ESTA HISTORIA CONTIENE ALTO CONTENIDO +18. ALÉJESE AUDIENCIA INMADURA.
Me gustaría aclarar que esta historia es completamente original, pero para poder poner una categoría tuve que inspirarme en este anime. La protagonista de este es una gran fujoshi y sentí que podía asemejarse a mi propia protagonista.
Importante: En la nota de cada capítulo avisaré si hay escena erótica o no. También si es de temática homosexual, hetero, o incluso tríos, yuri o S&M (lo que me apetezca escribir xd). Si te da completamente igual el tipo de sexo que pueda haber (eres de los míos jeje) no leas mis advertencias/spoilers que pondré antes de cada capítulo. Tan solo te harán spoiler y eso no es divertido.
Los que vienen buscando lemon, este capítulo no lo tiene. Es una introducción. Me encanta la lectura erótica, pero también me gusta que tenga sentido. No puedo poner sexo simple y sin más. Los que no entiendan esto pueden ir a buscar otra historia corta y mal escrita que no tenga ninguna trama.
Y sin más que decir... ¡Allá vamos!
Capítulo 1: Familia nueva
Sin lugar a dudas la biblioteca es mi santuario. Pasar el tiempo aquí es mi salvavidas. Es una costumbre venir siempre que salgo de la escuela para terminar mis deberes, estudiar y, lo más importante, leer mis queridos mangas. Mi padre me da una paga mensual que no dudo en gastar para comprar por Internet los libros. Eso sí, a finales de mes tenía que recurrir a mi móvil porque de lo normal ya me los había leído todos para ese entonces.
Abrí el libro y comencé la lectura. Suspiré al ver a mi amor platónico dibujado, Hiyoshi. Por fin el autor había sacado un nuevo volumen y moría por tenerlo en mis manos cuanto antes. Su cabello azabache, ojos profundos, pectorales bien marcados... Y su gran miembro.
Adoro el yaoi desde que tenía 14 años cuando lo descubrí sin querer en una página de anime. El amor entre hombres es una pasión que me derrite el cuerpo, me excita. Soy lo que muchos llaman una fujoshi o adicta al yaoi. Desde que vi una serie que relataba en profundidad el sentimiento de amor entre dos chicos sentí que necesitaba algo más. El shonen ai, es decir, el género que narra este acercamiento entre hombres sin erotismo, no me saciaba. Por esta razón decidí buscar en el lugar oscuro del mundo informático mangas más sensuales, con sexo incluido.
Ahora tengo 17 años y curso el primer año de bachillerato en la capital de España, esperando algún milagro en esto de encontrar empleo. Más dinero, más mangas que leer, ese es mi lema.
Pensándolo bien, a quién puedo engañar. Soy una chica antisociable que busca el entretenimiento en seres inanimados que me calientan. No es que no me gustaría entablar alguna amistad, pero aún no se ha dado la situación por diferentes circunstancias. Mi día a día no tiene emoción o diferencia alguna, es imposible sobrepasar mi línea de simplicidad. No puedo evitar pensar en lo patética que me veo en este momento, pero decidí no darle demasiada importancia.
Realmente es una pena que los mangas japoneses no tengan color como algunos manwhas o webcomics coreanos. Aún no sabía de qué color eran los ojos de mi preciado Hiyoshi, aunque se notaba que el mangaka había puesto mucho esfuerzo en hacerlos más realistas.
Una vez hube terminado de leer la historia salí de aquel sitio para dirigirme a mi casa. Tenía una llamada perdida de mi padre, lo que me resultaba muy extraño porque de lo normal me envía algún mensaje si necesita decirme algo importante. Siempre está trabajando o viajando. No tenemos un vínculo familiar envidiable así como tampoco recuerdo la última vez que comimos juntos. Estar sola era lo más normal en ese lugar.
Cuando giré la esquina de la manzana observé algo que me dejó impactada. Había un camión de mudanzas estacionado en la puerta de mi casa. Lo primero que se me vino a la cabeza fue que nos íbamos a vivir a otro sitio. Chasqueé la lengua y fruncí el ceño. El maldito viejo no me había contado nada de esto.
- ¡Raquel! -divisé a mi padre con una caja en la mano a punto de entrar por la puerta- ¡Ven y ayuda!
No contesté a sus llamadas y me limité a acercarme lentamente hasta allí intentando hacer desaparecer mi existencia sin éxito. Una cosa me pareció sumamente extraña. En una mudanza había que poner las cosas en el camión, pero esto pasaba al revés. Un par de hombres junto a mi padre transportaban las cajas desde el vehículo hasta dentro. Algo pasaba.
Cuando crucé el umbral me topé de frente con una mujer de mediana edad. Tenía el pelo negro y bien recogido en un moño. Su vestimenta y actitud era formal y delicada, me recordaba a la alta nobleza. Cuando ella se fijó en mí mostró una radiante sonrisa, pero dudaba de su veracidad. La peor de las ideas cruzó mi mente.
- Raquel, esta es mi pareja -mi padre apareció detrás mía- Aún no te la había presentado, se llama Natalia -afirmaba mientras rodeaba la cintura de su acompañante y me señaló- Cariño, esta es mi hija Raquel.
- Hola Raquel, espero que podamos ser buenas amigas en el futuro -la voz de esa señora retumbaba en mis oídos.
Los dos me miraron expectantes con una notoria felicidad en sus rostros. Esto era la gota que colmaba el vaso.
- Voy a mi habitación a dejar la mochila -espeté sin saludar a Natalia, evitando cruzar miradas con ellos y pasándolos de largo.
- ¡Raquel! -de nuevo, hice como si no escuchase a ese patético hombre.
Aceleré mis pasos y subí las escaleras hasta el segundo piso. Desde que mi madre murió hace 8 años aquel tipo no se había molestado en hacer nada por esta familia. Se excusaba diciendo que trabajaba por mi bien y traer el pan a la casa, pero era evidente que me evitaba. No hemos tenido una conversación decente desde hacía unas semanas. Al parecer si estaba falto de amor, pero no del mío. Demonios, ni siquiera me dijo antes que tenía novia y qué menos que avisarme de su estancia aquí desde ahora. No iba a aprobar esto fácilmente.
Puse mi mano en el pomo, pero no fui yo quien abrió la puerta. Alguien lo hizo desde dentro con mucha fuerza y salí disparada hacia delante. Mi cara golpeó el pecho de un hombre, este me paró en seco posicionando una mano sobre mi hombro. En esa posición alcé mi cara para verle.
- Vaya, menuda bienvenida -rió en voz alta.
Lo primero que vi fueron unos ojos grises donde habitaban algunos restos del color del sol, era una mezcla exquisita. Era demasiado alto, por lo menos nos diferenciábamos por media cabeza. Tenía que agachar su rostro para poder verme y sus cabellos negros irrumpían en él, escondiendo parte de su iris.
- ¡Hiyoshi! -dije sin pensar.
- ¿Eh?
Rápidamente me aparté de él y sentí una vergüenza inimaginable. Nombré a mi personaje favorito sin querer. Se parecía demasiado a él y me hacía latir el corazón de forma exagerada. Era como conocerle en persona.
Se quedó mirándome atónito, pero segundos después esbozó una sonrisa ladeada con aquellos labios carnosos. Se asemeja al típico chico malote de los mangas que siempre se lleva a la protagonista.
- En realidad me llamo Francisco, aunque puedes llamarme Fran -afirmó guiñándome un ojo- Tu debes ser Raquel, ¿cierto?
- Bueno sí -volví a mis cuatro sentidos- ¿Cómo lo sabes?
- Un amigo me habló de ti. Yo estoy en la clase B, la que está frente a la tuya. Vamos al mismo curso.
- ¿Vamos al mismo Instituto? - no fingí mi sorpresa.
- ¿No recuerdas mi rostro? Incluso una vez chocamos saliendo de clases -me miró con los ojos muy abiertos.
- Lo siento, no te conozco, más bien nunca me molesto en recordar a nadie -aquello sonó un tanto cruel, pero no me di cuenta hasta segundos después- ¡Ah! Pero, ¿qué haces en mi habitación? Prácticamente, ¿qué haces en mi casa?
- Soy tu nuevo hermanito -me puso una mano sobre la cabeza y la agitó, despeinándome. Refunfuñé- Ya viste a mi madre abajo, supongo -asentí desanimada- Entré creyendo que era mi cuarto, pero me di cuenta de que no lo era. Si que te gustan este tipo de cosas, ¿eh?
Oh tierra, trágame. Mi habitación tenía varios pósters de mis parejas preferidas y una buena serie de libros que me llenaba toda una estantería. Lo que más me avergonzaba era mi almohada de colección exclusiva de Hiyoshi. Él acaba de ver todo eso.
- ¿Has estado cotilleando en mi habitación? -repliqué con el ceño notoriamente arrugado.
- No tanto, es que estas cosas resaltan mucho a la vista, ¿no crees? -comenzó a mirar a su alrededor y cogió un manga de mi estantería.
- No se lo digas a nadie.
- ¿Entonces es un secreto de hermanos? -me miró como un perrito contento- Qué guay, sé algo de ti que nadie más sabe -no confiaba mucho en sus palabras y él se dio cuenta. Después de ojear un poco el libro lo devolvió a su sitio- Tranquila, seguro que con el tiempo tú descubrirás algún secreto mío y estaremos a mano. Estoy deseando que nos conozcamos mejor -esbozó una pequeña sonrisa traviesa que no supe descifrar.
- Vale, ahora fuera de aquí -se despidió alzando la mano al oír mis palabras y salió.
Aquello fue raro. Era como si estuviera hablando con Hiyoshi. No tenía la intención de llevarme bien con él, ni mucho menos conocerlo mejor. Viviríamos en la misma casa desde ahora, así que tendré que encerrarme más tiempo en mi cuarto. Era una pena no poder salir desnuda como cuando estaba sola.
Tiré mi mochila y me senté en mi cama resignada. Cogí mi almohada y la abracé, dándole besitos a mi amor ficticio. No quería más gente aquí, no soy buena en temas sociales. Esto me iba a dar varios dolores de cabeza en el futuro. De tan sólo pensar en esa mujer llamándome para ir a comer como si fuera mi madre me entraba la migraña.
No quería bajar a ayudar y quería que mi padre supiera que estaba en desacuerdo con él. Decidí echar el pestillo a mi puerta y echarme una gran siesta bien merecida.
Desperté sintiendo como alguien me zarandeaba de un lado a otro. Abrí los ojos de manera veloz.
- ¡Despierta hermana! Hora de cenar -me apretó un moflete. No me gustaba que me tratase de manera tan confiada- Eres tan linda durmiendo mientras abrazas a tu almohada... - lo empujé avergonzada, manteniendo distancia.
- Primero, no soy tu hermana. Ni siquiera están casados -me incorporé sentándome en la cama- Segundo, ¿no te enseñaron modales? ¡Llama antes de entrar! -cogí uno de mis cojines y se lo tiré apuntando a la cara, pero lo esquivó a tiempo.
- Qué graciosa eres. Llamé a la puerta y como no contestabas entré.
- No entiendo esa lógica tuya -confesé sin rodeos.
- ¡Vaya! ¿Has visto? Me parezco a él -dijo señalando al Hiyoshi de mi almohada.
- No, no te pareces en nada. Y ahora vete -se dio la vuelta haciendo un mohín, como si fuera un niño pequeño, y abrió la puerta.
- Ah, por cierto.
- Qué quieres -murmuré, harta de su presencia.
- Soy fan del osito de tus bragas -dicho aquello se marchó.
Me transformé al instante en un tomate enfadado. Me levanté corriendo y me miré al espejo. Aún llevaba mi uniforme del colegio el cual consistía en una camisa blanca y una falda azul marino de cuadros que me llegaba por encima de las rodillas. No me tapé mientras dormía y me ha visto la ropa interior. Me sentía violada y ultrajada.
Si no me caía bien, ahora definitivamente lo odiaba. Comencé a recapacitar acerca de su actitud. Su belleza era un hecho innegable. La mayoría de chicas se quitarían las panties por él, típicas mojabragas. Sin embargo, está podrido por dentro. Me trata como si fuera un juguete nuevo y algo esconde detrás de esa máscara de bebé sonriente. Apenas lo he visto un par de veces y ya sé que no debería acercarme a más de dos metros de distancia.
Mi pelo cobrizo estaba todo alborotado y el rimel se había corrido un poco en mi ojo derecho. Decidí peinarme un poco y desmaquillarme antes de bajar. Alisé la cama de forma rápida y salí del cuarto. Antes de dar un paso me quedé quieta mirando hacia mi puerta. Recordaba haber puesto el pestillo, pero seguramente tan sólo eran imaginaciones mías.
La casa no es muy grande, pero tampoco enana. En el primer piso está la entrada, que da al salón-comedor. Seguidamente viene la cocina, se podría decir que las escaleras separan las dos habitaciones. En la segunda planta, nada más subir, se encuentra mi habitación. Justo a la derecha hay un trastero, que seguramente ahora se convierta en el dormitorio de Fran. Siguiendo el camino a la izquierda de mi templo hay un baño, un estudio y, al final, se encuentra el cuarto de mi padre. Sólo quedaría añadir un baño más que hay abajo, un sótano al que se puede acceder por una escalerilla en el techo del pasillo del segundo piso y un bonito jardín con una piscina pequeña la cual estaba en desuso.
Llegué al salón arrastrándome, queriendo coger mi plato y salir pitando de allí. Lo primero que vi fue a los hombres de la casa sentados en la mesa hablando tranquilamente. Al parecer la cena eran macarrones con queso. Cuando notaron mi presencia mi padre me invitó a sentarme, cosa que hice resignada. De la cocina vino Natalia con otros dos platos, uno de ellos lo puso delante de mí. Miré el plato con desgana. Ella deslizó una mano en mi espalda antes de sentarse.
- Espero que te guste -espetó mirándome tiernamente.
- No me gusta el queso -al ver su decepción reflejada me apuré a continuar hablando- Lo apartaré, no te preocupes -aunque no sabía como iba a hacerlo estando fundido.
- No queríamos molestarte hoy -contestó ella- Suponemos que no es fácil para ti, queríamos dejarte descansar -podía notar su preocupación, aunque no me importó.
- Bien, gracias -mis palabras no la relajaron del todo.
- ¿Cómo te ha ido hoy en la escuela, cielo? -mi padre quiso romper el hielo.
- Bien -alcé mi rostro para fulminarle con mi mirada y proseguí después de una pausa- Gracias.
No dije aquellas palabras de la mejor manera y provoqué un silencio incómodo en la mesa. Hacía mucho tiempo que no comía junto a mi viejo y no quería darle la satisfacción de aparentar ser una familia feliz. Si el quería actuar yo no iba a seguir el rollo. No me importaba que su mujer o Francisco se dieran cuenta de nuestra situación, más bien lo deseaba. Comencé a jugar con la comida, apartando el dichoso queso y cogiendo macarrones con el tenedor. Algunos me los comía, otros los abandonaba en el plato.
Al cabo de un rato el azabache volvió a entablar una conversación con mi padre y pude escucharles reírse sin parar. Me revolvían el estómago, la situación era asquerosa. Natalia también se reía junto a ellos, me sentía apartada y fuera de lugar. Hacía años que no soltaba carcajadas con él, como cuando me levantaba sobre sus hombros y me llevaba a la cama saltando. No quería admitirlo pero los envidiaba y me daba rabia. Ellos lo hacían feliz, cosa que yo intenté mucho tiempo y no conseguía. Ahora tenía un hijo y una mujer nuevos, podía desecharme tranquilamente. Dentro de un año cumpliría mi mayoría de edad y tenía miedo de que fuese capaz de echarme de la casa.
- Una cosa, Raquel -me llamó Natalia- Aún hay algunas cosas que me gustaría comprar y necesito -tragó saliva, como si tuviera que pensar cómo formular sus siguientes palabras- ¿Te gustaría venir conmigo mañana y lo hacemos juntas? Podríamos pasarnos por el supermercado que hay al lado y comer en algún...
- Tengo cosas que hacer -la interrumpí. Obviamente era mentira. No me interesaba para nada salir con ella.
- Raquel, estás siendo grosera -me regañó mi padre- Ella lo está intentado.
- Me pregunto quién ha sido el grosero todo este tiempo -clavé el tenedor en la comida fuertemente, haciéndolo sonar. Mi contestación provocó que ese hombre golpeara la mesa y las ondas retumbaron estremeciéndome.
- No tengo hambre -me levanté de la mesa para irme de ese sitio.
No lo soportaba más. Ya era una costumbre ignorar las llamadas de mi progenitor y eso fue lo que hice. Ya me estaba pareciendo un suplicio tener que convivir con esas personas. Me lavé los dientes en el baño y regresé a mi habitación. Me tumbé en la cama e intenté no pensar en nada, aunque no pude. Me incorporé de nuevo y saqué mi pijama, que consistía en unos pantalones largos de color rosa con círculos rojos. Como decía el dicho, "rosa y rojo, puñetazo en el ojo", pero no podía importarme menos. Cogí la primera camiseta de tirantes que encontré. Abrí mi mochila y coloqué un libro al azar en mi escritorio. Empecé a ojearlo, pero la pereza y la desilusión hicieron mella en mí.
Decidí que era buena idea recibir un poco de aire fresco. Deslicé la puerta corrediza de cristal y entré al balcón. La Luna se veía preciosa, me hacía querer escribir algún poema. El frío no me suponía un problema, lo disfrutaba. Estiré mis brazos para arriba para crujir algunos de mis dedos, aunque un sonido procedente del otro balcón me sacó del trance. A mi derecha vi a Fran que estaba sosteniendo un cigarrillo en sus dedos. Me sorprendí, pues la mitad estaba consumido y eso quería decir que llevaba algo de tiempo fuera. No me había dado cuenta de su presencia en todo este tiempo. El no paraba de mirarme bastante serio, supuse que era por el numerito que había hecho en la cena. Al fin y al cabo su madre pudo haber resultado herida por mis palabras.
- ¿Cuánto tiempo llevas aquí? -pregunté mirando hacia otro lado mientras me tapaba un poco el escote con mis brazos.
- El suficiente -se llevó el cigarrillo a la boca, aspirándolo sin quitar sus ojos sobre mí- ¿Fumas? -enseñó su paquete de tabaco.
- No, no fumo.
- Pero antes lo hacías -aquellas palabras me escalofriaron.
- ¿Cómo lo sabes? -inquirí apretando la barra del balcón con fuerza, adivinando lo que iba a decir.
- Tu padre me lo contó -lo sabía- Nos reunimos una vez en un restaurante con mi madre para conocerle. Me contó varias cosas sobre ti. Me dijo que no podías venir porque tenías cosas importantes que hacer.
El frío se coló por mis huesos, eso sí que no lo sabía. Había quedado con ellos para que Natalia le presentara a su hijo y no quiso llevarme. Ni siquiera me preguntó si podía ir. Él les había mentido. ¿De verdad me odiaba tanto como para no querer llevarme a conocer las personas que quería? Por fin me di cuenta de lo que sentía por mí, absolutamente nada. No confiaba en su hija. Al fin y al cabo era mi padre, le quería. Sentí una impotencia inimaginable que me hizo derramar una lágrima.
- Dame uno -le pedí tapándome un poco el rostro.
Me acerqué al bordillo extremo derecho para llegar hasta él. Los balcones apenas se separaban por unos veinte o treinta centímetros, el ancho que pertenece al muro que divide las habitaciones. Él no dijo nada, tan solo me imitó acercándose a su extremo izquierdo y sacó un cigarrillo de su paquete. Me lo pasó y me ofreció un mechero. Apreté este entre mis labios y lo encendí. Cuando aspiré la primera calada las lágrimas no paraban de brotar. Conforme el agua se deslizaba en mi cara las frotaba rápidamente con mis manos. Era una situación incómoda, estaba indefensa y rota delante de él.
Sentí algo cálido en mi mejilla. Me estaba acariciando mientras apartaba algunas de mis lágrimas. Tuvimos un cruce de miradas intenso que no quise continuar. Me alejé un poco, lo mínimo para que el no pudiese tocarme. Ya no tenía ganas de llorar, aquello me había distraído de mis emociones. El tiró su cigarro y se esperó a que yo terminara con el mío. Estuvimos así en silencio durante un buen rato. Sabía que esa era su manera de apoyarme de algún modo. Lo observé detenidamente, no supe decir si sus ojos eran grises porque era su color o porque la Luna se reflejaba en ellos, pero se veían hermosos.
- Gracias -fue lo único que supe decir. Hice una mueca extraña al intentar terminar de agradecerle con una sonrisa.
- No es nada. Empieza a hacer frío, será mejor que entres -nos despedimos.
Al parecer sí que tenía un lado bueno y todo. Ni siquiera me preguntó detalles sobre lo que me sucedía, quiso respetar mis deseos de permanecer en silencio. Me tumbé en mi cama y me arropé. Estaba pegada a la pared y puse una mano sobre ella, como si pudiera tocarle desde ahí. El respaldo de su cama también tenía contacto con el muro. De tan solo imaginar que la cabeza de Fran estaba ahora a unos pocos centímetros de mí me hizo sonrojar. Rápidamente me di la vuelta y me puse a pensar en todo un poco. En algún momento me quedé dormida.
Holi xd En el próximo capítulo la cosa se va a descontrolar, así que los que vienen buscando lemon quédense pls. Esto tan solo es una introducción para lo bueno. No sé por qué he escrito esto si tengo que terminar una historia lemon de Ladybug y también otra historia sobre fantasmas, pero bueno, cuando se me mete algo en la cabeza tengo que escribirlo o no duermo. Sé que las fujoshis como yo o los enfermos (también como yo) van a amar esta historia, así que denle una oportunidad!
Si os va gustando hasta ahora poner alguna review que eso anima mucho a los que escribimos :3
