Escape de Cupido
Capítulo 1: Pequeño Cupido
Eran exactamente blanquecinas y esponjosas nubes que se asomaban a través del gran castillo en medio del cielo. Era de estilo medieval que se alzaba orgulloso entre miles de columnas que daban la sensación de fortaleza. Por dentro, parecía que no viviera nadie por el silencio sepulcral de los pasillos. Todo estaba muy bien adornado con jarrones, dando la bienvenida en cada espacio.
El silencio se vio interrumpido por el sonido de un bebe que balbuceaba palabras sin sentido. No tenía la edad suficiente para hablar. Era una de las tantas habitaciones del castillo, decorado con miles de juguetes, animales de felpa, colores en las paredes y la cuna descubierta de la tela transparente.
"Hijo. Te pido que no causes problemas, y te quedes aquí"
El hombre mayor vestido sólo con una túnica blanca y con los pies descalzos, se dirigió a la habitación del menor con el bebe en los brazos. Las palabras del hombre mayor acompañaron los balbuceos del menor, que no parecía muy atento a lo que decía. Su pequeño cuerpo fue dejado en medio de la cuna.
"Es lo único que te pediré"
El ruego fue acompañado por el caminar apresurado del hombre que empezó la búsqueda de los muñecos de felpa que estaban regados por el suelo. Rápidamente fueron depositados dentro de la cuna para que fueran objetos de juegos del menor que flexionaba las pequeñas piernas para moverse.
"Ya es muy tarde y volveré en un rato para dormir"
El menor parpadeaba ante las palabras, pero seguía moviéndose inquietamente y estirando los brazos para que lo acogiera nuevamente en brazos. Emitió unos leves balbuceos que manifestaban su desacuerdo por estar en su cuna y lloraría en cualquier momento.
"¡Cupido te estoy esperando!"
Una voz femenina se dejó escuchar entre los pasillos, y fueron rápidamente procesados por el hombre y el menor. Este último haciendo un último intento por salir de la cuna.
"Eso es para mi pequeño"
Los balbuceos de tristeza no de dejaron esperar. En un grito para responder que no se demoraría, el hombre intentó calmar al bebe que parecía muy ocupado en arrojar los muñecos de felpa por el suelo.
"Vamos hijo. No demoraré" – Dijo exasperado al poner nuevamente los muñecos dentro de la cuna, pero seguían desapareciendo de esta. – "Tengo una idea" – Dijo rápidamente al coger el pequeño cuerpo entre sus manos. – "Si te quedas tranquilo, te llevaré al lugar que más te guste"
La respuesta del menor no se dejó esperar, y la expresión de juntar los labios con fuerza. Las pequeñas lágrimas saldrían.
"¿No es suficiente?" – Cuestionó con rostro sospechoso, ante la idea que escucharía un llanto. – "¡Esta bien!… Te traeré un pony… dos... o mejor tres" – Ofrecía Cupido con mucha prisa como si se tratara de una subasta. – "Cuatro y es mi última oferta"
No supo por qué, pero el menor parecía detener la mueca que tenía en el rostro, y comenzó a agitar los brazos como si le hiciera celebración. En un suspiro lo dejó en su cuna y vio como empezaba a jugar con los muñecos a su alrededor como si él no estuviera ahí. Repasando una mano por los cabellos castaños del menor, dio un último vistazo a su alrededor, y dio unos pasos lentos hacia la salida. Asegurándose que estuviese tranquilo en su lugar, salió corriendo en medio de los pasillos.
Por su parte, el menor parecía fingir muy bien mientras el hombre estaba en la habitación, pero cuando escuchó la puerta cerrarse, y los pasos apresurados en el suelo. El niño arrojó uno de los peluches fuera de la cuna. Las pequeñas piernas se flexionaron para ponerse de pie y las manos se apoyaron en la baranda.
La vista del pequeño comenzó a viajar traviesamente entre la habitación, sus piernas se flexionaban una y otra vez con un entusiasmo único, que en cualquier momento la baranda cedería.
Y fue cuando lo encontró.
Las manos se dirigieron en aquella dirección. Detrás de la puerta que se había cerrado. Se trataba de un arco y un bolso de piel blanco, en el cual, sobresalían varias flechas… ¿Quién pudo dejar tal peligroso objeto en medio de la habitación de un menor?
Inmediatamente, ante el intento de querer alcanzarlos. Una luz empezó a iluminarlo mientras seguía con las manos estiradas hacia la puerta. Dos pequeñas alas blancas aparecieron en su espalda. Se agitaron infinidad de veces tratando de acostumbrarse al peso del menor. Poco a poco el cuerpo comenzó a levantarse de la cuna, y aunque se movió en diversas direcciones como si fuera a caer, no lo hizo. La gravedad quedó en segundo plano a la hora que las alas tomaron dominio del peso que cargaban.
Se dirigió inmediatamente hacia la puerta. Las manos acogieron rápidamente el objeto de juegos. De un ligero jalón se removieron de la puerta en el que estaban sujetos, y los abrazó como si se tratara de uno de sus muñecos. Unas risas escaparon en balbuceos. Seguía agitando las alas que parecían haberse acostumbrado al peso.
Posteriormente, el pequeño desapareció de la habitación.
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La casa Asakura parecía muy tranquila a estas horas de la mañana. Dentro no se escuchaba algún sonido de gritos u objetos romperse, que era cuestión de todos los días. Sólo el movimiento de platos y ollas salían desde la cocina. Lo cual, era muy diferente a los exteriores, donde el sonido de los pájaros fue interrumpido por el de pisadas y una respiración agitada.
"Ya no… puedo más…" – Se quejó inmediatamente el muchacho mientras detenía sus pasos.
"Yoh… ¿Qué se supone que haces?" – La voz femenina y seria no se dejaron esperar.
"Lo que me pediste Anita"
"Dije que corrieras cincuenta kilómetros" – Agregó al mirar el cronómetro. – "Según mis cálculo, sólo has corrido la mitad"
"¿No te parece… un poco exagerado?" – Comentó con cara nerviosa al voltear hacia ella.
"¿Yo? ¿Exagerada?" – Dijo en un tono irónico. – "Entonces agregaremos… veinte kilómetros más al entrenamiento de la tarde" – Comentó al apuntar en una agenda que tenía en la mano.
"Anita. Eso me parece más exg…"
"¿Deseas que sean treinta más?" – Interrumpió antes de escuchar el adjetivo.
"Me quedo con los veinte" – Aceptó en un asentimiento inmediato antes que subiera alguna cifra más.
"Ya deberías estar acostumbrado" – Agregó inmune ante la cara de tristeza del muchacho.
"Está bien Ana, lo que digas" – Suspiró cansado al dar unos pasos más para seguir con su entrenamiento. "¿Por qué a mí?" – Dejó escapar sin darse cuenta.
"¿Dijiste algo?"
"¡No, nada! Ya me voy"
"Amo Yoh, usted puede" – Alentó el espíritu acompañante que había aparecido cerca del shaman.
"No es mucha ayuda, Amidamaru" – Comentó en mala cara al seguir con el camino inconcluso, y antes que le impusieran algún otro castigo.
Hacían tres largos años desde que los grandes espíritus postergaron el torneo de shamanes hasta una nueva y desconocida fecha; lo cual no significaba que el entrenamiento del gemelo Asakura haya disminuido, por el contrario, la tortura se volvió insoportable. Su deseo de vivir tranquilo y en paz, se vieron destruidos con la sola presencia de Anna, que estaban muy decidida a que Yoh no bajara la guardia.
La rubia dio un par de pasos antes de detenerse. La vista fue desviada hacia el árbol que estaba unos metros de ella. Alzó la vista e identificó al otro Asakura bostezando en lo alto de las ramas. Sin hacer nada como siempre.
"Hao. ¿Qué haces ahí?"
"Viendo la película: 'La pesadilla Asakura: El regreso'"
"¿Y esta interesante?" – Dijo en una furiosa mirada.
"El protagonista está a punto de morir" – Comentó en una risotada.
"Más te vale que te pongas a hacer algo útil" – Contestó indiferente, y aunque apretó un puño, trato de respirar pausadamente. No quería enojarse más de lo que ya estaba. "Sólo estas de parásito en mi casa"
"Hey. También es mi casa, 'cuñadita'"
"Has lo que quieras" – Se limitó a decir la rubia al caminar en dirección de la casa y evitarse una conversación inútil con Hao. A veces se volvía insoportable.
El Asakura sonrió para sus adentros. Puso los brazos detrás de la nuca para seguir con su hora de relajación donde nadie lo molestaba. Era como recuperar la vida que nunca tuvo. Le daban de comer, limpiaban la casa, se hacían cargo de sus gastos, y sólo faltaba que lo bañaran y cambiaran. ¡No podía ser mejor! Aunque tuviera pocos recuerdos cuando estuvo a punto de matar a las personas con quienes vivía, había renovado su espíritu, y su hermano menor le había abierto las puertas de la casa. Olvidaría el detalle que Anna estuvo a punto de degollarlo la noche siguiente que llegó a la pensión, porque pensó que se tragaba de un engaño. Ahora podía decir que se había vuelto uno más de la familia.
"¡Hermano que hiciste!"
El grito femenino llegó hasta los oídos de Hao y hasta de los vecinos. En un bostezo aburrido, la mirada se posó en las personas que salían de casa. Horo Horo desentendido, Pilika gritándole y Tamao calmando a la peliazul. ¡Ya se habían tardado en empezar con sus problemas!
"¡No me culpes a mí!"
"Si fuiste tú quien se comió todo"
"Bueno… es que tenía hambre" – Dijo en una mirada nerviosa al rascarse la barbilla.
"Señorita Pilika, no se moleste con él" – Defendió Tamao
"Claro que no, pero como voy a estar molesta. ¿Yo cuándo? Sería incapaz de molestarme" – Empezó a decir llegando hasta puntos máximos de ironía.
"¿En verdad?" – Preguntó ingenuamente Horo Horo.
"¿Qué hice para merecer esto?" – Murmuró al colocar su mano en su frente, y comenzó a hablar en voz alta. – "¡Nos costó mucho trabajo hacer el pastel, para que vengas con tus tripas devoradoras, y te lo termines en un segundo. Sin pensar en los demás!"
"Pili… será mejor que hablemos como personas civilizadas" – Dijo tratando de apaciguar a la fiera que se transformaría en cualquier momento.
"Si fueras civilizado, ¡nada de esto pasaría!"
"Señorita Pilika, no creo que valga la pena molestarse" – Insistió Tamao
"Si Pili, no te enojes mucho, que te arrugarás por hacer tanto coraje"
"¡¿Qué?!"
"Nada, no dije nada" – Se disculpó rápidamente.
"¿Por qué no mejor vamos a la casa? Prepararé un delicioso té" – Sugirió Tamao al intervenir entre los muchachos.
"Mejor que sea café… para cuando acabe el funeral" – Dijo Pilika al cruzarse de brazos.
"Vamos señorita Pilika, estará mejor cuando tome el té"
"Claro Pili, hazle caso" – Agregó nervioso.
"Lo único que hará sentir mejor, es doblarte el entrenamiento" – Suspiró en voz alta. – "Así que prepárate"
"Si, lo que digas"
Aunque Horo Horo parecía al borde de la muerte por el comentario de su hermana, las siguió dentro de la pensión para sugerir hacer otro pastel y se les pasara la rabia.
Hao que seguía en el árbol se rió sonoramente al apagar la cámara de video que llevaba entre manos. ¿¡Cuánto le darían un por video de lo que pasaba en casa!? Estaba pensando muy seriamente en hacer un 'Reality Show'. Era muy divertido burlase de los demás.
"¿Piensas quedarte todo el tiempo ahí?"
"¡Vaya! Pero si es el señorito"
"¡¿Buscas pelea?!"
"Haré algo diferente"
En un salto, Hao ya se encontraba sobre el suelo. Era muy divertido jugar con Ren Tao, sobretodo porque había una peliazul en casa que tenía todo su interés... sólo que el muchacho frente a él era del tipo que ni aunque lo pusieran al sol, se derretía.
"Si quieres comer puedes entrar, sino quédate aquí" – Respondió al darse media vuelta y dar unos pasos en dirección a la pensión.
"Mmm ¿Cuándo piensas decírselo?" – Cuestionó en una media sonrisa irónica al captar su atención.
"¿Decir? Yo no tengo nada que decirte"
"Sabes a lo que me refiero, no te hagas el tonto"
"¿Por qué mejor no te metes en tus propios asuntos?" – Soltó molesto al cruzarse de brazos.
"Sólo es un consejo de… compañeros de casa" – Dijo en una sonrisa que duro unos segundos antes de volver a su expresión de ironía. – "No querrás que otro la gane ¿cierto?" – Comentó seriamente al pasar al lado de Ren.
"Ni se te ocurra…"
"No te demores demasiado"
Ren Tao sintió las palmadas del mayo Asakura en su hombre. Tuvo que moverse para que lo soltara y dejara de molestarlo. Ganas no le faltaban de seguirlo y darle una buena golpiza por entrometerse en los asuntos personales de otro. Aunque ahora resultaba inofensivo para cualquiera porque era como un shaman normal, nunca le gustó la idea de volver a verlo y perdonarlo. Que haya mencionado tal tema que involucraba muchas ideas en su cabeza, lo sacaba de quicio.
"Señorito"
"¿Qué quieres Bazón?"
"¿Planea decírselo?"
"Tengo suficiente con Hao para que preguntes lo mismo" – Le respondió enfadado al seguir con su caminata a la pensión.
"Pero… si no lo dice, Hao se le adelantará"
"Ese estúpido no hará nada" – Comentó irritado. – "Sólo quiere molestar"
"Entonces ¿Cuándo será el día?"
"Esperaré hasta que…" – Se detuvo al notar que hablaba más de la cuenta al espíritu. – "No tengo porque explicarte"
"Como usted diga señorito" – Dijo resignado Bazón al desaparecer.
A los espíritus ya no los hacían como antes.
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La pensión Asakura nunca sería un lugar normal. No cuando estaban los integrantes completos tratando de comer. Tamao, como encargada de la cocina, empezó con su quehacer diario de alimentar a las personas que estaban sentadas alrededor de la mesa.
"Señorita Ana. ¿No esperaremos al joven Yoh?"
"Mejor olvídalo. Regresará tarde del entrenamiento"
"Como usted diga"
"Deja de preocuparte por él…" – Comentó Horo Horo al momento que sonó su estómago. – "Yo tengo mucha hambre"
"Después de tu súplica para dejarte comer" – Dijo la peliazul al concentrarse en su plato.
"No podrías dejar que este hombre guapo se quedara sin alimento" – Comentó en una risotada.
"Me pareció escuchar que a alguien le intensificarían el entrenamiento" – Intervino Hao que ya estaba sentado en su lugar.
"Te puedo prestar mi set de torturas" – Apoyó Ana
"¿Por qué siento que todo el mundo está en mi contra?… ay no quiero vivir – Decía Horo Horo en un estado dramático.
"Si cumplieras con tu palabra harías un gran favor a la humanidad" – Agregó Ren Tao
"¡Nadie pidió tu opinión 'cabeza de pico'!"
"Como si tus insultos tuvieran algún efecto"
"¡Cobarde!"
"No quiero perder mi valioso tiempo peleando con un tonto"
"El que está peleando con un tonto eres tú…"
Un silencio sepulcral se formó en el ambiente anta la discusión sin sentido. Aunque no pasó desapercibido el último comentario.
"Esperen. ¡No quise decir eso!" – Intento defenderse al mover frenéticamente los brazos para llamar la atención.
"Es inútil tratar ese tema, porque ya sabemos que es verdad" – Se burló Hao.
Las afirmaciones con la cabeza no se hicieron esperar.
"Nadie me quiere – Dramatizó el muchacho.
"Ya deja de actuar hermano y come antes que me arrepienta"
"Como usted diga señora"
La peliazul suspiró porque su hermano olvidó su anterior actitud y se dispuso a dejar a todos sin comida. Las quejas por su falta de tacto no se dejaron esperar. El arroz, la ensalada, el postre volaron por todos lados a causa de la rapidez con la que comían.
¡Parecía un zoológico!
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Después de comer y descansar. El extenso jardín se inundó por la presencia de los integrantes de la pensión. Habían tenido la excelente idea que después de comer, irían a probar fuerzas. A lo cual, Anna estuvo a punto de desmayarse por la noticia. ¿Estaría en una dimensión desconocida?
Después de mucho tiempo, los muchachos parecían muy motivados.
"Es un perfecto día para pelear" – Comentó Hao al hacer unos estiramientos.
"Aunque sabes que vas a perder" – Intervino Horo Horo con su tabla en la mano y su pequeño espíritu en el hombro.
"Ya veremos quién es el que sale llorando como un bebe"
"Si estuviera Yoh, serías tú" – Dijo Ana saliendo en defensa de su prometido.
"Si claro. Prometo no usar mucha fuerza" – Prosiguió Hao haciendo caso omiso al comentario.
"Sobretodo con su espíritu rosado" – Intervino Ren al afilar su cuchilla. – "¿No quieres que le pongamos un listón?"
"¡No es rosado!"
"Entonces debe ser fucsia"
"Es naranja con amarillo…" – Dijo pensativo Hao. – "Agradece que ya no te hará trizas como antes. El rojo ya pasó de moda de todas maneras" – Se cruzó de brazos.
"Eso felicitará mucho las cosas"
"Dejen de pelear verbalmente y mejor muévanse" – Ordenó Anna al alejarse de esa parte del jardín.
"¿Cree que sea buena idea señorita Ana?" – Preguntó Tamao algo tímida mientras la seguía aun lugar más seguro.
"Es un milagro que estos holgazanes se hayan decidido probar fuerzas"
"Me quitaste las palabra de la boca Pilika"
Las muchachas se dirigieron hacia otra parte del jardín donde podrían ver el 'espectáculo' sin que las pusieran en peligro. Hao no podría hacer mucho daño porque su espíritu de fuego había disminuido su poder, y en lugar de tener color rojo, había tomado una tonalidad de naranja con amarillo. Sin embargo, por si las dudas, mejor se alejaban.
"Bueno 'niñas'" – Intervino Asakura al convertir el espíritu en forma de una espada. – "Quien quiere comenzar a perder"
"¡¿A quién le dices niña!? ¡Aquí el afeminado es otro!" – Defendió Horo Horo rápidamente con una vena saltante en la sien.
"Cálmate Hoto, sólo nos quiere hacer enojar" – Detuvo Ren al preparar su cuchilla.
"Renny tiene miedo" – Se burló Hao.
"¿Miedo? No me hagas reír"
Ren Tao fue el primero en empezar con su ataque, a lo cual Hao esquivaba muy fácilmente. La fuerza iría en aumento porque al parecer aquellas personas no se llevaban muy bien después del todo. El siguiente en unirse fue Horo Horo que siguió la pauta marcada por ambos.
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Las muchachas que disfrutaban de una pelea muy igualada, se mantuvieron al margen de los acontecimientos. Las habilidades de cada uno habían mejorado con el paso del tiempo. La única que se animaba a hacer porras era Pilika, sólo que a nadie en particular, mencionaba de momentos el nombre de cada uno cuando veía que comenzaban con los insultos de siempre.
"¿Qué hacen?"
"Al fin regresas" – Dijo Anna al voltear hacia la voz de Yoh.
"Oh vaya. No pensé que se pusieran a entrenar también" – Comentó en una risa al mirar hacia los muchachos que seguían con sus ataques.
"Observamos como pelean los perdedores" – Dijo seriamente. – "¿Terminaste todos los kilómetros?"
"Anita, es que ya me canse" – Se quejó.
"Muy bien. Anotaré los kilómetros que te hacen falta para aumentarlos el día de mañana" – Dijo al sacar una libreta, apuntar algo rápido y volver a guardarla.
"Gracias… Anita" – Dijo al rascarse la mejilla nerviosamente. Sería peor si se negaba.
"Yoh"
"¿Si Anita?"
"Deja de llamarme así" – Ordenó al voltear la cabeza hacia otro lado.
"Pero es tu nombre. ¿Tienes otro?" – Comentó ingenuamente.
"Olvídalo" – Suspiró resignada.
"¡Vamos muchachos! ¡No se dejen vencer fácilmente!"
El grito de Pilika se dejó escuchar en todo el jardín. Todos voltearon hacia las personas que se movían para ver si había algún otro ataque que valiera la pena. Hao y Len parecían gritarse el uno al otro cosas sin sentido.
"Creo que Hao pierde terreno por tu grito" – Hizo notar Yoh.
"No fue adrede" – Se disculpó.
"Esos dos no piensan detenerse"
"Joven Horo Horo, ¿Qué hace aquí?" – Se sorprendió Tamao al notar su presencia al lado de ella.
"Ya me aburrí. Se lo tomaron como algo personal"
"Vuelve a repetir eso Hoto" – Intervino Anna al aparecer inmediatamente al lado del ainu.
"Es que… vine a hacerles compañía"
"Anita… mejor déjalo así" – Intervino Yoh inútilmente.
"¡Ya deja los pretextos y se hombre!"
El grito de la rubia no se hizo esperar, y mandó a Horo Horo de vuelta a la pelea anterior no muy deportivamente. Es decir, con una patada.
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La pelea había comenzado muy pareja, y después de mucho tiempo de mostrar una serie de ataques, sus rostros denotaban cansancio. Este año se habían esforzado mucho en mejorar sus técnicas, y su poder espiritual había aumentado considerablemente por el arduo entrenamiento que recibían.
"¡Vamos Hao, tú también Ren! ¡No se dejen vencer!" – Animaba Pilika.
"¿De qué lado está?" – Preguntó Tamao al verla mover un brazo.
"No pueden ganar los dos al mismo tiempo" – Agregó Anna. – "Uno de ellos tiene que perder.
"Es parte de la emoción"
"Los estás desconcentrando niña" – Dijo Anna al detenerla antes que siguiera gritando. – "¿Acaso quieres ver a Ren celoso?"
"¡¿Qué?!" – Exclamó la Ainu en un nivel de sonrojo extremo.
"¿Es cierto eso señorita Pilika?"
"¡Cl-Claro que no!" – Se defendió inmediatamente. – "Ya dije que es para darle emoción"
"Si tú lo dices" – Se burló Anna indiferente.
"Por supuesto"
"Pero que… es eso"
Las muchachas voltearon antes la señal de Tamao. No tuvieron tiempo al reaccionar al ver cómo una marea de nieve veía hacia ellas.
"¡Cuidado!"
Sus gritos no se dejaron esperar. La masa de cubitos de hielo y nieve parecía imparable y muy cercana. No tenían con que defenderse. Pilika no era shaman, Tamao era demasiado débil y Ana ya no tenía espíritus que la protegieran. Yoh, no era parte del cuento porque se había ido por un vaso de agua a la casa.
Se levantó una ventisca interminable en lo que antes era el jardín. Sólo dos brillos naranja y rojo se dejaron ver en medio de la nieve. Todo parecía indicar que los shamanes habían detenido parte del ataque dirigido hacia las muchachas.
"¿Todos están bien? – Exclamo Yoh al salir corriendo fuera de la casa.
"Unos segundos más y no viven para contarlo" – Dijo Hao al detener la mitad del ataque de Horo Horo.
"Has mejorado en tu técnica Hoto" – Agregó Ren al contener la otra mitad.
Ambos muchachos deshicieron la posesión de objetos para revisar los daños que habían ocasionado por la pelea. Al notar la gran masa de nieve, y a las personas que ahí se encontraban. Ambos shamanes cubrieron sus bocas para contener la risa que nacía en su garganta.
"¿Creen que es gracioso?"
"¿Anita estas bien?" – Preguntó Yoh al acercarse a su prometida. Igualmente mordiéndose la lengua para no reír.
"Yoh. No te atrevas a decir algo" – Dijo Ana con una aura maligna alrededor suyo.
Estaba cubierta de nieve de pies a cabeza. Daba a forma como si se tratara de un muñeco mal hecho. El sombrero que parecía gotear de su cabeza, a causa del brillo solar.
"Felizmente no pasó nada grave" – Comentó Tamao saliendo torpemente entre la nieve.
"Lo siento muchachas" – Se disculpó Horo Horo al ayudarla.
"Y… todavía que no cuenta a la señorita Pilika"
"Es cierto. ¿Dónde está?" – Se alertó el ainu al revisar el lugar.
"Hoto por ahí" – Le señaló a un lado
Yoh señaló a un lado más alejado de ellos. Pilika salía de entre la nieve respirando agitadamente, después de haber estado enterrada. El peliazul quiso ayudarla pero se mantuvo a en su lugar, preocupado por su vida.
"Lo siento Pilika"
"Sabes muy bien… cómo controlar tu poder" – Dijo bastante molesta al ponerse de pie.
"Lo siento otra vez" – Dijo Horo Horo colocando una de sus manos detrás de la cabeza en una acción nerviosa.
"Creo que alguien pagará por esto" – Dijo la ainu al caminar lentamente como si quisiera amenazar a su hermano.
"Lo importante es que nadie salió herido" – Agregó Ren al cruzarse brazos.
"Apoyo a Pilika, yo creo que si habrá un herido"
Todos escucharon la voz de Anna con una mirada furiosa. Se sacudió la ropa de la nieve. Caminó en el mismo paso que Pilika, dispuesta a tomar venganza.
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El pequeño que estrenaba las alas nuevas que fueron herencia de su padre. Estaba muy sonriente mientras surcaba los cielos. Las flechas que llevaba consigo seguían intactas en el bolso. Había llamado su atención la ventisca que parecía muy divertida. Se acercó a ese lugar sólo para encontrar que varias personas adultas parecían discutir. Recordaba claramente la cara de su padre y la frase: 'Las personas no deben pelear'.
Hizo un puchero de tristeza al escuchar gritos. Inconscientemente el arco se elevaba sobre su cabeza, y una flecha que parecía flotar en el aire, se acomodó en el objeto. Era completamente roja, y la punta terminaba en forma de un corazón. Elevando los brazos para poder alcanzarla, al momento que la tocó, la fecha salió disparada en aquella dirección dejando una estela de estrellas, que lo hizo reír de felicidad.
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La amenaza de las dos muchachas iba muy serio. Las veían muy concentradas en cada paso como si trataran de extender la tortura psicológica. Lo que vendría después sería sumamente peligroso…Sin embargo, alguien se detuvo.
Pilika que parecía concentrada en lo que hacía, no pudo caminar. Sintió que algo la golpeo, pero no pudo descifrar que era. Miró a su alrededor, como si fuera un mundo vacío. Se sentía como aquella vez, cuando era una niña y la fiebre llegaba a más de cuarenta grados. No sabía dónde estaba.
"Señorita Pilika. ¿Está bien?" – Preguntó Tamao preocupada.
"¿Ta…mao?" – Pronunció al no verla en ningún lado. Seguía en ese mundo insípido.
"Si no hubiera atacado el torpe de Hoto, estaría bien" – Comentó irónico Ren. –"Ahora que sucede" – Cuestionó viendo como la ainu se dirigía hacia él.
Se formó un haz de luz en medio de ese mundo vacío de su mente. Era una voz fuerte que llamaba por ella. ¿Ren Tao? Estaba segura que la veía claramente. La vía sólo a ella, a nadie más. El par de ojos dorados estaban pendientes de ella en cada segundo. La llamaban y la invitaban a acercarse para que pudieran… sellar el infinito amor que se tenían.
"Ren" – Pronunció ida al pestañear varias veces.
"¿Hermanita segura que estás bien?" – Intervino Horo Horo al ver a su linda hermana acercarse lentamente hacia 'el picudo'.
"A esta niña sí que le falla…"
Anna no pudo terminar su frase, al igual que los presentes. Todos se quedaron congelados literalmente cuando lograron ver la escena que pensaron que jamás llegaría… Pilika estaba… ¡Estaba besando a Ren!
El protagonista involucrado, es decir Ren, había cogido los brazos de la ainu que se enroscaron fuertemente de su cuello. Aunque intentaba separarlos, no sabía porque no terminaba de hacerlo. Sentía como poco a poco la ainu se adueñaba de su boca. ¡Parecía que se lo iba a comer! Inconscientemente sabía que le estaba correspondiendo, pero… ¡diablos! Era muy difícil de explicar.
"¡Vaya! No sabía que se llevaran tan bien" – Comentó Yoh al reírse. Rompiendo el estupefacto generalizado.
"¡Maldito Ren Tao! ¡Suelta a mi hermana!"
"Oh joven Horo... pero si es tan romántico" – Suspiró Tamao al no saber lo que ocurría.
"¡Romántico mi trasero!" – Exclamó fuera de sí al lanzarse contra la pareja, pero fue detenido por los demás. – "¡Qué creen que hacen!"
"Cálmate, que romperás el momento" – Interrumpió Anna al detenerlo con el rosario amarrado al cuello.
"¡Al único que romperé será al chino depravado!"
"Mejor porque no esperas a que terminen" – Se rió Yoh al sujetarlo fuertemente.
"¡Ren! ¡Suelta a mi hermana ahora!"
Dejando los gritos a un lado. Pilika era la más emocionada del grupo. El amor de su vida estaba junto a ella, y no lo dejaría ir. Sentía una revolución de emociones salidas de control. Necesitaba expresar lo que sentía. Amaba a Ren con todo su corazón, lo besaría hasta perder el conocimiento, lo encadenaría a ella de ser posible, se casaría y tendrían treinta hijos. Lo haría muy feliz.
-Continuará-
Revisado.
Gracias por leer.
