Los personajes no me pertenecen, son parte de la obra de Mitsurō Kubo y Sayo Yamamoto.
El sol nacía desde el infinito mar, alumbrando con cada rayo de sol y haciendo espejismos varios de un mundo jamás visto. Victor veía el resplandor del anillo, hipnotizado por la luz que este desprendía y fijando los ojos en una ensoñación. Una boda, ojalá fuera cierto, de no ser por la timidez y despiste de Katsuki.
La quimera se vio terminada cuando, sobre su espalda, sintió cerca de ocho golpes que le exigían volver a la realidad, el ahora que decidió vivir.
— Víctor Nikiforov está muerto. — El que una vez fue estudiante le reclamó con severidad. — ¿Por qué luces tan feliz al ver ese anillo barato? — ¿Celos? Quizá. Yuri Plisetsky jamás consiguió una mueca distinta a las que conocía del patinador ruso número uno.
— ¿Querías competir contra mí? — Las hebras plateadas se mecieron con el viento que corría sin premura, alborotaron el cabello de ambos y consiguió en Víctor una mueca de satisfacción. ¿Yurio estaba enojado?
— Engreído. — El orgullo iba a ser más fuerte, sin dar a doblarlo por quienes solo jugaban un rato.—No todos los patinadores te admiran. — Estuvo de más agregar un "Yo no te admiro", Víctor debería de comprender lo que quería decir.— Desaparece pronto, anciano. — Lo odiaba, odiaba la sensación que se concentraba en el pecho y le punzaba. Nunca en su vida había sufrido semejante sentimiento de pérdida, una derrota que descargó en Katsuki, el hacedor de los males que hicieron a Víctor dejar el patinaje. — El anillo que te dio ese cerdo es basura. Ganaré y te demostraré lo incompetente que es su dueño. — Solo así, Yurio podría demostrar que él era cien veces mejor que el tazón de cerdo.
La batalla que se estaba librando entre ambas miradas duró cinco segundos, cada uno inmerso en pensamientos que no se atrevían a decir y buscando excusas para provocar al otro. Antes de darse cuenta, a Yurio le faltaba el aliento. No se percató del instante que ocupó Nikiforov para acercarse y en un simple toque hacerle responder en un beso que ocupó toda su concentración.
Los labios del ex campeón ruso eran un deleite, tan tersos y libres como el dueño. Y no se dio por enterado en qué punto cerró los ojos, lejos de detenerlo, colocó las yemas sobre la mano que sostenía su mentón. — Suéltame. — Bramó segundos después, con la falta de aliento descomunal y las mejillas arrojadas a un carmesí que tanto tiempo en su presencia quiso abstener. Descubierto se vio y muy tarde para dar segundas explicaciones.
Víctor volvió la vista al océano, el cuerpo infinito de sueños y esperanzas por alcanzar.
El junior se dio vuelta y emprendió marcha, él quería que Víctor volviera a Rusia, que de la misma forma empezara el patinaje. Quería borrar a Katsuki de los pensamientos del ex campeón.
— Este lugar se parece a Hasetsu, ¿no? — La prueba de Oro, ¿qué era lo que Katsuki podría ofrecerle que él no tuviera? Ver la curva que se formó en los labios le dio pie a su nueva meta: Ganar el oro en el Grand Prix.
— Eso es lo que estaba pensando.
Quizás si impedía un progreso más en las promesas de Katsuki tendría una nueva oportunidad de remediar lo inevitable: ver a Nikiforov más tiempo con el japonés. Quizás, pensó, si ganaba el Oro no solo se ganaría un trofeo, podría ganarse otro beso más y el arrebato del patinador para que volviera a su lugar de origen.
Solo fue mera ocurrencia del cap 10. Con afán de que les guste, ojalá lo hayan disfrutado.
