Piano
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Un dulzón aroma a rosas inundaba aquél día su pequeña casa. Todo se encontraba en un estado de silencio absoluto, opacado por los sonoros pasos de un niño pequeño.
— Tamaki, hijo… —Le llamó su madre, con voz temblorosa.
— ¿Si, mamá? —Dijo energéticamente, emocionado de que su madre lo necesitará. Corrió hacia ella, ayudándola a levantarse de la cama con la delicadez con la que se toma una rosa. La mujer sonrió.
— Practiquemos —Le indico a su hijo.
— Mamá…—Sus ojos enseguida irradiaron ese brillo especial, lleno de felicidad— ¡Mamá, eres la mejor! —El la abrazo efusivamente, y en un pequeño salto, alcanzó a besar su mejilla.
Llevaba semanas pidiéndole a su madre que le ayudase a tocar aquella canción de Mozart. Todos los días la tocaba son descanso, pero algo siempre parecía estar mal, pues no lograba tocarla a la perfección.
Se encaminaron hacia el piano. Tamaki ayudó a su adorada madre a sentarse cuando llegaron.
— Tócala —Dijo— Como la has tocado toda la semana —Sonrió.
El pequeño correspondió el gesto que la bella mujer le había regalado. Posicionó sus pequeñas manos en el piano y comenzó a tocar…
El mundo parecía detenerse, cuando el piano emitía los sonidos causados por aquél dulce niño de escasos siete años. La mirada de su madre jamás se despego de él; entre tanto desear que ni la muerte pudiese separarla a ella de su hijo, su tesoro; de desear que él fuese el hombre más bendecido, que se quedara siempre a su lado y fuera portador del amor más hermoso de todos.
Y de repente, todo cesó, por fin había llegado la parte en que al joven rubio se le complicaban las cosas. No pudo evitar que su cara reflejase algo de tristeza y frustración, haciendo que las lágrimas se asomaran por los inocentes ojos azules del niño.
— Esta bien —Le susurro— Solo has puesto tu dedo medio en la nota equivocada —Tomo su mano y la acomodo de la forma correcta.
Tamaki volvió a tocar la melodía por disposición de su madre. Esta vez nunca fue interrumpida, además de que el la canción sonaba perfecta.
Las flores se embellecían, las tristezas cesaban, el tiempo no existía y el amor lo era todo, cuando el mundo presencio como aquél chiquillo hacia que unas simples notas fuesen el sonido más hermoso.
El sonido más hermoso causado por el amor entre una madre y su hijo.
La mujer besó la frente de su pequeño y se retiró. El rubio quedo sorprendido, ya que su madre no le besaba mucho la frente, solo lo hacía cuando la voz no le alcanzaba para decirle cuanto le amaba.
Es entonces, cuando aquél momento se difumina poco a poco, y Tamaki solo recuerda que desde aquél día, tocar composiciones de Mozart es una de sus cosas favoritas…
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Notas: Son 468 palabras. Sé que no es muy largo, y honestamente tal vez no sea de lo mejor. Pero me ha gustado.
Muchas gracias por leer, en verdad.
Pudin.
