-¡Cómo son las tormentas veraniegas! -se quejó Euphemia, frotándose los brazos con las manos. Su marido, Fleamont, estaba sentado en el sillón de su casa, leyendo un libro, con las gafas sobre la punta de la nariz.

-Ya sabes lo que decía mi madre... "Las tormentas de verano son las peores, son traicioneras". -citó Fleamont, sin apenas levantar la cabeza del libro.- ¿El niño? ¿Está ya en casa?

-No lo llames niño, sabes que le molesta. Tiene ya casi diecisiete años. -dijo sonriente Euphemia.- Sí, llegó hace unas horas. Dice que está escribiendo un poema o sabrá Merlín el qué...

-Parece que le gusta de verdad esta chica, ¿no?

-Sí, pero creo que ella sigue sin hacerle mucho caso...

-Ya se lo hará. El niño se hace querer.

-No lo llames niño, Flemo... -Euphemia se interrumpió al escuchar el timbre de su casa. Frunció el ceño y miró a su marido, igual de sorprendido que ella.- ¿Esperas a alguien?

-No y mucho menos alguien que no llegue por la Red Flu. -dijo Fleamont, cogiendo su varita. Su mujer lo imitó y caminó tras él hacia la puerta. El viejo Potter abrió la puerta y del otro lado encontraron la imagen más triste que pudieran ver jamás. Un joven de la edad de su hijo, de pelo negro, una chaqueta de cuero, un baúl y ojos grises, los miraba empapado de pies a cabeza.

-¡Sirius, hijo! ¡Estás empapado! -gritó Euphemia, histérica, al verlo.

-Pasa, por Merlín. -dijo Fleamont, dejándolo entrar en su casa.- ¿Qué haces ahí fuera? ¡Es de noche y esta tormenta es peligrosa!

-Mi amada madre me ha dejado salir de casa, pero con la promesa de no volver. -dijo Sirius con la voz carrasposa y grave. Euphemia se tapó la boca con las manos y Fleamont suspiró.- No sabía a donde ir y...

-¿Cómo que no sabías a donde ir? ¡Aquí! ¿A dónde ibas a ir sino? -dijo Euphemia, antes de abrazarlo.- Por Merlín, iré a buscarte unas toallas y algo de ropa de James.

-Tranquilo, Sirius. Esta es tu casa, esta es tu familia, ¿vale? -dijo Fleamont, con una mano en el hombro del Black.

-Señor Potter...

-Fleamont. -lo corrigió él.

-Fleamont, yo no quiero molestar...

-¿Más de lo que molesta James? -bromeó él.- No te vas a ir de aquí, ¿quedó claro, Sirius?

-Sí...

-¡Canuto! -dijo James, bajando las escaleras de su casa.

-Ey, Cornamenta... -dijo Sirius, con una diferente energía que su amigo, que al verlo se preocupó.- ¿Cómo sabías que estaba aquí? Acabo de llegar para darte una sorpresa.

-Olía a chucho mojado...

-Tanta Evans está haciendo que se te peguen alguna de sus frases... -bromeó Sirius.

-¿La vieja arpía de tu madre? -preguntó James.

-¡James! -lo riñó Fleamont.

-La vieja arpía de mi madre. -afirmó Sirius, sonriendo de lado. Los dos rieron y Fleamont no pudo evitar sonreír de lado.

-Toma, mi vida, toallas y ropa. -dijo Euphemia, volviendo a la cocina.- James, preparas tu habitación para que Sirius se quede, ¿verdad que sí, cielo?

-Sí, mami. -dijo James, sonriendo.- Entonces, ¿es permanente?

-Sí, permanente. -dijo Euphemia, sonriendo.- ¿Qué quieres para cenar, Sirius?

-Todo lo que tú haces está riquísimo, Euphemia. -dijo Sirius.

-Así debes de ligar mucho en Hogwarts... -le dijo de broma Fleamont.- Ve a darte una ducha, mientras James y yo prepararemos el cuarto.

Y así lo hicieron. Euphemia se quedó cocinando, James y Fleamont prepararon el cuarto para Sirius y éste se dio una ducha. Cuando llegó al cuarto de James ya estaba listo. James y su padre estaban allí, charlando. James estaba tumbado en su cama y su padre sentado en la misma.

-Siéntate, hijo. -le dijo Fleamont a Sirius, señalando la cama que ahora le pertenecía.- ¿Dónde escondes el tabaco, James?

-¿Qué, papá? ¿Qué tabaco? -preguntó James, nervioso. Sirius sonrió.

-Vamos, yo también lo escondía. Tienes un falso fondo en el cajón, ¿no? -dijo Fleamont. Su hijo bufó y abrió el cajón de su mesilla de noche, sacando del falso fondo una cajetilla de tabaco.- Trucos muggles para Potter. Dame uno anda.

James le dio uno a su padre, cogió otro para él y le lanzó la cajetilla a Sirius para que él se sirviera. Fleamont cerró la puerta del cuarto con su varita y los tres le dieron una larga calada a sus respectivos pitillos.

-¿Te echaron? -preguntó James, mirando a su mejor amigo.

-Ya sabes como son los Black... Me invitaron, amablemente, a irme después de borrarme del árbol familiar. Menos mal, me hacía quedar fatal ese retrato... -dijo Sirius.

-Lo siento... -dijo James.

-Sí, y yo. En esta casa no tenemos árbol familiar. Tendrás que conformarte con fotos tuyas por toda la casa y un plato en la mesa del comedor. -dijo sonriente Fleamont.

-Es más de lo que tuve jamás. -dijo Sirius.

-¡A cenar! -gritó Euphemia.

-Apagad eso. -dijo Fleamont, apagando su cigarro.- Déjame tu perfume, James.

-Es colonia, papá. Y solo la utilizo para conquistar a Evans. -dijo James.

-Pues no te está dando muy buen resultado. -bromeó Fleamont, echándose colonia y riéndose con Sirius.

-Caerá, ya lo veréis. Pero Lily Evans va a caer. -dijo James, sonriendo. Él también se echó colonia y los tres bajaron al comedor.