodas. Se acercó y lo rodeó con sus delgados brazos con cariño.

Meliodas sonrió entre cariño al sentir los pechos de Elizabeth en su rostro. Zeldris se sorprendió por la inocencia de la chica, al menos era amable con él.

- Pervertido... - Susurró Zeldris irritado por la actitud de su hermano. Aunque se sorprendió al no ver una pizca de perversión, sino de comodidad y paz.

- Espero que haya sido de su agrado. - Dijo Elizabeth mientras rompía el abrazo. Observó el reloj, eran las 6:27. - Oh, ya es hora de irme. Un hombre de llamado Chandler, amigo de padre, vendrá en media hora, así que me retiraré. Fue un gusto haberlos cuidado.

- ¿Ya te tienes que ir? - Dijo Meliodas con un toque de tristeza y molestia. El simple hecho de escucharlo le rompió el corazón a Elizabeth. - Mañana vendrás, ¿verdad?

- Claro, sin falta. - Dijo Elizabeth con una sonrisa. Acomodó un poco la sala y tomó sus cosas en su bolsa. Se dirigió hacia la puerta, donde estaban Meliodas y Zeldris observándola. - Nos vemos. Cuídense, por favor.

- Adiós. / Hasta mañana, Elizabeth. - Dijeron Zeldris y Meliodas respectivamente. Uno serio, y otro alegre. La puerta se cerró y ambos niños quedaron solos.

- Nunca te había visto tan alegre, hermano. - Dijo Zeldris con curiosidad. - Pensé que la ibas a correr como las otras niñeras que hemos tenido.

- Y-yo... No lo sé. Es como si me iluminará mi corazón... ¿Es raro? - Dijo Meliodas con nerviosismo ante el sentimiento que crecía en su pecho.

- En ti, sí. Pero te quiero, aunque seas raro. - Dijo sin importarle nada, trayéndole una sonrisa cariñosa a su hermano. - No me mires así.

- ¿Qué te parece si jugamos un poco? - Exclamó Meliodas de buen humor, jalando a su hermano a su habitación.

- ¡Claro! - Dijo Zeldris un poco animado.

(U.U)

Elizabeth sonrió con entusiasmo, todo había salido bien. Incluso había creado una amistad con el mayor, si mal no recordaba él tenía 13 años. Y era algo guapo... ¡Otra vez pensado en eso! Mientras caminaba, notó que había recibido un mensaje por lo que tomó su celular y lo checo. Era de Gelda.

"La maqueta es para el lunes y no el miércoles como creímos"

- ¡¿Qué?! - Exclamó asustada, deteniéndose de golpe. Rápidamente le marcó a su amiga con temor. Esperó a que contestara.

- ¿Elizabeth? - Dijo Gelda por el teléfono.

- ¡Dime que no es cierto! - Rogó Elizabeth preocupada, pero escuchó un suspiro de resignación. - Gelda... Sabes que ese trabajo cuenta mucho para la calificación.

- Lo sé, Elizabeth. Pero ocupo que te tranquilices. - Comentó de manera relajada. - Mira, podemos hacerlo mañana.

- Sí. Solo ocupamos concentrarnos en el trabajo y en menos de tres horas estará listo. - Dijo Elizabeth algo aliviada al encontrar una solución a su problema. Hasta que se dio cuenta de que no era tan sencillo. - ... Pero tengo que cuidar a los jóvenes Demon.

- ¿Crees que se molesten si vamos a su casa a hacer la maqueta? - Preguntó Gelda con duda. - Podemos cuidarlos mientras hacemos la maqueta.

- No creo que se enoje el señor Demon, la única condición que me puso es no dejar solo a Meliodas. Aparentemente, es un niño muy travieso.

- Está bien. Buscaré los materiales para la maqueta y me iré a tu casa. - Dijo Gelda. - Que bueno que Merlín me dijo, sino estaríamos en grande problemas.

- Me parece bien. Mientras yo buscaré información. Nos vemos. - Dijo Elizabeth con completo alivio. Después de colgar, empezó a correr hacia su casa.

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N/A: Hola a todos. Había tenido esta idea desde hace mucho y no pude evitar plasmarla. Originalmente era un one-shot, pero cambie de idea y decidí extenderla un poco. Espero mantener la personalidad de los personajes. Lamento los errores ortográficos y gramáticos.

¡Gracias por leer y que tengan un buen día! :D