Descargo de responsabilidad: Nada me pertenece, ni los personajes ni sus derechos, y no recibo nada por hacerlo.

Solo quizá reciba las críticas por ellos y mis sonrisas al leerlos.

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A las dos y media

Para alguien que tirita de frío, después de pasar dos horas y media bajo una torrencial tormenta, sin duda no era lo más cómodo del mundo. Menos si su mente es inunda con pensamientos dramáticos, casi tantos como cometer suicidio con hojas de lechuga o un doloroso seppuku con palitos de pan.

Gris, vacía, sin sentido, negro, triste, tonta, obscura, absurda, y un sinfín de sinónimos para su vida. Ninguna con la capacidad suficiente para poder limitarla.

El miedo y desesperanza le envuelven, ¿Acaso su vida siempre fue así de gris? ¿Nunca lo quiso aceptar?, ¿Cómo era su destino? Lleno de alegría y jubilo o inundado por la amargura y desesperación.

Mueve su rostro en dirección contraria a la luz parpadeante, ¿Acaso hasta los más pequeños detalles, por más insignificantes qué fuesen estaban también en su contra? ¿Podría hundirse de una vez por todas? ¿Para siempre? ¿Alguien le salvaría?

No importaba, no era posible sentirse peor.

El autobús aminoro la marcha, y una corriente de aire helado se coló por el interior.

Pasos lentos, le alertan de un nuevo y único acompañante.

— ¿Puedo sentarme? — Recita la voz más atrayente y melodiosa que ha escuchado, o al menos imaginado.

No contesta, es obvio y algo raro –todas las hileras de asientos están desocupadas- pero ella no lo toma en cuenta.

Al no existir negativa, él se sienta.

Ella se esconde de la indecisa luz, aunque sea debajo de brazos cruzados.

Antes que se dé cuenta las imágenes la asaltan:

La silueta de un joven alto y fornido que besa a la que hasta ahora era su mejor amiga, que lenta y pasmosamente le recuesta sobre el capote del coche, la blusa azul de ella sale de su sitio llegando al mismo lugar que la parte superior de la ropa de Jacob, pieles rozándose, manos inquietas y labios que se besan sin culpas…

Suelta el aire de golpe, sin darse cuenta hasta ahora que lo estaba reteniendo.

— ¿Te encuentras bien? — cuestiona su acompañante.

—S… Sí— deja ir, mientras intenta recurar su respiración.

— ¿Segura?— Él advierte rápidamente de su mentira y le mira fijamente. Una joven empapada de pies a cabeza, mortalmente pálida y alicaída. ¿Quién podría estar bien en tales condiciones?

Una falsa sonrisa posterior, y ella se esconde –nuevamente- entre sus brazos alzados.

—Realmente eres muy mala mentirosa— le pica.

— ¿Qué quieres saber? — sabe que su tono se le está escapando de las manos, se encuentra en el borde, a punto de caer al precipicio.

— ¿Yo? nada— termina con una sonrisa bobalicona que Bella quiere borrar a punta de guantazos.

Respira y cuenta hasta veinte, se da cuenta que los ejercicios de respiración verdaderamente funcionan, y quizá le han ahorrado una visita nocturna a Charlie en la jefatura.

Minutos, lluvia y bamboleo.

— ¿A dónde te diriges? — No responde, no le mira, no nada.

—A casa— su voz ahora es débil y ligera.

— ¿Tan tarde? — voz exagerada, y ademanes iguales.

— ¿Podrías solo callarte y dejar de fastidiar?

—Hey, es un país libre, ya sabes Norteamérica…

o.O.o

Después de cinco minutos Bella voltea a verle.

A los diez minutos, ella platica con él, solo con un poco de reticencia.

A los doce, la reticencia desaparece.

En el minuto quince él ríe, solo.

A los dieciséis, ella se une con una sonrisa.

A los veinte, él le invita por un café.

A los veintiuno, ella acepta.

o.O.o

Si he de ser sincera, a pesar de los errores que presentaba el original significaba algo para mí, lo hice cuando una amiga termino con su novio y bueno…

Gracias por leer ;)