La primera noche

Resultaba ridículo si me paraba a pensar lo que estaba haciendo, pero no podía evitarlo. Quería verla, saber cómo era el lugar dónde vivía, su habitación ¿sería de las que tienen un caos en el que, por imposible que pareciera, solía encontrar lo que buscaba¿O sería meticulosa y estricta con el orden?

Las cosas estaban volviéndose más serias cada vez. Primero sentí curiosidad al comprobar que era incapaz de percibir sus pensamientos, y después deseé con todas mis fuerzas matarla, para poder saborear su sangre. Incluso intenté escapar, pero lo único que conseguí fue jurarme a mí mismo que no le permitiría derrotarme. Y allí estaba, allanando la casa del jefe de policía para ver a una insignificante humana mientras dormía.

Mi idea era simple, tan sólo me asomaría unos segundos, para satisfacer mi curiosidad, después me iría.

Pero, una vez más, me sorprendí a mi mismo al comprobar que lo único que quería hacer era observarla. Estudiar cómo su pecho subía y bajaba al ritmo regular de su respiración. En algún momento sus sábanas se habían deslizado hasta sus gemelos, dejando al descubierto la mayor parte de su cuerpo, que estaba cubierto con un chándal algo viejo que acentuaba el tono pálido de su piel. Su cabello castaño estaba esparcido desordenadamente por la almohada y un leve rubor teñía sus mejillas dándole un aspecto sencillamente adorable.

Dudé durante unos instantes si debía acercarme o no. Y fue ella quien me dio la respuesta.

-Edward-suspiró.

Si hubiera tenido corazón estoy seguro de que en ese momento su latido se habría detenido creyendo que me había descubierto.

Entonces me dí cuenta de que simplemente soñaba. Conmigo. Y me sentí ilusionado, lleno de esperaqnza por algo que no debía permitir que siguiera adelante. Porque la mayor complicación que puede buscarse un vampiro es... encapricharse de alguien cuya sangre le atrae tanto como la de Bella me atraía a mí.

Noté que se encogía y temblaba de frío, aí que, obedeciendo a algún tipo de instinto que ni siquiera sabía que tenía, me acerqué lentamente a su cama y cogí las sábanas con suavidad para poder cubrir su pequeño cuerpo, tan frágil, con ellas.

Continué observándola, admirado de que no se percatara de mi presencia, hechizado por su presencia, su aroma... y me di cuenta de que una lágrima rodaba por su mejilla derecha. ¿Tendría algo que ver con que hubiera dicho mi nombre? No podía dejar de preguntármelo.

Estiré la mano hacia ella con la mayor ternura que pude, ya que no estaba acostumbrado a tener contacto físico con humanos y no estaba seguro de si le haría daño. Con la punta de los dedos recogí esa pequeña lágrima y, antes de saber que estaba haciendo, me la llevé a los labios.

Esa vez fui yo el que suspiré.

Escuché un ronquido en la lejanía y supe que debía irme. Me encaminé de vuelta a la ventana, pero no sin antes prometerme a mí mismo que volvería.


Ya veis que estoy muy enganchada a estos personajes. Lo de siempre, reviews, por favor ;)

Saludos

Cris