La siguiente historia tiene lugar al final de la segunda temporada y tiene su propia línea de tiempo.

Este es un HIE que llevo mucho tiempo queriendo hacer. A los que decidáis darle una oportunidad os doy las gracias y espero que lo disfrutéis tanto como yo.


-¡Joder Iván, casi nos matas!- grité mientras me quitaba el cinturón de seguridad

-¡¿Me culpas a mí?! ¡¿Tu has visto ese maldito destello?! ¡me ha cegado por completo, agradece que sólo nos hayamos salido de la carretera!-

Salí del coche y cerré la puerta con rabia, pero el mareo me pudo y acabé vomitando junto a un arbol cercano en el que me apoyé.

-Dios, Andrés, que ascazo- dijo Iván mirando hacia otro lado -menos mal que te lo has guardado, me llegabas a potar dentro del coche y te mataba.-

-Iván- dije sin dejar de mirar hacia el suelo- que te den.

Me quedé un rato en esa misma posición hasta que pude calmarme un poco, de fondo escuchaba a Iván quejándose del estado del coche.

-Esto no arranca- Dijo Iván saliendo del coche. Acto seguido abrió el capó. -Mierda, creo que la batería está frita-

-No fastidies- le respondí -hoy no deberíamos habernos levantado- dije con aire pesimista.

Saqué mi teléfono móvil del bolsillo y lo encendí, o al menos lo intenté. La pantalla seguía apagada sin importar cuantas veces le diera al botón de encendido. A lo mejor se me había acabado la batería, aunque al salir de casa aquella mañana estaba totalmente cargado.

-¿Tu móvil funciona?- pregunté a Iván -El mio no enciende-

Iván sacó su móvil también y lo comprobó, nervioso.

-Está frito- dijo cabreado -Todo nos ha salido mal el mismo día-

-¿Que hacemos entonces?- pregunté con mucha preocupación

-La carretera está aquí mismo y no estamos muy lejos de Torrejón, tendremos que caminar hasta casa de Esther, y luego habrá que volver a por el coche.- contestó

-Si la batería es lo único que se ha estropeado, no es tan mala la situación-

Antes de que pudiéramos alejarnos demasiado del coche, un aullido nos alarmó.

-No sabía que hubiera lobos tan cerca del pueblo- dije

Iván volvió hacia el coche, abrió el maletero y sacó una katana decorativa. La funda y la empuñadura eran de color celeste, mientras que la guarda era dorada.

-¿No era decorativa esa espada?- le pregunté -Además era para Esther, no querrás estropearla-

-Algo es algo, si hay lobos aquí la necesitaremos.-

-¿Y algo para mí no tendrás, no?-

-Coge el bate- dijo cerrando otra vez el maletero.

Se refería a un bate de madera que siempre llevaba junto a la palanca, en los pies del lado del copiloto. Lo tenía a mano siempre por si algún motero se le ponía chulo, pero como no vivimos en una película nunca había tenido que usarlo.

-Menuda cutrez, pero algo es algo- dije yo mientras sacaba el bate del coche.

Caminamos un buen rato por el bosque, pero no encontramos la carretera por ningún sitio. El lugar era bastante tétrico, con árboles que parecían tener caras y sonidos de animales que no fuimos capaces de identificar. La única vez que estuve en un bosque como ese fue cuando era pequeño, y se trataba de un parque nacional, por lo que no había peligro real. Aquí, sin embargo, tenía la sensación de que algún bicho peligroso nos atacaría en cualquier momento.

No me faltaba razón, porque poco después de que ese pensamiento pasara por mi cabeza, una criatura monstruosa nos encontró. La criatura era similar a un enorme león, pero su cola de aspecto cascarudo recordaba a la de un escorpión y coronando a ese amasijo de garras y dientes, dos alas membranosas como las de un murciélago (o siendo algo más fantasiosos, las de un dragón).

Iván desenvainó la espada con bastante torpeza, hasta el punto de dejar caer la funda. Yo, sin mucha más valentía que la suya, alcé el bate y me preparé para atacar (o defenderme).

-¿Que es esa cosa?- gritó Iván asustado

-Ni idea pero...- No pude terminar de hablar cuando la criatura se abalanzó sobre nosotros. -...definitivamente es peligrosa-

Ambos la esquivamos por los pelos y nos alejamos unos cuantos metros. El sentido común me dictaba que saliera corriendo de allí, pero esa cosa probablemente nos alcanzaría, o peor aún, nos encontraríamos con más criaturas peligrosas si corríamos a ciegas en un bosque que no conocíamos.

Iván siguió sujetando la katana con las dos manos, pero de poco iba a servir, no estaba afilada, sólo era un adorno que había comprado pocas horas antes para su novia. La criatura se acercó lentamente hacia nosotros, que estábamos paralizados por el miedo. La cola del animal se agitó y con mucho ímpetu se clavó en mi pierna izquierda. El aguijón era de tal tamaño que se sintió como una puñalada. La herida sangrante que dejó tenía muy mal aspecto, pero no podía pensar en eso en ese momento, debíamos matar rápido a ese bicho o se nos comería vivos. Contraataqué con el bate propinándole un fuerte golpe en el cráneo. Debí de hacerle daño porque rugió con mucha fuerza antes de volver a saltar hacia mí. Por culpa de mi herida, no pude esquivar a tiempo. Cuando me quise dar cuenta estaba en el suelo con las garras del animal clavadas en mis hombros, causándome un dolor aún mayor. Cerré los ojos, no era capaz de seguir mirando a esa bestia terrible que estaba a punto de devorarme. Sentía su respiración, un aire caliente y maloliente sobre mi cara y poco después un chorro de un líquido también caliente cayó sobre mi pecho y mi cara.

Abrí los ojos, Iván había atravesado la garganta del extraño león con la espada, derramando una sangre carmesí sobre mí.

-Cortar, lo que es cortar pues igual no, pero se clava que da gusto- dijo Iván

Se notaba que aquel chiste era solo una forma de ocultar el terror que acabábamos de pasar.

Tras sacar la espada del cuello de la criatura, me ayudó a levantarme.

-Estás hecho una ruina, será mejor que te encontremos ayuda- dijo Iván. Tras recoger la funda que antes había dejado caer y después de introducir en ella la espada manchada de sangre, proseguimos con nuestro camino. Yo estaba cojeando por la herida en la pierna y los cortes en los hombros, a pesar de parecer muy superficiales, ardían mucho.

Finalmente encontramos una salida de aquel bosque. A pocos metros del límite del bosque había una cabaña con aspecto bastante acogedor junto a un riachuelo. Nos acercamos y tocamos la puerta, pero no hubo respuesta.

-Parece que no hay nadie en casa- dije -mas mala suerte-

Al darnos la vuelta vimos a un pequeño conejo blanco observándonos. Yo, por instinto (me gustan mucho los animales) me agaché como buenamente pude, me senté en el suelo y lo miré fijamente a los ojos. No se muy bien cuanto rato estuvimos así, pero cualquiera que lo hubiera visto (es decir, Iván) habría pensado que estábamos comunicándonos. Los ojos del pequeño animal parecían ver a través de mi alma, aunque eso suene como un intento penoso de hacer poesía. Finalmente el conejo se dio la vuelta y se alejó de nosotros. Pedí ayuda a Iván para levantarme de nuevo.

-Ver a ese bichejo me ha dado un hambre… que ganas de comer un buen conejo al ajillo-

-Ya almorzaremos algo cuando lleguemos a Torrejón, y no me puedo creer que tengas apetito después de haber dejado a ese animal desangrándose en el bosque-

Seguimos caminando un rato por un paisaje radicalmente diferente al del bosque en el que habíamos abandonado el coche. Los colores eran muy vivos, incluso para un día de primavera. Era bonito pero chocante a la vista, no estaba acostumbrado a esos tonos tan brillantes. Tras otro rato de arrastrarnos (y digo arrastrarnos porque caminar se me hacía cada vez más difícil y tuve que ser ayudado por Iván para poder seguir desplazándome) encontramos un campo de preciosos manzanos. La fruta tenía un aspecto genial, pero la granja que veíamos al final del campo significaba que esa fruta tenía dueño, por lo que no la tocamos.

-A ver si esta vez hay suerte y hay alguien dentro- Dijo Iván

Mientras caminábamos hacia la granja no pude evitar sentirme observado otra vez. Deseaba con todas las fuerzas que me quedaban que lo que nos estuviera acechando no fuera similar a la que nos atacó en la espesura. Por suerte, no fue así.

-¡Quietos!- dijo una voz femenina

Cuando me giré a ver quién nos había dado esa orden, vi algo que en ese momento me pareció verdaderamente ridículo:

Cuatro criaturas nos arrinconaron contra uno de los manzanos. Eran seres cuadrúpedos con algo más que la mitad de nuestra estatura. Cada uno con rasgos muy diferenciados.

El de la derecha del todo había uno con un pelaje anaranjado y una melena rubia atada en una coleta. Parecía más el peinado de una persona que el pelo de un animal salvaje. Para hacerlo todo aún mas cómico, este tenía un sombrero vaquero.

A su izquierda había otro ejemplar de color celeste con una melena de muchos colores, algo bastante psicodélico. Lo que más llamaba la atención de este en particular era que se mantenía flotando en el aire agitando unas alas cuyas plumas eran del mismo color que su pelaje.

Aún más a la izquierda estaba otro de los seres. Este también tenía alas pero estaban plegadas. Su pelaje era de un verde suave, como espuma de mar. Su melena también era rubia.

Detrás de estos tres se encontraba el último, con una pelaje amarillo y una melena rosa, ambos en colores pastel, muy suaves. Se le notaba asustado.

-¿Han sido estos? ¿Ellos han matado a una criatura de Everfree?- dijo el ser naranja.

-Si….les oí decirlo, también les oí insinuar algo sobre comerse a Angel- dijo tímidamente la criatura amarilla.

-Criaturas sanguinarias, vais a pagar- dijo el ser verde.

-Iván amenazó con la espada a este último, pero la criatura se movió con mucha velocidad y de una coz en la mano de mi amigo, la espada salió volando para clavarse en el suelo a pocos metros de nosotros.-

Ninguno de nosotros dos articuló palabra, estábamos aún procesando el hecho de que una suerte de caballos enanos de colores estaban comunicándose con nosotros en nuestro idioma.

Muchas cosas pasaban por mi cabeza en ese momento, pero todas ellas se estaban difuminando y yo estaba empezando a sentirme tremendamente débil y mareado. Cuando no pude más caí al suelo y lo último que vi fue la cara de Iván y a la criatura celeste.


Mientras tanto en Leeds, Inglaterra:

Una mujer pelirroja cena con su hijo, un joven de unos diecisiete años y su hija menor, de unos trece. La madre y el hijo disfrutan de su comida y debaten amistosamente mientras la pequeña hace lo que puede por entenderles.

La bonita escena familiar se rompe cuando el estridente politono del teléfono de la mujer la obliga a dejar la conversación.

-¿Que puede ser tan importante?- dice ella a su interlocutor -Estamos cenando-

Del otro lado del teléfono se escucha la voz de un hombre bastante preocupado.

El hijo mayor agudiza su oído para intentar enterarse de la emergencia.

-Doctora Evans, siento mucho molestarla, pero tenemos un problema grave. Hemos recibido un informe de nuestras instalaciones en Madrid. Dicen tener razones para creer que hay una brecha.-

La mujer notó que el joven estaba escuchando, así que se alejó varios metros.

-¿Crees que tendrá que irse otra vez?- preguntó la chica algo desilusionada.

-Últimamente le sucede mucho, lo de trabajar a deshoras. Estaremos bien tú y yo- contestó el chico.

La muchacha sonrió a su hermano y siguió comiendo.

-Lo siento mucho, tengo que...-

-vuelve pronto- interrumpió el chico con seriedad -te quiero-

La madre sólo asintió, se despidió de la pequeña y cogió el coche.