Fandom: Teen Wolf | Pairing: Stiles/Derek
Disclaimer: nada me pertenece
Words: 6.454 | Rating: T
Spoilers: creo que no, pero por si acaso, spoilers de la tercera temporada. xDD
Sólo... No. Un momento. Piensa en ello, Stilinski, porque esto es serio y, tal vez no lo era antes, tal vez antes hasta era gracioso y divertido y excitante de alguna forma retorcida que no explicarías a tu padre, pero ya no. No. De ninguna manera. Esto es serio. Concéntrate, tío, porque... no. Porque no. No. ¿Qué cojones y cómo... joder, por qué siempre me tienen que pasar a mí estas cosas?
Stiles se aleja tanto como puede, hasta que su espalda choca contra la pared y toda la distancia que podría haber imaginado que necesitaría entre él y esa cosa de repente le parece poca. Lo tiene tan cerca que su respiración casi podría tocarle si levantase la cabeza del suelo y decidiese respirar justo en su dirección, y sabe, por dios, sabe que preferiría estar corriendo a través del bosque rodeado de lobos, lobos de ¿verdad?, hambrientos, antes que estar tan sólo un centímetro más cerca de eso.
Porque ha vuelto a suceder, como siempre. Se ha metido donde no debía, o lo han obligado a hacerlo que, técnicamente, pasa bastantes veces, aunque no tantas como su propia demencia le tira de cabeza hacia una aberración de la mutación lobo/hombre. Pero eso da igual, porque el problema está ahí sea culpa suya o no. Aunque esta vez lo sea, la verdad.
Pero ese no es el problema, aunque su mente quiera dar tantas vueltas alrededor de la idea que termine quitándole toda la forma y ni siquiera Christopher Nolan pueda hacer algo con ella después. Aquí la clave es ese monstruo tendido en el suelo del hospital, daños a la propiedad que no sabe quién pagará, sangre por todas partes y Derek Hale en el medio, de espaldas a Stiles, respirando todavía profundamente a juzgar por el movimiento pesado de sus hombros.
Todavía siendo su alter-ego lobuno, con las garras perfectamente visibles bajo las mangas de su chaqueta de cuero y las orejas puntiagudas asomando entre sus cabellos oscuros. Y con la adrenalina obligando a su corazón a latir tan fuerte, con su mente trabajando más deprisa que con una dosis triple de Adderall y Red Bull por desayuno, Stiles no puede evitar preguntarse cómo puede resultar tan amenazante un tío con esas orejas. Dios, se reiría si no estuviera tan ocupado concentrándose en no mearse encima.
Escucha un gruñido seco, como si pudiesen ser húmedos de alguna forma, y después de recordar que Scott tenía una cita esa noche y que probablemente no tiene ni idea de qué está pasando, después de Batman y Robin, robar a los ricos para dárselo a los pobres vestido como Peter Pan disfrazado de Flecha Verde, y Caperucita roja, su cerebro deja de encadenar pensamientos absurdos de una forma ridículamente lógica y se concentra en el lobo; El lobo. Y aunque suena al típico nombre que le pondrías al jefe de una agencia de detectives decadente de los años treinta, no tiene nada que ver con películas en blanco y negro, mujeres fatales ni giros inesperados cada treinta páginas.
El lobo es Derek, volviéndose lentamente hacia él con los ojos tan rojos como debería ser el Infierno, brillando con rabia y perforándole el cuerpo, haciendo a su corazón saltar, dar vueltas de campana y caer de lleno en una zanja de la que no será capaz de salir esta vez; porque ha vuelto a salvarle la vida y aún así no es capaz de superar el hecho de que sigue acojonándose cada vez que lo ve así.
Porque con todo ese mal humor y torpeza social, a veces se le olvida que por dentro sigue siendo un animal.
A veces olvida que lo único que separa a esa bestia sedienta de sangre de arrancarle la cabeza es el control que Derek tiene sobre su lado oscuro y, dios lo sabe, todo el mundo lo sabe, Stiles no suele ayudarle demasiado en esa tarea. Que a veces puede ser cargante, lo sabe, que puede taladrarle la cabeza a cualquiera hasta que prefiera quedarse sordo de por vida antes que tener que escucharle decir una sola palabra más, lo sabe también. Sabe bien que no es la víctima más inocente a la que querrías salvar la vida, tantas veces, demasiadas, incontables... Pero él sigue haciéndolo y no sabe cómo recuperar su capacidad del habla para, más o menos, agradecérselo.
Aunque tal vez el miedo que hace temblar sus piernas pueda tener algo que ver con ello.
"¿Stiles?", gruñe Derek, y sí, gruñe, porque al parecer es la única forma en que es capaz de decir su nombre, gruñendo, con la mandíbula tensa y el ceño fruncido. Y porque ha escuchado su nombre con tantos tonos de voz amenazantes diferentes, distingue a la perfección la reprobación patente en la voz del hombre lobo, ya con el rostro tan humano como puede mientras se acerca a él. Y, admitámoslo, no es que su versión humana sea tan humana como, tal vez, la de Lydia.
Y, en serio, a veces le cuesta seguir los acontecimientos y memorizar cada fragmento de la historia. Incluso la versión humana de Lydia no es ya tan humana como la suya, el eterno Robin.
En serio...
Pero Stiles no sabe qué decir porque, ¿gracias? No, gracias, ese no es su estilo. No con Derek, no cuando ha pronunciado su nombre de esa forma que dice "te dije que no te metieras en esto", "maldito humano inútil", "estás lleno de sangre" y "te arrancaré la garganta... con los dientes", al mismo tiempo.
Estás lleno de sangre... Estás lleno de sangre... ¡Mierda!
Y no es lo que parece, no está entrando en pánico, pero hay sangre verde de esa maldita cosa por toda su ropa mezclada con sangre muy, muy roja que tiene que ser suya porque, como siempre, el señor Hale no tiene ni un rasguño. Y necesita quitársela de encima, descubrir si es suya de verdad o tropezó accidentalmente con un par de unidades de cero negativo tiradas estratégicamente en su camino hacia el suelo la primera vez que cayó, o la segunda, tal vez la quinta... Pero ni siquiera él puede tener tan mala... bueno, tanta suerte.
"Stiles. Estate. Quieto", gruñe otra vez, porque sí, es capaz de gruñir cada palabra que dice y dejarle paralizado durante un instante, que es todo el tiempo que necesita para ponerle en pie como si se tratase de una versión rellena de algodón de sí mismo y golpear la pared con su espalda.
Avergonzarse por el gemido que se cuela entre sus labios ya no tiene ni sentido, teniendo en cuenta que Derek puede olfatear su dolor como si estuviese liberando esporas para atraer a los carroñeros a tiempo de encontrar su cuerpo todavía caliente.
Hombres lobo antipáticos y peligrosos 100 – Stiles 0. El contador de su vida.
"Si la finalidad de todo ese 'Stiles, estate quieto' era comprobar si no me estoy muriendo, ¿por qué no me lanzas contra alguna mesa para acelerar el proceso? Si se cae alguna de mis extremidades por el camino podrías ir llamando a la funeraria y elegirme un ataúd bonito".
En serio, lobos...
"No te estás muriendo". Y es un gruñido bajo esta vez, aunque profundo, pero un gruñido de todas formas.
"Es bueno saberlo", murmura Stiles, tragando saliva lentamente porque, en serio, ha recuperado su verborrea, lo cual es buena señal, pero Derek está haciendo eso que, bueno, eso que hace siempre de acercarse tanto a él que la barba incipiente de sus mejillas le rasca la barbilla, respirando en su cuello, inspirando fuerte, de una forma tan sonora que le pone los pelos de punta sólo escuchándolo y... Joder, no cree que sea ni el momento ni el lugar para ponerse a pensar demasiado en ello, pero no es la primera vez, parece que nunca ha sido la primera vez, como si llevase toda la vida haciéndolo y, no, en serio, no es tan normal como querría que fuese para relajar, al menos un poquito, la tensión que hace que le duelan los hombros y se olvide durante unos segundos de respirar.
Y tal vez sí que sea suya, porque empieza a notar un cosquilleo en el vientre y prefiere pensar que es su sangre deslizándose lentamente por su piel antes que admitir que esto le pone nervioso de esa forma en concreto.
"¿Puedes dejar de pensar estupideces un segundo?", voz ronca y tensa que parece rasgar la garganta de Derek al salir, de la misma forma que parece arañar los oídos de Stiles cuando se cuela a través de ellos, casi sin permiso, forzando el camino y obligándole a soltar todo el aire que no recordaba haber retenido con un suspiro demasiado largo y demasiado lleno de significados que, la verdad, no quiere detenerse a buscar.
El puño del hombre lobo golpea la pared, junto al rostro de Stiles, trayéndolo de vuelta a la realidad, a la abominación tendida en el suelo, la sangre y la respiración que va relajándose lentamente junto a su oído.
"¿Qué hacemos con... eso?", pregunta, y no está seguro de si realmente quiere conocer la respuesta o simplemente no seguir con su anterior línea de pensamientos. Pero parece funcionar, en cierto modo, porque Derek se separa lo suficiente de su cuerpo para poder mirarle a los ojos, todavía rojos, todavía del lobo que lleva dentro y que parece querer colgarse del cuello de Stiles y morderle hasta arrancarle la vida más de dos veces.
Pero todo eso es demasiado concreto para que pueda descifrarlo él con una sola mirada, ¿verdad?
Y de repente es como si algo hubiese abofeteado a Derek porque el rojo desaparece con un movimiento de cabeza y sus brazos dejan de sostener la pared en que Stiles sigue apoyado para caer a ambos lados de su cuerpo. Sus manos cerradas en puños todavía, claro, porque no sería Derek Hale si no estuviese enfadado todo el tiempo.
"Tengo que sacarte de aquí antes de que despierte y te abra en canal antes que yo".
Halagado no se siente, de ninguna manera posible, ni siquiera por haber conseguido sacarle tantas palabras seguidas..
"¿Quieres decir que no te lo has cargado? Porque, en serio, no es propio de ti dejar con vida a seres humanos inocentes convertidos en bestias que...", su cuerpo se sacude de pronto, cerrándole la boca para deleite de Derek, tal vez, porque la mirada que le dedica entonces le asusta demasiado para intentar leerla.
"¿Stiles?", su voz no es un gruñido entonces y Stiles jura que se lo guardará para luego, para regodearse en la forma en que pronunció su nombre, con más cautela de la que debería y tal vez, tal vez, tal vez, tal vez en el fondo, con miedo.
"Mierda... duele..."
Y lo último que recuerda es el borroso cuerpo de Derek dando un paso hacia él, puede que sosteniéndole antes de que llegase a tocar el suelo, antes de que se desmayase.
Porque al parecer sí que era suya la sangre...
¿Y puede ser más patética su vida? Porque un momento está frente a una aberración de la naturaleza de ojos amarillos que le mira con más hambre que curiosidad, balanceándose entre la vida y la muerte como el funambulista que está empezando a acostumbrarse a ser, y al momento siguiente se despierta en la cama de un hombre lobo que, más probablemente de lo que le gustaría descubrir, no hubiera parpadeado hace unos meses antes de desgarrarle la yugular y dejarle desangrarse hasta la muerte.
Irónico.
"¿Ese es tu concepto de trapo limpio? Porque, he de decirte que... que cierro la maldita boca, sí", y esta vez una mirada llega para cortar su flujo interminable de palabras, ni siquiera tiene que molestarse en gruñir y apretar más fuerte de lo que debería la toalla húmeda contra sus heridas. Porque, sí, definitivamente era suya la sangre, roja y brillante y prueba de que seguirá con vida hasta que decida abandonar su cuerpo.
Aunque no haría falta que perdiese toda, lo que lo hace divertido de una forma macabra y para nada realmente graciosa que no debería estar pensando en eso, lo sabe, ya para.
Un bufido llama su atención de nuevo hacia el hombre lobo arrodillado frente a él. Ese hombre lobo que le salvó la vida, llevó su cuerpo inconsciente (y tan inconsciente) hasta su casa y probablemente robó una farmacia para conseguir todos esos antisépticos y calmantes. Para él, porque es el estúpido humano que no para de meterse en líos y tener a todo el mundo bufando por su descuidado amor propio. Pero Derek no bufa así, no como los demás. Los suyos son más parecidos a ese "siéntate, Stiles", "deja de moverte, Stiles" y "esto va a dolerte... Stiles" que lleva minutos desfilando entre sus labios.
Que podría haber robado gasas, ya que estaba.
Y, en serio, Stiles no le ha pedido que haga de enfermera sexy para él, pero... Sí, tendría que darle las gracias de todas formas, ¿no?
"Derek...", empieza, pero, en serio, ¿cómo tiene que seguir? Porque no tiene ni idea y la tensión ha desaparecido hace un rato y eso es lo más raro de todo, lo fácil que parece todo. Él sentado en la cama, intentando mirar hacia cualquier esquina de la habitación en lugar de hacia él, arrodillado entre sus piernas, trabajando cuidadosamente en los tres arañazos de su pecho, que, joder, escuecen pero, ¿no se supone que tiene que hacerse el fuerte y todo eso?, para no terminar lloriqueando y preguntando cuándo podrá irse a casa con su papá.
Otra cosa de la que se ocupó Derek mientras estaba inconsciente además de recorrer media ciudad con Stiles sangrando sobre los asientos de su Camaro, enviar un mensaje al Sheriff para que no se preocupase por el demente accidente andante de su hijo.
Pero, aunque Stiles no tuvo cojones de seguir con su sesión de disculpas y agradecimientos, Derek ha alzado la vista hacia sus ojos y se ha quedado justo ahí, a escasos centímetros, mirándole de esa forma hastiada tan propia de él, tan rota, tan deliberadamente enterrada bajo capas y capas de miradas asesinas y gruñidos, muchos gruñidos. Justo como ese, sí. Grave esta vez, de los que hacen temblar las cuerdas vocales y tomarse unos segundos de vacaciones a su corazón. Cosa que Derek siente, por supuesto, porque es su monitor cardíaco personal.
"Genial", y es el turno de bufar de Stiles, entre dientes, para nada sorprendido. "Me quedará una cicatriz encantadora, ¿a qué sí?".
Y puede que haya utilizado su expresión más distendida para relajar un poco el ambiente porque, dios, ¿cuánto tiempo tiene pensado seguir mirándole así?
Pero no, no quiere bajar la vista, por supuesto que no.
"Tres, de hecho", y, ¿disculpa?, un segundo, vuelve a aquí, cordura, ¿qué ha sido eso? ¿Derek Hale ha hecho una broma y encima, encima de todo ese maldito Everest, ha sonreído? Que sí, es una sonrisa diminuta, con más maldad de la que una sonrisa así de pequeña jamás ha podido soportar, pero está ahí, justo en dirección a su rostro sorprendido y a su mandíbula cayendo hasta el piso de abajo.
Y no vamos a pararnos en el punto en que las manos de Derek se han detenido en su pecho, a través de la toalla, de la sangre y los profundos cortes. Así de cerca del corazón con el latido más irregular de la historia.
Stiles se aclara la garganta. Porque es necesario, de verdad.
"Gracioso... y bonito. Sí. Precioso. Y gracioso. ¿He dicho gracioso? Porque. En serio. Genial. Porque no tenemos que pensar en cómo voy a esconder esto en los vestuarios durante lo que me queda de secundaria. Por no empezar con cómo voy a explicárselo a mi novia, cuando la tenga, claro, porque, admitámoslo, no voy por muy buen camino y...", ese atisbo de sonrisa transformándose en otro diminuto atisbo de risa es lo que le cierra la boca esta vez.
Aunque ha podido escuchar ese otro gruñido, por tímido que fuese, porque, al parecer, Derek Hale no puede evitar ser un lobo ni riendo.
Así este glorioso día sube otro escalón en la lista de días raros del año.
De pronto Derek no le está mirando, aunque no se dio cuenta cuando dejó de ser así, y esa extraña sensación de vacío aparece. No de vacío existencial, no como el que sustituye al dolor tras una gran pérdida.
Stiles tiene que suspirar.
Es esa estúpida sensación de que falta algo, como cuando llevas todo el día con una gorra puesta, colocándola en su sitio cada vez que decide bajarse demasiado y taparte los ojos, y cuando ya la has tirado en una esquina llevas la mano hacia tu cabeza por instinto, para apartarla, a pesar de que ya no está. Esa sensación que te hace sentir estúpido y vacío al mismo tiempo. Una tortura ridícula.
"Podrían desaparecer por completo", dice Derek, enjuagando el trapo en una pileta llena de agua casi más roja que la propia sangre que se atreve a salir de su pecho. Y Stiles no sabe si ha tomado demasiados calmantes, aunque tiene un vago recuerdo del hombre lobo tendiéndole solamente dos pastillas y un vaso de agua, o si está sufriendo alucinaciones por la pérdida de sangre.
Pero el día puede seguir aumentando en la escala de rarezas.
"Sabía que algún día llegaría esta conversación, lobo predecible", ríe Stiles, sin concentrar todo el sarcasmo que le gustaría en el tono de su voz.
"Es tu mejor opción para evitar cosas como estas".
Derek vuelve a su tarea de limpiar sangre y repartir escalofríos por todo su cuerpo.
"¿Es mi mejor opción para evitar cosas como estas o para que puedas ir empujándome contra todas las paredes del pueblo sin temor a romperme?".
Sarcasmo, en serio, ¿dónde estás?
Derek arquea una ceja entonces, volviendo a mirarle pero sin todo el dolor de perro abandonado de antes y mucho más de su típico yo. Cabrón y aterrador.
Hey, cotidianidad, te echaba de menos.
"Estás pensando en ello, ¿verdad? Lo estás... Lo estás haciendo. Genial". Stiles ríe, porque realmente no sabe qué más debería hacer, porque ya es todo bastante raro y normal al mismo tiempo y no sabe cuándo dejó de importarle estar sangrando por el pecho y empezó a enfocar todo su interés en ese lobo amargado al que le encanta sacar de quicio.
"Nunca", y ahí está la diminuta sonrisa de nuevo.
"Nunca piensas en mi espalda contra ninguna pared, cierto, porque nunca ha pasado. Por no hablar de todo ese arrinconar a Stiles y olerle como si fuera una maldita presa que se está convirtiendo en una costumbre".
La expresión de Derek cambia ligeramente, pero lo suficiente para que Stiles lo advierta después de tanto mirar y analizar ese ceño fruncido, y es entonces cuando se da cuenta de que ha hablado de más. Y de que debería plantearse seriamente por qué no está sintiendo esas irrefrenables ganas de salir corriendo que plagaban cada rincón de su cuerpo antes, aunque no sabe antes de qué.
"A veces no sé cómo evitar que te maten", murmura Derek, lo cual, si se lo permiten, es una forma inocentemente bonita de insinuar que le importaría que acabase muerto. Y pesa, como si las paredes estuviesen cerrándose a su alrededor y el aire fuese lentamente limitándose mientras va quedándose sin espacio para moverse ni lugar en que esconderse.
Y está seguro de que él puede sentir cada minúsculo cambio en su pulso y eso casi es como la telepatía más injusta del mundo animal.
"Y yo aquí pensando que dudabas entre qué forma de matarme sería más dolorosa". Sí, porque lo normal cuando quieres matar a alguien es seguirle cuando sabes que está a punto de tropezarse con el peligro y salvarle la vida.
Punto para Stilinski, por favor.
Derek le mira como si intentase transformar justo esos pensamientos en ondas e introducirlos en su mente como un virus, haciéndose cargo de manipular neuronas. Pero no hace falta, aunque eso él no lo sabe, así que deja que sus ojos sigan justo ahí, clavados sobre los suyos de forma incluso más injusta que su telepatía cardíaca. Porque la locura está solamente un paso más allá de la cordura y quien trazó la línea se olvidó de calcar lo suficiente para que siguiera siendo visible después de tantos años.
Así que antes de que pueda darse cuenta, sus dedos ya han rozado el hombro de Derek y ya no le importa si debería echarse atrás o no. Porque la adrenalina funciona como quiere y no es el momento de ponerse a estudiar sus patrones de comportamiento.
No le sorprende lo cálida que es la piel ni lo tensa que la siente mientras desliza sus dedos lentamente hasta que la palma de su mano le está tocando por completo. Tampoco le sorprende como esa calidez se cuela en su cuerpo, instándole a moverse, a seguir la línea de la clavícula y mover su mano muy despacio, hacia arriba, rozando la mejilla del hombre lobo con toda la delicadeza que puede encontrar, con toda la cautela que cree que necesita para seguir con esa locura que sus manos han decidido orquestar.
Y no ayuda que Derek no se mueva, que sus manos se hayan quedado ahí abajo, con el trapo lleno de su sangre como único recuerdo de lo que estaba sucediendo segundos atrás. No ayuda que cierre los ojos cuando los dedos de Stiles siguen las líneas de sus pómulos, ya con ambas manos, casi deleitándose en la simetría de su rostro, en la dureza de sus facciones, en lo vulnerable que parece de pronto.
Porque de repente tiene sentido eso que estaba sucediendo y a lo que nadie quería poner nombre, eso que terminaba con Stiles entre Derek y una pared, con su cuello totalmente a su merced, expuesto, tan, tan expuesto. Porque Derek inspira profundamente, como si tratase de mantenerse en calma, como si pudiera sentir el mismo cosquilleo que Stiles siente en las yemas de sus dedos mientras se entierran muy despacio entre sus cabellos, presionando lo suficiente para ayudar aunque sea un poco en la difícil tarea de mantener al lobo encerrado y al ser humano libre para actuar.
Casi puede ver ese rojo aterrador antes de que abra los ojos, tratando de abrirse paso, el instinto de alpha siempre tratando de tener el control.
Y es ridículo, es absurdo, es una locura, pero Derek se ha incorporado y ha acortado tanto la distancia que los separaba que su pecho ha rozado sus heridas y ni siquiera todo el poder del mundo podría haber evitado el leve quejido de dolor que Stiles tuvo que dejar salir.
¿Podría haber peor forma de volver a la realidad? No. Sólo que no es capaz de encontrarla.
Derek no dice nada, no pide perdón ni tan siquiera con la mirada, escarlata, como su sangre tiñendo la cintura de sus vaqueros. Y Stiles no recuerda por qué siguen sus manos a ambos lados de su rostro, pero no puede detenerse antes de que sus dedos dibujen la línea de sus labios, presionando solamente un poquito, tomándose su tiempo para sentirlos y para respirar tan profundamente como él. Sabe que no es lo mismo, que Derek podría olerle a metros de distancia, reconocer cualquier cosa que hubiera tocado, pero lo tiene tan cerca que sus pulmones se llenan de su olor, de él, de su calor, del bosque, de todo lo que da vueltas en su cabeza cuando hay una pared a su espalda y él está ocupado robándole su propio olor.
"Stiles...", gruñe, y esta vez no es una amenaza aunque suene como una, no es una reprimenda, una broma o una advertencia. Es ese gruñido ronco y grave que grita "corten" a su corazón y lo deja volando en el limbo hasta que sus pies consiguen tocar el suelo. Y cuántas veces se ha dicho que era parte de su influencia como alpha, que era normal que pudiera someter a cualquiera con un tono como ese y que daba igual cuántas veces le dijeran que no funcionaba sobre los humanos. Pero ya no importa, porque, en serio, hace tiempo que dejaron de importar tantas cosas que ha perdido la cuenta.
"¿Me convertiré si...?", y no puede terminar la pregunta porque el rojo se ha esfumado y la sonrisa de medio lado ha vuelto a escena. Porque, maldita sea, Stiles es demasiado bueno, eh.
"No, Stiles. No te convertirás", y puede que eso que torpemente se esconde tras su típico gruñido animal sea decepción, pero, hey, al menos ya no es el único al que le importa poco que sus heridas no hayan dejado de sangrar.
"Entonces...", murmura Stiles, conteniendo el flujo de palabras que amenaza con salir a la luz. "Entonces creo que voy a...". ¿Y tiene que pensarlo más? ¿En serio?
"¿Sí?", casi un ronroneo acariciando sus cuerdas vocales, haciendo temblar la nuez en su garganta, bajo los dedos de Stiles, que tiene que tragar saliva, con fuerza porque, de acuerdo, tal vez le importen poco las consecuencias, pero sigue estando a punto de besar a Derek Hale y eso no cree que sea algo que cualquiera haría sin pararse un instante para prepararse, porque, Jesús, está... tan cerca.
"Voy a...", cerrar la puta boca, Stilinski, y tirarte de cabeza, por favor. Gracias.
Deja que su rostro se acerque al de Derek y sus mejillas se toquen, respirando de nuevo, como si tratase de recordar ese olor, como si fuese un lobo y ese recuerdo fuera a guiarle hasta él en cualquier momento. Pero no es un lobo, no lo es, es sólo un humano y, por dios, si Derek no lo ha sentido, olido, lo que sea, ya, sólo necesita moverse unos centímetros más hacia él y podrá notar lo duro que está tras sus vaqueros y tan sólo de anticipación. Y, joder, no sabe si debería sentirse estúpido en lugar de tan al límite.
"¿Stiles?".
"¿Mmm?".
"¿Sigues conmigo?".
Y Stiles quiere decir que sí, que está justo allí, aunque tal vez unos cuantos minutos más adelante, imaginando como se sentiría con las manos del hombre lobo sobre su piel, tal vez sobre esa zona concreta de su piel, pero no puede. Porque las palabras no salen y tal vez su cabeza se ha ido demasiado lejos en sus fantasías, pero siente como ha perdido su peso, como su cuerpo ha dejado de pesar y sí, tal vez siga con él, justo allí, pero ya no se acuerda de cómo demostrarlo.
"Stiles, creo que...", escucha, a lo lejos, tras un pitido que no perfora sus oídos pero que sí le ensordece lo suficiente para hacer desaparecer a Derek de su campo de visión. Y es entonces cuando se da cuenta de que... Mierda.
De que su vida es una puta broma, una broma con mayúsculas, en negrita, y colores tan brillantes que te ciegan antes de que puedas leer lo que pone. Porque acaba de despertar en su cama, la suya, no la de Derek, en su cuarto, en su casa, a unos cuantos kilómetros de donde debería estar ahora mismo, siendo orgásmicamente feliz. Y no, el hospital está bastante más cerca.
"A Robin se lo ponen mucho más fácil para retozar con Batman", murmura, deshaciéndose de las sábanas e incorporándose, o tratando de hacerlo, porque, dios, los calmantes sí que estaban haciendo su trabajo hace... Tiene que mirar el reloj. Son las cinco de la mañana... unas horas antes.
¿Acaso lo metió Derek por la ventana? ¿Dónde estaría ahora? ¿Se enteraría su padre? Porque se supone que está durmiendo en casa de Scott y... Vuelve a mirar al reloj. Ya no es viernes. Genial. ¿Hará de desmayarse una costumbre? Porque de ser así va a tener que plantear seriamente cuales serán sus condiciones para ser la damisela en apuros del grupo. Incluso Allison se las arregla para estar más tiempo consciente que él...
Al final sí que voy a ser el maldito Robin.
Con la parte de incorporarse llevada a cabo más o menos con éxito, se sienta en el borde de la cama y se detiene un segundo en esa posición. Le duele el pecho, la piel le escuece bajo los vendajes que puede sentir tras la camiseta, tiene la espalda más rígida de la historia de las espaldas rígidas, los brazos le pesan y los hombros le duelen como si hubiera pasado horas sosteniendo un yunque sobre su cabeza; nota un cosquilleo incómodo en los dedos de los pies y, por llamar de nuevo la atención, su cabeza ha decidido seguir flotando.
En serio, necesita un punto de apoyo, algo que lo estabilice lo suficiente para que su cuerpo deje de tambalearse al ritmo de su cabeza.
Parpadea lentamente, tratando de enfocar la vista en un punto fijo y se concentra en la ventana. Está lo suficientemente abierta para que la brisa nocturna se cuele y juegue a dar vueltas a su alrededor, dejando escalofríos aquí y allá y aleatoriamente despertando en su mente la idea de que, tal vez, puede haber soñado todo aquello.
La parte de la abominación atacándole no, la parte de Derek salvándole el culo tampoco, pero a lo mejor su mente ha jugado a las fantasías y nunca llegó a despertar en casa del hombre lobo, a lo mejor necesita un mes de duchas de agua fría para curarse esa absurda fijación que le ha dejado inclinándose hacia el lado peligroso de la ciencia ficción de Beacon Hills. Y el lado peligroso es Derek Hale y esa mirada que dice más cosas de las que puede esconder, esos sonidos que salen de lo más profundo de su garganta y que hacen a cualquiera dar un paso hacia adelante queriendo darlo hacia atrás, esos hombros, esos brazos, esa cintura que... Joder, Stilinski, concéntrate que no necesitas añadir más vértigo a la lista.
Y de pronto no quiere levantarse, porque la idea de hacerlo, tambalearse y caer sin ese lobo amargado a medio metro para recoger su cuerpo antes de que llegue a tocar el suelo, no le parece ni de lejos atractiva.
Tal vez debería llamar a Scott, para contarle lo sucedido, o para dar su versión dramatizada de los hechos si ya se han encargado de contarle la aburrida, o tal vez sólo para contarle a su mejor amigo que, oye, está teniendo fantasías sexuales con su alpha y que son tan vívidas que está seguro de que terminará muriendo por frustración sexual antes de los dieciocho. Y eso no le deja demasiado tiempo de vida, sinceramente.
Deja salir el aire de sus pulmones tan despacio como puede, mirándose los pies como si escondiesen alguna de las respuestas a las preguntas que necesita hacerse pero no tiene tantas ganas de contestar. Pero no hay nada ahí abajo, ni una pista siquiera.
¿Y si va a ser el Robin de un Batman licántropo el resto de su vida? ¿Y si no le da la gana? ¿Y si quiere cambiarse de bando y, no sabe, ser Mr. Fantástico, Lobezno o Capitán América? ¿Por qué tiene que dejarse encasillar por el lado hipster de DC Comics en lugar de por el lado comercial de Marvel?
Suspira. Porque puede tener tres arañazos en el pecho tan profundos que le han hecho perder la consciencia dos veces, regalo de un hombre lobo enorme y descontrolado, aterrador, ¿y ha dicho enorme?, pero sigue siendo el nerd que se dejaba empujar por los pasillos en el colegio.
"Bravo, Stilinski", su voz más crispada de lo que jamás ha escuchado, más sarcástica de lo que debería cuando está hablando consigo mismo.
"¿Me he perdido algo?".
La voz que se cuela en su habitación ni siquiera le hace levantar la vista. Sabe a quién pertenece, o a quien se supone que pertenece, y, sinceramente, no se siente con fuerzas para enfrentarse a ninguna alucinación ahora mismo, no con todos los músculos de su cuerpo a punto de echarse una siesta sin su consentimiento. Otra vez.
"Depende", responde, casi sintiendo la obligación de volverse más loco todavía, manteniendo una conversación con las voces de su cabeza, "¿cuánto puede perderse una alucinación de la vida de la persona que está alucinando? Porque, en serio, es una pregunta que todo el mundo debería hacerse antes de tener edad para beber alcohol y empezar a alucinar legalmente".
"¿Alucinación?", pregunta la voz, sí, la de Derek, a supuestos dos pasos de él. Y está descalzo. Un detalle tonto que ha decidido añadir su subconsciente para demostrarle que los pies también pueden ser sexys.
"Alucinación".
"Alucinación".
Derek suspira, de una forma pesada, densa como el aire que no quiere entrar en sus pulmones.
"Sí, sí, alucinación. Del tipo me he dado tantos golpes en la cabeza en los últimos meses que probablemente sufra contusión crónica e imaginar al hombre lobo de mis sueños, digamos, húmedos, es el resultado del último paso que me quedaba para la locura". Stiles parece pensar durante un segundo, antes de asentir lentamente y deslizar su mirada desde esos pies, por sus pantalones y hasta... "Maldita sea, Hale, es mi alucinación, quítate la camiseta".
"Sólo tenías que pedirlo".
Y sí, ha gruñido, porque al parecer hasta el Derek de su cabeza gruñe siempre que habla. Y sí, se ha quitado la camiseta y la ha tirado a un rincón de su habitación, como escenificando el striptease que Stiles está deseando. Se muerde el labio viéndole acercarse cada vez más, hasta que está tan cerca que siente su respiración en su rostro y le embriaga ese aroma a bosque y peligro que emana de él.
"Así que soy una alucinación", tiembla la voz al llegar a su oído, tan cerca que la barbilla mal afeitada de Derek le roza el pómulo, como siempre. Stiles asiente lentamente, sintiéndose de nuevo débil, su cabeza ligera como una pluma. "Entonces, si te muerdo...", sus dientes o... no, sus colmillos rozando la fina piel de su cuello, su aliento tan cálido que enciende todo el cuerpo del joven como el fuego extendiéndose por la zona más seca del bosque, "no importa si mis colmillos llegan tan profundo que te hagan gemir confundiendo el placer con el dolor, ¿verdad?", Stiles tiembla, o lleva un rato haciéndolo, aunque no sabe desde cuándo. Puede sentir las manos en su cintura subiendo muy despacio, arrastrando su propia camiseta por el camino. "No importa si me bebo tu sangre, ¿verdad, Stiles? Porque soy una alucinación y no te transformarás. ¿No..., Stiles?".
"Hazlo".
Y esta, damas y caballeros, es la revelación del año. Tal vez sí quiera formar parte de la manada, tal vez sí quiera ser uno de ellos, aullar a la Luna y perseguir animales indefensos por el bosque a medianoche. Aunque esta parte le revuelva un poco el estómago, la verdad.
"Stiles", la voz sigue junto a su oído, aunque ha perdido toda la sensualidad anterior para volver a ser el típico tono hosco del hombre lobo que él conoce. Porque sus alucinaciones son así de realistas y...
"Derek".
Realistas y reales, sí, tanto como la realidad puede serlo.
"¿Vuelvo a ser real o tengo que seguir siendo una alucinación?".
"Eres... real".
"Bien", Derek empieza a retroceder y ahí es cuando Stiles se da cuenta de que se ha acabado, que podría haber sido bonito mientras duró y que... se ha quedado mirándole a los ojos, "porque no quería hacer esto sin que fueras consciente de que estoy aquí".
Stiles cierra los ojos un segundo antes de que suceda, cuando siente los labios de Derek rozando la comisura de los suyos, tentándole a dar ese último paso él mismo, como había intentado hacer la noche anterior en su casa queriendo tomar el control. Pero no puede engañarse, no va a ser capaz. Así que va a ser un hombre, admitirá para sí mismo que está acojonado y esperará pacientemente a que el hombre lobo decida que ya le ha provocado lo suficiente recorriendo la línea de su mandíbula con labios, dientes y lengua, haciendo ese primer beso tan, tan sucio antes siquiera de que sus bocas se toquen que Stiles no está seguro de poder mantenerse consciente.
"Si cruzo esta línea", consigue decir Derek contra la piel sensible de la base de su barbilla, su voz un leve rugido, como siempre suficiente para presionar a Stiles un poquito más hacia la pared imaginaria que siempre tiene detrás en su presencia, "no habrá vuelta atrás".
Y de repente Stiles tiene miedo, su corazón da ese pequeño salto y Derek está sosteniéndole el rostro frente al suyo con tan sólo dos dedos, obligándole a enfrentar esa mirada parcialmente roja que pide una señal, por diminuta que sea, para lanzarse al vacío y llevárselo con él.
Y está seguro de que eso es lo que quiere, que lo necesita, pero lo que le está ofreciendo no es solamente sexo, no una noche, tal vez dos, y seguir actuando como si nada sucediera entre ellos. No. Le está ofreciendo mucho más. Le está entregando mucho más. Todo. Y no está pidiendo nada a cambio, pero, aunque no es que tenga demasiada experiencia en lo que a relaciones entre humanos y hombres lobo se refiere, entiende que si da ese paso cualquiera que se acerque a él lo suficiente para dejar su olor sobre él, se encontrará con un muro de lobo alpha cabreado preparado para decapitar con sus propios dientes. Y no es que la perspectiva de tener a alguien que le proteja hasta ese punto no sea romántica e intoxicante, pero...
"Stiles...", la impaciencia tan patente que podría cogerla e incluso hacerse un abrigo con ella.
Sus manos tiemblan porque... sí, está asustado, porque tiene dieciséis años y cualquier compromiso de más de dos semanas ya le hace vacilar, pero aún así llegan hasta el rostro de Derek, de la misma forma que la noche anterior, se mueven hasta su nuca y lo atraen esos pocos centímetros que quedaban y...
De acuerdo, Stilinski, no pierdas la calma. Es sólo un golpe en la puerta. Si no haces ruido tu padre se marchará antes de que... No. Son dos. Dos malditos golpes en la maldita puerta que te harán morir virgen y frustrado. Y ahora el estúpido de Derek tiene que gruñir, como si fuera el único al que le han jodido la noche. Pues no. No es el único. Esto no puede estar pasando.
"¿Stiles?".
Oh, sí, es una puta broma. Tu padre quiere entrar. Va a hacerlo y... Adiós, hombre lobo de mis pesadillas, sal corriendo por la ventana riéndote como un imbécil. Porque esto es divertidísimo. Es el puto chiste del año. Es... genial.
So... ¿Ganas de matar, maybe? xD Sip, esto es una tortura, porque para mí lo fue escribirlo.
ROYAL COCKBLOCK! xD
Tiene un bonus que aún estoy escribiendo, la razón del rating M (que ya lleva dos mil y pico palabras, así que puede que tarde un par de días -_-")
Espero que os gustase, que no me saliese muy OoC y que no me odie nadie por perra. xDD
*bomba ninja de humo*
