Era perfecto.

Eso fue lo primero que pensé al despertar.

Amaba la sensación de protección que me daban sus brazos. Hace mucho tiempo alguien no me abrazaba con tanto cariño en esa cama.

Su olor tan profundo me embobaba y enamoraba un poco más. Todo seguía siendo perfecto, hasta que clavé mi mirada en la suya, y casi me sorprendí al ver esos suaves ojos con un destello verde.

Todo era perfecto, pero era él.

Traté de disimular mi sorpresa de la mejor forma que pude. Estaba acostumbrada a esos ojos oscuros que me volvían loca, pero él y sus ojos claros me perdían.

¿Cómo pude haber sido tan tonta? ¿Cómo podía amarlo y odiarlo al mismo timepo?

Solo tenía una cosa que hacer, quedarme con Beth mientras ella no estaba. Él se ofreció a ayudarme y todo se fue directo al infierno.

Tal vez yo estaba destinada a esto, a caer en un círculo del cual no podía salir, y casi siempre él estaba en el otro extremo.

Traté de no molestarlo, de quedarme quieta en la cama pero las fotos de nosotras alrededor del cuarto eran demasiado. Esos hermosos ojos de ella que ahora me juzgaban, gritaban –Quinn! ¿En serio me hiciste esto?- Aunque de seguro nadie se sorprendería, con la "buena" fama que yo siempre tuve en lo de ser fiel.

Estaba con un conflicto interno, quería quedarme pero irme. Quería que todo fuera como antes, y que todo cambiara.

Pero estas palabras no tienen sentido sin saber que pasó antes. Sin saber nuestra historia y todo lo que pasamos ese largo raro.

Besé su mejilla, luego sus labios. Había extrañado tanto el sabor de sus labios, decidí volver a besarlo para no olvidarme su peculiar gusto. Era una de las primeras veces hace un buen tiempo que besaba a alguien sin que tuviera lápiz labial. –Hey- susurré en su oído de una forma algo seductora pero suave –No es que no ame estar a tu lado, lo haría todo el Santo día, pero tengo que llevar a Beth-

Una sonrisa se formó en sus labios, desde que lo conocí en el secundario su tonta sonrisa nunca cambió, además solía verla todos los días en la cara de mi hija. Acarició mi cadera e imitándome me susurró en el oído con el único fin de que se me pusiera la piel de punta. -¿No quieres que las lleve?- Sabía que estaba bromeando, por lo que no me sentí mal al dejar mi risa. –Claro, buena idea, asi luego Beth le dice todo a su otra mamá, tal vez su sexto ojo mexicano o lo que sea ya se enteró- dije con el mismo tono de burla. Él simplemente rodó sus ojos divertido, me dio un último beso y me dejo ir.

Me cambié rápidamente, no quería hacer llegar tarde a Beth. Además, quería salir de esa casa, todo tenía recuerdos de ella, nosotras…