Dedicado a una soñadora…

Un hechizo mágico para que sus
sueños se hagan todos realidad

- CAPÍTULO 1 -
The phone box

Era una mañana de principios de primavera. Me encontraba a las afueras en el jardín haciendo un trabajo de la universidad con mi portátil, por cierto, estudio periodismo aunque no me acaba de gustar la carrera que elegí. Pero qué vamos a hacer, no me queda más remedio que acabarla. De repente en la calle apareció un hombre misterioso con gabardina parda y con pajarita. Balbuceaba algo extraño mientras agitaba una especie de linterna extravagante y apuntaba con su luz a todas partes. Entonces se me quedó mirando un instante y me guiñó el ojo. Sonrió, me saludó con la mano y continuó con la marcha. Me quedé totalmente atónita, pensé qué habría querido decir con ese guiño. Mi curiosidad me dominó -soy periodista o estoy en camino de serlo, y la curiosidad forma parte de mi trabajo-, entonces recogí todo rápido y cerré mi portátil guardándolo en la mochila, y salí corriendo detrás de ese tipo.

Se encontraba a unos cien metros de mi y giró por una esquina a otra calle. Salí pitando hasta llegar a la esquina, entonces me asomé para echar una ojeada y así no se ser descubierta. Tuve suficiente tiempo para ver que se adentraba en una callejuela vieja. Me aproximé sigilosamente y volví a espiar por la esquina. Me dio tiempo para ver durante un instante su zapato, ya había girado. Corrí por la callejuela y tropecé con una bolsa de basura. Casi me doy de morros con el suelo, pero logré detener el golpe agarrándome a un bordillo que había en la pared. Seguí hasta llegar al final y me encontré con una plaza de interior. Pero lo sorprendente fue ver que en medio de la plaza había una especie de cabina azul de madera que tenía un cartel con una inscripción de lo más pintoresca en la que se podía leer «Police public call box». Pero si creía que eso podría haberme sorprendido, ocurrió entonces algo de lo más aterrador; la cabina empezó a hacer un ruido espeluznante de una especie de alarma mientras se iba desvaneciendo como un fantasma. Me asusté tanto que me caí de culo y casi me abato sobre mi mochila donde tenía mi portátil. ¡Madre mía! Se había rajado un poco el plástico de la cubierta, menos mal que continuaba funcionando, pero desde entonces el ventilador hacía un ruido a lata escacharrada. Tardé unos minutos en poder respirar con normalidad y levantarme del suelo. Lo que me hizo reaccionar de golpe fue al ver que una araña que se subía sobre mi tobillo. Me cogí los pelos y me puse a chillar como una histérica. Di un brinco para ponerme erguida en una fracción de segundo y salí corriendo fuera de allí. Maldición, volví a tropezarme con la dichosa bolsa de basura. Salí de la callejuela y me estrellé contra un policía.

-¡Le ha pasado algo señorita!¡Le han intentado robar o agredir!-me dijo el agente, mientras me cogía de los hombros.

-No, no, no… no… la araña, la cabina, la araña… digo la cabina... ¡Qué estoy diciendo! El señor con pajarita y la linterna fosforito, y la cabina y la araña-Suspiré y me desplomé en sus brazos.

Me desperté en el suelo con el agente abanicándome y con un montón de gente que me rodeaba murmurando cosas como «Es la chica del barrio de al lado», «Pobrecita qué le habrá ocurrido», «Las calles cada vez son más peligrosas… mano dura… mano dura… Dios bendito»… Entonces atravesó desde el tumulto un médico que fue a cogerme la muñeca y contarme el pulso, me abrió los ojos, me sacó la lengua y me auscultó los latidos.

-Parece que se encuentra bien. Yo diría que fue un ataque de histeria primaveral, cosa poco grave, sí señor.

-¡Qué clase de médico es usted! ¡Me está llamando histérica! -

Mirándome con una expresión de orgullo y con los dedos sobre su mejilla.

-No la estoy llamando histérica, es una obviedad… en mis 20 años de profesión…-Cuando estaba a punto de continuar la frase le «arreé» un bofetón y me puse de pie con mucha dignidad.

-Habrá que ver qué desfachatez, me largo y váyase a otra parte matasanos-