La historia no me pertenece es una adaptación de Kris Buendia
Mi padre decía que venimos al mundo a prepararnos para ser alguien en la vida, trabajar duro para
no morir de hambre. Pero antes de todo, amar.
—Enamórate mi niña... —decía mi padre. —...y que pierda el mejor.
Yo no sé lo qué es el amor, soy una mujer de veintitantos años, y muy orgullosa. Orgullo tuvo que
haber sido mi segundo nombre, vaya que lo soy hasta con mi sombra, con un buen semblante de
marimacho, me gusta la música ópera, sí, ya sé que suena extraño que una mujer que usa vaqueros y
chaqueta de cuero le guste la ópera, pero la verdad es que he visto cosas peores, y cómo toda mujer
ruda que soy, también practico el Surf, así me enseñó mi padre.
Tengo unos hábitos malísimos, y más cuando hay gente estirada a mi alrededor. Nunca me ha gustado
la arrogancia de los demás, y mucho menos seguir órdenes, odio el mando. Que se crean mejor que
otros, solamente porque yo bebo directamente del frasco de jugo y ellos en sus copas de cristal. ¡Qué
va!
Cuando mi padre murió, me prometí a mí misma ser una mujer independiente y fuerte, no creer en
los hombres, en el único hombre que he confiado ha sido mi padre y mi hermano, Albert. Miento, a
veces me cuesta confiar en el idiota de mi hermano, pero cómo lo amo a ese cabezón.
Extraño cada día a mi padre, desgraciadamente no pude estar ahí para llevarme su último aliento,
debido a que tuve la peor experiencia de toda mi vida y es por eso que soy como soy, nunca lo
sabrán. "Nunca digas nunca" suena en mi cabeza cada vez que digo eso, y bien, no ha nacido la
persona en la que confíe y sepa todos mis demonios y miedos internos, el hombre que vea detrás de
mis ojos verdes y sea capaz de sacar lo mejor y lo peor de mí, ese día le pediré que se quede
conmigo.
Nunca me he enamorado y tampoco espero hacerlo, puedo ser muy fuerte y muy rebelde; pero
cuando se trata del amor soy todo menos fuerte, supongo que todos tenemos una debilidad, y hay una
gran verdad detrás de todo lo que nos pasa y lo que tememos, nadie puede estar conmigo y yo no
puedo estar con nadie, porque estoy quebrada, estoy acabada, estoy vacía y no tengo nada que dar y
por mucho que me ofrezcan, lo que la mayoría pide: Amor. Eso ya no existe en mí, me lo arrebataron
desde el día en que murió mi padre, ese día también se llevaron mi inocencia y mi héroe no pudo
estar ahí para salvarme.
Mi madre siempre me dice:
— Si amas algo demasiado y la vida te lo arrebata, es un dolor va a permanecer para siempre en tu
corazón.
Y tiene razón tiene mi madre, la extraño en estos momentos. Mi vida en Los Angeles es un sueño al lado de
mi mejor amiga. Annie. Vivo en un pequeño departamento que con mucho esfuerzo pude comprar, mi
madre vive con su nuevo esposo, George, y como demoniaca celosa que soy, me costó mucho
aceptarlo en mi familia, pero al ver a mi madre tan feliz después de lo que sufrió cuando perdimos a
mi padre, lo acepté.
Estoy por culminar mi carrera de artes en fotografía, en el Art Center College. Estar detrás de mi
cámara es la mejor sensación de todas, poder ver y amar lo que otros ignoran; para mí es un arte,
tengo buen ojo y llevo mi cámara conmigo donde quiera que vaya.
Me dedico a hacer pequeños trabajos en bodas y algunos cumpleaños, pero los gastos cada vez son
más, los últimos meses ya para terminar mi carrera es una odisea de todos los materiales y papeleo
que he tenido que hacer, por lo que estoy en busca de una buena oportunidad de trabajo y recibirme
de fotógrafa lo más pronto posible y viajar por todo el mundo al lado de la mejor compañía, mi
cámara, una vieja Canon que me regaló mi padre y desde ese instante supe cuál sería mi sueño.
Me rehúso a recibir ayuda de mi madre y padrastro, siempre desde muy pequeña me ha gustado ser
independiente y éste es el mejor momento para demostrarme a mí misma y a los demás que puedo, y
si bien es cierto, a veces siento que me voy a orinar en los pantalones cuando llegan las facturas, pero
al final del día pienso en mi padre y sé que él no me abandonará.
Todos los domingos por la mañana, el sol brilla y mi vicio es el café de una pequeña cafetería, cerca
de casa. Me gusta el aroma y su sabor pero lo que más amo es que la sensación de libertad cuando lo
saboreo.
Pido mi respectivo café y una pequeña galleta de mermelada y vaya que mini orgasmo culinario el de
todos los domingos poder hacer esto.
Esta mañana está muy calmada, casi no hay nadie en las afueras del café, abro mis ojos como platos
cuando de pronto llega un hombre, alto y con unos bíceps bien marcados, cabello castaño y un poco
desaliñado, no sé qué color de ojos tiene porque está de espaldas, ¡Qué espalda! ¡Qué trasero de
hombre!
Definitivamente hoy tengo la mejor vista de todas, el hombre se sienta a pocos metros de mí, y lee el
periódico, me imagino que espera a alguien, alguna rubia con silicona, no es de extrañarse que a
hombres como él, les guste las mujeres igual de voluptuosas.
¡Mierda! Me está viendo y por poco me echo el café encima.
¿Qué carajos pasa conmigo?
No es el mejor bombón que haya visto, ¡Miento! Es el MEJOR BOMBÓN que haya visto.
Dirijo mi vista a otro lado y le doy un mordisco a mi galleta de mermelada, por el rabillo del ojo lo
veo.
¿Quién será él? ¿Estará soltero?
¡Calma Candy White! ¡Relaja la pelvis y concéntrate en desayunar!
Si algo he aprendido todos estos años como fotógrafa es ver más allá de las cosas y de las personas,
puedo ver que el hombre enfrente de mí es muy serio, tiene el cejo fruncido todo el tiempo, no habla
con nadie, sólo lee su periódico y toma una taza de café, quizás.
¡Me está viendo de nuevo!
¿Qué hago?
Mejor improviso y hago la que no lo estoy viendo y sigo comiendo mi galleta, saboreando mi
sabroso café.
Pero qué... ¿Por qué carajos sigue observándome?
No me gusta que me miren, ¿Tendré monos en la cara? No, ya me toqué la frente y no tengo nada.
¿Olvidé ponerme sujetador hoy? No, disimuladamente toco a mis nenas y están bien protegidas.
¿Entonces qué me ve tanto?
Disimuladamente saco mi cámara y tomo algunas fotografías a lo lejos, hay una pequeña fuente y un
hombre está vendiendo globos, detrás del hombre misterioso hay una rosa roja, tan roja como la
sangre, es una belleza.
Sin que él se dé cuenta tomo una fotografía.
¡Mierda, me vio!
Guardo de nuevo mi vieja amiga en mi bolso y observo al hombre terminar su taza de café, ¡alivio!
De pronto se levanta y aclaro mi garganta, sólo espero que no se haya dado cuenta que tomé una
fotografía cerca de él, no era él mi objetivo, era la bendita rosa que estaba detrás de él.
¡Peligro! ¡Peligro!
¿Se está acercando a mí? ¡Pero, pero...!
Estoy en problemas.
—Señorita, ¿Le gusta lo que ve? —dice el hombre misterioso de brazos cruzados ¡Pero que brazos!
¿Pero de qué mierda habla?
Aclaro mi garganta y como buena actriz y leona que soy le contesto:
— ¿Disculpe?
El muy maldito se está riendo en mi cara, ¡en mi cara!
—He visto cómo me ha tomado una fotografía—dice muy humilde. —le repito ¿Le gusta lo que ve?
¡Maldito dios de la arrogancia!
¿Y ahora que me invento?
—No era usted mi objetivo, era lo que estaba detrás de usted. — ¡toma una!
—Es una lástima—dice apoyando sus nudillos en mi mesa y mi respiración está acelerada. ¡Dios!
Qué bello hombre, tiene ojos azules, será mi color favorito.
¡Hey despierta!
— Umm ¿Lástima? —pregunto nerviosa y aclaro mi garganta.
—Sí, hubiera posado para ti.
¡Maldito hijo de p...! se aprovecha de su belleza. ¿Belleza?
¡Hey despierta!
—Lo siento, me gusta tomar fotografías a paisajes no a gigolós.
¿Pero qué mierda he dicho?
— ¿Gigoló?, nena yo no soy gigoló, pero si lo fuera te lo haría de gratis.
¿Cómo se atreve? ¡Lo voy a matar!
— ¡Maldición! No sé qué mierda se ha creído, o a quién está acostumbrado a deslumbrar con esos
ojos azules que tiene, pero no le he tomado ninguna maldita foto, he tomado a lo que estaba detrás de
usted.
¿Le dije el color de sus ojos? Seré idiota.
—No maldigas—toca su cabello exasperado y de pronto sonríe como si repasara mis palabras.
— ¿Mis ojos azules? Entonces te gusta lo que ves. —levanta las cejas, orgulloso de sí mismo.
— ¡No! —chillo.
¡Mierda! Ya me harté.
— ¿Sabe lo que sí me gustaría, señor no gigoló?
— ¿El qué, pequeña?
¡No me llames pequeña ni nada maldito zalamero!
—Mandarlo a la mierda y que sus ojos azules le hagan compañía. ¡Idiota narcisista!
El muy idiota de ojos azules se está riendo en mi cara de nuevo.
— ¿De qué carajos se ríe? —pregunto furiosa.
—Tienes mermelada en tu mejilla. —Lame su labio—ojala pudiera quitártela yo mismo.
¡Trágame tierra! He insultado a este imbécil con mi cara hecha una mierda, vaya qué domingo más
pintoresco he tenido.
El idiota regresa a su auto último modelo, supongo, porque de carros sé lo que sé de astronomía, y
me importa una mierda, su lujoso y brillante carriola.
Estoy furiosa, jamás en mi vida me habían coqueteado de esa manera tan, tan, ¡Joder!, debo admitir que fue divertido mandarlo a la mierda. Si mi padre me hubiera escuchado ahí mismo me hubiera lavado la boca con jabón.
