¡Hola a todos! Lo primero de todos, gracias por leer este fic, aunque solo leais este primer capitulo jajaja

Antes de empezar, he de decir que me encanta Maze Runner y en cuanto acabé de leerlo ya me estaba imaginando la vida de ellos despues, así que me dije ¿porque no? Y escribí este fic. Los personajes, claro está, despues de haber visto tanto horrores, tienen traumas en su vida y no pueden ser iguales que en los libros. Son ellos, si, pero tienen las consecuencias logicas despues de tanto dolor y horror. Pero aun así siguen siendo ellos jajaja. Mi OC no es una Mary Sue (siempre intento no crearlas) y su personalidad irá desarrollandose a lo largo de la historia.

Este capitulo solo es la presentación de como es la vida allí, para que os vayais ambientando. Suelo dubir los caps cada dos dias, menos esta vez, subiré este primer cap y tardaré en subir el segundo. Pero muy poco, una semana como mucho.

Espero que lo disfruteis, si os gusta o pensais que debería dejar de existir en este mundo, solo dejad un review!

Gracias!

La pequeña y nueva aldea se levantó con la salida del sol. Había todo un día lleno de cosas por hacer y se acercaba el final del verano, lo que significaría que se acercaban las nieves. Hacía ya cuatro años que CRUEL les había dado vía libre para que creasen un nuevo en ese lugar y con la ayuda de Minho, Thomas y los demás clarianos y clarianas, habían organizado bien la vida.

En un principio, todos habían acabado en aquella colina, desorientados. Entonces decidieron separarse: cien de las personas se quedarían en las montañas mientras que las otras cien irían al mar. Habría comunicación entre los dos pueblos.

Cada persona, según su actitud y habilidades, estaba designada a una tarea, como en el claro: estaban los cazadores/pescadores, los recolectores, los guardianes, los artesanos, médicos, cocineros, administradores, maestros y por último, los corredores. El viejo término del claro, ahora se usaba para aquellas personas que corrían fuera del lugar y los exploraba. Casi siempre traían un nuevo tipo planta y una nueva descripción del terreno, pero hasta donde sabían, no habían hallado rastro de civilización, ni sabían dónde podían encontrarse.

Casi todas las clarianas se habían ido al mar y los clarianos en las montañas.

Tegan tenía 15 años cuando cruzó aquel portal con su padre. Recordaba todo de aquel día y casi todos sus sueños trataban sobre el laberinto, como si aquellos bichos con dientes no pudieran salir de su mente, siempre corría e intentaba escapar de ellos. Recordaba como aquellos chicos les habían llevado fuera de él hasta esa utopía.

Con el primero que se cruzó fue con un corredor, Minho. La adelantó mientras intentaban escapar del laberinto y la tiró al suelo sin ni siquiera inmutarse. Tenía mucha prisa.

Esa noche había vuelto a soñar con los laceradores y sus dientes afilados descuartizando a su madre. Se alegró de no tener hermanos.

Ahora tenía 19 años y era una recolectora. Su padre era un guardián, algo parecido a un policía y vivían en una casa los dos solos.

La chica era rusa, tenía la piel blanca, el pelo era negro como el carbón y tenía pecas por todo el cuerpo. Aunque allí la mayoría de las personas hablaban en sus hogares sus idiomas natales, tenían una lengua común para todos (la que enseñaban en los colegios de todo el mundo antes de el Destello) y no hablaba casi nunca ruso. Tampoco hablaba con su padre mucho, le odiaba.

La vida era aburrida y sosa, pensó Tegan mientras se pintaba formas en los brazos con tinta.

''Nunca tuve que elegir ser recolectora'' pensó por millonésima vez. Ella era una chica fuerte, pero en aquel tiempo había habido muchos cambios en su vida y solo quería sentirse segura y cómoda. Recolectar seguro que era seguro.

De repente, oyó los gritos de Valentina, su amiga. Parecía tener problemas. Bajó del árbol y corrió colina abajo para averiguar que así era: unos chicos se estaban metiendo con ella.

En el interior, Tegan era un trocito de cielo, pero desde la muerte de su madre intentaba hacer creer a la gente que su carácter se había endurecido y por ello, no tenía demasiados amigos.

—¡Dejadme en paz!—gritó Valentina, en español.

Tegan no se acordaba de que país venía su amiga, pero tampoco importaba mucho. Valentina era rubia y tenía una larga cabellera a juego con sus ojos azules.

—solo quiero salir contigo una noche. Te lo juro bomboncito.—dijo el más alto de ellos, llamado Nicolás.

—¡Te he dicho que no!—gritó Valentina, indefensa.

—Hola chicos, ¿Qué os contáis esta mañana?—preguntó Tegan, acercándose con una sonrisa perversa.

Todos se volvieron. En ese momento Tegan llevaba, como es habitual en aquella época, una camisa de tirantes, azul y unos leggins (o algo parecido, allí no tenían muchos lujos)

—Piérdete Tegan —dijo Nicolás, sin mirarla ni siquiera —Estoy hablando con tu amiga.

—¿Si? Me parece que no te está saliendo bien el plan. Qué pena que para mojar el pajarito tengas de acosar a las mujeres.—dijo con una sonrisa radiante.

Todo el grupo de chicos silbaron ante las provocaciones de Tegan y eso a Nicolás no le hizo gracia. Se dio la vuelta con furia en los ojos.

—¿Qué has dicho?—preguntó.

Tegan se tocó su pelo largo, como con desgana.

—Lo que has oído ¿o es que además de cobarde eres sordo? —preguntó de nuevo.

Aunque por fuera pareciese que estaba totalmente relajada, por dentro su corazón iba a mil por hora. Nicolás podría dañarla. Mientras, Valentina se había escaqueado.

—Eres muy valiente. O muy bocazas.—objetó Nicolás—Más bien me decanto por lo segundo.

Tegan sonrió y se acercó al chico, y le puso la mano en el hombro.

—Quédate pensando en ello.—respondió, después se alejó y gritó—¡Adiós chicos!

—¡Eso de antes ha sido una pasada!—gritó Valentina—Habla con el administrador central y dile que cambias de grupo, porque ¡serías perfecta para un trabajo de acción!

Mientras dejaban las bolsas en el suelo y se ponían a recoger la fruta de los árboles, Tegan seguía pensando. No tenía el valor necesario como para hablar con el administrador. Los jefes le imponían.

El administrador central se llamaba Pietro y era un hombre de unos 50 años, moreno, con una gran nariz y serio. Su cara era muy mediterránea. A su derecha, el único chico que no estaba en ningún grupo; Thomas. Era un chico verdaderamente extraño.

Cuando estaba con su círculo de amistades se le veía contento, pero fuera de ellos, era la viva imagen de las tristeza. Era su consejero a pesar de que solo tenía un año más que Tegan. Y ambos la ponían nerviosa. Las medidas de autoridad le ponían nerviosa.

—Podría ser doctora, maestra o artesana. Pero no quiero volver a ver una semilla en mi vida. —dijo sonriente.

—Tal vez puedas ir con Fritanga y que te deje trabajar en la cocina.—bromeó Valentina.

Fritanga era uno de los amigos de Thomas y el administrador de la Cocina. Cada grupo tenía un administrador que era el que estaba más versado en la materia. Fritanga era el administrador de las cocinas, Jorge el de los guardianes, Shannon la de los médicos, Dalanar el de los artesanos, Harriet la de los cazadores, Isidro el de los maestros, Keiko la de los recolectores y Minho el de los corredores.

—No creo que nunca me atreva a hacerlo.—susurró en voz baja.

Al otro lado del pueblo, Thomas y Minho conversaban animadamente.

—Vamos Tom, únete a nosotros y deja de perseguir como un perrito a Pietro ¡Únete a los corredores! ¡Como en los viejos tiempos!—dijo pegándole un amistoso puñetazo.

Su compañero sonrió tímidamente.

—Esos tiempos se acabaron Minho, solo deseo tranquilidad, paz y…

—No me lo puedo creer, estás hablando como un anciano.—dijo Minho, haciéndose el sorprendido—Todo es culpa de Brenda. Ella te ha convertido en un viejo.

Thomas se puso rojo y salió en defensa de ella.

—¡Ella no ha hecho nada! Solo que no quiero volver a correr. Mi vida es completamente estable y feliz—se rió.

Brenda y el estaban en una relación desde hacía cuatro años, pero nunca habían hablado sobre eso. Solo estaban juntos.

—Podrías acompañarnos en nuestras expediciones. Dentro de dos días salimos y estaremos fuera durante una semana. Seguro que a ella le haría mucha ilusión.

Brenda era corredora y Thomas lo pasaba mal cuando desaparecían por días. Pero negó con la cabeza.

—Pues bueno, tú te lo pierdes, pero recuerda que la puerta siempre estará abierta.—dijo Minho dándole una palmada en el hombro.—Me voy, tengo que actuar como un buen administrador—dijo mientras se marchaba.

Thomas se quedó en silencio mientras se perdía en un mar de pensamientos.