Su vida siempre había estado plagada de cosas imposibles. Sueños sin concretar.

Sus padres lo habían llevado a la audición de Peter Pan y el país de Nunca Jamás. Realmente había esperado ese día, se había preparado para cantar y bailar con las hadas. Estaba tan seguro que conseguiría el papel.

Por eso cuando la profesora eligió a un niño crespo y demasiado pequeño para tener 7 años, supo que lo odiaba.

-Sebastian, eres mejor que esto-dijo su padre en un intento de evitar la frustración de su único hijo.

El niño sólo lo miró y pasó por su lado. No quería saber nada más de todo eso. Se negaba a escuchar algo. Por lo que caminó fuera del auditorio escolar y cuando iba a salir vio a un niño castaño de preciosos ojos azules. A él lo vio audicionar y no lo dejaron porque al momento de hablar olvidó sus líneas.

Pensó en acercarse a hablar, pero su padre se veía molesto y le daba mucho miedo. Sin embargo, decidió intentarlo, pero apareció de nuevo el niño crespo, quien al verlo lo hizo reír diciendo alguna estupidez ¡Incluso el hombre sonrió! Lo odiaba aún más si era posible.

Lo que nadie notó es que al pequeño castaño se le había caído un oso de peluche con una pañoleta celeste. Sebastián corrió a tomarlo para dárselo, pero era tarde, ya se marchaban de ahí.

-Lo cuidaré-susurro abrazando al oso de felpa-y te lo devolveré.