A las seis de la tarde, un pequeño Baz de cinco años jugaba con unos cubitos de madera. Estaba sentado sobre una alfombra guinda, la cual cubría casi todo el despacho de la directora de Watford, Natasha Pitch.
Ya había acabado el horario de la guardería, pero Natasha tenía trabajo que hacer y debía quedarse más tiempo revisando unos documentos. Por eso, Baz no tenía más remedio que acompañarla por mientras, aunque la verdad es que no se aburría. Aun así, su madre tenía que vigilarlo. Hace poco Baz había desarrollado esta manía por prender sus juguetes en fuego, algo que todavía no podía controlar. Pero era típico de los Pitches, quienes al final controlaban este elemento mejor que nadie.
El cielo ya se estaba poniendo oscuro cuando Baz levantó la vista de sus juguetes y con voz inocente le hizo una pregunta a su madre.
"¿Mami? ¿Está bien besar a un chico?" Sus ojos grises brillaban con curiosidad.
Natasha, quien estaba escribiendo algo en su agenda, se detuvo a media oración.
"¿Ma?" Insistió Baz.
Su madre se dio la vuelta en su silla, y quitándose las gafas que llevaba puestas se inclinó hacia abajo para hablar con su hijo.
"¿Por qué preguntas eso, mi amor?" Preguntó dulcemente.
Las orejas de Baz se tiñeron de rojo, y empezó a jugar nervioso con sus manos.
"Porque hoy en la guar-" Baz dudó un poco, aún no sabía pronunciar bien esa palabra, así que la dijo lentamente. "En la guar-de-rí-a, Agatha besó a Simon, y luego yo lo hice también y la señorita Taylor me dijo que eso no se debe hacer." Admitió, mirando al suelo.
Natasha pensó unos segundos.
"Entonces eso depende," dijo cuidadosa. "¿Dónde lo besaste?"
Baz se pinchó la mejilla sin levantar la mirada.
"¿Y por qué lo hiciste?" Le preguntó su madre amablemente.
"Porque…" Baz se cubrió la cara con sus manitas. Movió la cabeza tiernamente, negándose a hablar.
Natasha esbozó una pequeña sonrisa y levantó a su hijo, sentándolo en sus faldas.
"Está bien, pequeño puff," le aseguró con cariño, recogiéndole el cabello detrás de las orejas. "Puedes contarme lo que sea."
Baz se descubrió lentamente la cara y miró a su mamá con inocencia. "Simon es lindo."
Ella rio dulcemente. "¿Cómo así?"
"Su pelo es esponjoso." Dijo Baz, moviendo sus manos como si estuviera apachurrando una nube.
Natasha le sonreía. "¿Y por eso lo besaste?"
Baz volvió a cubrirse la cara con vergüenza.
"No hay nada de malo en eso, pequeño." Le dijo ella. "Mientras Simon se sienta cómodo, no veo por qué estaría mal."
"La señorita Taylor me dijo que estaba mal." Susurró él con tristeza.
Natasha negó con desaprobación. "Mañana voy a hablar con ella."
Baz siguió hablando. "Ella dice que a los niños nos deben gustar las niñas. Pero ninguna niña me parece bonita," refunfuñó él, haciendo un puchero. "Simon es más lindo que Agatha. O que Penny. O que Philippa."
Ahora se veía preocupado. "¿Hay algo malo conmigo, mami?" Preguntó, y la tristeza en sus ojos le llegó a Natasha.
"Para nada." Lo reconfortó rápidamente. "A los niños les pueden gustar los niños, también."
"¿En serio?" Los ojos de Baz se iluminaron con alegría cuando lo preguntó.
"Aja," le respondió Natasha, dejando un beso en su frente. "Creo que ya terminé el trabajo," dijo. "¿Qué tal si de camino a casa pasamos por una heladería, y mientras tanto me cuentas más de Simon?"
"¡Okay!" Aceptó Baz entusiasmado, bajándose de las piernas de su madre.
"Vámonos, pequeño puff." Le dijo ella tomándolo de la mano, mientras se acomodaba el bolso en el hombro y salían de la torre. Había sido un largo día.
