Nunca comprendió del todo la manera en la que sus amigos solían actuar o comportarse. Disfrutaba mucho de la compañía de todos. Era cierto, pero había algo que lo hacía sentirse fuera de lugar de vez en cuando. Bucky siempre había sido su mejor amigo, era el que lo conocía desde el jardín de infantes, al resto los había ido conociendo en otras etapas de su vida y poco a poco se habían vuelto inseparables.
Ahora, ¿a qué debemos ésta explicación? Sencillo. Los cinco irían de vacaciones a la playa.
Desde un par de meses atrás, a Bucky se le había metido en la cabeza la idea de pasar unas vacaciones en la playa, una semana o dos, y cuando Wanda y Steve habían iniciado a quejarse de que no tenían dinero suficiente para pasar tanto tiempo hospedados en un lugar así, el joven ex soldado había sacado los folletos de un RV park construido justo a la orilla del mar. En sí el costo no era elevado, sería diez veces más barato que ir a un hotel, y ellos podían cocinar y comprar su propia comida.
— ¡Vamos! —Insistió el muchacho cuando vio a Steve dudando un instante. — ¿Qué tiene? Hace mil años no vacacionamos juntos. No vacacionamos juntos desde la graduación de la preparatoria y ahora que tenemos dos semanas de vacaciones me van a salir con que no quieren ir a la playa. ¿Es en serio? Vamos.
—Pero… —Murmuró Steve cuando Wanda le arrebató de la mano los folletos y sonrió de oreja a oreja. El rubio sabía perfectamente que aquel gesto sólo significaba una cosa, ella ya había dicho que sí en ese momento.
—Yo tengo dos casas de acampar y un colchón inflable mío y otro de mi hermano, por dormir en el suelo no te preocupes. —Murmuró con su acento marcado después de haber pasado tanto tiempo en el extranjero. —Y tú cocinas muy rico. Además, Pots y Tony seguro dirán que sí.
—Claro que van a decir que sí. —Espetó Steve cruzándose de brazos. —Ellos tienen el dinero para viajar, yo tengo que hacer un ahorro con tiempo.
— ¿Ahorro? —Espetó Tony llegando a la cafetería de la mano de su novia, Pepper sonrió sentándose al lado de Wanda y miró a su novio en espera de su siguiente movimiento. Era cierto, Bucky ya había hablado con ellos en la mañana y Tony Stark había dicho que aquella idea era muy buena, la única manera de hacerla perfecta era si él la pensaba.
—Hola chicos. —Soltó Wanda divertida mientras Pepper le guiñaba un ojo, como diciéndole algo.
— ¿Quién quiere hacer un ahorro? —Soltó el magnate con su sonrisa socarrona.
—Yo. —Se quejó Steve cruzándose de brazos y desviando la mirada. —No todos tenemos el dinero para pagar la universidad, estar en una fraternidad y tomar vacaciones todo el mismo año.
— ¿Si tuvieras el dinero para ir, dirías que sí? —Inquirió Tony inquisitivo. Steve lo miró un momento antes de suspirar y asentir. —Está decidido. —Espetó al final Tony dejando caer un recibo enredado en torno a su tarjeta de crédito. —Pagué los lugares, cortesía de la casa.
Steve y Wanda soltaron exclamaciones de sorpresa e iniciaron un alegato, Steve reclamando, Wanda haciendo planes, pero tuvieron que frenar ambos al ver los rostros confundidos y divertidos de sus amigos.
—No sería lo mismo si uno sólo de nosotros falta. —Comentó Pepper ante la mirada incómoda de Steve. —Además. No es como si cada quince días coincidieran nuestros horarios, así que cállate y acéptalo, por favor, Steve.
—A ver, capi. —Espetó Tony divertido. —Cobran los espacios, las casas de acampar. ¿Sí? Conseguí que nos permitieran tener dos tiendas en el lugar, los tres cabemos sobraditos ahí, Pots y yo en una y ustedes se organizan.
— ¿O sea que no tengo derecho de elegir compartir mi tienda con Wanda? —Soltó la pelirroja divertida, dedicándole una mirada de indignación a su novio.
—No amor, ya decidí. Ya hasta acomodé nuestra cama.
—Pero quiero tener tiempo de chicas también.
—Haz una pijamada, invítala a la casa.
Todos soltaron una risa ante la alegata. Steve odiaba admitirlo, pero le encantaba la manera en la que Pepper y Tony discutían, cuando a alguno no le parecía algo de lo que el otro había dicho se enfrascaban en una conversación privada, como si nadie más existiera. Y la razón por la que odiaba admitirlo tenía que ver con una sola cosa. Tenía ganas de enamorarse.
Suspiró.
—Bien, vamos a la playa. Pero yo comparé la comida.
—Y la prepararás. —Soltó Tony fingiendo indignación.
—Y la prepararé. —Espetó ofendido. Wanda soltó una carcajada y se tomó del brazo de Steve.
—Yo también cocino.
— ¿Entonces? —Soltó Bucky esperanzado. — ¿Está decidido? ¿Nos vamos el lunes?
—Nos vamos el lunes. —Soltó Tony guardándose la tarjeta. —Ya está pagado. Duh.
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Nada de Marvel en ninguna de sus presentaciones me pertenece y no escribo ésta historia con fines de lucro, mi única intención es entretener al lector.
De momento, escribo un One-Shot, pero podría convertirse en una historia larga dependiendo de si gusta o no. Au moderno, los personajes tienen alrededor de veinte y pocos años, están en la misma universidad.
Esta es la primera mitad de un regalo de cumpleaños para Kuchi-San. Sigo construyendo el One-shot que te prometí hace unos días, no tarda en llegar.
Y con dedicatoria al Romanogers Team que sigue creciendo: MeLizRogers, _SPKBLUE_, ElaFG_, Ary_Lee, Snobmwhispers, Yuurinomai.
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Wanda había terminado de acomodar las cosas de todos en las tiendas, les había tocado un lugar cercano a la playa y al área de las fogatas, así que pasarían buenos ratos ahí. Sus amigos habían bajado a la playa para buscar el toldo que les correspondía y dejar una hielera con algunas latas de cervezas heladas para disfrutar la tarde, aunque después de un rato, Pepper había subido a la tienda de la entrada a conseguir otras cosas que no fuesen bebidas alcohólicas alegando que ya bastante mareada estaba por las curvas de la carretera y por la manera de conducir de Tony, quien obviamente se ofendió ante el comentario.
Steve sonrió de oreja a oreja al darse cuenta de que Bucky ya se encontraba cerca de unas chicas, ayudándoles a tensar bien su toldo, conquistándolas y tratando de sacarles algún teléfono o el lugar en el que acampaban. Sonrió cuando Pepper y Tony los alcanzaron pero se quedó perplejo al ver a Wanda llegar corriendo, ya en traje de baño, con bolsas zipploc en las manos.
— ¿Zipploc? —Murmuró recibiendo la suya de manos de la castaña y viendo la sonrisa de oreja a oreja que ella había compuesto cuando Pepper guardó su celular en la bolsita.
—Sí. Quiero hacer "La ruta" hoy mismo.
— ¿La ruta? —Inquirió Steve confundido. Al ver a todos sus amigos asentir con la cabeza, se dio cuenta de que de verdad era el único que no había leído los folletos ni revisado la página del RVP, suspiró mirando a Tony en búsqueda de auxilio.
— ¿La ruta de la sirena? ¿De verdad no leíste nada? —Soltó él abrazando a Pepper por los hombros.
—No seas malo, yo me enteré por ti.
—Porque tú si me escuchas.
—Ahora no te estoy escuchando.
— ¿Me vas a ignorar?
—Tal vez.
— ¿Qué es la ruta? —Soltó Steve confundido mirando a Wanda.
La castaña señaló el borde de la playa, donde una formación rocosa parecía extenderse hacia el horizonte. Steve sonrió percatándose de que había un grupo de turistas pescando en el borde y unos cuántos más avanzaban hacia los riscos.
— ¿Esa ruta?
—Sip. Podemos llegar al otro lado de la playa, dicen que hay erizos de mar y que la zona es perfecta para snorkeling. —Steve sonrió de medio lado y guardó su celular en la bolsita, asintiendo.
—Ok. ¡Buck! —Gritó mirando en dirección de su amigo, que ya había aceptado una cerveza de las chicas a las que había apoyado. — ¡Haremos la ruta, ¿vienes?!
— ¡Sí! —Miró a las chicas y sonrió haciendo una reverencia elegante y jovial. —Señoritas. Nos vemos luego. Disfruten la playa.
—Eres un Don Juan. —Se quejó Pepper volteando los ojos mientras sacaba una botella de agua.
—Tu novio también lo era.
—Tiempo pasado.
—No discutan chicos, acabamos de llegar. —Soltó Steve divertido al ver a Pepper sacar la lengua. La pelirroja se ajustó un sombrero y se colocó el pareo sobre los hombros. La única queja que le habían escuchado era que terminaría con el rostro plagado de nuevas pecas si no se cuidaba del sol. Steve sonrió calzándose los zapatos para el agua y se enfundó en su camiseta de neopreno.
Bucky tomó algunas cervezas y las metió en su mochila, misma que había adecuado a manera de hielera para el camino. Y en aquel acto, Steve comprobó que de verdad era el único que no venía preparado.
El principio del camino estuvo lleno de risas por parte de todos, bromas, comentarios, juegos y albures, pero al darse cuenta de que la escalada era bastante y que el terreno era muy irregular, se enfocaron cada uno en avanzar a su ritmo en la ruta, tomando Tony la delantera para trazar el camino más adecuado y Steve quedándose al final para cuidar al equipo. Bucky había ido delante de Wanda un rato, pero tras veinte minutos de caminar bajo el sol, decidió que era mejor ir al paso de Steve para que la castaña dejara de quejarse de su velocidad.
Con varias cervezas encima, Steve esperaba ver a Bucky afectado por el alcohol, pero era difícil que siquiera se sintieran los efectos del mismo ya que lo sudaba casi en cuanto se lo tomaba. Llegaron a una parte del camino, en lo alto del risco, donde el espacio para pisar apenas alcanzaba para poner los dos pies separados a la altura de los hombros. La caída no era alta, pero sería dolorosa dado lo anguloso de las rocas al fondo. Bucky golpeó contra la pared en un mal paso y perdió el equilibrio, soltando la lata que llevaba en la mano, misma que aterrizó en la parte baja de las rocas, lejos de la marea actual pero que seguramente subiría con la noche.
— ¿Estás bien? —Llamó Steve angustiado.
—Sí, no. Estoy bien. Pero éste maldito calor. —Espetó en medio de una carcajada. —Bueno, al menos ya me la había terminado. Wanda se llevó la bolsita de la basura. —Bucky siguió caminando. Ignoró el suspiro profundo que Steve le dedicó y reclamó cuando observó sobre su hombro y se percató de que el rubio ya había iniciado el descenso con tal de recuperar la lata vacía. —Déjala ahí, es peligroso bajar.
—Es más peligroso dejarla. —Murmuró molesto mientras colocaba el pie en la última roca antes de saltar a una superficie plana.
Ninguno de los dos se había percatado de aquel hecho, una mujer los observaba.
Estaba sumergida en el agua y sus ojos apenas y sobresalían a la superficie, pero su cabellera rojiza se extendía a su alrededor como un aura peligrosa e hipnotizante. Ella había fijado sus orbes verdes en los amigos que habían ido subiendo la pendiente, no porque no viese a cientos de personas hacer la ruta casi a diario, sino por el hecho de que llevaban consigo una mochila llena de cervezas en lata de aluminio, mismas que una chica del grupo había estado guardando para tirar después. Los chicos que llevaban botellas de vidrio al menos tenían la decencia de conservarlas y ella sabía que la razón eran las multas, les devolvían cierta cantidad de dinero si devolvían las botellas a la tienda, pero las latas no tenían costo alguno y arrojarlas al mar les parecía sencillo.
Ya había arrastrado a muchos hombres a la muerte por cometer crímenes parecidos, al observar al castaño que había soltado la lata, sabía que no lo había hecho a propósito y sabía que podría convencerlo de bajar a recogerla por las buenas, pero al verlo largarse con tanta naturalidad sin siquiera echar un vistazo a las rocas para ver si podía bajar a recogerla, eso disparó su instinto asesino. Se veía conquistador, atraerlo al agua sería pan comido, hechizarlo con sus ojos verdes no supondría ningún reto puesto que los hombres codiciosos y banales caían en su red en un parpadeo. Se había preparado para salir del agua cuando se percató de la presencia del otro sujeto. Un muchacho alto, rubio de tez clara, ojos infinitamente azules, como el cielo, como el mar, como su hogar, ojos diáfanos llenos de bondad. Cuando ella se percató de la pureza que parecía enmarcar sus ojos, no pudo evitar el sonrojo y se sumergió por completo, recordándose a sí misma que era la guardiana de la costa. Volvió a asomar sólo los ojos y fijó su vista en el rubio.
— ¡Steve, vámonos! —Urgió el castaño avanzando más pasos, pero dedicando miradas de soslayo a su compañero.
—Vete yendo, te alcanzo en unos minutos.
—Es una lata. Sólo es una.
—Sí, de una en una se contamina el océano. ¿No tienes conciencia del medio ambiente? A tus amigas de la playa les encantará saber que matas tortugas por flojera.
—No mato tortugas. —Dijo en voz baja echándole un vistazo a Steve. — ¿Seguro subes solo?
—Sí, me voy a tardar. —Soltó fastidiado al percatarse de que había más basura en aquel risco que en el resto de las pendientes. Suspiró sacando una bolsa de plástico del bolsillo de sus bermudas y echó ahí la lata.
Bucky esperó un poco más, sorprendiendo a la mujer del agua. Por un momento ella se permitió a sí misma albergar esperanzas de haberse equivocado con el castaño, pero cuando lo vio voltear los ojos y girarse para alcanzar al resto, ella imitó el gesto, rodando sus orbes esmeraldas y sumergiéndose de nuevo.
No pudo resistir la tentación de salir del agua, salió escalando las rocas de la pendiente con sus manos, cuidando no ser vista ni por el rubio ni por ningún otro turista hasta que pudo hacer su magia y avanzar sobre un par de piernas largas y torneadas, usando un bikini provocativo y audaz que realzaba cada una de sus curvas de la manera correcta. Sonrió alcanzando a Steve.
— ¿Estás tirando basura? —Murmuró con voz melodiosa, sorprendiendo al rubio y consiguiendo que él girara bruscamente.
—No, la estoy recogiendo. —Corrigió mirando fijo a la mujer. Y aunque ella esperaba ser barrida de pies a cabeza de una manera lasciva, se llevó la segunda sorpresa del día cuando la única curva que escrutó Steve, fue la de su sonrisa. Él se quedó quieto, mirando los ojos verde profundo de la chica hasta que ella se agachó a recoger otra lata de refresco y avanzar unos pasos hasta Steve.
— ¿Qué haces recogiendo basura?
—No entiendo por qué la gente la deja aquí. —Admitió atarantado. La chica era bella, no, era hermosa. Tenía una piel tersa y el cabello bañado en agua salada se pegaba a sus costados de forma seductora, pero en sí, su rostro era el enigma, Steve se sentía hipnotizado y no sabía por qué. Y aunque ella se movía por todo el risco, no le despegaba la vista de encima, como si conociera el lugar a la perfección. —No quería dejar la lata de mi amigo y me di cuenta de que había más por levantar.
—Ah. —Murmuró ella distraída, fingiendo indiferencia mientras le tendía la lata. Steve se acercó a ella y recibió el aluminio, dándose cuenta de que ella lo había tocado a propósito con las puntas de los dedos. Steve jamás se imaginó que dentro de la mente de la chica había una tormenta de confusión y contrariedad muy bien escondida detrás de la sonrisa de ángel que ella mostraba. ¿La razón? Que el muchacho frente a ella no había caído presa de su hechizo y parecía realmente embobado por su belleza, no por su magia. —Natalia. —Murmuró tendiendo una mano, tratando de reafirmar la hipnosis mediante el tacto con la piel del desconocido.
—Steve Rogers. —Añadió rápidamente el rubio, aceptando el estirón y llevándose los nudillos de ella a su boca, para plantar un beso tímido ahí. Actuando como alguien criado en los cuarentas. Como siempre. Ella sonrió, el contacto de la boca con su piel sólo ayudaría a reafirmar lo que ella trataba de hacer, pero ahí se llevó la tercera sorpresa del día. — ¿Eres de por aquí? —Él no había caído.
—Sí. —Dijo en automático, retirando la mano a toda velocidad y lanzándose a recoger todas las basuras que había en aquel lugar, depositándolas en la bolsita de Steve antes de acercarse a la orilla y saltar al agua. —Debo irme. —Comentó asomando el rostro por sobre las olas, suplicando que el joven saltara tras ella. Pero no lo hizo. —Se hace tarde. —Insistió alejándose un poco.
—Sí. Y la marea no tarda en subir. ¿Estará bien que nades en ésta zona?
Ella soltó una risa por lo bajo. —Yo puedo. ¿Puedes tú? —Insinuó coqueta.
—Podría. Tal vez. Pero…
— ¡Steve! —Escuchó el rubio, Wanda le gritaba en la distancia.
—Me esperan y no debo dejarlos solos.
—Qué pena.
— ¡Oye! —Exclamó cuando la vio alejarse de espaldas en un movimiento rápido y elegante. — ¿te voy a volver a ver?
—Steve. —Exclamó Bucky desde lo alto del risco, saliendo de entre las rocas, el aludido le dedicó una mirada antes de volver la vista al agua para percatarse de que no había nadie ahí. Suspiró preguntándose qué había pasado y comenzó a subir considerando estar sufriendo los estragos de la insolación. — ¿Estás bien?
—Sí, yo…
—No debes quedarte ahí abajo, éste es el risco de la sirena.
— ¿Sirena?
—Así le dicen. —Exclamó Wanda desde lo alto. —Aquí mucha gente se ahoga. —Steve le prestó atención al lugar por primera vez. Era una media luna hecha de piedras, casi una trampa, si subía la marea seguramente se quedaría atrapado y no podría salir, se percató de que había varias formaciones asemejando cuevas, los cuerpos podrían quedar atrapados si el oleaje era violento, estaba en una trampa mortal. —La leyenda dice que aquí hay sirenas que arrastran a los hombres al mar y así le llaman a éste punto en específico, el risco de la sirena, desde arriba parece cola de sirena si le prestas atención, así que supongo que es tabú, pero aún nos falta media hora de recorrido a pie para llegar a la playa del coral. ¿Vamos a ir o no?
—Voy, perdón, había mucha basura aquí.
—Y como nunca se entera de nada, seguro ni sabía de la existencia de ésta trampa mortal. —Se quejó Bucky divertido. Steve soltó una risa por lo bajo y comenzó la subida, preguntándose si realmente había imaginado a Natalia.
.
La noche cayó lento y los chicos volvieron con tiempo para bañarse y armar una fogata cerca de su campamento, Wanda salió de la tienda de Steve y Bucky cargando un par de guitarras en las manos, sonriendo ampliamente como haciendo una petición mientras Pepper y Steve asaban malvaviscos para todos.
—Por favor. —Murmuró Wanda entregando su guitarra a Steve cuando él la miró apenada. —Para mí. Sólo una.
—Siempre pides sólo una.
—Que tú le sigas es tu problema. —Bromeó Bucky afinando sus cuerdas, miró a Steve un momento y sonrió con la interrogación marcada en la mirada.
Steve asintió. —Día de lluvia. ¿Te parece? —Preguntó a Wanda, quien sonrió sentándose entre los amigos y asintiendo como una niña pequeña.
Steve acarició las cuerdas de su guitarra, iniciando con la melodía, preguntándose y pensando todavía en Natalia.
Había venido a resultar que no era el único hombre que había visto a la tal Natalia en el risco de la sirena, aunque nadie sabía de dónde salía o a dónde se iba, un momento estaba, y al siguiente ya no existía. Los únicos testigos de su existencia eran los amigos de hombres que se habían ahogado en el mar y que habían tratado de salvar la vida. Todos coincidían, ojos verdes, cabellos rojos, cuerpo de ensueño y voz de ángel.
He entintado de un color azul el cristal con que miras el cielo
Para que cuando falte la luz yo te pueda cambiar los inviernos
Y he guardado mi corazón en tu piel para siempre abrazarte
Me he robado un poco del sol para que en tu mirada no falte
Desde el agua, en la distancia una mujer de cabellos rojizos observaba el espectáculo, prestaba atención a los amigos que habían iniciado a cantar y se preguntaba si el rubio ya habría ido con el chisme. Lo había dejado vivir y se preguntaba por qué.
Tengo un día de lluvia por si acaso quisieras bailar
Y una noche de luna para cuando quisieras soñar
Tengo un día vivido, buscaré algún refugio en el mar
Para que no lo encuentren, para que no lo puedan borrar.
Sonrió antes de sumergirse en el agua y perderse en la distancia. Lo había perdonado, pero había algo más, algo que ni ella misma comprendía. Porque lo había dejado vivir dado que no había caído en su hechizo, lo había dejado vivir porque sus ojos no tenían el peso de la avaricia, porque lo había dejado vivir ya que él mismo parecía querer ser un guardián del arrecife. Si se equivocaba o no respecto al muchacho, bueno, ya lo descubriría, en el peor de los casos se había equivocado y eventualmente lo atraería hacia el mar. Igual que había atraído a tantos otros durante toda su vida.
Lo cierto era que aquel muchacho era el primero al que dejaba vivir en muchos años. Sonrió tomando impulso hasta saltar del agua y permitir que los rayos de la luna iluminaran las gotitas de agua que caían a su paso antes de que su cola se sumergiera de nuevo en el agua por completo.
Ya vería qué hacer después. Por lo pronto disfrutaría que por primera vez en muchos, muchos años, tenía la esperanza de haber conocido a un ser humano que no quería hacerle daño al mar.
