Ene. 15 - "Como éramos" - Historia/Decadencia
Ene. 16 - "En sus zapatos" - Intercambio de rol/cuerpo
Ene. 17 - "Detrás tuyo" - Confianza/Traición
Ene. 18 - "Vacaciones" - Vacación/Tiempo libre
Ene. 19 - "Sobre las ondas sonoras" - Voz/Música
Ene. 20 - "En otra vida" - Universo/Cronología alternativos
Ene. 21 - "Cúbreme" - Comfort/Fluff
Un abrazo enorme a nicorys que estuvo delirando conmigo, gracias a usudamit por decir que podía hacer esto, y también a mi beta-reader Aome que siempre hace la diferencia.
Cabitos de vela
Nunca se sabe cuándo empiezan estas cosas exactamente, sólo se es consciente de ellas en el momento en que ya están pasando. Por ejemplo, las velas que ponía en el altar de muertos cuando era niño: blancas y nuevas, luego salía unas horas al cementerio con su familia y al volver encontraba sólo cabitos. Salvo que se quedara contemplándolas fijamente, Gabriel no hubiese podido ver cómo se consumían porque siempre había mucho que hacer el día de muertos, ¿qué importaba ver una vela acabándose?
—Hoy somos un cabito, ¿verdad? —dice en voz muy baja mientras pasa los dedos por la línea de la columna de esa espalda ancha y blanca. La conoce de memoria, su textura, cada cicatriz y lunar oculto. La ha visto tantas veces que, cuando les tocaban misiones separadas y lo extrañaba, bastaba con evocarla al cerrar los ojos.
Debería estar durmiendo al igual que Jack. Debería tener todo listo para reunirse mañana con los demás. Debería dejar de acariciarlo, pero no puede. Aunque no lo diga, aunque no clarifique bien la idea ni siquiera dentro de su cabeza —porque entonces sería definitivamente real—, Gabriel sabe que esta ya es su última vez.
Hacer el amor siempre es una buena de manera de reconciliarse: ambos son muy orgullosos para decir «Lo lamento». Casi siempre se arreglaron con ese pacto implícito: buscarse en silencio porque luego, por alguna razón, en la seguridad de los brazos del otro, ya no era tan difícil pedir disculpas. Amanecían renacidos y sus deseos por el otro se renovaban.
Hoy. Ahora. Es diferente.
Ya era diferente, pero no lo había notado.
Jack estaba menos presente para Gabriel, física y sentimentalmente. Sus tareas habían cambiado desde que lo ascendieron a primer comandante oficial. Y no tenía tiempo para darse cuenta de algunas obviedades o quizá no quería verlas.
Crees demasiado en esta manzana que está pudriéndose desde adentro, boyscout.
Las caricias cesan. La luz del sol empieza a aparecer por la ventana del dormitorio y Gabriel se desprende de la cama de Jack lentamente, se viste silencioso como si estuviera en una misión de alto riesgo. Jack sigue durmiendo, tiene la boca apenas entreabierta y sobre su mentón, siempre impecablemente rasurado, corre un hilo de saliva. Por un momento Gabriel se siente culpable, el ser más horrible del planeta, pero no se deja engañar.
Sabe. Sabe que Jack también sabe. Cuando en medio del vaivén, sus ojos azules brillaron con un temor animal a lo terrible pero conocido, las manos le temblaron y se hundieron sobre sus hombros como garras de buitre. Se aferraron a esa última vez, queriendo prolongarla eternamente, obligándolo a quedarse en su interior.
Y Gabriel no le dijo nada, ahogó un quejido y continuó hasta llegar al clímax, aunque ya no importaban del todo el calor de los cuerpos ni los gemidos que inundaban la habitación —además se hablaron tan poco—, sólo se miraron fijamente, el uno al otro.
En realidad, miraban hacia una misma dirección.
¿Empezó cuando ascendieron a Jack?, ¿cuando no necesitaron verse tanto como antes?, ¿cuando las ideas ya no eran compartidas y terminaban sin hablarse?
Siempre hay mucho que hacer para detenerse a ver la vela consumiéndose.
—Jack… —murmura, dejando un beso sobre su cabeza antes de cerrar la puerta e irse.
Lo que se reveló ante ambos aquella noche, mientras hacían el amor, fue eso que Gabriel encontraba desilusionado cuando niño, luego de estar fuera varias horas: cabitos de vela, de lo que alguna vez sostuvo un fuego luminoso y fuerte.
Dejarían de disfrutar la compañía el uno del otro, se desafiarían a menudo, pensarían distinto y sería eso más importante que todo lo que se haya vivido; ninguno renunciaría a su convicción, el deseo de ver al otro moriría. Así, poco a poco…
Y ni cabito quedaría esta vez.
