Prólogo/Prologue

Un joven de unos dieciséis años estaba tirado, de una manera que podía ser considerada de mala educación, en el asiento de un avión que lo conduciría al destino que llevaba esperando desde que entró a estudiar.

El chico, de pelo castaño oscuro enmarañado y despeinado, se asomó a la ventanilla y contempló el azul del cielo de aquel día catorce de septiembre a través de sus ojos marrones. Echó la mano al interior del bolsillo del pantalón vaquero largo que llevaba y sacó una especie de tarjeta en la que una foto de carné de su rostro estaba dispuesta junto a algunos datos.

Nombre: Airen
Apellido: Sidos
Fecha de nacimiento: 7/11/1994

Airen iba a empezar una nueva etapa en su vida, pero detuvo todos sus pensamientos grandilocuentes cuando el avión aterrizó. Bajó del avión entre una marabunta de chavales de su edad que descendían las escaleras visiblemente apresurados y se introdujo en la estructura del aeropuerto. Recogió su maleta dentro de aquel edificio en el que parecía que se había puesto esfuerzo arquitectónico para intentar embellecerlo a parte de hacerlo útil, con sus paredes color crema.

El aspirante a estudiante agarró su maleta por el asa y echó a caminar hasta llegar fuera de la estructura, el nuevo objetivo: encontrar el autobús que los llevaría a la residencia donde todos aquellos estudiantes pasarían prácticamente un año entero; finalmente localizo aquel autobús, cubierto por capas de diversos tonos de azul y se internó en el vehículo, no sin antes cargar su maleta. El autobús se fue llenando de lo que podían ser otros estudiantes, hasta que finalmente el conductor optó por arrancar y el viaje empezó. Airen se amenizaba el viaje mirando por la ventana, observando el paisaje cambiar, o simplemente mirando hacia los diversos coches que adelantaban al bus mientras jugueteaba con algunas de sus pokéballs, consciente de que para un estudiante de su edad era relativamente poderoso, lo cual había demostrado ganándose una beca para una prestigiosa academia que le había captado para su proyecto de formación.

Airen iba solo en el autobús, no conocía a ninguno de los jóvenes que estaban apuntados al curso, la mayoría, se imaginó, vendría de familias adineradas o serían becados como él. Pero nada de eso importaba, él tenía que aprovechar e intentar brillar y destacar, como fuera.

A los diez minutos el autobús se detuvo en lo que parecía una urbanización de alojamientos y las puertas del vehículo se abrieron de par en par con el característico sonido de puertas de bus deslizándose hacia afuera. El joven bajó, entre la muchedumbre de otros tantos chavales de su edad, a por sus maletas, las cuales logró, exitosamente, extraer del maletero del vehículo de motor, antes de dirigirse a la recepción del alojamiento, donde varias recepcionistas atendían del mejor humor posible a todos los estudiantes que se les ponían por delante en búsqueda de su habitación.

— ¿Cómo te llamas?

— Airen, Airen Sidos

— Vale, aquí tienes— respondió la recepcionista

Airen cogió de las manos de la mujer una tarjeta llave con un número "117" grabado. Undécimo mes, séptimo día, el cumpleaños de Airen, más sencillo de recordar. Airen agarró sus cosas y emprendió el camino a su habitación. Por el camino tuvo que subir unas escaleras que lo llevarían a la primera planta. El edificio realmente parecía un hotel, con sus paredes cuidadas, su suelo enmoquetado y su sinfín de puertas que parecían totalmente metálicas, aunque realmente era madera con una simple cobertura de metal. El chico al fin localizó la habitación, introdujo su tarjeta en la ranura y con "clic", la puerta se abrió. El joven sacó la tarjeta llave y entró en la habitación.

Airen estaba sorprendido, era bastante mejor de lo que esperaba. Una habitación individual, con una cama en un lado y al lado un escritorio con tres cajones y, sobre él, un ordenador portátil de última generación. En el extremo opuesto a la cama había una enorme y larga mesa presidida por un televisor plano, que no era demasiado grande, pero sí lo suficiente y además de excelente calidad. Al otro lado de la cama, paralelo al escritorio, se disponían dos armarios donde se suponía que debía ir su ropa, a su lado una puerta que llevaba al baño y justo en el lado opuesto al lado del escritorio, un enorme ventanal que daba a la terraza. De repente algo sacó al joven del análisis de entorno que estaba realizando. Una profunda y grave voz masculina retumbo por las paredes, ya que todo el edificio debía de llevar un sistema de megafonía, de acuerdo con las deducciones del estudiante.

— Estudiantes, hoy tienen el día libre, desempaqueten sus cosas y exploren los alrededores, mañana comenzaran las clases en una carta personalizada que recibirá cada estudiante— retumbó la voz.

Airen escuchó atentamente las instrucciones y procedió a abrir su maleta, fue colocando ordenadamente todas sus prendas en los armarios. El proceso le llevaría al joven entrenador más o menos un cuarto de hora, tras lo cual se duchó en la cabina de ducha que tenía el cuarto de baño y se cambió. Cogió sus Pokémon y salió a dar una vuelta, a contemplar los alrededores. Algo lejos del edificio se disponía un bosque muy cuidado y que parecía no haber tenido que soportar la mano destructora del hombre. En él los Pokémon correteaban libres, sin las ataduras de un humano. Cerca de las residencias había un enorme edificio, blanco, construido en placas de metal y con enormes cristaleras. Era un laboratorio Pokémon. Airen empezó a divagar con la posibilidad de visitarlo en las clases. Una voz le sacó de su ensoñación.

— ¿Eres nuevo aquí, verdad?

Una cierta chulería emanaba de aquella voz. Airen sabía que estaba ante el primer reto de la nueva página del libro de su vida. Se dio la vuelta y encaró a su adversario. El retador iba vestido con unas bermudas a cuadros y una camiseta morada. Llevaba el pelo engominado y se volvió a dirigir al silencioso Airen.

— ¿Qué pasa, novato? ¿Quieres pelea?

Airen sacó una pokéball rápido del bolsillo y la dejó caer a su lado, un estallido de luz reveló al Pokémon de preferencia del joven Sidos, su Infernape, su piel marrón oscura de mono cubierta en el torso por pelaje blanco más denso y por muñequeras y rodilleras doradas, las piernas dobladas, la marca de color rojo sangre sobre los ojos y las llamas emergiendo con fiereza desde su cabeza presagiaban que una tempestad de fuego y golpes brutales lloverían cual salvaje tormenta sobre su oponente.

— Uy, el novatito quiere pelear

Airen se mantuvo en silencio mientras su oponente arrojaba una ball al suelo, de la que emergió un fuerte Swampert. El Pokémon pez lodo, caracterizado por su brutal fuerza física, gracias a su gran cuerpo, tenía dos aletas sobre la cabeza, bajo las cuales se alojaban unos ojos de globo amarillento que estaban clavados en un Infernape que le retaba con su sonrisa picaresca, trato compartido con su entrenador, Airen Sidos. El chico de pocos modales que había retado a Airen dio la primera orden:

— ¡Hidrobomba!

Swampert se puso a cuatro patas y lanzó un enorme chorro de agua a gran presión por su boca, abierta de par en par.

— Esquiva— contestó Airen

Infernape se movió a un lado y escapó del rango de acción del ataque con facilidad. A fin de cuentas eran un Pokémon muy rápido. Era la hora del contraataque

— Ultrapuño.

Infernape echó un brazo hacia atrás y cerró el puño, que comenzó a desprender un aura blanco-azulada. El mono, con un rápido salto se lanzó a gran velocidad sobre Swampert y le estrelló su puño en la cara con ferocidad. El impacto logró levantar a Swampert del suelo y hacerlo retroceder varios metros, hasta que finalmente aterrizó, herido. Con esfuerzo, ya que el golpe había sido doloroso, Swampert se levantó, con la expresión del dolor en el rostro. El retador de Airen cambió su estrategia…

— ¡Danza lluvia!

— Mofa— replicó Airen

Swampert rugió y se rodeó de un aura azul, pero Infernape le hizo una provocación con su dedo que le cabreó y detuvo el movimiento. "Perfecto", pensaba Airen, sabiendo que la situación se estaba decantando de su favor…

— Hierba lazo.

Los ojos de Infernape desprendieron un brillo verde y unas hierbas del suelo ataron los pies de Swampert, forzándolo a caer al suelo. Swampert ya no se volvería a levantar. Fin del juego. Sin mediar más palabra, un frío Airen guardó a Infernape y dio la vuelta, hacia su habitación, para descansar.