Capítulo 1
─No puedes obligarme a asistir a ese maldito congreso Jack. ¡Tengo cosas más importantes de las que ocuparme!─ Exclamó el agente especial Will Graham ante las ordenes que acababa de recibir.
─Escucha Will esto es importante. Necesitamos hacer entender que tu trabajo aquí es beneficioso, más después de tu liberación por los asesinatos cometidos por el maldito Chesapeake Ripper, atender a ese congreso ayudará a limpiar la imagen del FBI y así nos podremos quitar de encima buitres como Freddie Lounds. Además no te estoy pidiendo que lo hagas, te lo esto ordenando como tu superior.
Por mucho que Will intentó evadir el compromiso una vez su jefe decidía una cosa, esta era inamovible. Eso le irritaba sobre manera, no había tenido suficiente en haber padecido una encefalitis y haber sido encerrado injustamente por una serie de asesinatos que no cometió, si no que ahora, encima, tenía que alejarse del país unos días, para acudir a un estúpido simposio en Chicago donde estaría obligado a ser social. Casi prefería la encefalitis. Además Will tenía una razón para no querer alejarse de la zona, el Doctor Hannibal Lecter. El hombre en el que anteriormente llegó a confiar más que en ninguna otra persona, el único amigo que Will creyó tener, la única persona que le entendía y no le juzgaba por su "don"; el mismo hombre que había resultado ser un asesino psicópata, sádico y caníbal. Le había estado manipulando desde el día en que le conoció, había alterado pruebas para que encerraran a Will por sus crímenes, todo porque el doctor sentía curiosidad por cómo reaccionaría bajo presión.
Lo curioso fue que incluso después de todo esto, su psicólogo el señor Hannibal Lecter, seguía considerándole su amigo y aunque se habían intentado matar entre ellos varias veces ahora habían vuelto a su cordial relación anterior. O lo que resulta más extraño, parecía incluso más unido a Hannibal desde entonces. Ahora se encontraba en un juego mortal con la persona a la que más quería y odiaba a la vez y no quería dejarlo ni por un momento, era un adicto a la retorcida relación que mantenía con el doctor Lecter. ─ Está bien─ dijo al final─ pero Hannibal vendrá conmigo, y deberás alimentar a mis perros.
Hannibal se encontraba en una difícil situación. Desde que Will había salido de la cárcel y habían vuelto a empezar su terapia su relación había mejorado notablemente. Después de sumergir al agente en la más profunda oscuridad este había empezado a abrir los ojos a su mundo.
Hannibal aún recordaba orgulloso el día en que Will apareció en su comedor con el cadáver del asesino del museo, se había dañado los nudillos y temblaba pero se le veía en calma consigo mismo. Aún así no podía confiar completamente en Will, sabía que una parte de él todavía quería vengarse, que su amado todavía estaba demasiado atado al mundo de la gente "normal".
De toda esa gente la que más preocupaba a Hannibal era Jack, el jefe de Will, una persona a la que sinceramente repudiaba por el hecho de tratar a su amado como un simple objeto, sin prestar atención a su bienestar, si todavía estaba vivo era simplemente porque esto servía a sus propósitos y porque atormentarle era realmente divertido.
El sonido de alguien llamando a la puerta sacó al doctor Lecter de sus pensamientos. Se apresuró en abrir la puerta, pues por el ruido y el olor ya sabía de quien se trataba, su amado había decidido visitarle. ─ Bienvenido Will─ dijo mientras abría la puerta de su despacho, Will le respondió con un asentimiento de cabeza y le siguió al interior de la sala que tan bien conocía. Sin decir nada Hannibal preparó dos copas de vino le ofreció una a su amigo, que se había acomodado en su sillón habitual.
─ Siento no haber avisado de que venía─ se disculpó el menor, sabía que Hannibal apreciaba la cortesía por encima de todo, aunque parecía hacer una excepción solo con él.
─ Will, sabes que no debes disculparte por visitar a un amigo. Me complacen tus visitas inesperadas. Aunque supongo que estás aquí por un motivo, cuéntame.
─ Ha sucedido algo, y me veré obligado a marcharme del país durante una o dos semanas. ─ Will no parecía realmente preocupado por este hecho así que Hannibal supuso que esa escapada no se debía a ninguna de sus actividades extracurriculares.
─ ¿Debo suponer que nuestro amigo Jack tiene algo que ver con este repentino cambio de planes? ─ Will sonrió, Hannibal solía usar la palabra "amigo" para referirse a Jack de manera tan fría que podría haber sido substituido por "idiota" "malnacido" o "bastardo" si el doctor no se tomara tan en serio los buenos modales.
─ ¿Quién si no? No me marcharía del país por Freddie Louds o Chilton. No, todo es culpa de Jack. Me ha obligado a tener que ir a un congreso sobre criminales famosos en Chicago.
─ ¿Y eso cómo te hace sentir?
─ Cabreado, por una parte. Tengo cosas que hacer y esto se interpone en mis planes, además no me gusta la idea de alejarme de mis perros durante dos semanas. Por otro lado, he leído artículos excepcionales de algunos de los invitados, podría ser interesante. ─ Hannibal no estuvo especialmente contento con esa respuesta, la principal preocupación de Will seguían siendo sus perros. Había pensado en matarlos de vez en cuando, pero temía la reacción de Will. No le había asesinado por arruinar su vida, encerrarlo en la cárcel, matar a su hija o robarle la novia… Pero no estaba tan seguro del resultado si mataba a un miembro de su familia de abandonados. Suspiró, debería posponer las charlas con Will hasta que volviera, o eso pensaba hasta que el agente le invitó a venir con él.
─ Sé que es complicado para ti, tienes todas tus sesiones con tus pacientes programadas, pero sería una gran oportunidad. ─ Dos semanas, dos semanas con Will alejado de la presencia de Jack. Podía ser lo que necesitaba para que su amado aceptara lo que los dos sabían, que su lugar se encontraba junto a él, siendo especiales juntos. Así que Hannibal empezó a reorganizar su agenda para hacer sitio al viaje que se celebraría en dos semanas.
─ ¿Enserio Sammy? ¿Nos hemos recorrido más de mil quilómetros sin parar para venir a una reunión de raritos? ¡Pensaba que teníamos un caso!
─ Esta reunión es importante Dean, hablarán de casos que no se mostraron en los medios. ¿Quién sabe cuántos monstruos se esconden entre ellos? Ocultos durante más de veinte años ¿te parece que eso está bien Dean? ─ Perfecto, Dean odiaba cuando su hermano era tan racional y no podía llevarle la contraria. Ese congreso podía ser una oportunidad, pero estaba seguro que sería aburrido, estaría lleno de tíos y no habría cerveza. No parecía para nada un plan atractivo.
─ Ok, pero en cuanto esa cosa termine nos vamos a un bar. Necesitaré mucho alcohol para aguantarlo.
Sam suspiró, pasaran los años que pasaran su hermano seguía igual. En el fondo no le importaba, así que con su mejor cara de "agentes" entraron en la universidad. En recepción Sam dio los nombres falsos con los que había apuntado a él y a su hermano al congreso. Mostraron su identificación y les indicaron el lugar de la reunión. Se trataba de una sala amplia, llena de columnas, de paredes color crema, con muebles antiguos, mesas con tentempiés cubiertas por elegantes manteles y sillones de piel. La sala estaba repleta de personas que se movían de una mesa a otra y que al igual que ellos habían venido a asistir al congreso.
─ La primera charla es a las once, mientras tanto tendremos que esperar aquí. ─ Susurró Sam─ Podemos probar a mezclarnos con el ambiente.
─ Ya me dirás tú qué clase de ambiente hay por aquí. ─ Dean inspeccionaba la sala sin encontrar nada de interés. Lo que él había supuesto, muchos tíos aburridos reunidos para hablar de lo listos que eran, genial. Entonces algo le llamó la atención, alguien le estaba observando, lo notaba. Dean buscó la fuente de esa mirada, un hombre que se encontraba al fondo de la sala, medio oculto entre las sombras y apoyado en la pared. ─ Sam, un rarito me está mirando ¿qué hago?
─ A lo mejor quiere ser tu amigo, habla con él.
─ Sí, eso suena estupendo, gracias. ─ El sarcasmo de palpaba en cada sílaba, pero la curiosidad podía con él. Esa persona parecía diferente al resto de los que se encontraban allí, no parecía muy ilusionado con la reunión y tampoco parecía un pedante. Así que Dean se dirigió hacia él, le acompañaba otro hombre, uno que era la definición de "pedante" hecha persona. Entonces dudó si acercarse o no, mientras lo pensaba algo le distrajo, un aroma que él conocía muy bien, había demonios entre los presentes. Sin perder ni un momento se dio la vuelta y fue a avisar a Sam. Tenían que prepararse para el combate.
Al entrar al salón Hannibal percibió un extraño olor a azufre que le erizó la piel. Algo iba a ocurrir ahí, su instinto jamás se equivocaba. Will tampoco parecía estar muy cómodo entre toda esa gente así que se dirigieron al fondo de la sala, para estar tranquilos y analizar la situación. No parecía haber nada extraño a simple vista, solo doctores intentando sobresalir por encima de otros, intentando ser los mejores, algo muy humano. Sin saber bien que buscar Hannibal dirigió su atención a Will. Su amado pero estaba concentrado en otra cosa, en otra persona más bien. Al seguir la dirección de su mirada le vio, le hombre de unos treinta años cuyos andares recordaban a los de un cazador.
─ Parece que alguien te ha llamado la atención. Al parecer no somos los únicos depredadores de la sala.
─ Es extraño, no conozco su diseño… Parece estar habituado a matar, a perder, a sufrir y sin embargo no es como nosotros.
─ ¿A qué te refieres? ─ Preguntó Hannibal, aunque sabía bien a lo que Will se refería. Había algo en ese ser que lo hacía un depredador diferente, diferente proceso, diferentes motivaciones, diferentes víctimas.
─ Suena extraño, es de locos, pero creo que no mata humanos. No lo sé, esto no me gusta Hannibal. ─ Entonces la multitud se movió pudieron observar que su cazador no estaba solo, había otro como él, un cazador tan grande que Will se preguntó como no lo había visto antes. Ambos tenían un vínculo especial, machacado y reconstruido a lo largo de los años, tal vez eran familia. ¿Un negocio de asesinato familiar? De locos.
─ Querido Will, creo que nos han detectado. ─ Así era, el más bajito de los dos se dirigía hacia ellos, Will inseguro de que decir miró a Hannibal que ya estaba haciendo cálculos sobre las posibles situaciones y pensando en la mejor manera de abordar al desconocido. Pero a medio camino se detuvo, pareció reconocer el extraño olor que había en el aire, parecía indicar algo realmente malo a juzgar por su expresión así que dio media vuelta y ambos salieron de la sala con cara de urgencia.
─¿Crees que deberíamos seguirles?─ Susurró Will─Hay algo en todo esto que no me gusta, esos dos no son los únicos casos "peculiares" que hay por aquí. En esta sala hay gente con diseños muy extraños.
─ Entonces creo que es nuestro deber presentar nuestro diseño, pero no todavía, debemos ser pacientes. "La constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sea perfecta e íntegra, sin que le falte nada." ─ Will suspiró, para ser ateo le sorprendía la capacidad de Hannibal para citar la Biblia en medio de conversaciones casuales. Aunque claro está, que ya nada debería sorprenderle del caníbal que permanecía inmutable a su lado. ─ Lo primero es determinar las normas de este juego, al parecer es conocido por los dos cazadores de antes y han ido a preparar su mano.
─ He encontrado a otro jugador. ─ Susurró Will mientras dirigía su mirada a un hombre que para cualquiera hubiese parecido normal, pero ellos no eran normales, ese ser no olía a nada y miraba la realidad a través de unos ojos que no eran los suyos. Llevaba un traje humano, pero no lo era, era algo demasiado frío, demasiado viejo, demasiado ajeno para ser humano.
─ Bien hecho mi querido Will ─ Le alabó el doctor─ ahora deberíamos decidir qué hacemos con él. A juzgar por su actitud y su posición puedo afirmar que es un peón, él no conoce las reglas. Sin embargo está preparado para jugar siguiéndolas, detecto el aroma de metal de alguna clase de cuchillo en él, más de uno, en realidad. Pero es un olor extraño, tampoco lo había percibido antes, es curioso y posiblemente importante.
c Entretén a la multitud un rato, mientras está distraído yo cogeré los cuchillos. ─ Susurró Will y se dirigió disimuladamente hacía el objetivo.
El plan no era algo extraordinario, pero Hannibal sabía que con la habilidad de Will para empatizar con las personas no le costaría en absoluto dar con el momento propicio para hacerse con el cuchillo, aunque el robo era algo poco elegante, poco digno para su Will. Aún así debían proseguir, Hannibal sentía la presencia de la muerte en cada rincón de la habitación, pero no, a ellos no les afectaría. Ellos eran dioses, se encontraban en un plano superior, esto solo era una prueba, que superarían juntos. Así que el doctor Lecter se dirigió al centro de la sala con el objetivo de captar el mayor número de miradas posible, cosa que no le solía costar mucho. Al fin y al cabo, era un maestro de la etiqueta y sus trabajos algo realmente celebrado en ese mundillo. Con él ejerciendo de centro se la reunión, gran parte de los asistentes se convirtieron en simples planetas que orbitaban a su alrededor, así que nadie prestó atención a Will. Pasó como una sombra, tomó lo que necesitaba y se alejó sin llamar la atención de nadie.
Ahora era el momento de una retirada estratégica, necesitaban un momento para pensar en lo que se debía hacer a continuación. Pero en ese momento las puertas se cerraron con gran estruendo, y por mucho que algunos trataron de abrirlas por la fuerza no lo consiguieron. Eso hizo que brotara el pánico en la sala, los asistentes se amontonaron encima de las puertas pero estas siguieron sin moverse ni un ápice.
Hannibal y Will se miraron, las palabras habían dejado de ser necesarios para ellos en ese momento, lo que fuera que estaba pasando ya había empezado. Will le pasó a Hannibal uno de los cuchillos disimuladamente y ambos se escondieron detrás de una columna, no sabían porque, pero el instinto les decía que los que estaban cerca de las puertas serían los primeros en morir. No se equivocaban, una explosión de un misterioso poder reventó la puerta y mandó a volar a los idiotas que estaban demasiado cerca. Pero eso no era importante, lo importante eran las personas que entraron a continuación. A simple vista parecían normales, hombres y mujeres bien vestidos y con cara de hastío, pero el extraño olor a azufre que antes se podía sentir en el aire emanaba de ellos como si fuera el perfume de la muerte. Will les miró a los ojos, y solo vio negrura en ellos, una oscuridad tan profunda que solo podía ser el resultado de cientos de años de torturas inimaginables.
─ Demonios─ Dijo Will entre dientes sin apenas darse cuenta, Hannibal lo miró con incredulidad, según su punto de vista los demonios no existían, solo eran el fruto de la incultura y el miedo de la humanidad. Entonces se dio cuenta, de que Will, su musa, su amado, sentía miedo. Pero no miedo de esos seres, temía que su cerebro le estuviera engañando otra vez, que lo que viera en ese momento no fuera la realidad, el único miedo real de Will era el de volverse loco.
─ Will, tranquilo. Yo también estoy viendo a esas criaturas, tu mente está bien. ─ Entonces algo sorprendió a Hannibal, Will le sonrió, sincera y abiertamente. Su gesto era algo tan puro, que las siguientes palabras de su ángel sonaron aún más mortíferas.
─ Menos mal, entonces solo tenemos que matarlos. ─ Hannibal no pudo evitar que sus labios se curvaran en un sangrienta parodia de una sonrisa. Ese era su chico.
