¿Alguna vez se preguntaron que hubiera pasado si Kirito no hubiera logrado vencer a Kayaba en el piso 75?

Bueno pues, lo que viene a continuación es la historia de mi perspectiva sobre aquello. Disfrútenlo


You are dead

Ese fue lo último que pude leer luego de cerrar los ojos, de sentir mi cuerpo desvanecerse y convertirse en ese centenar de polígonos azules que por dos años había visto ya.

En ese instante me arrepentí de haber mandado esos golpes sin sentido, golpes pobres, lentos y sin alma, de no haber vengado a Asuna aun teniendo su florete entre mis manos. Me arrepentí de haber desafiado el duelo de Kayaba Akihiko aun cuando mi esposa me dijo que me retirara, me arrepentí de haberme casado con ella, con Asuna, y de siquiera haberme permitido conocerla, me arrepiento porque sin mí en su vida ella ahora estaría viva, luchando por salir de aquí en lugar de haber cambiado su vida por la mía y, aun así, ahora yo también me encuentro muerto, en un espacio totalmente negro esperando a que mis pensamientos dejen de existir en los dos mundos. Ahora, en este momento, es cuando se que las palabras de Kayaba eran ciertas. El que muera morirá de verdad, y lo se porque aun no me he despertado de la pesadilla que fue este juego de la muerte y tampoco siento que eso vaya a suceder…

Asuna, mi bella chica, esa delicada mujer a la que amé, amo y amaré aun sin vida terrenal no merecía morir de esa manera, yo pude haberlo aceptado pero ella…ella debía despertar, ahora, estaremos juntos, unidos por ese lazo único que solo tienen los amantes que ya han muerto, unidos en cualquier lugar, juntos tal cual ella quería. Hoy solo me queda entregarme por completo a los brazos de la muerte y dejar a mi espíritu dormir junto al de ella para siempre.

-¡Kirito!-

Alguien a lo lejos gritaba mi nombre…no, llamaba al caballero negro que había dejado el mundo de Aincrad no hace mucho.

-¡Kirito! ¡Despierta!-

Rogó aquella voz que sonaba completamente acongojada. De alguna manera sentí una pesadez aumentar sobre mi progresivamente, la voz se hacía más y más fuerte y nuevamente la sensación de un cuerpo tangible se posó en mi mente, o lo que quedaba de ella, es difícil explicar la sensación cuando se supone ya has muerto.

-¡Vamos Kirito, abre los ojos!-

La voz tenía un tono grave, como la de un hombre mayor, pero yo la conocía, era una voz bastante familiar pero no podía reconocer quien la emitía, de repente todo se cubrió de blanco y cuando apareció una imagen clara solo detallé un panorama gris con ligeras manchas carmesí que asemejaban al color de la sangre seca en una pared.

-¡Kirito!-

Exclamó la voz con euforia, sin embargo en su entonación de palabras aun se percibía una enorme tristeza, luego un cabello rojizo agarrado con una burda pañoleta aun más roja y un rostro de joven que se asemejaba al de un bandido de televisión aparecieron en lo que parecía ser mi campo de visión.

-Klein…- musité suavemente como si de un reflejo involuntario se tratase pero, al verlo, comprendí casi toda la situación.

-Asuna…¿Por qué a ella…?- ni yo entendía lo que estaba diciendo pero el hombre de cabello rojo que me miraba parecía haberlo comprendido al instante y su mirada, al instante, describió un sentimiento aun mayor de tristeza.

-Cuando Heathcli…Kayaba nos libró de la parálisis pidió que usara el item en ti…además…los diez segundos de Asuna habían…terminado-

Explicó este sin siquiera poder verme a los ojos, pero lo comprendía, y entonces inmediatamente un sentimiento de ira total que me quemaba el cuerpo entero se apoderó de mi, como pude me levanté de donde estaba y ahí estaba él, el paladín rojo que había terminado con mi vida no hace mucho.

-¿Por qué?- fue lo único que me atreví a decir, si habría la boca un poco más soltaría un sin fin de insultos sin sentido que, aunque merecidos, no le harían daño en lo absoluto.

-Sencillo, Kirito-kun, no hay ningún otro como tu en este mundo, tienes que cumplir con tu destino como el heroe de Aincrad, llegar al piso cien- respondió aquel con esa voz que usó al principio de todo, cuando nos encerró cruelmente y creó todo este juego de la muerte, era el tono calmado, impasible y adormecido lo que me exasperaba, en ese momento, aunque solo fuera un conjunto de datos, sentía la sangre hervir por todo mi cuerpo y deseaba con todas las ganas enterrarle una espada en el estómago.

-¡Maldito!- grité tan fuerte que no se pudo evitar escuchar el eco de mis palabras, mis ojos no pudieron impedir mirar al suelo con impotencia y caí arrodillado, apoyando mis manos en el suelo, dejando caer las múltiples lágrimas que se partían en polígonos al tocar el suelo, tal como Asuna lo había hecho hace tan solo unos momentos.

-¡Devuélvemela! ¡Déjala vivir bastardo!- grité nuevamente sin mirarle.

Quería tener a Asuna entre mis brazos, acariciar su hermoso cabello avellanado y mirarla a los ojos para decirle que me perdonara por no llevarla de vuelta, que no me odiara por haber propiciado su muerte, por haberse enamorado de mi tanto como yo de ella porque, realmente, sin mí en su vida…ella seguiría viva.

-Nos vemos, Kirito-kun, te espero en el centésimo piso-

Quería matarlo, extinguir cualquier aliento de vida que le quedara a ese mal nacido que me quitó a mi esposa, pero no podía. Durante los dos años que he vivido en este mundo había jugado a ser el caballero que de una forma u otra se jactaba de sus extraordinarias habilidades y que, por idiota, no pudo salvar a la princesa.

-Por cierto, te encargo a lo Caballeros de la Sangre, te serán útiles, se lo aseguro-

Y desapareció.