Cuando alzaba sus ojos hacia la inminente luz de la luna.
Yuuki sonreía porque ciertamente aquella le recordaba a ese amor que palpitaba constante en su corazón que sentía cada vez que visualizaba la perfecta figura de Kaname bajo aquellos rayos sobrios y plateados.
Demasiado perfecto.
Demasiado hermoso.
Demasiado doloroso.
¿Cómo podía siquiera ella imaginarse, estar al lado de semejante criatura?
Un pecado.
El solo pensamiento era un pecado. Cuando sus ojos se encontraban, sentía la sensación de estar sumergiéndose en un abismo placentero, hipnotizante, misterioso, incapaz de poder salir, o tal vez ella no quisiera emerger de allí, de ese abismo al cual era arrastrada.
Aquel vampiro ya tenía su corazón, su mente, su alma, sus sonrisas, y sus lágrimas.
Porque ella era de Kaname, aún si él no supiera tal propiedad, era así.
Era de Kaname y nadie más.
