Advertencias:

- Draco/Harry

- Quinto año de Harry en Hogwarts.

- No Horrocruxes.

- Creature fic.


Héroe

-RAVEN-

Tres meses antes…

Las interminables columnas de humo negro le podía ver hacia dónde se dirigía. Tropezó con los restos del techo que se había desplomado a causa de las explosiones y se precipitó contra el suelo con un indignante grito que le dejó la garganta rasposa y los pulmones sin aire.

No tenía fuerzas para salir de aquel lugar, el calor de las llamas rodeaba todo su cuerpo, y si no encontraba pronto la salida se convertiría en los restos carbonizados del que antes fuera Draco Malfoy. Se preguntó dónde estarían sus padres. Supuestamente su familia y él debían de estar protegidos de este tipo de ataques. ¿Por qué los seguidores del Señor Tenebroso no le habían avisado de que pensaban atacar aquella tienda mágica? ¿Es que no les preocupaba lo más mínimo lo que le pudiera pasar al hijo de Lucius Malfoy?

Tosió con fuerza para tratar de expulsar el humo que se le alojaba en sus pulmones, lastimándose todavía más su ya dolorida garganta. Si el fuego no le mataba, lo haría la falta de oxígeno. Ojalá su madre le hubiera dejado llevar su varita, al menos podría haberla usado para salir de aquella situación, sin importarle que después fuera sancionado por el Ministerio de Magia.

Con bastante dificultad se puso boca arriba. Miró el cielo que se vislumbraba a través del gran agujero del techo, pensando que quizás aquella sería la última vez que podría hacerlo. Iba a morir allí, calcinado. Nunca pensó que tendría un final tan aburrido, siendo un número más en el recuento de víctimas a manos de los mortífagos.

Notó como sus párpados intentaban cerrarse, la cabeza se le nublaba, apenas le llegaba aire, y las paredes de aquella tienda crujían amenazando con derrumbarse.

Fue entonces cuando su delirante mente creyó ver algo en el cielo. Al principio no supo lo que era, puede que fuesen las sombras de las columnas de humo, o puede que fuera parte de su imaginación. Sus dudas se disiparon de golpe cuando vio como una criatura alada se posaba cerca del agujero del techo y asomaba su puntiagudo pico negro al interior de la tienda. Era enorme, de color azabache y recubierto de plumas que relucían en un tono dorado cuando las lenguas de fuego y ceniza se alzaban con fuerza a su alrededor. El gran animal le miró a los ojos desde tan larga distancia, y Draco sintió como todo su cuerpo comenzaba a temblar a pesar del abrasador calor.

Fuera lo que fuese aquella cosa, le había encontrado, y para el rubio quizás era la única salvación que le quedaba en aquel lugar en ruinas. Con las pocas fuerzas que le quedaban levantó un brazo en su dirección.

- Ayúdame...

Sabía que aquel ser no podía escucharle. Ni él mismo era capaz de oírse con su debilitada voz por encima del ensordecedor sonido del fuego, pero sorprendentemente la criatura pareció escucharle, y se lanzó al instante en su dirección, batiendo las alas y alejando el humo y las llamas. Notó como el suelo se hundía bajo el peso de aquel gran pájaro de aspecto humanoide, quien se inclinó hacia su cuerpo majestuosamente. Tenía la apariencia de un hombre emplumado con grandes alas en vez de brazos, y sus fuertes piernas parecían tan letales como las patas delanteras de un hipogrifo. Sus garras negras relucían muy cerca del cuerpo de Draco, pero el slytherin no prestó atención a los amenazantes talones de la criatura, sino que su vista se quedó fija en los brillantes ojos del pájaro. No eran totalmente negros como pensó en un principio, sino que poseían un intenso color verdoso que las llamas iluminaban con pasión.

Con delicadeza, el animal le incorporó con ayuda de sus grandes y flexibles alas. Draco pasó su brazo alrededor del cuello de aquella criatura, y se agarró débilmente a sus suaves plumas negras. La especie de cuervo gigante le ayudó a subirse en su lomo, y con un fuerte batir de alas ambos salieron por el techo.

Draco pudo por fin respirar aire limpio. El viento le removía el pelo y la ropa, y cerró los ojos con alivio.

Estaba a salvo.

- Gracias… - susurró en el cuello emplumado de la criatura, antes de perder el conocimiento.

-RAVEN-

Actualmente.

Ministerio de Magia. Despacho del Señor Ministro de Magia.

Fudge se paseaba por la habitación, pensativo y con una mano jugando nerviosamente con la cadena de oro de su chaqueta. Sus pisadas, acolchadas por la alfombra de su despacho, hacían crujir el parqué una y otra vez. Varias miradas le seguían, expectantes; multitud de hombres y mujeres adultos reunidos en aquel reducido espacio aguardaban en silencio a que ocurriese algo.

– No sé qué deberíamos hacer... os juro que desde que todo este asunto del cuervo empezó, le he estado dando vueltas... - empezó a murmurar el Ministro Fudge, mientras se dirigía hasta su sillón tras un escritorio plagado de periódicos, derrumbándose en el asiento.

– ¿No es demasiado arriesgado seguir permitiéndolo? - saltó de repente uno de los integrantes del despacho, un hombre mayor canoso.

– Ya sabéis lo que opino de la gente que se toma la justicia por su cuenta... al final todo acabará mal, ¡estoy seguro! Debemos detenerle antes de que se nos escape de las manos totalmente. - un hombre más intervino rápidamente.

– ¡Pero no podemos ignorar el hecho de que nos está ayudando! Por el amor de Merlín... ¡Todos le ven como a un héroe! - Una mujer allí presente se puso de pié, haciendo que su silla por poco acabase en el suelo.

Fudge tamborileó sus dedos sobre la superficie de madera de su escritorio con impaciencia. Empezó a oír como el tono de voz de los ocupantes de su despacho empezaba a subir más y más, no dejándole concentrarse. Miró como todos los magos y brujas que le acompañaban gesticulaban exageradamente con los brazos, reanudando de nuevo la discusión que momentos antes no les había llevado a ninguna parte. Dio un fuerte tortazo sobre la mesa e inmediatamente después se hizo el silencio.

– ¡Si algo es seguro-! - empezó con un tono potente de voz, para luego aclararse la garganta y tranquilizarse, aflojándose ligeramente el nudo de la pajarita de su cuello. - ...es que no tendríamos ninguna posibilidad frente a él. Ya habéis visto lo que es capaz ese... "héroe". Incluso dudo que el mismísimo Harry Potter, o ya puestos, Dumbledore, sean capaces de derrotarle. - Agarró uno de los periódicos más cercanos, y vio la imagen que se movía en primera plana.

El titular rezaba así: 'El Cuervo vuelve a salvar el día'. La fotografía de la noticia ocupaba toda la página; aparecía una multitud de personas... magos y brujas supervivientes de un ataque de mortífagos, todavía activos a pesar de la derrota del Señor Tenebroso. Todos miraban hacia el cielo, saludando y dando las gracias a gritos a una figura que volaba a muchísima distancia de allí. Dicha figura era el responsable de aquella urgente y secreta reunión.

Cambió de periódico a otro en la que la imagen era distinta. En ésta solo salía el "héroe" posado sobre las ramas más altas de un árbol, observándolo todo desde las alturas. A pesar de lo lejos que aparecía en aquella fotografía, podía verse con claridad su silueta... era un gran pájaro negro mitad humano, con un pico afilado y unas poderosas garras que le mantenían firmemente sujeto a la copa del árbol. Su plumaje caía en cascada desordenadamente sobre aquella rama, y su pose era simplemente majestuosa. Aquella foto fue tomada por un periodista que se encontraba casualmente en el lugar donde había transcurrido otro ataque de mortífagos en los alrededores de un torneo de quidditch, a plena luz del día.

Recientemente los seguideros de El-que-no-ha-de-ser-nombrado habían tomado fuerza. El número de ataques de mortífagos se había multiplicado peligrosamente, y los aurores casi no daban a basto con tantos atentados. La situación empeoraba con cada día que pasaba, y muchos magos empezaban a exigir más protección al Ministerio de Magia, que se veía desbordado.

Y entonces, un día, apareció él... Se presentó volando a gran velocidad sobre el escenario de lo que se había convertido en una sangrienta batalla entre mortífagos y aurores. Los periódicos relataron como la criatura dio caza a todos y cada uno de los mortífagos, derribándoles con gran gracilidad, e incluso hablaban de cómo el enorme ser alado lanzaba hechizos, ¡si, hechizos! No sabían qué hacía una criatura mágica y prácticamente desconocida ayudándoles a derrotar a los mortífagos, y cuando los aurores quisieron acercarse a este ser una vez finalizada la batalla, se marchó de allí volando sin ofrecer respuestas.

Aquella escena se vivió una y otra vez cuando sufrían algún ataque de mortífagos. La gente para referirse a él empezó a llamarle El Cuervo, por aquel plumaje negro que poseía, pero poco más tenía en común con aquella ave. Este 'cuervo' era enorme, inteligente, astuto, fuerte... su 'rostro' estaba oculto tras una curiosa máscara blanca que reposaba sobre su pico y que sólo dejaba ver sus oscuros ojos.

Siempre la llevaba, y no sabían por qué, pero aquella máscara se había confertido en uno de sus símbolos más característicos y que reflejaban claramente que fuera lo que fuese aquella criatura, tenía inteligencia. ¿Por qué si no la llebaría puesta, haciendo así que tuviera un rostro más humano?

Fudge se sujetó el mentón pensativo, mientras observaba fijamente la fotografía del periódico, en la que El Cuervo parecía devolverle la mirada con seriedad.

– No somos capaces de impedir que haga lo que ha estado haciendo hasta ahora. – resaltó el Ministro. - Si los mortífagos no tienen ninguna posibilidad contra él... ¿creéis que nosotros seremos distintos?

– ¡Pero hace lo que le da la gana! - grito desesperado un hombre.

– ¡Si por hacer lo que le da la gana te refieres a que está salvando vidas, prefiero que lo siga haciendo! - contesto Fudge, dejando el periódico sobre la mesa de un golpe. - Esa criatura nos está dando un respiro, y aunque no podamos hablar con ella, no deberíamos mostrarnos hostiles. Parece que solo intenta ayudarnos...

– ¡Pero no es seguro que este de nuestra parte! ¿Y si nos acaba pidiendo algo a cambio?

– ¡Pues se lo damos! - contestó otro mago.

– Pero viendo lo poderoso que es, ¿qué tenemos nosotros que le pudiera interesar?

– Bueno... tampoco es tan poderoso. - dijo una mujer, que se acercaba a él, y revolvía los periódicos buscando algo en concreto. - Sabemos que se le puede herir. - Por fin encontró lo que quería. En uno de los periódicos se podía leer el testimonio de unos aurores. - Hemos podido saber que no es inmune a los ataques que recibe, y que han llegado a derribarle en alguna ocasión según los testigos...

Fudge guardó silencio mientras sus consejeros hablaban entre ellos, y al rato, cuando se quedaron callados y le miraron expectantes, dio su propia opinión con voz serena intentando mantener la calma de sus oyentes.

– Esta claro que por mucho que lo discutamos hoy aquí, lo único que podemos hacer es esperar. Esta criatura esta luchando contra los mortífagos por algún motivo, y eso nos viene bien. Procuraremos no enfurecer a este "Cuervo" para que no cambie de objetivo. Ahora mismo se está investigando sobre qué tipo de criatura puede ser para comprobar si nosotros también deberíamos preocuparnos por su existencia. Pero de momento, no se hará nada más.

-RAVEN-

Hogwarts, Escuela de Magia y Hechicería.

Gran Comedor.

Ajenos a lo que se decidía en las altas esferas del Ministerio de Magia, Hogwarts seguía con la rutina de todos los días. En la escuela también habían llegado todas aquellas noticias sobre la criatura mágica a través de los periódicos, y no era raro que fueran motivo de conversación durante las comidas o los descansos. La fama que había adquirido el nuevo "Salvador" del mundo mágico era bastante positiva, y era raro que la gente hablase mal de la extraña criatura, a pesar de ser todo un misterio para ellos.

– ¿Alguien tiene algún ejemplar de El Profeta de hoy? - preguntó un alumno desde la mesa de Gryffindor.

– Toma Neville, yo leí el mío esta mañana.

– ¡Gracias Hermione!

El chico recibió gustoso el periódico de su compañera, y admiró durante unos segundos la primera plana para luego leer el resto de la noticia.

– Bueno, hoy no hay ninguna noticia de algún ataque... pero El Cuervo vuelve a salir en portada. ¡Mirad lo que pone aquí! Por lo visto, solamente ha sido visto por Inglaterra. Los expertos opinan que debe de vivir en algún lugar de nuestro país. - empezó diciendo Neville.

– ¿Pensáis que alguna vez vendrá a Hogwarts? - Preguntó un chico pelirrojo, quien también leía su ejemplar de El Profeta.

– ¿Y por qué querría venir aquí? - Neville cerró el periódico y volvió a mirar la portada.

– No sé... quizás algún día quiera hablar con algún mago, y seguro que ese mago será Dumbledore.

– Ron... creo que El Cuervo no sería el único que quisiera hablar con Dumbledore. Últimamente se le ve poco por el colegio. Dicen que los del Ministerio no paran de pedirle ayuda, y se pasa la mayor parte del tiempo resolviendo problemas allí.

– Tienes razón... La pobre McGonnagal tiene que estar agotada de hacer de directora "provisional" y de aguantar a Umbridge diariamente. - dijo Hermione, mientras se terminaba su plato. - ¿Habéis visto lo cansada que ha llegado hoy a clases?

Neville iba a contestar a su amiga cuando de repente sintió como alguien se sentaba a su lado, y al mirar a esa persona se encontró con un somnoliento Harry Potter.

– Hombre, hablando de personas cansadas... ¿qué te pasa Harry? ¿Se te ha olvidado que hoy es lunes?

El aludido dejó su mochila muggle con el material escolar debajo de su silla y se dispuso a servirse algo para "desayunar", mientras luchaba por mantener los ojos abiertos.

– Me he quedado dormido... - murmuró calmadamente vertiendo algo de zumo en su vaso, con tan mala suerte que la mitad fue a parar a la mesa. Neville tuvo que dar un salto para apartarse justo a tiempo, antes de que el líquido empezase a caer por el filo de la mesa justo por donde estaba sentado.

– ¡Ey!

– Perdón...

– Pues te has perdido las primeras clases... y al final siempre acabo siendo yo la que te tiene que explicar todo lo que hemos hecho. ¡Cómo si tuviese tanto tiempo! De verdad, esas clases especiales tuyas y las detenciones que te pone Umbridge acabarán terminando contigo.

Harry se encogió de hombros para restarle importancia, y empezó a darle bocados a unas empanadas que ya estaban bastante frías.

– Bueno Hermione, piensa que poniendo a Harry al día estás repasando tú también. - intervino Ron, intentando socorrer a su amigo de la furia de la castaña.

El joven Potter casi no prestaba atención a sus compañeros. Estaba tan cansado que apenas podía concentrarse en comer. De reojo vio como Neville leía El Profeta, y le echó un vistazo a la portada por simple curiosidad.

– Puff... otra vez el pajarraco. - murmuró Harry para luego seguir comiendo.

– ¿Pero qué dices? ¡Si es lo mejor del periódico! - Neville apretó el ejemplar que tenía contra su pecho.

– Pero ya sabes cómo les gusta a los de El Profeta exagerar las cosas... seguro que más de la mitad de lo que dicen se lo inventan. - Harry cortó un bostezo, antes de continuar. - Creo que tiene que haber noticias más importantes que saber la comida favorita de un pajarraco despeinado.

– Jo Harry... hablas como si no te cayese bien el Cuervo...

– Nah. Es más, si alguna vez le veo en persona, pienso darle las gracias. Al menos con tanta publicidad que le están dando, parece que me han dejado tranquilo a mí por fin. - Harry le lanzó una sonrisa a Neville, algo agria, para luego apartarse su plato. - Bueno, os veo luego.

Sin dejar que Longbottom dijera algo más, se levantó, cogió su mochila, y se encaminó hacia la salida del gran comedor.

– Vaya, cómo se nota que se ha levantado con el pie izquierdo... ¿qué doxy le habrá picado ahora? - preguntó Neville, mientras metía el periódico en su mochila.

– No lo sé. - Hermione miraba hacia donde se había marchado su amigo. - Lleva desde el comienzo de curso bastante raro... - la chica se apartó un mechón castaño de su cara, mientras acercaba su rostro a los dos gryffindors para hablarles en voz baja y que solo ellos la oyesen. - ¿Creéis que está celoso del "Cuervo"?

– ¿Celoso dices? ¿Pero por qué...?

– Pues... porque la gente se ha olvidado de él... y han convertido a otro en 'salvador del mundo mágico'.

– …. No tiene sentido, Harry siempre se ha quejado de que no le gusta ser famoso. Sabéis tan bien como yo lo poco que le gusta que la gente hable de él. Creo que lo único que le pasa es que está cansado. Umbridge está últimamente más insoportable de lo normal con sus injustas detenciones. - dijo Neville.

– … - el pelirrojo prefirió mantenerse callado mientras sus dos amigos hablaban entre ellos, y empezó a darle golpes con el tenedor a la comida que había en su plato.

-RAVEN-

Lavabos de la primera planta.

Draco arrancó las primeras páginas del periódico, y dejó el resto del ejemplar en el suelo del pequeño habitáculo en el que se encontraba. Se acomodó sobre la tapa del váter, y de un rápido vistazo se aseguró que la puerta de su baño estaba cerrada con pestillo.

Cuando comprobó que no había nadie más en los lavabos, empezó con su labor de todos los días. Con sumo cuidado, recorto con un hechizo las noticias referidas al héroe de moda, del que todo el mundo parecía hablar continuamente. Observó durante unos instantes esa última noticia, leyéndola una vez más. Arrugó ligeramente su nariz ante algunas cosas allí escritas.

– Sí, claro, ni vosotros os creéis que él os vaya a conceder una entrevista... - volvió a apuntar con su varita aquel el trozo de papel y lo recortó aún más, dejando únicamente la fotografía y tirando el resto al suelo.

Un ruido de tuberías le sobresaltó, y miró a todas partes como si temiera ser descubierto. Maldijo en voz baja al darse cuenta de que estaba actuando como un paranoico. Tomó entre sus dos manos la fotografía que acababa de conseguir de El Cuervo, y la admiró. Aquella criatura mágica era lo que había estado deseando desde hacía mucho tiempo, alguien que les plantase cara a los seguidores del Señor Tenebroso. Draco no era, y nunca sería, un seguidor de Voldemort, y por aquella razón necesitaba a alguien que le quitase de en medio a todo el séquito del Lord Tenebroso, para no tener que convertirse en mortífago en un futuro.

Así que, viendo que el inútil de Harry Potter no hacía nada en aquella guerra nada más que poner su cara de niño bueno, puso todas sus esperanzas en el nuevo salvador del mundo mágico. Y éste no era como el cara-rajada. Éste nuevo salvador le echaba huevos al asunto, y no solo se enfrentaba a todos los mortífagos, sino que además los ponía en su sitio. El Cuervo era toda una autoridad, era invencible, era... justo lo que necesitaba Draco. Un Héroe.

El slytherin pasó sus dedos sobre la imagen, recorriendo el contorno de aquella criatura, como si aún pudiese sentir el tacto de aquellas plumas bajo su mano… Como aquel día…

Un nuevo ruido le alertó, y esta vez supo que debía de mantenerse en silencio. La puerta de los baños se había abierto y cerrado, lo que indicó que alguien había entrado a los aseos. Escuchó unas pisadas, y luego, el sonido de un grifo dejando salir agua. Con mucho cuidado, Draco dobló la imagen y la guardó en uno de los bolsillos de su túnica, antes de ponerse de pie sin hacer ruido sobre la tapa del váter y espiar por encima de la puerta de su baño para ver quién había entrado.

Nada más y nada menos que el cuatro ojos de Harry Potter se encontraba allí, delante de un lavabo. Sus gafas reposaban sobre el mármol del aseo, mientras el gryffindor se mojaba el rostro sin mucha prisa. Draco se mantuvo en su escondite sin delatar su posición, espiándole.

Potter cerró el grifo, y alzó su rostro para mirarse en el espejo. Sin sus gafas puestas, podían verse unos surcos negros bajo sus ojos, que contrastaba mucho con su pálida piel. El gryffindor se levantó ligeramente el flequillo para observar su famosa cicatriz en forma de rayo, algo enrojecida, y el slytherin pudo oírle suspirar con resignación desde aquella distancia.

Malfoy no perdió detalle del gryffindor. Pocas veces había tenido la oportunidad de ver el rostro de su rival así de relajado, aunque debía de admitir que tenía parte de culpa. Siempre que se encontraba con él hacía todo lo posible para hacerle de rabiar.

Si desde un principio Harry Potter hubiese aceptado su amistad, si hubiese sido sorteado para la casa de las serpientes, Malfoy estaba seguro de que habrían formado una alianza fantástica. Quizás así, la casa Slytherin tendría una mejor reputación.

Apretó con fuerza el marco de la puerta en la que estaba apoyado. Todo el mundo les juzgaban y criminalizaban, asegurando que eran malvados. Aquella situación se repetía diariamente entre el alumnado de Hogwarts, lo cual enfurecía a Draco. Pero por mucho que le discriminase la sociedad mágica, él tenía su orgullo. Jamás dejaría que los demás le dijeran cómo tenía que ser, y les demostraría en sus propias caras lo equivocados que estaban al tratarle de esa forma tan mezquina.

Pero eso no significaba que tuviese que ser de repente amable y amistoso con el niño que vivió. No, por supuesto que no.

Bajó con cuidado del lugar en el que estaba subido. Se pasó una mano por su cabello color platino, antes de abrir la puerta del baño de golpe. Mostró una sonrisa de satisfacción al ver el pequeño salto que dio el gryffindor frente al lavabo. Potter se colocó sus horrendas gafas negras, sin importarle que aún tuviese el rostro mojado, y miró a Draco mientras se secaba las manos en su túnica.

El rubio esperó pacientemente a que Potter se diera cuenta quién le había hecho sobresaltar, y que su rostro cambiase poco a poco a uno de odio y fastidio. Draco estaba deseando que le diese cualquier motivo para poder descargar su ira sobre el gryffindor, que le dijera algo para poder contestarle con un comentario mordaz. Pero en vez de eso, Potter mantuvo su rostro muy sereno, le dio la espalda para poder mirarse en el espejo, y empezó a peinarse el flequillo como si no hubiese pasado nada. El slytherin borró la sonrisa de su cara de golpe al verse ignorado tan descaradamente.

Él era un Malfoy, y nadie le daba la espalda a un Malfoy. Se acercó un par de pasos hacia Harry Potter, metiendo la mano en su bolsillo y rozando su varita con la punta de los dedos.

- Por más que te esfuerces, nadie se fijará en ti, cara rajada. – le dijo en un tono de burla.

- Piérdete, Malfoy. - dijo Potter con voz cansada.

Draco sonrió de nuevo. Quizás si podría sacarle algún tipo de reacción.

- No sé ni para qué te miras en el espejo. Eres un caso perdido, créeme. Hasta un sapo tiene más oportunidades de ligar que tú.

Harry no le contestó y se terminó de cubrir toda su frente con su despeinado flequillo.

- Pero en fin, es lo único que se podría esperar de un esperpento como tú. Con esa ropa de vagabundo y ese físico tan enfermizo. Desde luego Potter, incluso los bichos tienen más carne que tú.

El gryffindor recogió lentamente su mochila del suelo, se giró y se encaminó hacia la salida sin decir nada, ni siquiera un insulto para defenderse. Viendo que Potter iba a marcharse y que no iba a poder disfrutar de un buen enfrentamiento verbal, Draco sacó su varita y le apuntó a los pies con ésta.

- Everte Statil. – la punta de su varita brilló momentáneamente, y pudo ver con satisfacción como Potter perdía el equilibrio y caía de bruces contra el suelo.

El gryffindor dejó escapar un pequeño gemido de dolor, y se quedó quieto durante unos segundos con sus palmas contra la fría superficie de piedra.

- ¿Y tú eres el salvador del mundo mágico? Por favor, si ni siquiera puedes evitar un simple hechizo inofensivo… - se burló Draco, llevándose la punta de la varita a su mentón.

- Malfoy… - escuchó el tono amenazador de Potter, mientras se levantaba muy lentamente del suelo con bastante dificultad.

- Aunque claro, ya nadie te considera el 'Elegido', ¿verdad? Ahora que ha aparecido un verdadero héroe, la gente por fin se ha dado cuenta de lo que eres. Un inútil egocéntrico con complejo de héroe, un farsante.

- Nada nuevo entonces. – dijo al fin el gryffindor con voz cansada mientras se ponía de pie.

Draco estaba a punto de volver a burlarse de él cuando, de repente, una fugaz expresión de dolor cruzó el rostro del gryffindor. Fue tan breve, que a Malfoy por poco se le pasa por alto.

Harry cogió torpemente su mochila del suelo, y volvió a caminar hacia la puerta con un paso bastante lento, mientras se llevaba una mano a la cabeza. Aprovechándose de la debilidad de su rival, y sorprendiéndose a sí mismo, Draco dio grandes pasos hacia él. Lo agarró por el cuello de la túnica y lo estampó contra una de las paredes de piedra.

- ¿Estás intentando huir, eh? ¿Potter? – siseó, apretando su cuerpo contra el del gryffindor.

El pelinegro exclamó de dolor, y cerró sus ojos con fuerza.

- Malfoy, déjame en paz de una vez… - le amenazó sin mirarle siquiera. Su voz parecía exhausta.

- Oblígame. – le contestó.

Una mano temblorosa se colocó encima de la suya, la cual aún sujetaba con firmeza al gryffindor. El rubio la contempló con repentina curiosidad. Potter apenas tenía fuerzas para mantener su cabeza erguida o para apretar su mano, y ésta se veía terriblemente pálida y delgada. Aquella mano, además, parecía tener una peculiar cicatriz en todo su dorso. Draco nunca había visto algo parecido. Era como si en la mano del gryffindor hubiesen escritas unas palabras…

"No debo decir mentiras" ¿Cómo se había hecho el gryffindor una herida así? ¿Con qué fin alguien se tatúa con una cicatriz una frase tan extraña?

- Draco… - susurró Potter con un hilo de voz, mientras dejaba caer su mano hacia un lado, impidiendo que el rubio pudiera seguir mirándola.

El slytherin se sorprendió al escuchar su nombre salir de los labios de Potter. Algo no iba nada bien. Clavó la punta de su varita en el mentón del pelinegro para obligarle a levantar la cabeza. Cuando tuvo el rostro de su rival frente al suyo, vio como unas pequeñas gotas de sangre caían de su frente hacia el puente de su nariz, y desde allí descendían hasta llegar a sus pálidos labios y a su barbilla. ¿Tan fuerte se había golpeado la cabeza contra el muro?

Asegurándose de que el gryffindor mantenía la cabeza alta, volvió a usar su varita para apartar unos mechones de pelo negro de su frente. No, la sangre no venía de su cabeza, venía de la cicatriz en forma de rayo. Potter mantenía sus ojos cerrados todo el tiempo, y respiraba con dificultad.

Tenía al salvador del mundo mágico contra la pared, totalmente bajo su merced. Sabía que jamás encontraría un momento tan perfecto como aquel para aprovecharse de Potter, para hacerle lo que quisiera. El gryffindor cada vez parecía más débil, palideciendo y perdiendo la consciencia conforme los segundos pasaban. Draco sabía que solamente se mantenía en pie porque él le estaba sujetando con firmeza. La cicatriz seguía sangrándole profundamente, cubriéndole gran parte del rostro con aquel líquido rojo.

El slytherin no sabía qué era lo que le ocurría exactamente al moreno, era la primera vez que le veía tan vulnerable.

-RAVEN-

Continuará…