-Madre, por favor, déjame hacer esto, quiero servir a mi nación.

-¿A qué costo, Edward me dejarías sola?

-Madre, no te abandonaría, pero cuantas mujeres hay sin hijos por culpa de esos malvados.

-¿Y quieres que me una a ellas?

Me di la vuelta y como siempre declare perdida esta batalla. Pero que tan fiel se le pude ser a la familia si el resto de tu mundo se cae frente a ti.

-¿Qué sucedió Eddy?

-Nada, lo de siempre más bien.

-Ninguna madre lo entiende, por eso es que te propongo hacerlo, así sin más, quien sabe, tal vez hasta no nos llamen.

Tanto como Edgar y yo sabemos que eso pasara, que no importa si lo hiciéramos con autorización familiar o no, nos llamarían.

Seguimos caminando con las manos en los bolsillos hablando de cosas triviales, o tal vez no es que todo fuera tan trivial sino que todo perdía importancia, y no me crean un ser terrible que tiene ansia de sangre y ver caer muertos, pero me duele más ver como un país extranjero hiere mi país.

-Bella, por favor más lento, ¿por qué tanta prisa?

Edgar me susurró "¿qué pasa Eddy, el soldado no se atreve a hablarle?".

-Calla Edgar, ella es muy hermosa, apuesto que no sabe que existo.

-Ve, háblale, es tú oportunidad.

-No puedo, si le hablo, si le conozco la amaré, y no puedo enamorarme, ni que ella se enamore, no de mí.

-¿Por qué no Eddy, eres un ser humano, que queramos ser soldados no nos quita la vida?

-Te das cuenta todo lo que sufren las mujeres al no ver regresar a sus maridos, a sus hijos, ¿crees que yo querría tener alguien tan locamente preocupado por mí, ya será suficiente con mi madre, tenerla al borde de su cama todas las noches, porque no sabe si he sobrevivido un día más al fuego?

Edgar resopló, él sabía que enamorarse se podía evitar, en cambio una madre no.

-Vamos con Roger, va a organizar una pequeña reunión en su casa.

La noche se pasó lenta, un vaso de whiskey para empezar, algo de ron.

-¡Vamos, a quien le importa!, ¡Somos hombres que no!

-Vamos.

Dijo Edgar con menos entusiasmo.

Anotamos nuestro nombre, domicilio, edad: 21, después de todo los aparentaba.

Mis parpados estaban pegados y la cabeza me dolía, la garganta me raspaba y estaba manchado de tres colores distintos.

Mi día avanzo casi tan lento como el dolor iba disminuyendo.

-¿Edgar qué hicimos ayer?

Edgar no respondió, creo que él había bebido menos que yo, pero bueno eso dejo de importar. Trago saliva, y escuche el sonido de la garganta haciendo fuerza para hablar.

-Creo que nos enlistamos – abrí los ojos como platos, enlistarme, yo quería hacerlo pero y mi madre –, ¿Eddy estas bien?

-No, bueno sí, ¿quiénes?

-Roger, Renaldo, tú y yo.

-Adiós.

No podía molestarme con él, era mi mejor amigo y yo me había metido en esto, no es que el me haya emborrachado y luego me llevo a una esquina oscura diciéndome con el dedo en alto "enlistaste, enlístate", yo quería hacerlo ¿o no?, no es por eso que peleó tanto con ella, yo quería no esperen, yo quiero… ¿verdad?

Quería pensar…

-Hola, disculpe, lo veo muy disperso en sus problemas, pero mi hermana está allá.

Volteé a ver donde la dama me señalaba y pude verla, escondida en ese pantalón con un caso caqui.

-Buenas tardes, disculpe mi hermana, pero siempre que lo veo pasar por aquí me pregunto sobre usted.

-Me llamo Edward.

-¿Y qué es lo que le aflige Edward? – baje la mirada no por no querer contarle si no por vergüenza, como se iba a escuchar "Me enliste en una borrachera, ahora estoy preocupado" – Hay disculpe, creerá que soy una entrometida, mi nombre es Isabella Gaal.

-No, no lo creo, mi nombre completo es Edward Masen. Y no estoy afligido.

-Ha, entonces lo que le molesta es mi compañía. Discúlpeme. – No te vayas, atrápala Edward.

-No es su compañía, estoy algo resfriado.

Me miró bien, mi postura, mis ojos hasta creo que me olió.

-Disculpe mi insolencia pero yo lo que creo es que esta crudo. Esos no son los síntomas de un hombre resfriado de influenza sino de uno crudo.

Solté una risa que intuitiva.

Que hubiera pasado si Edward no se enfermara de influenza española y también estuviera enamorado pero igual esta su sentido por la nación, ¿qué pasaría, qué rumbo habría? Segundo fiic, opiinen! Porfaa! Biie las qiiero! Y los ¡!