Suspiró de forma entrecortada. Shino-sensei la miró por unos instantes mirándola sin expresión. Ella sabía que a través de sus gafas se podrían ver sus cálidos ojos intentando darle valor. Sumire se encontraba tras las puertas de la academia, temerosa de lo que se encontraría a través de ellas. Tenia pavor de lo que podría pasar si las cruzaba y se enfrentara a sus compañeros.

Toda su vida desde que nació a sido planeada. Cuando hablar, como vestir, que comer, que hacer, que no hacer, incluso que pensar, de eso se encargó su padre. Toda su infancia se trato de solo entrenamiento, una sádica crianza de la que estuvo a cargo un ex-anbu de raíz lleno de rencor. Solo había un momento cuando se sentía realmente feliz, cuando su madre se sentaba con ella y le trenzaba su largo cabello antes de dormir. Se sentía como en una oscura habitación iluminada levemente por una pequeña vela.

Pero eso se terminó luego de su muerte, la llama se apagó y la habitación quedo totalmente oscura. Su padre endureció su trato hacia ella junto con su entrenamiento. Se encargó de hacer su vida entera una misión, el cual solo ella podría hacer. Su padre alimentó mas su rencor que el amor que le podría brindar a su propia hija.

Cuando comenzó la academia pudo ver un pequeño destello de felicidad. Había dejado de sentirse sola, por primera vez en su vida se sintió como una niña y no como un arma. Esa vela logró encenderse de nuevo. Pero el tiempo se acababa y la vela se extinguió por completo, tenia que cumplir con su misión.

Por eso ignoró todo esos meses de felicidad, todos esos momentos, esas amistades que había formado y las alejo fuera de su mente al invocar a Nue. Se decidió a cumplir con el legado de su padre, entregarse por completo a la oscuridad.

No abandonaré a una compañera.

Sus palabras resonaron por su mente, junto con las de su madre. Un pequeño rayo de luz iluminó a esa habitación. Ella realmente podría ser feliz, no tenía porque seguir el camino que le impusieron. Se dio cuenta que ese oscuro lugar tenía una puerta, y estaba decidida salir de ella.

Dio unos temblorosos pasos hacia adelante, pasando al lado de su profesor y vio a todos sus compañeros viéndola estupefactos, tomo una bocanada de aire y armándose de valor habló en voz alta.

— He vuelto —

Todos corrieron hacia ella, gritando su nombre, diciendo lo mucho que la extrañaban y lo preocupados que habían estado. Nunca se había sentido tan querida. Intento calmarlos a todos, realmente no se sentía merecedora de que la recibieran con los brazos abiertos. Había echo algo muy malo y se sentía muy culpable.

Giró su mirada, buscándolo a él entre toda la multitud, necesitaba ver esos ojos de nuevo para sentirse segura. Y ahí lo encontró, a la distancia, observándola sin saber el significado de su expresión. Él desvió la mirada unos segundos y luego la miró a los ojos, su corazón casi se detiene. Y luego lo vio sonreír, y ahí supo el origen de ese rayo de luz que la ayudo a salir de esa oscura habitación. Ahora que estaba afuera de ella, se dio cuenta que esa habitación solo estaba en su mente y que realmente no existía. Solo había luz una muy brillante como el sol que se acompañaba de otras muy parecidas a las estrellas, supo que cada una de ellas correspondían a sus compañeros. Eso llenó su corazón de felicidad, supo de inmediato que ya no estaría sola.

Un nudo se hizo en su garganta y fue inevitable que sus ojos se llenaran de lagrimas, quizo agradecerle, pero de sus labios solo salió un quedo balbuceo. Siempre le estaría agradecida, porque si no fuera por él, ella seguiría en esa oscuridad que estuvo a punto de consumirla. Le sonrió de vuelta. Si, jamas estaría sola.

Gracias, Boruto.