DISCLAIMER: Los personajes, criaturas, escenarios, hechizos, etc. pertenecen a J. K. Rowling

CAPÍTULO 1: EN EL TREN

Para Hermione no era cualquier otro 1° de septiembre. Era su último viaje en el Expreso de Hogwarts camino al castillo, y eso la ponía un poco triste. El día, haciendo juego con su ánimo, se presentaba inusualmente gris. Sabía que pensar en eso no la ayudaba, pero al mirar el cielo a través de las ventanas de su compartimiento, sintió escalofríos. Nunca había creído que las cosas cotidianas pudieran augurar el futuro o darle alguna clase de señal, pero ésta vez las nubes le daban la sensación de que algo no encajaba. Escuchó el silbido del tren anunciando su partida, y no pudo evitar darse vuelta y mirar a sus amigos a través de la ventana. Harry la saludaba con una amplia y alentadora sonrisa, mientras Ron, con el ceño fruncido, se quejaba ante Harry con los brazos gesticulando agresivamente, hasta que un codazo del primero lo hizo detenerse.

Iba a retomar sus estudios en el Colegio Hogwarts para obtener el título que la búsqueda de horrocruxes había postergado. Después de la guerra, al normalizar su situación familiar, decidió reencontrarse con sus amigos para pasar el verano en La Madriguera. Intentó convencerlos de unírsele con lógicos argumentos, pero ante su terminante negativa, terminó desistiendo. Se sentía extraña respecto a pasar todo un año escolar sin Harry y Ron, pero la alegró saber que iba a poder concentrarse en sus estudios y no tanto en el beso que se había dado con el segundo durante la Batalla de Hogwarts. No tenía claro si había sido algo que deseaba hacer desde hacía tiempo atrás o la posibilidad de morir en cualquier momento la había hecho reaccionar impulsivamente, pero entre chispazos y gritos, se abalanzó sobre él. Sin embargo, a pesar de corresponderse mutuamente, las cosas entre ellos habían cambiado. Si bien durante unos días estuvieron uno sobre el otro, en cuanto salían a la luz sus diferencias, era evidente que eso no iba a durar. Todos notaban la tensión extraña entre Ron y Hermione, pero nadie se animó a preguntar, respetando su intento de ocultarlo.

Así, abatida por separarse de Harry y queriéndose escapar de la molestia que le inspiraba discutir continuamente con Ron, Hermione subió al tren ubicado en la plataforma 9 ¾ de la estación King's Cross. Caminó a través del pasillo buscando algún compartimiento y se alegró al ver que Ginny le había guardado un lugar junto a Luna y Neville, que también había decido volver.

- El tren siempre está lleno de torposoplos, puedo escuchar unos cuantos zumbando alrededor de tu cabeza, Hermione... ¿qué es lo que te hacen pensar? - preguntó Luna, trayéndola a la realidad. Supuso que habían arrancado hacía varios minutos porque el tren se hallaba lejos de Londres. Escuchando un murmullo, se giró de golpe y vió a los restantes acompañantes teniendo una animada conversación con otros alumnos, encabezados por Hannah Abbott.

- En el calamar gigante –mintió, contestándole a Luna- ¿Cómo puede ser que después de tanto tiempo no congenie con los sirenios?- Sabía que esa respuesta le daría algo en qué pensar. Al segundo, pudo comprobar como la otra se abstraía automáticamente en alguna increíble teoría al respecto. Tratando de evitar cualquier otro intento de conversación, salió del lugar pasando desapercibida.

Los vagones estaban inusualmente expectantes. Al parecer, se habían creado una serie de leyendas heroicas acerca de los estudiantes que habían participado en la lucha del pasado mayo, apodados Centinelas de Hogwarts. Cada vez que alguno de ellos era visto, se escuchaban susurros de admiración, incluso los abrazaban o palmeaban en reconocimiento… Pero no todo era bombos y platillos: las animosidades entre algunos seguían vigentes ante el desestimado pedido de padres y una parte del alumnado. Querían a Slytherin fuera del colegio. Saber que algunos de ellos eran hijos o sobrinos de exmortífagos hacía que los más extremistas los insultaran y hasta empujaran, creando una situación constantemente tensa e impredecible. Por suerte, podían ser contadas con los dedos de una mano las ocasiones en las que esto sucedía. En general, los alumnos desbordaban de una felicidad histérica; incluso si el orgullo y tranquilidad estaban cubiertos por el manto de tristeza que les producía volver al lugar a donde la mayoría había perdido a sus seres queridos.

En su intención de abstraerse y acostumbrada a su papel de Prefecta, Hermione recorrió de punta a punta el tren. Iba buscando caras que sabía que no encontraría. No podía ni pensar en los 50 y tantos compañeros con los que había compartido años enteros y ahora ya no volvería a ver. Caminando a través de las cabinas que alguna vez llevaban a los faltantes, se quiso convencer de que la ausencia se debía a una decisión personal, como con Harry o Ron, y no a otras causas.

A lo lejos, un ruido fuerte la sacó de sus pensamientos. Se quedó quieta, expectante, para comprobar de dónde venía dicho sonido. Cuando la sorprendió por segunda vez, apuró el paso y se detuvo frente a la puerta del último compartimiento. Notó el rastro de una mano ensangrentada que empezaba sobre la ventana y seguía a través de la pared. Abrió la puerta con fuerza y vio un cuerpo temblando, acurrucado en el piso, cubierto con la túnica de Hogwarts. Se acercó con cautela y empezó a retirar la capucha con cuidado para poder identificarlo. Cada centímetro que descubría le aceleraba más y más el corazón. La boca del chico estaba rajada y sangraba. La nariz, levemente hinchada y enrojecida, era opacada por su ojo derecho, rodeado por un moretón violáceo. Hermione emitió un gemido de sorpresa cuando pudo confirmar lo que los rasgos alterados le sugerían. Ese cabello platinado era inconfundible.