** PARTE I **
—Makoto-sempai— dijo Gou mirándolo desde arriba en el borde de la piscina—. ¿Te encuentras bien?
—¿Eh? Ah… Sí, lo estoy— sonrió amablemente—. ¿Por qué lo preguntas?
—Verás… Tus tiempos muestran un bajo rendimiento— hizo un mueca al mirar sus anotaciones—. ¿Estás seguro de que nada te ocurre?
—No te preocupes, Gou-chan— rió—. Estoy bien, sólo un poco cansado porque anoche no dormí bien— mostró una sonrisa.
—Puede ser, pero… esto no es sólo de hoy, Makoto-sempai— Gou fruncía el ceño con preocupación—. Tus tiempos han estado así toda la semana.
—No quería decirlo— intervino Rei—, pero estos últimos días he notado a Makoto-sempai un poco pálido y ojeroso.
—¡Mako-chan! ¿No estarás por enfermarte?— exclamó Nagisa, alarmado.
—Enserio, chicos, estoy bien— Makoto sonrió para calmarlos.
Haru se encontraba apartado del grupo, mirando fijamente a Makoto que parecía no notarlo.
No quiso seguir escuchando las banales excusas que decía su amigo, así volvió a meter la cabeza bajo el agua, obstruyendo cualquier sonido de la superficie.
En el vestuario, mientras se cambiaban, Nagisa hablaba sin parar de cosas completamente aleatorias, como era de costumbre. Haru escuchaba como Rei le discutía y Makoto se reía de ambos. Haru, inalterado por aquella situación, mantenía su mirada fija en el muchacho de ojos verdes.
Rei salió del vestuario, seguido de cerca por Nagisa, que seguía parloteando acerca de comida. Makoto aún guardaba sus cosas en el locker.
Haru todavía tenía sus ojos clavados en su mejor amigo.
—¿Qué te sucede?— soltó sin más.
Makoto se volteó y lo miró confuso.
—¿Eh? ¿De qué hablas, Haru?
—¿Qué te sucede?— repitió.
—Ah… ¿Lo dices por lo de hoy? ¿Lo que dijo Gou-chan?— sonrió y volvió la mirada a sus cosas— Estoy bien, no te preocupes.
—Dime qué es lo que te ocurre— Haru no se iba a dar por vencido, sabía lo que estaba pasando y le molestaba que Makoto no se lo dijera por su cuenta.
—Enserio, Haru, estoy bien, nada malo ocurre. Anoche dormí poco, sólo eso.
—¿Hace cuánto no te alimentas?
Makoto se mantenía en absoluto silencio. Haru no le quitaba los ojos de encima, apuntados justo a la nuca de un amigo que no lo miraba y él sabía que era porque no quería que leyera su rostro. Pero Haru no sólo podía leer su rostro, sino también su voz, sus gestos corporales. Lo conocía. Ambos se conocían muy bien, desde hacía años.
—Makoto— la voz de Haru fue más potente, exigiendo una respuesta.
Makoto se volteó hacia Haru.
—¡Haru-chan! ¡Mako-chan!— exclamó Nagisa entrado en la habitación— ¡Dense prisa!
—Ah, lo siento, Nagisa— sonrió Makoto—. Haru me estaba esperando a que terminase de acomodar mis cosas, pero ya terminé. Vamos.
Cerró su locker, tomó su mochila y se encaminó hacia la salida del vestuario, sin siquiera dirigirle una pequeña mirada a Haru, que éste lo seguía haciendo fijamente.
—¡Vayamos a tomar un helado!— dijo Nagisa con la misma energía de siempre, esa que parecía nunca acabar.
—No lo creo, debo estudiar— expresó Rei al ajustar sus gafas.
—¡¿Qué?! ¡Vamos, Rei-chaaan!— gritaba Nagisa mientras tomaba a Rei por el brazo y lo sacudía. Él sabía que terminaría de convencerlo por cansancio.
—Nagisa-kun, está bien— dijo resignado.
—¡Genial! Haru-chan irá también— sonrió—. Mako-chan, tú también vienes, ¿verdad?
—Oye, yo no dije que iría— dijo Haru.
—No lo has dicho ahora, pero la semana pasada, cuando también quise ir y tú no pudiste, me prometiste que la próxima vez, sin importar qué, vendrías— hablaba con una radiante sonrisa.
—No recuerdo haber dicho eso— murmuró Haru entre dientes, dando a entender que, al igual que Rei, también había perdido.
—Bien, Mako-chan, vienes, ¿no?
—Lo siento, Nagisa— dijo con amabilidad y Haru volvió su atención a él—. Pero debo volver temprano a casa para despedirme de Ran y Ren, que se van de viaje con mis padres. No querrán ir sino llego y me despido de ellos.
—Oooh… — se apenó Nagisa— La próxima será tú quien tengas la obligación de venir, Mako-chan.
—Lo sé, lo siento— sonrió—. Adiós, chicos.
—Adiós, Makoto-sempai— saludó Rei.
—¡Nos vemos, Mako-chan!— gritó Nagisa.
Diciendo esto, se fue. Haru, Nagisa y Rei se encaminaron hacia una cafetería que, según Nagisa, tenía unos postres deliciosos.
Haru subía las escaleras que lo llevaban a su casa. Habían pasado un buen tiempo en la cafetería, aunque los únicos que hablaban eran Rei y Nagisa. Haru sólo se limitaba a contestar las preguntas directas que le hacían. No estaba de ánimo para salir, sólo pensaba en las reacciones que estaba teniendo Makoto con él, esa distancia que, sabía, no sólo era su impresión.
Se detuvo y miró la casa de la familia Tachibana. Todas las luces se estaban apagadas, salvo la del porche. Inevitablemente, dirigió su mirada hacia la habitación de Makoto y pudo ver un movimiento, una sombra detrás de las cortinas. Estaba despierto.
Sin dudarlo, se encaminó hacia la puerta de entrada, tocó timbre esperando una respuesta que nunca llegó. Insistió, pero nada.
Haru decidió entonces, probar de entrar por la puerta trasera, teniendo la esperanza de que Makoto no la haya cerrado con llave.
Tuvo suerte, ya que pudo ingresar sin ningún inconveniente.
—¡Makoto!— exclamó Haru al entrar— ¿Por qué no me has abierto, Makoto?
Nuevamente, no obtuvo respuesta.
Subió al segundo piso y se dirigió al cuarto de su amigo. Llamó a la puerta.
—Makoto.
Nada.
Llamó nuevamente al mismo tiempo que intentó abrirla, pero sintió que del otro lado, Makoto estaba manteniéndola cerrada presionando su cuerpo contra ella. Haru comienzó a empujar con más fuerza.
—Vete Haru— dijo Makoto dentro de la habitación—. Déjame sólo.
Haru no le contestó y siguió intentando abrir la puerta. En un momento, sintió que la fuerza que Makoto ejercía del otro lado, comienzó a disminuir y el trozo de madera cedió a favor del chico de ojos azules.
Makoto se encontraba arrodillado en el piso, con los hombros caídos y la cabeza gacha. Llevaba una simple remera mangas cortas y jeans, estaba descalzo.
—¡Makoto! ¿Qué te pasa?— Haru se acercó a él con la intención de ayudarlo a incorporarse.
—Vete, Haru— Makoto rechazó la ayuda de su amigo con un movimiento. A Haru le dolió. No en la mano, no en la piel.
—No me iré.
—Haru— tomó su muñeca con brusquedad—, si te quedas, no podré controlarme por mucho tiempo— le confesó mirándolo fijamente a los ojos.
—Explícame qué está pasando, Makoto— exigió.
—No he consumido sangre en más de una semana— musitó—. No he podido conseguirla. Es por eso que mis padres viajaron al campo de mis abuelos.
Haru, sin decir nada, lo ayudó a ponerse de pie; recargado en su hombro, lo acercó a la cama para que se siente y se puso de cuclillas frente a él.
—¿Por qué no me dijiste nada de esto?
Makoto no le contestó y desvió su mirada hacia un lado.
—Ya no te comprendo, Makoto— soltó—. Toda esta semana estuviste actuando extraño. Me has evitado todo este tiempo. Me mandas mensajes de texto al celular diciendo que te vas antes a la escuela, te quedas después de clases porque tienes "cosas que hacer". Casi ni me has dirigido la palabra— Makoto intentó interrumpirlo pero Haru no lo dejó hablar—. ¿Crees que no me he dado cuenta? Pero no sé qué es; no sé qué te está pasando. Si estás molesto por algo que hice, quiero que me lo digas— sentenció.
—Haru, no, no es eso. No estoy molesto por nada en lo absoluto.
—Entonces dime que te pasa— demandó seriamente.
Makoto nuevamente no respondió, movía sus manos con nerviosismo y volvió a desviar su mirada.
Haru suspiró con enojo y resignación; se puso de pie y se alejó de su amigo, hacia la puerta. Escuchó que Makoto exclamó su nombre, pero lo ignoró. Volvió a llamarlo y, al incorporarse, cayó de rodillas al suelo. Haru se volteó y corrió hacia él.
—¿Estás bien?
—Es tu aroma— susurró Makoto.
—¿Qué?
—Tu aroma. El olor de tu sangre.
—¿De qué hablas?— lo miró sin comprender.
—Siempre me sentí atraído por ella, siempre quise probar de tu sangre, Haru— sonrió con la cabeza gacha—. Podía controlarme ya que me alimentaba regularmente. Pero esta semana— lo oyó chistar con rabia—, se me ha hecho una tarea difícil. Es por eso que trataba de mantenerme alejado de ti.
—¿Por qué no me lo dijiste?— lo ayudó a incorporarse nuevamente y ambos se sentaron en la cama— Si no conseguías sangre, te habría dejado beber de la mía.
—¿Qué?— lo miró con sorpresa— ¿Te molesta que no te haya dicho que no me había alimentado?
—Sí. ¿Qué tiene?
—Nada— carcajeó débilmente—. Es que creí que preguntarías lo de tu sangre.
—Eso no tiene importancia ahora—dijo mirando al frente—. Pero no has contestado mi pregunta. ¿Por qué no me lo dijiste?
—Porque no quiero hacerlo. No— negaba lentamente con la cabeza—. No debo hacerlo. Debo contenerme.
—Pero no me matarás si me muerdes— Haru no sabía si eso era una afirmación o más bien una pregunta.
—No te mataría, pero… tendría miedo de no poder controlarme. ¡Haru, no podría!— se alejó un poco de él— ¡No quiero hacerte ninguna clase de daño!
—Makoto, te ofrezco mi sangre porque confío en tí— dijo con absoluta seguridad.
—Haru… No…
—¡Makoto, si no te alimentas podrías morir! ¡Tus padres regresarán mañana a la noche, quién sabe en qué estado te encuentren!
—Ya estoy muerto, Haru— sonrió con un ápice de pesadumbre.
—Sabes de lo que estoy hablando— habló secamente.
—¿Por qué haces esto, Haru?— preguntó con inquietud.
—Porque no quiero que te suceda nada malo— ahí estaba otra vez, ese mismo dolor que había sentido minutos antes, pero no fue por una acción de su amigo, sino por pensar en que algo podría pasarle; pero ahora sabía donde se sentía, en su pecho, justo en el medio. Volteó su rostro evitando la mirada de Makoto. Éste sonrió.
—Entonces, ¿dejas que me alimente con tu sangre?
—Sí.
—¿Quiéres recostarte? Así estarás más relajado— Haru asintió y se tendió en la cama de Makoto, apoyando la cabeza en la en la almohada, pero su amigo la retiró—. Será más cómodo sin ella.
—¿Me quito la corbata?— consultó vacilante y su amigo asintió.
Makoto se sentó del lado izquierdo de Haru y lo miró.
—¿Estás seguro de que quieres que haga esto?— Haru notó que la pregunta tuvo un dejo de congoja.
—Hazlo.
Makoto acercó sus manos al inicio de su camisa, desabrochó dos botones de la prenda, dejando más piel a la vista. Haru sintió un escalofrío cuando el otro chico rozó aquella parte con su dedo índice.
Makoto apoyó sus brazos a los lados del cuerpo de Haru. Se miraron a los ojos y el chico de cabello castaño comenzó, lentamente, a acercarse al cuello de Haru.
—Dolerá, ¿verdad?
—Un poco al principio, pero luego te gustará mucho.
Haru se sonrojó y desvió su mirada, a lo que Makoto lanzó una risita por lo bajo.
Los latidos de Haru incrementaron su velocidad, a medida que su amigo se acercaba al lado derecho de su cuello. Su cuerpo se tensó, lleno de ansiedad. Tenía los brazos rígidos a sus costados. Makoto estaba tan cerca que Haru pudo sentir su cálido aliento sobre su anatomía.
Súbitamente, Makoto lamió la piel de Haru y éste se estremeció.
—Me encanta tu olor— dijo divertido.
—Makoto...— le reprochó.
—Prometo no hacerte daño… Haru-chan— susurró en su oído.
—No pongas el "chan"…
Makoto lo mordió.
