Esta historia sucede después del One Shot Huyendo del destino. Espero que les guste y dejen muchos Reviews. También pueden unirse a la página en Facebook Sebastian Stan Venezuela (:


Capítulo 1

Siempre he sido muy escéptica, me dejo llevar por lo que veo y toco, no por cuentos de hadas. ¿La ironía? Que trabajo haciendo películas de ciencia ficción. Lo sé, algo contradictorio, pero precisamente por eso es que sé que esas cosas como superhéroes, aliens y fantasmas no existen.

Mi vida es bastante maravillosa, hago lo que me gusta y además me pagan por ello. Pero siempre he sentido que algo falta, llevo años esperando que algo suceda. Ese momento en el que uno puede separar su vida con un antes y un después. No me imaginaba que ese momento estaba tan cerca. Nunca me imagine que él, estaba tan cerca de mí.

Lo más agradable de mi trabajo era viajar. Conocer tantos lugares distintos. Y no sólo eso, normalmente escogíamos locaciones espectaculares para filmar, lugares a los que nadie iría sin compañía o sin un plan. Afortunadamente nosotros siempre teníamos un plan y más de 100 personas a bordo.

Esta vez nos tocaba viajar a Brasil, estábamos trabajando en una película sobre unos estudiantes que se iban de expedición y encontraban huevos de dinosaurios ocultos en lo más profundo de la selva. Algo así como la continuación de la continuación de la continuación de Jurassic Park. Hey no me vean a mí, yo no escribo los guiones de las películas solo las dirijo.

Llegamos a la selva amazónica y me enamoré por completo del lugar. En ciertas partes era peligroso pero eso no nos detenía, ese tipo de lugares siempre eran los mejores sets.

Ya teníamos un mes filmando cuando una noche, un ruido extraño me despertó. Abrí los ojos y el corazón se me aceleró, estaba sola en el tráiler. Ese era un lujo que podía darme por ser la directora de la película, pero en estos momentos cuando escuchaba sonidos raros afuera y yo estaba completamente sola pues, no me gustaba mucho. Sin embargo no iba a poder dormirme de nuevo si no investigaba qué pasaba. Me puse una bata sobre el camisón con el que dormía, me calcé unas botas y abrí la puerta de mi tráiler.

A simple vista parecía todo normal. El claro donde acampábamos estaba full de trailers de todo el crew y el cast. Caminé por la hilera de puertas de cada uno de ellos hasta llegar al final y no había nada fuera de lo normal. Comenzaba a pensar que lo había imaginado todo y me di media vuelta para volver cuando un movimiento captó mi atención, giré lo más rápido que pude para ver una sombra perdiéndose entre los árboles. Eso ciertamente no lo había imaginado. Lo más lógico era que llamara a alguien, que despertara a mis compañeros, podía ser alguien peligroso, o un animal salvaje. Pero mi curiosidad siempre podía más que la razón. No por algo mi abuela siempre me repetía que la curiosidad había matado al gato. Pero yo no era un gato.

Avancé en la oscuridad hacia lo profundo de la selva donde había visto desaparecer la sombra. Oía pasos adelante, era una persona. Pero su andar no se oía precisamente normal. Parecía que le costaba moverse. Por momentos se detenía y luego retomaba su curso. De repente el sonido se detuvo. Entonces fui muy consciente de que estaba sola en medio de la selva y ahora que no estaba siguiendo a algo o a alguien me hacía darme cuenta lo estúpida que había sido al irme sola del campamento. Me detuve y respiré profundo para calmarme. Sólo debía volver por el mismo camino que había tomado. No podía estar muy lejos. Comencé el viaje de regreso cuando sentí que había alguien detrás de mí. Me volteé dispuesta a defenderme con uñas y dientes pero no había nadie. El miedo debía de estar actuando en mí.

—Cálmate Katherina, respira.

Retomé mi andar sin mirar atrás. Una vez más sentí que había alguien detrás de mí, pero esta vez no me detuve, seguí caminando. Entonces lo oí muy claro, alguien me seguía. Me di vuelta y lo vi, parado como a 2 metros de distancia. Un hombre de cabello oscuro y largo. Llevaba la ropa rasgada y sucia, como si hubiera estado viviendo en la selva por mucho tiempo. Algo brillante bajo su manga llamó mi atención, parecía que tenía un brazo… ¿de metal?

—¿Me estabas siguiendo? —Pregunté con la voz un poco más alta de lo normal.

—Tú me estabas siguiendo primero. —Su voz sonó pastosa, ronca, como si tuviera mucho tiempo sin usarla.

Era cierto pero eso no explicaba qué hacía él merodeando por nuestro campamento en medio de la noche. Antes de que pudiera pensar en algo coherente para decirle, el hombre cayó al suelo agarrándose la cabeza y gimiendo de dolor.

No sabía qué hacer, si acercarme o no, el extraño respiraba con dificultad y parecía luchar contra un impulso. O al menos esa era la impresión que me daba. Contra toda prudencia me acerqué a él e intenté tocarlo, y cuando estaba a punto de hacerlo él se levantó violentamente, asustándome y me miró con rabia. Comencé a retroceder presa del pánico, parecía un asesino y yo estaba lo bastante lejos de alguien que pudiera oírme. Tonta y mil veces tonta grité en mi mente. Quise gritar de verdad pero no me salían las palabras, estaban atascadas en mi garganta.

Seguí retrocediendo hasta que di de golpe con un árbol, el hombre llegó hasta a mí y puso sus 2 brazos alrededor de mi cuerpo apoyándose en la corteza sin quitar sus ojos de los míos, yo estaba bastante segura de que iba a matarme. Estuvo un rato mirándome intensamente como si quisiera leer algo en mis ojos y de repente gimió y se agarró la cabeza de nuevo, luego levantó la vista una vez más hacia mí y lo que dijo definitivamente nunca me lo habría esperado.

—Ayúdame. —Y luego se desplomó frente a mí.

No sé cuánto tiempo estuve viéndolo desmayado sobre el barro, no sabía qué hacer. Cuando logré reaccionar corrí hacia donde creía que estaba el campamento y rogué porque fuera el camino correcto. No me había dado cuenta de lo mucho que me había internado en la selva hasta que 10 minutos después visualicé los trailers frente a mí. Si había alguien a quien podía pedirle ayuda ese era George y si lo conocía como creía que lo conocía su puerta debía estar sin seguro. No me equivoqué.

—George, ¡despierta! —Susurré mientras me acercaba a su cama y empezaba a zarandearlo para despertarlo.

El abrió los ojos y me miró divertido.

—Ya sabía yo que un día vendrías a rogarme que te dejara entrar a mi cama. Está bien cariño, no tienes que rogar, ven, eres bienvenida.

—¿Es una broma o te volviste loco? —No sabía si reírme o molestarme.

—¿No estoy soñando? —Su cara se tornó del color de un tomate— Ohh esto es incómodo. —Dijo en un susurro más para sí mismo que para mí.

—Ok George te necesito despierto, tienes que ayudarme con algo… delicado.

—Si estem, claro, ¿Qué pasa, qué necesitas? —Se sentó y tomó sus lentes que estaban a un lado de la cama, aún seguía rojo y yo no hallaba como detener la carcajada. Entonces recordé al extraño y mi urgencia volvió.

—George primero necesito que hagas un pacto de silencio, no puedes decirle a nadie nada sobre lo que estamos a punto de hacer.

Él pareció entender justo en ese momento que se trataba de algo grave y se terminó de incorporar, se puso un sweater encima, se calzó sus botas y salió conmigo rumbo al lugar donde había dejado al hombre desmayado. Esperaba que aún estuviera ahí y que me acordara de cómo llegar. Afortunadamente ya había pasado por ahí 2 veces y esta vez fue menos complicado encontrar el camino.

Llegamos y ahí estaba justo donde lo había dejado. Con señas le dije a George que me ayudara a levantarlo y con un gesto le hice entender que le explicaría todo luego. Eso era lo bueno de él, que nos conocíamos desde los 15 años y a veces no necesitábamos palabras para comunicarnos. Era una fortuna que George hubiera decidido estudiar Audiovisuales. Él era el mago detrás de la magia de las películas. Era quién se encargaba de poner todo lo fantasioso que se grababa en la pantalla verde. Me llevaba 2 años, tenía 32 pero su alma debía tener como 10, siempre tenía que andarlo regañando como si fuera un niño. Y el día que me dijo que lo habían contratado para la película donde yo estaba trabajando, me puse más feliz que un bebe con juguete nuevo.

Entre los 2 logramos llevar al extraño hasta mi tráiler, por ser el más privado era menos posible que alguien lo descubriera allí. Lo acostamos sobre mi cama y le dije a George que me dejara sola, era mejor que él se regresara a su tráiler. Cerré la puerta con seguro y encendí la luz para poder detallarlo. Afuera en la oscuridad no había podido verlo bien. Su cabello castaño oscuro y largo le llegaba por sobre los hombros. Tenía una barba de varios días que le endurecía las facciones. Sus ropas como me había fijado anteriormente estaban rasgadas y sucias. Llevaba una chaqueta de Jean oscura y una franela gris debajo. Sus pantalones negros estaban rotos a la altura de las rodillas. Pero lo que no podía dejar de mirar era su brazo izquierdo. Era según parecía, completamente de metal y le empezaba justo en el hombro. Al menos eso era lo que se lograba apreciar a través de los agujeros de su ropa. Llevaba un guante que deduje era para ocultar su mano, pero estaba tan roto que podía ver todos sus dedos metálicos. ¿Qué podía haberle pasado a este hombre para que tuviera semejante cosa pegada a su cuerpo? Ok, había visto un millón de prótesis de brazos en el mundo, pero nunca una así de esa forma.

Caminé hasta mi cama sin poder quitar mis ojos del extraño que yacía en ella. Su aire de misterio me tenía completamente atrapada. Ahí estaba yo, sola con un hombre que no conocía y que había intentado matarme hacía unos minutos. Pero me había pedido ayuda, y algo en sus ojos me había convencido de que lo decía en serio. Yo debía de estar completamente loca.

Mientras estaba haciendo mi escaneo sobre su cuerpo, logré ver que entre lo sucio de su ropa también había sangre. ¡Oh por dios, estaba herido! Me senté a su lado y como pude le saqué la chaqueta de Jean. Él no se movió. A la altura de su costilla derecha podía ver más restos de sangre aún húmeda y la tela desgarrada. Le levanté la franela y evidentemente tenía una herida, parecía un disparo pero no había rastros de la bala. Grandioso. Ahora tenía que hacer de enfermera y yo no sabía ni poner una curita. Me armé de valor y fui por el botiquín de emergencia que había en mi tráiler. En todos había uno. Era una regla de los Estudios puesto que estábamos en un lugar un poco inhóspito.

Volví a la cama y me senté de nuevo al lado del extraño hombre, abrí el botiquín y saqué gaza y alcohol, al menos sabía que así se limpiaba una herida. Levanté un poco más la franela y me disponía a limpiar cuando de repente el brazo de metal me detuvo la mano con algo de violencia. Miré la cara del hombre y pude ver que sus ojos bien abiertos me miraban con confusión.

—¿Dónde estoy? —Su brazo seguía sosteniendo mi mano cerca de su costilla.

—Por los momentos, estás a salvo. —Había intentado que mi voz saliera normal, pero lo cierto es que había temblado un poco.

Él miró a su alrededor y luego posó de nuevo sus ojos en mí.

—¿Quién eres tú?

—Creo que no estás en posición de hacer tantas preguntas. —¿De dónde había venido ese momento de valor? No tenía idea.

El extraño endureció su mirada y apretó un poco más el agarre de su brazo metálico.

—Soy la que te rescató cuando te desmayaste en medio de la selva y por si no te acuerdas, me pediste ayuda. Eso es justamente lo que estoy haciendo. ¿Quieres que pare? —Dije con rabia.

—Entonces ayúdame.

—¡Es lo que estoy haciendo! Iba a curarte esa herida que tienes en las costillas cuando me detuviste con el pedazo de hojalata que tienes en el brazo.

—¡No lo entiendes! ¡Ayúdame! Nadie puede verme, ¡necesito desaparecer! —Parecía a punto de desmayarse de nuevo, sin embargo su fuerza no disminuía.

—Me estás lastimando. —Le dije cuando ya no podía sentir mi mano.

Él pareció darse cuenta de lo que estaba haciendo y soltó su agarre. Mi mano estaba morada.

—Lo siento. —Me dijo sin mirarme.

Vaya, al menos sabía disculparse.

—Aunque hayas intentado matarme puedo ayudarte a desaparecer como me pides, pero si no te curo lo más probable es que se te infecte esa herida, déjame curarte y después vemos cómo te saco de aquí.

Lo miré y él asintió, pero seguía sin mirarme. La verdad es que tenía la mirada perdida.

—No intenté matarte. —Lo dijo más para sí mismo que como una defensa. Pero le creí.

Una vez mi mano recobró su color normal y pude moverla sin dificultad volví a colocar mis manos sobre la piel de aquel hombre. Con una mano le sostenía la franela y con la otra intentaba limpiarle la herida. Él se percató de que se me hacía difícil y se sentó en la cama, yo retrocedí un poco porque estaba muy cerca de mí y él se quitó la franela para que yo pudiera hacer mejor mi tarea.

No pude evitar quedarme como estúpida viendo su abdomen, tanto por los moretones que tenía en el pecho y el resto de las costillas, como por ¡lo bien definido que estaba! Y además yo tenía razón, el brazo metálico le empezaba justo en el hombro. Era impresionante.

Levanté mi mirada y la posé sobre sus ojos. Él me estaba observando también, podía notar como su pecho subía y bajaba con cada respiración. Mi corazón se disparó y fingí que tosía. Afortunadamente captó la indirecta y volvió a acostarse.

Comencé a limpiar la herida y, tengo que reconocer que sentí admiración puesto que no gritó ni una sola vez.

—¿No te duele? —Le pregunté con curiosidad. Él me miró de nuevo— Es que no te quejas y sé que esto debe doler.

—Me han hecho cosas peores.

Se me encogió el estomago. Miré su brazo una vez más.

—¿Quién eres? —Me atreví a preguntar.

Me observó un largo rato, como debatiendo si debía decirme o no. Cuando pensé que no me respondería, habló.

—Ellos me llamaban El soldado del invierno.