Disclaimer: Ninguno de los personajes aquí presentes me pertenecen. Hetalia y sus personajes son propiedad intelectual de Hidekaz Himaruya (Alias: Hima papa) y bueno, creo que está demás decir que tampoco me pertenece ningún país, puesto que no compré Sealand y este tampoco aparece en este fanfiction :)Importante: La historia empieza narrada desde el punto de vista de Prusia (Gilbert Beilschmidt). Si el enfoque cambia durante el transcurso de la historia se los informaré al inicio del capítulo ^^
Las palabras escritas en cursiva son para indicar que están en otro idioma, y pondré su traducción junto a ellas, en caso de considerarlo necesario.
Espero que lo disfruten
Pareciera un prado cualquiera, y en verdad de no ser porque ahora estás acá sentada junto a mi, creo que lo sería. Lo más probable es que ni siquiera hubiera volteado a echarle una mirada, porque normalmente este tipo de cursilerías no se me dan. Sin embargo ahora creo que soy feliz. Es decir, si esta sensación tan cálida que siento en este momento no es la felicidad, no me importa que demonios sea, pero no quiero dejar de sentirla. Amo como mis dedos pueden recorrer tu cabello del color del chocolate perfectamente, sin enredarse una sola vez, por más que esos rizos que caen de las puntas parecieran entorpecerlo. Y por supuesto que amo el poder tenerte tan cerca de mí sin que me amenaces de muerte. En un simple resumen, te amo. No puedo decir otra cosa.
-¿Estás bien? No pareces tú, estás demasiado callado – reíste, al tiempo que te reposabas sobre mi hombro – Sinceramente, me faltan tus típicas frases idiotas.
-No tienes idea de lo mucho que soñé con esto…- no tengo idea de cómo me pude atrever a pronunciar esas palabras. Ella tiene razón, normalmente soy todo un idiota. ¿Qué me pasa?
-Oye… -¿Por qué suspiras?- Lo estas haciendo de nuevo – No, no pongas esa cara, te lo pido.
-Lo sé, perdón… Arruino el momento otra vez. – ¿¡Qué!¿Y ahora de la nada me pongo tartamudo? Mein Gott!
-No es a eso a lo que me refería…
¿Qué? Demonios, no otra vez. Es una broma de mal gusto. ¡No te desvanezcas!... ¿Desvanecerse? Eso no es muy normal que digamos. Vamos, nadie puede hacer eso así como así, ¿o tú si?. No, qué rayos, no seas tonto. A quién quieres engañar. Todo fue…
-¿Un sueño?- Otra vez, desperté acelerado y hablando. Esto es tan patético de tu parte.
Si tan solo pudiera recordar el momento exacto en que todo esto empezó. Pero incluso el problema me ha confundido. Ha interferido con mi memoria, y solo los recuerdos de su mirada enamorada me permiten distinguir realidad de ficción. Que triste es esto, pero sé que vez que pienso en ella mirándome así, solo estoy recordando un sueño. Mejor revisaré la hora… como lo imaginaba, las 5 a.m., aún no amanece. Mejor volveré a dormir. West, éxito intentando despertarme.
-No entiendo cómo puedes dormir tanto. Te pedí hace una hora que te levantaras y nada. Sabes que no tengo problemas con que vivas conmigo, pero al menos trata de respetar mis horarios…- bla, bla, bla, West, sinceramente ¿No te aburres de repetirme esto tan seguido últimamente? Tus gruñidos a esta hora no son para nada agradables.
-Lo siento West, pero no tienes idea de lo agotador que es ser tan asombroso ¡Las 10 horas de sueño del resto de ustedes no bastan para mi! Kesesesese
-Lo normal es dormir solo och…
-¡Lo normal es aburrido West! ¡Yo soy lo más menos aburrido del universo! ¡El grandioso yo supera todo índice de normalidad! - ¿En qué momento me puse de pie sobre mi cama?
-Hermano, solo quiero desayunar…
-¡¿Desayuno? Hubieras empezado por ahí. ¡Quiero hot cakes de desayuno! KESESESESE!
Ahora si que estoy animado. ¿Qué estaba diciendo antes? Ah, si. Bueno, he tenido unos pequeños trastornos en mi sueño, pero no es nada que el grandioso yo no pueda superar. ¡Estas cosas son juegos de niños!... Oh, creo que se acabó la miel de maple. Tendré que llamar a Matthew para que me traiga más.
-Y por eso no llegaré a casa hasta pasada las 9… ¿Todo claro?- ¡pffffft! Esa cara de seriedad tuya, West, no tienes idea de la gracia que me hace.
-¿Ah? Claro, claro…
-¿No irás conmigo?
-¿Qué? ¿A dónde?
-Brüder - ¿Suspiras? ¡West está enamoraaaado! Wooooooh – De vez en cuando no te haría mal oírme para variar. Iré a casa de Roderich.
-¿Dónde el señorito? ¡Pues claro que voy! Quiero ir a fastidiar a ese maldito aristócrata
Deja de poner esa cara de amargado, Ludwig, no es como si fuera la primera vez que me oyes decir esto. Toda una tarde para fastidiar al idiota con vocabulario bonito. Tendré que tener cuidado, lo más probable es que Lizzie este haciéndole compañía. ¿Qué le verá a ese cuatro ojos? Es obvio que yo soy mucho mejor que él…
Debo reconocerlo, a pesar de que lo odie a él y a su estúpida casa elegante, hoy el día esta realmente maravilloso y resulta hasta agradable su presencia. Bueno, noto en su cara que él no piensa lo mismo de mí, pero en realidad me da igual. Yo solo vine a oír, fastidiar, comer y, está bien, creo que vine porque pensé que ella podía estar acá. ¡Pero no importa! Kesesesese, encontraré la forma de divertirme. Voy a ver si encuentro alguno de sus estúpidos pianos de cola y me pondré a tocar de una forma tan asombrosa, que el piano no lo podrá soportar y terminará desafinándose. ¡Soy todo un genio!. Ahora a ponerme de pie sin que lo notes y…
-¿A dónde vas Gilbert?- mierda.
-Al baño- buena jugada, eres tan ocurrente.
-¿De nuevo?- West, no me ayudas.
-Tomé mucho café en la mañana.
-Creí que odiabas el café porque te recordaba a mi apestoso aliento- oh, es cierto. Fue lo mejor ver tu rostro horrorizado… espera, esto fue una mala pasada.
-B… bueno yo, en realidad solo…
-Buenas tardes, Roderich– Esa voz. Sin duda, solo ella puede hacer que ese horroroso nombre suene bien. No, aceptémoslo, aun así es horrible. Qué clase de cursilería dije.
-Adelante, pasa por favor Eliza… - ¿Era realmente necesario que le beses la mano? Idiota.
-Hace tiempo no te veía por acá, Ludwig.-¿Acaso vienes seguido? De seguro es porque el niño mimado no puede protegerse solo.
-¡Hungría! No esperaba encontrarte acá – De verdad espero estar sonando sincero.
-¿No ibas a algún lado, Gilbert? – Tienes miedo de que siga acá, ¿No es así?
-Sí, mejor me marcho antes que mi grandiosa presencia los haga sentir disminuidos. ¡Kesesesese!
Solo por eso, señorito, te desafinaré el piano de la sala principal, ese que tanto te gusta. Y no lo pienso hacer con ningún tipo de delicadeza. Pero primero, debo encontrar la sala principal. ¡Agh! No sabes como odio tu casa de niño rico. Entraré por esta puerta. No, es una pieza. ¿Y que hay de esta? Demonios, otra pieza. ¿Qué es esto? Woah, este baño es enorme. Tal vez pueda hacer algo acá igual. Kesesesese, a destaparte la estúpida pasta dental. Oh, un cepillo de dientes, que bonito, no lo volverás a ver si lo dejo arriba de este mueble. ¿Máquina de afeitar?¿Afeitar qué, lampiño? Al W.C., de todas formas, no te sirve. Ahora una elegante fuga. ¿Qué buscaba? Esperen, acabo de recordarlo, la sala principal queda justo al lado de la sala donde estaba antes. Van a escuchar una verdadera obra maestra.
Acá estás piano. Se nota que Roderich te cuida bastante. Hasta me llega a dar algo de lástima hacer lo que estoy por hacer… P-por ti, claro, piano, no por ese ricachón. Mmm, se me antoja una de las deliciosas tortas que hay en esta casa. Maldito, cocinas muy bien y el olor se cuela desde la sala de al lado. Un dulce no hará daño.
-¿Ya terminaste de hacer lo que sea que querías hacer, Gilbert?- Esa trufa se ve deliciosa, aunque la sostengan tus manos de… de… ¡de austriaco!
-Nein. En realidad solo volví para hacerles compañía. Sé que me extrañaban.
-Te fuiste por a penas 10 minutos. Y sinceramente aunque te tomaras toda la tarde, no creo que te fuéramos a extrañar mucho - No me sonrías así mientras dices esas cosas.
-No le digas esas cosas, mon cheri Eliza, míralo, se nota que odia oírlo de tu boca – Gracias Francis… ¡¿Eh?
-Tú. ¿En qué momento llegaste?
-Lo vi por la ventana unos minutos después de que te fuiste, merodeando nuevamente en el patio – wow, que linda cara de asesina, me asustas – dijo que esta vez venía de visita así que le pregunté a Roderich…
-Le di el beneficio de la duda. – Mientras sorbes esa taza de café te vez realmente petulante.
-Pero ahora que tú llegaste, seguramente Gilbert tendrá con quien entretenerse mientras hablo con Austria – West, no me hagas ver como a un niño pequeño.
-Homnomnom, de ninguna manera. Si estáis ocupados será mejor que vuelva luego. Gilbert, monami, estoy seguro de que encontrarás como divertirte – Francis, tus miradas picaras no me ayudan en este momento…
-¿Ya te marchas, Francis? Por favor lleva alguno de estos contigo – de inmediato entró una muchacha vestida de sirvienta clásica trayendo consigo una pequeña caja, seguramente con dulces. No se compara con la chica que solía atenderte, ¿sabes?
-Merci beaucoup, belle dame – esa mirada, seamos realistas Francis ¿Ves su escote?- Y perdona la corta visita. Volveré pronto a verte.
-Claro, claro. Siempre serás bienvenido, Francia – Lizzie, no hay necesidad de usar sarcasmo.
-Te acompaño hasta la puerta.
-No hay necesidad Gilbert, Andrew puede acompañarlo –ahora aparece otro humano vestido de terno, de la nada. ¿Qué demonios, fabricas humanos elegantes en tu sótano?
-No, no. Así está bien, no llames a ese tipo. Yo quiero ir.
Maldita sea, mejor camino rápido con este francés, antes de que me mande a su ejército de subordinados humanos vestidos de pingüino. Un consejo, solo quiero eso. Todos saben que esto del amor no es precisamente lo mío, así como lo de Antonio no es el dinero. Nos sentamos en los peldaños de la entrada, aunque claro que Francis se quejó, pensando que se le mancharían sus pantalones de tela blancos. Gott sei dank! Menos mal que terminó sentándose o juro que le jalo su recortada barba. A proceder con lo usual: Aclarar que no estoy interesado en él, que no tengo ganas de conocer su torre Eiffel, y que no quiero un croissant. Ahora que ya me esta tomando en serio, creo que le preguntaré.
Su acento permite que las cosas se me graben más fácilmente, por alguna razón. Claro que a la vez es una desgracia tener que acordarme de todos los consejos que me diste pensando que se trataba del idiota Austriaco. Y tampoco me sirvió de mucho que me dijeras tanto y finalmente concluyeras con esa otra frase. Creo que se lo que hago, pero gracias por preocuparte amigo. ¿Qué más da? Hoy tampoco lo conseguiré. De vuelta a la sala.
