¿Remasterización? Creo que se podría llamar así.
¡Bienvenidos a la nueva versión de Fuck The Police! Fue mucho tiempo escribiéndolo, así había muchas discordancias. Así que para matar el tiempo lo subiré de nuevo, para sentirme más conforme. Se vienen covers y otras cosas. Fue en junio del 2014, así que he mejorado un poco más hasta la fecha.

¡Disfruten!


Capítulo uno

Departamento de Policía de Nueva York.

"Comandante Storm."

"Si, Señor."

"Tu reporte ha estado bastante bien, me alegra ver que efectúas bien tu trabajo."

"Me honra, jefe."

"Has avanzado bien, desde tus años de detective hasta ahora. Por eso mismo te tengo un trabajo que podía interesarte."

El jefe del departamento de policía se levantó de su asiento. Su edad se hacía visible en su falta de cabello y su cuerpo desgastado. Sus ojos sombríos se deleitaron con la vista que su gran ventana le proporcionaba.

Elsa Storm, comandante del departamento hace ya varios meses, se quedó en silencio, esperando la noticia.

Extrañaba su tiempo de detective. Llenos de acción. De casos sin resolver. Ahora solo pasaba de reunión en reunión, acumulando papeleos y supervisando a sus subordinados. Sentía que iba a ser un trabajo que le traería tales memorias.

"¿Recuerdas la noticia que se dio a conocer hace unas semanas? La de la jovencita que asesinó a su novio allá en Los Ángeles."

"La chica europea. Lo recuerdo, señor."

"Una chica sin escrúpulos. Se han detenido las investigaciones lo suficiente por ser menor de edad y por la falta de información para cerrar el caso. Ella insiste en no dar ningún tipo de declaración, pero todo el mundo sabe que es culpable." El hombre tosió con una molestia en su garganta, y comenzó a caminar hacía la salida. "Acompáñame."

Salieron del despacho del jefe. La rubia siguió al hombre con su paso firme inquebrantable. Su cabello platinado pulcramente arreglado, mientras algunas medallas tintineaban en su saco. Todos los que pasaban a su lado la miraban con admiración.

El hombre se puso frente a una puerta mientras intercambiaba palabras con uno de sus tenientes.

Elsa no estaba escuchando palabra alguna. Estaba de piedra mirando hacia la ventana del cuarto. Una chica estaba adentro. Su cabello pelirrojo la dejó sin palabras y sus ojos turquesa, que la observaban directamente sin ningún tipo de vergüenza, la amedrentaban de alguna forma hipnótica.

Su jefe entró y tuvo que seguirlo, entrando en aquella fría sala.

La pelirroja estaba adentro, acechándola.

"Señor, ¿Quién es esta chica?"

El hombre le dio una fría mirada. Las ropas naranjas vestían a la chica. Tenía unas esposas en sus muñecas. Se veía lastimada. A pesar de su situación mantenía una extraña sonrisa en sus labios. Su posición era la de un animal en cautiverio, al mismo tiempo que un cazador furtivo. Cada vez que le daba una mirada, un escalofrió le recorría la espalda.

"Ella es Anna Summers, estarás a cargo de ella. Veinticuatro siete hasta que se termine todo este proceso."

"¿La rubia será mi nueva niñera?"

Su voz sonaba grave e infantil. Su tono irónico y enfadado retumbó en la habitación.

"No estoy entendiendo esto, jefe."

El hombre sonrió. Se dirigió a la salida, haciéndole un guiño para que la comandante siguiera su camino. Cerró la puerta para que la chica no pudiese escuchar su conversación.

"Tú conoces el revuelo que causó este caso. Decidieron tirarnos este caso a nosotros para encontrar un jurado más objetivo. No quiero lidiar con esto, y sé cuánto insististe en tener más acción en tu trabajo. Esta es una buena oportunidad para ti, para que seas detective y le saques la confesión a la chica. Mientras en Los Ángeles siguen buscando pistas y testigos. Los medios han hecho todo más difícil."

"Esto no es lo que imaginaba cuando pedía una nueva asignación."

"Sé que lo harás bien. Es culpable y merece pagar por sus actos, aunque los policías de LA sean unos inútiles. Tú crees en la justicia, así que ve ahí y haz lo que sabes hacer. Te ayudará a mantenerte distraída."

El jefe se alejó de ahí, dejando a la rubia aun confundida. Soltó un largo suspiro antes de volver a la sala.

La chica seguía ahí, de pie. Mientras un policía estaba cerca, custodiándola.

"Ese hombre no me dijo tu nombre, nueva niñera."

Sus ojos juguetones se movían de un lado a otro, descubriendo su entorno.

"Comandante Elsa Storm."

De un movimiento rápido, la chica llegó a su lado, interfiriendo en su metro cuadrado. Sus ojos juguetones ahora solo se enfocaban en ella.
Dio un respingo. La gente no solía acercarse a ella, ni mucho menos ella era autora de tales situaciones. Estaba tan cerca que sintió el calor de la chica, además del escalofrió insistente en su columna.

"Eres bastante bonita para ser policía."

Sintió sus mejillas arder. Eso si era extraño. La chica le sonreía con ironía, mientras la pistola del custodio se apoyaba en su cráneo. A ella no le importó ni en lo más mínimo. Como si estuviese acostumbrada a tener el frio cañón en su cuerpo.

Retrocedió un poco solamente para darle una mirada al policía. Ella era capaz de protegerse a si misma, era una comandante no solo por sus capacidades intelectuales. No necesitaba protección. Y aunque la chica fuese una asesina serial, seguía siendo una niña con sus manos inutilizables tras su espalda.

El policía guardó su arma en su funda y retrocedió.

"Sientese, Summers, necesito corroborar unas preguntas."

"Suena tentador, pero no puedo."

"¿Porqué no puedes?"

Le dio una mirada a la joven. La chica se dio la vuelta, mostrando que no solamente tenía sus muñecas esposadas, si no que un artefacto metálico unía sus brazos. No había visto nunca algo así, pero imaginó que era algún instrumento usado por la policía de Los Ángeles.

"Esta mierda no me lo permite."

Elsa soltó un suspiro y le dio otra mirada al policía. Este entendió con rapidez y le sacó el artefacto. Dio un estruendoso sonido metálico al ser dejado en el suelo.

"Así está mucho mejor."

"De acuerdo, Summers, ¿Cuál es su país de origen?"

"Dime Anna, de todas formas, pasaremos mucho tiempo juntas."

"Responda la pregunta."

"Que fría. Se supone que nací en Noruega."

La chica infló las mejillas y se dejó caer en la silla. Se veía desanimada. A pesar de eso se veía rebosante de juventud.

Ambas venían de países vecinos, eso le hizo sentir algo de nostalgia.

"¿Edad?"

"Esto es aburrido, joder. Tengo diecisiete."

"¿Tienes idea de porque te han trasladado para este departamento en particular?"

La chica no alcanzó a decir palabra. El policía interrumpió.

"Comandante. Ella…- "

Los ojos azules de la comandante atacaron al joven policía. Su voz tembló de inmediato.

"Le estoy preguntando a ella, si va a interrumpir este interrogatorio le tendré que pedir que se marche."

El hombre solo tembló y se alejó lo que más pudo.

"Vaya, no solo eres linda, sino que también eres ruda."

Sus miradas chocaron. La pelirroja solo sonreía. Estaba empezándola a tomar por sorpresa con su palabrería y eso comenzaba a irritarla. Endureció su mirada de nuevo. Quería terminar ese papeleo pronto.

"¿Tienes idea entonces?"

La dura voz de la comandante hizo que la chica se arrepintiera de su falta de respeto. Los ojos turquesa miraron con cierto temor al custodio y luego volvió a mirar a la rubia.

"Quieren sacarme una confesión con personas que no me conozcan, mientras en mi ciudad siguen buscando pruebas y testigos, pero tengo derecho a guardar silencio al respecto. Soy un problema para ellos de todas formas."

Sonrió nuevamente. Ahora diferente. Con un toque triste. Cansado.

Sintió un extraño vacío en su pecho. No sabía que era lo que pasaba por su mente, pero no sentía nada de aquello como con los otros asesinos con los que había lidiado. Esto era diferente. No se veía como una mente maestra.

El ver a una menor de edad tan sola y perdida en otra ciudad la debió de conmover de alguna manera. Y claramente aquel sonido proveniente del estómago de la chica también ejerció su parte.

"¿Has comido algo?"

La pelirroja dio un salto. Su mirada mostraba confusión.

"Eh, no."

"Ven, vamos a comer. Ahora estás a mi cargo, y no dejaré que mueras de hambre."

Estaba estupefacta. Se levantó con torpeza al intentar seguir a la comandante. El policía se acercó para intervenir nuevamente.

"¿Está segura de lo que hace?"

"¿Está dudando de mis decisiones? Póngale las esposas por delante y retírese de mi vista."

El hombre hizo caso y salió corriendo de ahí. Todos conocían el carácter de la comandante. Era un tema serio.

La pelirroja sonrió. Sus muñecas estaban marcadas con el roce.

"¡Eso fue genial! ¡Gracias!"

Los turquesas se toparon con la mirada fría.

"Si huyes no dudaré en dispararte en la sien."

Se quedó de piedra mientras el brillo de la nueve milímetros la cegaba por unos instantes. Tragó pesado. Elsa Storm no iba a dejar que algo así sucediera. Las jugarretas con los policías de bajo rango eran cosa diferente.

Bajaron varios pisos y llegaron a la cafetería del departamento de policía. Había mesas por varios lados. Los comensales solo eran policías, así que la pelirroja no tendría escapatoria.

"Toma asiento donde quieras."

La chica sonrió ante aquel permiso y avanzó hasta una barra que tenía el lugar. La comandante siguió el recorrido y se sentó a su lado.

"Este lugar es horrible. Está rebosante de policías, más que en LA. He tenido muchas pesadillas con ellos últimamente. No me dejan en paz"

"Me pregunto porqué."

No pudo controlar su tono sarcástico. Una delincuente, luego de ser participe en un crimen, era evidente que estaría rodeada de la justicia del país.

Un trabajador de la cafetería les ofreció el menú.

"¿Qué quieres comer?"

"La mierda que sea."

La chica soltó con rabia. Los ojos azules la miraron con reprobación, a lo que los turquesas solo pudieron evitar el contacto. Cambiando de inmediato su mal comportamiento.

"Un sándwich."

"¿Y usted, comandante?"

"Un té verde."

El chico se alejó de ahí con sus pedidos.

"Comandante esto, comandante esto otro. Eres conocida por aquí."

"Reconocen mi esfuerzo y mi rango."

"Debe ser lindo que te llamen por lo que eres y no por lo que creen que eres."

La rubia se quedó en silencio. Su cabeza estaba pensando las palabras de la joven. Meditándolas. Sonaban vacías y desoladas. Con un veneno llenó de impotencia.

Llegó el chico con sus pedidos, y ambas siguieron en lo suyo sin mirarse.

La rubia vio sus ojos reflejados en el líquido. Algo le decía que iba a estar intranquila por mucho tiempo. Decidió dejar esas sensaciones de lado y tomarse el té.

"¿Dormiré contigo esta noche?"

Casi escupe todo el líquido por la sorpresa. La chica estalló en risas mientras que la comandante se limitó a limpiar su rostro con una servilleta. Sus mejillas ardían. Intentó relajarse, repitiéndoselo una y otra vez en su cabeza. Esa chica realmente la sacaba de quicio.

"Vaya, si que eres graciosa. ¿En que pensabas?"

La rubia solo carraspeó. Ignorando la burla.

"El jefe no me explicó con claridad, pero, al ser veinticuatro siete, imagino que te alojarás en mi departamento. No entiendo muy bien el porqué de esta medida. Deben haber tenido en cuenta tu edad y condición judicial para no encerrarte como medida cautelar."

"Quizás necesito a alguien como tú para rectificar mi mal comportamiento. Se supone que soy una mocosa malcriada, no creo que el estado pierda dinero intentando mantenerme en su comisaría. En LA los policías hacían lo que querían conmigo, golpearme o maltratarme, intentando que confesara, para no alargar el tema, supongo que estar aquí es lo mejor que podría pasarme."

La pelirroja se quedó mirando la nada. Sus turquesas se veían opacos. Cansados. Sin vida.

Esas cosas no debían ocurrir, pero ella no ejercía ningún poder sobre la policía de ese estado, no podía intervenir de alguna forma. No. Negó su pensamiento. Si bien tenía claro que un criminal podía poner las cosas a su favor como fuese posible, mintiendo o tergiversando información, no podía evitar imaginar a la chica siendo golpeada por gente de su oficio.

¿Una fantasía o simplemente la cruda realidad?

La rubia terminó su bebida, y la pelirroja devoró su comida, y luego de un rato ambas volvieron a subir los pisos correspondientes.

"¿Tienes más cosas que preguntarme?"

"Solo algunas más."

Corroboró la información correspondiente y aunque intentó sacarle información, de una manera prudente y perspicaz, pero fue imposible. La chica no admitiría el crimen. No diría nada más. No había testigos que añadieran información crucial y el estado estaba demorando mucho las pruebas. Ni había un abogado que quisiera tomar el caso.

Solo había una cosa que estaba clara en el caso.

Una chica al lado de un cadáver.

Elsa Storm no debía dejar de lado sus funciones como comandante. Revisar reportes y casos que sus subordinados estaban tratando. Mientras la chica estaba ahí. Con la ansiedad en su cuerpo, y la intranquilidad que solo una chica de su edad podría emanar.

¿Qué debía hacer con ella?

Llevarla a su casa y seguir su vida con la chica bajo su sombra.

Quizás todo eso era una especie de castigo divino por ser tan asocial. ¿Qué sería lo peor? Tener a alguien a tu lado las veinticuatro horas del día. Prestándole la suficiente atención para luego escribir cada detalle y comportamiento para llevárselo a su jefe.

Era un fastidio. Si el caso hubiese sido en ese estado, probablemente estaría recorriendo su casa, el lugar de los hechos, buscando pistas. Todo aquello que le gustaba de ser detective.

Pero no.

Ya no quedaba luz natural en la sala. La pelirroja se estiró cuanto pudo en la silla. Se veía agotada de estar sentada haciendo absolutamente nada. Prácticamente lo mismo que haría si estuviese en la cárcel. Lo único notable que hizo fue hacer un par de ejercicios en el suelo cuando ya no soportaba estar inerte. Las esposas no le hacían el trabajo fácil, pero ella se las arreglaba.

Metió sus cosas personales a su bolso de mano, y alisó su falda antes de salir de la sala.

"Vamos, Summers."

La chica se levantó gustosa.

Le causó gracia que la pelirroja quisiera tomar la iniciativa y dirigirse a otra dirección.

"¿Dónde vas?"

"¿A tu casa…?"

Elsa movió el rostro reprobatoriamente.

"Creo que deberías de seguirme solamente. Las iniciativas son malas en tu posición."

La chica solo de dio una sonrisa nerviosa.

Bajaron los pisos del edificio hasta el estacionamiento privado. La rubia caminó hasta su Camaro negro. Un auto bastante llamativo y lujoso. No era para llamar la atención en lo absoluto, pero Elsa aprovechaba la velocidad que tenía para ejercer su profesión. Hizo persecuciones a mucha velocidad, donde salió victoriosa. El interior era espacioso y cómodo, con un aroma a recién comprado.

La pelirroja dudó unos segundos antes de subirse, la impresión había sido mucha.

El auto recorrió varias calles, pasando por parques, museos, otras estaciones de policía, hasta detenerse en el estacionamiento de otro edificio en el centro de Manhattan.

Subieron hasta el piso décimo tercero, acompañadas de la música del ascensor. Pasaron por un pasillo, hasta detenerse frente a una de las puertas.

Elsa abrió la puerta, dejando entrar a la chica a su lugar privado. Estaba oscuro y tranquilo. Casi abandonado. Así era su casa.

Sola y fría.

Al igual que ella misma.

La chica se sorprendió al ver una maleta que reconoció como suya en la sala de estar. Iba a dirigirse ahí, pero se quedó inerte mirando por la ventana.

En esa zona los edificios no eran tan altos como en otros sectores de la ciudad. Así que no había muchas interferencias si se quería ver el paisaje. No estaba lleno de luces ni movimiento como en el edificio de la policía. Se podía ver a la distancia el Central Park, se sentía la tranquilidad del lugar a esa hora.

"¿Eso es un parque?"

"Es el Central Park, el pulmón de New York."

"Ya veo. Es una ciudad muy grande."

"Imagino que no tuviste tiempo de turismo."

"Para nada. Ni siquiera tenía vista hacia afuera cuando me trajeron."

Se quedó unos segundos pensando en las palabras de la chica. Mientras esta se dejaba caer en el sillón. Se le veía pálida. Sin fuerzas.

"Siento haberte tenido encerrada en la oficina."

Summers da un salto. Su cara mostraba una gran duda.

"¿Te estas disculpando?"

"Te merecías un trato más humanitario. Estas débil y agotada por mi culpa."

La chica solo se queda mirando hacia afuera. Desviando la mirada de la mayor.

"Supongo que no tengo derecho a muchas cosas."

No pudo entenderla. Cada cosa que decía sonaba confusa. Su rostro se veía melancólico. Confuso. Como su parte de si hubiese sido desgarrada. Quizás era así. Quizás no. Pero una parte de si misma deseaba ver a esa chica con la inocencia y luminosidad que parecía haber perdido.

Inocente o culpable. No era una edad para estar pasando por un tema así.

Algo andaba mal con esa chica. Estaba segura.

"¿Quieres algo para comer o beber?"

"No, solo quiero descansar un poco." Miró alrededor, fijándose en el sofá donde estaba desparramada. "¿Dormiré aquí?"

"Hay una habitación desocupada que puedes ocupar."

La pelirroja sonrió con burla.

"¿Por qué una mujer como tú tendría una habitación desocupada?"

Lo que pareció una tomadura de pelo terminó volviéndose algo incómodo. El rostro de la comandante se volvió frio. Gélido. Sus ojos brillaban de una manera desolada. Parecía que estuviese poniendo un gran muro de hielo entre ambas.

Elsa Storm no hablaba con nadie de su vida privada. De sus elecciones en la vida. De su tiempo libre. Elsa Storm era conocida como una caja llena de misterios. Si alguien intentaba husmear en su vida, terminaba siendo una caja de pandora.

La pelirroja tragó pesado. Fue un cambio muy brusco. Se levantó de golpe antes de que la comandante contraatacara con algún comentario filoso como los que ya había recibido.

"Vaya, no tenías que tomarte la molestia de darme un cuarto cinco estrellas. Me siento privilegiada."

Se rio nerviosa, jugueteando con su cabello.

Avanzó donde su maleta y la tomó, llevándosela a cuestas por el departamento, hasta toparse con la habitación. Decorada sobriamente con cuadros, un escritorio, una cama y un armario sencillo.

"Bueno, comandante, gracias por su hospitalidad y todo eso, hablamos en la mañana. ¡Buenas noches!"

La pelirroja atropelló sus palabras ante el nerviosismo. La rubia soltó un suspiro cuando escuchó la puerta de la habitación cerrarse. Vio su reflejo en la ventana. Estaba haciendo esa mueca de nuevo. Si bien iba a tener que aguantar a la pelirroja en su casa, no quería hacer las cosas más difíciles de lo que eran.

Tenía que controlarse.

Desistió de sus ganas de comer algo. Había quedado sin apetito.

Solo quería acostarse y despertar sabiendo que toda esa situación en la que estaba comprometida era solo una gran broma del día de los inocentes.


Quiero opiniones. Las necesito. Si es bien recibido seguiré motivada en actualizarlo y rellenar cosas que antes no sabía. Es divertido. Me ayuda a no perder la práctica.

Como sea, agradecida de estar aquí.

Nos leemos pronto.