Prólogo

"Bienaventurados los que se entregan a los otros, porque serán recibidos en el Reino de Dios."

Habían dos filas con personas, cientos de ellas, todas vestidas con capuchas que cubrían sus rostros y todas con la mirada fija en el suelo, sin embargo el cabello rubio de una joven asomaba por su capucha y sus ojos grises escaneaban los alrededores con curiosidad. Cuando finalmente ella pasó a encabezar la fila, se encontró frente a frente con tres sujetos de aspecto imponente, los cuales tenían el deber y el poder para juzgarla.

- Bienvenida otra vez señorita Chase - le dijo el primer hombre causando que la joven se confundiera. ¿Chase? Pensó ella, tratando en vano de recordar cómo había llegado hasta allí.

- Mi apellido no es Chase, es…

- Tenemos claro quién es usted - la interrumpió el segundo hombre, el que estaba justo frente a ella - Tenemos claro que vivido una vida digna, que luchó por sus ideales y que hizo todo lo posible por salvarle, incluso cuando él fue quien ocasionó su muerte.

-Así que ahora puede disfrutar de una muerte acorde a cómo vivió su vida - agregó el tercer hombre - usted ha alcanzado lo que todo héroe busca. Bienaventurada sea.

La joven no entendía de que hablaban los hombres, pero se limito a asentir y a seguir el camino que le indicaban, esperando entender a que se referían una vez que llegara al lugar desconocido al que se dirigía. Caminó por un sendero de que la llevó a atravesar unos muros, una vez traspasados aquellas altas murallas sintió su ropa cambiar y se encontró vistiendo un vestido blanco y largo hasta los tobillos, a la vez fue presa de la sensación de que un velo era desprendido de su mente y de súbito ella supo con claridad quien era y quien había sido. Con esta comprensión vino el recuerdo y la necesidad de encontrarlo, de comprobar que como ella, él había alcanzado este lugar, la necesidad de comprobar que él estaba allí.

Comenzó a buscarlo con la mirada entre las pocas personas que estaban a su alrededor, camino entre las distintas casas con su corazón atorado en la garganta, temiendo que no lo hubiera logrado y conservando la esperanza de que aún conservara su vida, aunque sabía que aquello era imposible ya que ella lo había visto morir, lo había sostenido hasta que él se fue. Siguió recorriendo todos los caminos hasta que la construcción de una de las casas le llamó la atención, se acercó más a la puerta de entrada la cual era de madera oscurecida y de la nada sintió dos manos fuertes sobre sus hombros, el tacto familiar sobre su piel le llenó los ojos de lágrimas.

- Te encontré - él le dijo mientras ella se giraba hacia él - Llegaste pronto - le dijo con tristeza mientras ella se perdía en sus conocidos ojos verde mar.

Él miró los ojos grises de ella y limpió las lágrimas que corrían por sus mejillas con delicadeza.

- Tenía la esperanza de que te salvaras - le susurró a ella mientras que ella le sostenía la mirada y se acercaba más.

- No quería que murieras - ella dijo con su voz quebrándose por el dolor de aquellas palabras - Ninguna de las veces.

- Yo lamento no haber podido protegerte esta última vez - le dijo él mientras la abrazaba y ella apoyaba su cabeza en su pecho - Pero estamos aquí ahora y es todo lo que importa no ¿chica sabia?

Ella sonrió con el sonido de aquellas palabras tan familiares, tan propias y le respondió:

- Para siempre cerebro de alga.

Y se quedaron así abrazados por un tiempo, hasta que estuvieron seguros de que no era un sueño y ellos estaban realmente allí.


Espero les guste, comenten para saber que piensan :)