—Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas—
Disclaimer: Los personajes pertenecen a la señora Stephanie Meyer, Marie y yo solo nos adjudicamos la linda trama.(Aunque le damos un agradecimiento al vídeo de Hall of Fame by The Script, por ser nuestra "fuente de inspiración"
Gracias a nuestras beta Yanina Barboza, por ayudarnos a hacer de esto algo mejor.
N/A: La historia es en conjunto con Marie Emma Cullen, digo esto para evitar mal entendidos, y entre las dos hemos decidido subirla aquí.
Este fic va dedicado a todas esas personas que tienen una meta por alcanzar, y que por una u otra forma sienten que no pueden, o no podrán, pues nosotras le decimos ¡que sí se puede!
POSDATA: De igual manera, hemos decidido subirlo hoy porque mi querida - co-compañera autora Marie ¡está de cumpleaños! así que esto vendría siendo un especie de auto-regalo, ya que yo cumplo el martes ¡esperamos nuestros regalos!
¡Ahora a Leer!
Summary: Bella, una bailarina de ballet con un miedo el cual superar.
Edward, un chico malo, boxeador callejero, tratando de sobrevivir el día con día.
¿Qué sucederá cuando ellos dos se encuentren? Y sobre todo ¿cómo harán para relacionarse cuando una brecha de silencio los separa?
Prólogo
Ella dulce y frágil. Él furia y rencor. Ella tenía todo lo que podía desear, en cambio él luchaba cada día por sobrevivir.
Ella no era perfecta, pero trataba de serlo.
Él se creía la perfección y no lo era.
Ella tenía un defecto, él también.
¿Cuáles eran? Miedo y dolor. Dejarse humillar, dejarse vencer... Pero, como a cualquiera, aquel que toca fondo, debe volver a emerger...
Y ellos lo harían, ¿cómo? No lo sabían, pero lo harían.
Ambos tenían un impedimento.
El de ella era el silencio, y el de él el terror de no vencer.
Capítulo 1
—No grites —le ordenó su madre a la pequeña niña de 8 años de edad quien se encontraba llorando en sus brazos, mientras un hombre enmascarado apuntaba a su madre con un arma.
—Deme todo lo que tenga —gruñó aquel ladrón, nervioso, observando a su alrededor—. ¡Calle a su hija! —rugió, apuntando aún más el arma en la sien de Renée Swan, la mujer de unos 30 años de edad sacaba todo de su bolsa apresuradamente, pero no podía evitar sentir miedo, al igual que su hija que sollozaba cada vez con más fuerza.
Isabella sabía qué sucedía, muchas veces había visto en la televisión cómo robaban a las personas en las miles de películas de acción que su padre veía, pero nunca imaginó que eso le fuera a suceder a ella. ¿Qué había hecho de malo? La nena hacía todas sus tareas, respetaba a sus padres, ordenaba su habitación, ¿entonces por qué le pasaba esto?
—Tenga —dijo Renée con voz rota, soltando a Bella y poniéndola detrás de ella—. Por favor, tome mi bolsa, tome todo, pero no le haga daño a mi hija.
El hombre vio a la señora, después a la niña y al final vio a todos lados, temeroso de que alguien pudiera oírlos.
—Démelo —gruñó, arrancando la bolsa de Renée. Se dio la vuelta, pero alcanzó a ver con el rabillo del ojo, en el cuello de la niña, una cadena de oro con una "I" grande—. También eso. —Lo señaló, Renée siguió el curso del dedo del señor y al ver el regalo de su hija negó con la cabeza ferozmente.
—No, eso no. Ya tiene mi bolsa, mi dinero, todo... Por favor, eso no...
Isabella tenía sus hermosos ojos rojos e hinchados de tanto llorar, sus lágrimas surcaban su rostro liso y terso; y su corazón latía rápidamente, solo quería estar en casa, viendo cualquier comiquita infantil o en sus clases de Ballet con la profesora Melani.
Renée observó con temor como el ladrón se acercaba con paso presuroso a su hija, con arma en mano, exasperado, y supo que Bella gritaría, primero porque estaba asustada y segundo porque la niña nunca dejaba que nadie, a excepción que fuera una persona que conociera, la tocase.
Y todo sucedió de repente, la gran mano de aquel hombre se posó sobre el cuello de la niña de piel blanquecina y ella abrió sus ojos como platos, tenía mucho miedo, solo quería a su papi y sin pensarlo gritó:
— ¡Ayuda! —profirió la niña audiblemente y solo eso bastó para que el ladrón se descontrolara.
Apuntó el arma a la niña y Renée saltó enfrente de ella.
— ¡No, a ella no! —gritó.
El ladrón disparó sin pensar. Bella gritó fuertemente, cerrando sus ojitos. Renée no dijo nada. No se movió, solo miró al ladrón con ojos suplicantes y la boca abierta en una súplica muda.
—Oh, mierda... Mierda, mierda, mierda. —El ladrón no esperó más y corrió, alejándose de las mujeres.
— ¡Mamá! ¡Mamá! —gritaba Bella, mientras Renée se dejaba caer en el suelo, subiendo poco a poco su mano al pecho.
—Bella —dijo tosiendo sangre, a la vez que trataba de llevar aire a sus pulmones—. Recuerda siempre ser tú misma y nunca dejarte vencer por nada, ni por nadie, cariño —susurró Renée con lágrimas en los ojos, ella sabía que no viviría, que dejaría a su pequeña hija sola, pero no podía seguir luchando, la muerte era más fuerte.
—Mami, lo siento..., mami, no me dejes —suplicó Bella llorando sobre el pecho de su madre, pero ella ya no respiraba—. ¡Mamá! —gritó Isabella desesperada, pero era muy tarde.
…
Al mismo tiempo, no muy lejos de la escena del crimen de Renée Swan, el llanto de un bebé inundaba la habitación, haciendo desesperar un poco a la madre. El niño de 10 años miraba a su hermanita con ojos tristes, su madre, Esme Masen, tenía a la pequeña Jane entre sus brazos, acunándola y tratando de que dejara de llorar.
—Vamos, Jane, ya no llores, bebé —canturreaba su madre.
Pero la niña seguía llorando desesperada. El timbrazo del teléfono hizo a Esme suspirar.
—Edward, agarra a Jane...
—Pero, mamá, yo no sé...
Esme no esperó más, le entregó al bebé y corrió a contestar, pasando volando la pequeña habitación que era su cuarto matrimonial. La casa parecía un hoyo de hobbits de lo pequeña que era.
El niño de ojos verdes como un jade y cabello cobrizo desordenado como un nido de pájaro, miró a Jane con pesar. ¿Qué hacía? Él no sabía cómo cargar a una pequeña Jane, su madre nunca lo dejaba cargarla por miedo a que se le cayera y ahora estaba aquí, haciéndolo, porque su madre fue a contestar el teléfono y porque su padre no llegaba. En realidad nunca estaba en casa, y eso lo ponía triste, él necesitaba a su padre, pero el aludido no existía, era como un fantasma, aparecía una temporada, se quedaba en casa y luego se iba. Siempre era lo mismo y Edward siempre tenía que ver a su madre llorar cuando su padre se iba. Edward solo quería que eso terminara, porque su madre sufría, él lo hacía y aunque Jane era una bebé podía percibir las emociones negativas de quienes la rodeaban y se ponía irritable, como estaba justamente ahora.
—Ya, pequeña Jane, deja de llorar... Deja de llorar —pedía el pequeño Edward, acunando con torpeza a la bebé.
Jane dejó de llorar por arte de magia... Solo unos momentos, los justos para que Edward escuchara a su madre maldecir y gritar:
— ¡Cómo es posible, Tom! ¡Acabo de parir a tu hija! ¡Tu hija recién nacida, no tiene ni dos meses! ¿Cómo es que nos dejas, que nos abandonas?
Y allí el pequeño Edward supo que no tendría un padre con quien jugar, ni uno al cual llevar al colegio cuando hicieran reuniones familiares, o siquiera una figura paterna a su lado para que lo aconsejara, él crecería solo, con su madre y Jane. No padre. Pero era mejor así, Edward prefería mil veces que aquella pesadilla terminara, que estar en un tira y encoje, su madre sufriría, por supuesto que sí, pero como los adultos dicen: " El tiempo lo cura todo". O tal vez no, porque el abandono de una persona importante en tu vida no se supera de la noche a la mañana, algunas veces eso crea rencor, odio y eso era precisamente lo que Edward comenzaba a profesar por su padre. Un rencor profundo.
¿Quién necesitaba a un papá? Nadie, solo las personas débiles y él era fuerte. O eso era lo que siempre su mami le decía.
Jane volvió a llorar, aunque ahora eran suaves sollozos, sintiendo el dolor de su madre.
—No llores, Jane —susurró Edward, tomando a su hermana con más confianza—, yo las protegeré, a ti y a mamá.
Una lágrima corrió por el rostro de Edward, pero era de impotencia, ¿ahora cómo sobrevivirían? Su madre apenas acababa de dar a la luz y aún no podía trabajar, él estaba en la escuela y la única persona que a veces traía dinero a la casa, era ese señor que lo había engendrado. Aparte de las ayudas económicas que el estado les daba por ser de bajos recursos y de su beca por ser buen estudiante. La familia Masen estaba fregada.
¿Qué haré?, pensó con miedo Edward, volviendo a acunar a Jane.
Esme llegó corriendo con sus hijos y al ver la lágrima de Edward, lo tomó entre sus brazos y le dio un suave beso en la frente.
—Todo estará bien, mi amor. Yo me encargaré de eso... Todo estará bien... —susurró Esme Masen, llorando en silencio.
Pero lo inevitable se acercaba, los dos lo sabían...
Y de esta manera, Marie y yo le damos ¡la bienvenida oficial al fic! Esperamos que les haya gustado y si es así, siéntanse cómodos comentando.
Avisamos de una vez que NO tenemos fecha de actualizaciones, al menos por ahora, pero si podemos decir que llevamos unos cuantos capítulos adelantados.
Recibimos chicles, tomates, criticas constructivas. y sobre todo queremos saber que les pareció.
Sin más nada que decirles, me despido yo desde Venezuela y Marie desde donde esté, porque anda de juerga T.T
POSDATA: por si están interesadas, el trailer del fic lo encuentran en mi perfil. Besos Osbe
—Travesura realizada—
