¡Buenas loqueseacuandoleasesto, querido lector!
Desde el vamos, quiero agradecerte el interés por mi historia y, de paso, quiero invitarte a que compartas conmigo cada capítulo hacía su final.
Esta historia está escrita para colocarla perfectamente con los hechos ocurridos en Digimon Adventure y Digimon Adventure Zero two debido a que quiero cumplirme un capricho. Jamás estuve muy de acuerdo con la relación de Yamato y Sora. Me pareció muy precipitada y sin sentido. Sin embargo, siempre noté que entre Yamato y Taichi había una relación muy especial que parecía ir mucho más allá de todo. Así es como lo vi yo y así es como pretendo retratar esta historia.
No pretendo explayarme más que en la historia que se me ocurrió a partir de estos personajes, no tengo interés en incluir a los digimon (aunque sean tan cutes) y no creo hacer referencias a la serie de tv en sí, así que si la estás mirando o caíste de casualidad aquí, puedes seguir leyendo con tranquilidad que no pasa nada.
A decir verdad, estoy algo «aterrada». Parece que no es muy buena aquí la aceptación de fics de esta pareja y espero que aunque sea a alguien que le gusten los dramones como a mí, se vea interesado en esta historia.
Sin aburrirte más y con muchas ganas de leer tus comentarios, te dejo el prólogo a este drama que se las trae.
Besos,
Tu autora.
Prólogo
Arrepentimientos
¿Cuánto tiempo es suficiente para una persona para cargar con un error?
Él no lo sabía. Tenía 27 años. Era joven, empleado hace sólo unos años y avanzando en su carrera. Dedicó varios años al estudio y se tomó su tiempo para empezar a trabajar. Una pequeña sonrisa se curvó en sus labios. No podía negar que algo de ayuda de su padre había tenido y no tenía pensado hacerlo. Por suerte, alrededor suyo sólo había personas que lo apreciaban y ni siquiera sus colegas lo juzgaban por ello. Su padre había sido bastante útil y le enseñó todo lo que necesitaba saber. Él fue un buen estudiante y aprendió hasta cómo llegar a la gente sin tanto esfuerzo.
Tenía un aspecto simpático para las personas. Nunca le gustó ser engreído pero tenía que admitir que le resultaba atractivo a las mujeres y al ser tan reservado, hasta era agradable para los hombres.
Nunca buscó sobresalir demasiado, detestaba la muchedumbre. No le gustaba que la gente se le pegara demasiado. Siempre apartado, siempre un solitario.
La gente suele subestimar la soledad y la juzgan sin conocerla. Muchas personas piensan que el estar sólo es poco agradable, él piensa que no saben lo que dicen. Está cómodo en sus momentos de soledad. Lástima que gracias al estilo de vida que lleva actualmente ya no puede disfrutarla tanto.
Inclinó un poco la cabeza hacia atrás recostándola suavemente pero no demasiado en el asiento de conductor de su auto. Extrañaba esos días, aquellos en lo que no había nada más importante que él, su hermano y su soledad.
Hace mucho que no lo veía. Su hermano tiene exactamente tres años menos que él y mucho más espíritu, por supuesto.
Pensar que cuando eran pequeños su hermano era un niño llorón y si ahora lo viera la gente de ese entonces no lo creerían. Siempre de buen humor, amable y jovial. El tiempo no pasa en vano para nadie. Muchas veces es incluso el alma de la fiesta y le da vida a las reuniones.
Y hablando de fiestas y reuniones, ¿qué hora es? Ah, todavía le quedaban veinte minutos de trayecto hasta el lugar donde habían decidido hacer la reunión. Según le habían comentado por teléfono era un restaurant en medio de la ciudad y bastante lujoso. Sonrió silenciosamente de nuevo, ¿ese lugar estará bien para «él»?
Una mano en su hombro lo distrajo un momento de sus pensamientos – "¿Amor, en qué piensas que estás tan concentrado?"
Su mujer, su compañera, había despertado de su siesta. Según lo poco que sabía, esa semana había sido muy atareada para ella y no durmió del todo bien. Aún así, insistió en asistir a la reunión. Él sospechaba cuál sería la razón. Como si pudiera haber otro motivo por el cual ella asistiera. Lo extrañaba y él lo sabía.
Ya no se veían nunca. No se encontraban ya sea por el trabajo, sus hijos o algún evento casual. Tenían suerte si de vez en cuando dormían juntos.
A pesar de estar casados hace bastantes años ya, su relación no había cambiado nada. Aún peor, se había deteriorado con el tiempo. Su mujer intentaba por todos los medios acercarse a él sin éxito alguno. No estaba interesado, jamás lo estaría.
La sonrisa desapareció de su rostro y concentró la vista en el camino –"Nada, no es nada."
La mujer a su lado no pareció desanimarse ante el frio trato –"No parecía nada… Vamos, ¡cuéntame!"
El volteó de nuevo a verla y sin diversión le sonrió –"No es nada, mi amor. Vuelve a dormir, seguro todavía estás cansada y tenemos unos cuantos minutos todavía" – dijo amablemente.
Ella conocía esa sonrisa y no le agradaba para nada. Esa sonrisa… esa sonrisa… Él no la miraba. Quizás nunca la miró. Volteó hacia la ventana del auto y cerró los ojos, quería olvidar aquella falsa sonrisa.
Por fin había dejado de cuestionarle. Últimamente ella estaba insistente con el asunto de sus «pensamientos». Casi como si sospechara algo… No, no podía ser. Su mujer era bastante ingenua, nunca se debe haber dado cuenta. Esa era una de sus cualidades, ser tan amorosa y genuina con todo el mundo. Tal vez eso también formara parte de sus defectos. No la dejaba ver más allá, su gentileza le estorbaba la vista y ella nunca se había dado cuenta. Era incapaz de pensar algo malo de otra persona, incapaz de pensar algo malo de él.
El auto dio otra vuelta. Cada vez estaban más cerca de aquel lugar. Su corazón latió deprisa. Había pasado mucho tiempo. ¿Estarían todos bien?
Volvió a sonreír silenciosamente, era claro que no le importaban «todos». Había una persona en especial que quería volver a ver. Alguien que le importaba más que los demás. Más que su familia, su trabajo, sus hijos y su mujer.
Qué egoísta se sentía.
¿Será esto culpa de los años?
No, no lo creía. Siempre había sido así, egoísta. Con sus padres, con su hermano, con esa persona… Los años pasaban para los demás, pero no para él. ¿Será por sus lamentos, por sus vueltas al pasado? No, su esencia no cambiaba. Tenía un ciclo que cerrar. Un ciclo que era imposible de cerrar, un ciclo que jamás se cerraría.
¿Se lo merecía? Probablemente. Por sus intrigas, sus engaños, sus traiciones. ¿Es que acaso alguien en el mundo podría perdonarlo? No, ni él. Ni ella. Ni nadie que tenga dos dedos de frente. Ni él mismo.
Estacionó el auto prolijamente. Así era él. Prolijo, silencioso, cuidadoso. Su esposa se levantó y buscó su cartera como si nunca hubiera estado dormida. Miró la hora –"Llegamos con diez minutos de retraso. Ya estarán todos adentro." – le comentó.
Él asintió con la cabeza. No quería hablar, sus pensamientos lo habían agobiado. Una sonrisa quiso escaparse cuando pensó que no todo el mundo estaría dentro ya, él no. ¡Como si alguna vez fuera a llegar temprano a algún lugar! Así era él.
Notó que su esposa lo esperaba y su sonrisa se desvaneció. Cerró la puerta del auto y miró el cartel que daba nombre al lugar: «Momentos de nostalgia». Ningún otro lugar iba más acorde con el motivo de la reunión. Casi podía imaginar quién lo había escogido. Es muy típico de ella, no le sorprendía. Con suerte él no era el único que no había cambiado.
Su mujer lo miró como siempre solía hacer. Él ya conocía esa mirada. Buscaba amor, esperaba que él la tomara del brazo y entraran juntos al restaurant como una pareja amorosa.
La observó un momento. Tendría que hacerlo. Tenía que guardar las apariencias. La tomó ligeramente del brazo como si se tratara de una maleta que tiene que cargar por obligación. De hecho, así era para él. Así lo sentía.
Su mujer apartó la mirada y parecía que algo había llamado su atención. El miró también.
-"¡Sora! ¡Yamato!"
El corazón de Yamato dio un vuelco total. No se sentía así desde hace años. Años, años de no verlo. Apretó fuertemente el brazo de Sora. Ella lo miró y sonrió, no le daba importancia al cambio de su marido. Estaba feliz.
-"Tai…chi" – Yamato susurró el nombre bajito. Casi tan bajo que su mujer no escuchó nada debido al ruido de los autos.
Taichi Yagami se acercó corriendo hacía ellos –"¡Qué frio!" – tomó un poco de aire y miró a Sora, y luego a Yamato – "¡Tanto tiempo!"
Sí que había pasado el tiempo para Sora, para Tai. Pero para Yamato, para su corazón no había pasado ni uno sólo. Su corazón latía por Taichi igual que el primer día.
