Marionetas
Hessefan
Disclaimer: One Piece desde ya que no me pertenece, no estaría haciendo un fanfic; todo de Eiichiro Oda.
Prompt: 009. Marionetas [Fandom Insano]
Advertencia: Ligeros spoilers del manga.
Nota: No creo ser original con esta idea a estas alturas del partido, pero tenía ganas de hacer este fic y reírme un poco. Espero que les guste. Si alguien usara tu cuerpo por un día, ¿qué recomendaciones le darías para un uso adecuado del mismo?
Caesar intentaba sobrevivir a una dura contienda, pero atado con esposas de kairoseki poco podía hacer más que encomendarle su alma a Dios. Una patada tiró abajo uno de los mástiles, mientras que un sablazo hizo desaparecer la puerta del baño. Ningún lugar del barco parecía ser un sitio seguro. Estaban tan cegados que ni el grito autoritario de Luffy logró frenarlos; hasta que, haciendo uso de su akuma no mi, Robin pudo frenar al menos al cocinero.
Chopper dejó de correr buscando un doctor y Usopp dejó de recitar rezos budistas encomendándose a todos los dioses de todas las religiones. Nami suspiró, mientras que Franky y Brook trataban de explicar lo inexplicable a los que observaban con más estupefacción que ellos ese altercado. Por más que dijeran que esa clase de peleas entre los dos cavernícolas del grupo eran usuales, admitían que en esa ocasión, como en muy pocas, se habían pasado de la raya.
Momo estaba tras la espalda de su padre mientras este empuñaba su katana dispuesto a dar tunda si alguno de esos dos monstruos se les abalanzaba; el niño temblaba aunque simulaba valentía. Law, por su parte, tenía una sonrisita siniestra y muy sutil en los labios.
Zoro frenó al ver la seriedad en su capitán, una pocas veces vista y que había sabido interpretar a la perfección. Con lentitud guardó las tres katana y esperó en silencio la evidente reprimenda. Fue como volver en sí de un trance; luego de ese frenesí incontrolable pudo reparar mejor en el daño. ¿Ellos dos habían hecho todo ese desastre? ¿Ellos dos habían dejado al Thousand Sunny en esas lamentables condiciones? No tardaron en echarse la culpa mutuamente, empezando así un nuevo altercado de palabras que fue silenciado por la voz de Luffy.
Los mandó a calmarse y arreglar un poco el desastre ocasionado, mientras en la cubierta una asamblea se formaba con los restantes Sombrero de Paja. Todos llegaron a una rápida y espontánea conclusión: que esos dos merecían un escarmiento.
Ponerles a reparar el barco no tenía sentido, ninguno de los dos poseían mayores conocimientos de carpintería que un mono, además Franky y Usopp habían pedido por favor y de rodillas que aquellos dos no trabajaran juntos en la reconstrucción del barco, porque había grandes probabilidades de un hundimiento irremediable si volvían a tener un cruce de palabras y se les iba de las manos.
Fue Robin la que propuso una reprimenda ejemplar teniendo con ellos al Cirujano de la muerte, y a Luffy le pareció una idea tan divertida que sin perder el tiempo buscó a Law por todo el Sunny. El hombre estaba en la enfermería del barco, leyendo con apatía los libros que Chopper había heredado de Hiruluk.
—¿Y qué gano yo? —preguntó el Shichibukai rascándose la cabeza y desacomodándose un poco el sombrero. Había escuchado con calma la petición de Luffy, pero no accedería sin encontrar ventajas.
—Te daré lo que me pediste.
Una nueva sonrisa surcó el rostro de Law, pero esta no fue macabra, sino más bien ladina. Giró en la banqueta, apoyando la espalda en el respaldar y mirando con detenimiento al joven. Pareció pensarlo, al menos ese fue el gesto que tuvo al rascarse la barbilla.
—Bien, es un buen trato; además —terció con perfidia— será divertido.
—Genial —Luffy le regaló la más ancha de sus sonrisas.
—¿Dónde están? —Law se puso de pie siguiendo al joven—Tienen que estar en un radio de treinta metros sino no podré.
—Eso no será problema —en la puerta de la cocina los llamó a los gritos—¡Sanji, Zoro! ¡Vengan un segundo!
Ambos dejaron de hacer lo que estaban haciendo para acatar el pedido del chico al cual servían. No se percataron de la presencia del otro capitán, o quizás no le dieron la importancia que debieron haberle dado para evitar la catástrofe. En cuanto quisieron desentrañar las intenciones de Luffy, o siquiera entender lo que sucedía alrededor, Law hacía uso de su poder en ellos.
Los reclamos no se hicieron esperar, entremezclándose. La voz de Sanji le sonó lejana a este, a Zoro le sucedió lo mismo. Suspendidos en el aire, tuvieron un segundo de lucidez, pero ya era demasiado tarde para hacer algo al respecto. Cuando cayeron de rodillas en la cubierta del Sunny, Luffy aprovechó para hablarles con falsa solemnidad.
—En castigo por tremendo jaleo armado, deberán pasar unas veinticuatro horas en el cuerpo del otro.
—¡Luffy! —gritó Zoro percibiendo lo que tanto temía, se miró las manos buscando comprobarlo, pero notó los dedos largos y finos y ya no pudo seguir con la pesquisa—Oh, no…
—No me digas que esto está pasando de verdad —completó el cocinero, poniéndose de pie para mirar desde su altura sus propias piernas. Corrección, aquellas no eran sus piernas— ¡¿Qué clase de castigo es este, Luffy?!
Sin embargo Luffy fue ajeno a los reclamos, suponía de antemano que no obtendría reacciones positivas por parte de esos dos. Reía como un niño, contento de ver que el cambio había dado los resultados esperados; dio la vuelta y le agradeció a Law, permitiéndole marchar después de haber hecho uso de su poder.
—¡Esto es idea de Robin o Nami, ¿cierto?! —reclamó Zoro.
Lo conocía lo suficiente a Luffy como para asegurar que a este no se le podría haber ocurrido un castigo tan, pero tan ejemplar. ¡Joder! ¡Que le tocaba los cojones el puto cambio! Hubiera preferido tener que limpiar letrinas o pasar una hora dándole cumplidos al cocinero, si eso conformaba a sus compañeros.
—No importa de quién fue la idea —Luffy se enserió, demostrándole a los otros dos que pese a su propio y vil divertimiento, estaba hablando con mucha seriedad—, por cada queja o insubordinación, se extenderá el periodo de cambio. Así que… —se ajustó el sombrero—hazme la comida, Sanji.
—¡¿Pero qué te pasa, engomado?! —Sanji agitó un puño, sin embargo su capitán le había dado la espalda dejándolos solos—. Dios —lloriqueó—, hubiera preferido el cuerpo de Nami o Robin, pero ¿por qué…?
—Mierda, cocinero… —murmuró el espadachín tratando de no mirarlo, porque le iba a dar algo comprobar lo que ya era evidente—, esto es una gran… cagada —giró con lentitud, para enfrentarlo—¡Y deja de llorar, me dan ganas de golpearme por mamón!
—¡Espera a que aprenda a usar estas katana —las señaló, las sentía colgando en la cintura— y te juro que te dejaré en tiras finas! —corrió rápido la vista, porque verse en retrospectiva era demasiado fuerte. No porque no hubiera pasado antes por esa situación, sino porque sentía temblar ante la mera idea de que era Zoro quien tenía control de su cuerpo— Ojito con lo que haces con mi cuerpo —intentó caminar, pero terminó de bruces en el suelo—¡Mierda, marimo… ¿cómo demonios haces para caminar con estas tres katana y no metértelas entre las piernas?!
—Es que tú eres idiota —se acercó a él y se las quitó de mala manera—. Son mías —se las ajustó en la cintura reparando en el detalle de lo estrecha que era—Joder, cocinero… tienes cuerpo de marica.
El insultado se puso de pie de un salto y lo pateó, pero no logró el menor efecto. Había olvidado que controlar el cuerpo de Nami le había costado y que solo por la adrenalina del momento había podido lograr imposibles, pero reparaba que en esas circunstancias quizás le tomaría un poco más de tiempo y esfuerzo habituarse al cambio.
—¡Ja! ¡Me haces cosquillas! —se burló, satisfecho al ver que el poder de Sanji no podía relucir en esas circunstancias. Quiso quejarse cuando, sin previo aviso, le metió una mano en el bolsillo del pantalón, es que aquel contacto era muy comprometedor—. ¡¿Qué haces perver-?! —no terminó la frase, porque enseguida vio como quitaba el paquete de cigarrillos.
—Necesito uno o voy a colapsar.
—¡No fumes en mi cuerpo! —quitó una katana de la funda, pero se le dificultaba hallarse con la nueva anatomía que debía controlar y por eso Sanji pudo esquivarlo con una insultante facilidad.
Mientras encendía el cigarrillo plasmó una sonrisa de triunfo, que si bien era propia, en Zoro lucía demasiado intimidante. No pasaron muchos segundos hasta que debió tragarse su orgullo junto con el humo, pues de inmediato empezó a toser hasta acabar arrodillado en el suelo, ahogado en su saliva.
Poco a poco, el escándalo montado de reproches y "consejos" sobre el uso adecuado del cuerpo del otro, llamó la atención de los curiosos. Algunos se acercaban con recelo, temiendo una nueva pelea de titanes.
—¡Ni se te ocurra hacerle algo a mi cuerpo, marimo!
—¡Lo mismo te digo!
—Ok, esto es una mierda —Sanji se masajeó la nuca, notándola demasiado grande para lo que estaba acostumbrado. Todo en el cuerpo de Zoro, descubría, era más grande.
—Ya, solo son veinticuatro horas, trata de sobrevivir —lo señaló con el dedo.
—¡¿Tú no piensas imbécil?! ¡No es tan sencillo! —reprochó soltando el quid del asunto sin remordimientos, él ya había pasado por la experiencia—: ¡Vas a terminar con infección urinaria, porque yo no pienso tocarte la verga, marimo!
—¡Y yo no pienso limpiar tu culo, cocinero!
—Ok, esta conversación es un asco —Sanji agitó una mano—, iré a pedirle a Chopper pastillas de carbón, porque si tengo que ir al baño con tu cuerpo, me arrojo por la borda —se alejó por las escaleras— Law y la puta madre…
Zoro chistó, sintiendo que necesitaba un buen trago, quizás volver a la rutina de siempre le sentaría bien. Sí, eso haría que el día pasara más rápido y que esa pesadilla acabara pronto. Subió al observatorio, donde estaban sus pesas y respiró profundo al verlas.
Estar cerca de sus pertenencias y de aquellos objetos que lo identificaban no le haría reparar tanto en que ese cuerpo era el de Sanji. Mierda, sentía que las piernas, tan firmes que eran, le temblaban como gelatina ante la simple idea de tener posesión de él, de una manera demasiado literal. Podía hacerle lo que se le viniera en gana que Sanji no podría detenerlo, pero claro que no lo haría. Pese a que el cocinero se lo merecía por cabrón, Zoro tenía códigos y no iba a mancillar ese cuerpo de ninguna manera.
Se quitó la camisa, tratando de no reparar en su media desnudez, y se agachó para tomar una pesa. En eso quedó, en una triste intención. Aunque Sanji era fuerte, muy fuerte, no se sometía a un riguroso entrenamiento día a día, así que por mucho que quiso no logró despegar una de las pesas más pequeña del suelo. Apenas logró levantarla unos centímetros y el peso de la misma lo venció.
Refunfuñó maldiciendo por lo bajo a ese cuerpo que juzgaba endeble, pateó la pesa de pura frustración sin controlar la fuerza; no es que hubiera olvidado por ese breve instante que estaba en el cuerpo de Sanji, es que lo había subestimado y por eso mismo la pesa se levantó como papel atravesando la pared de madera hasta terminar sobre la cubierta, haciendo un gran agujero a escasos metros de donde Usopp estaba reparando parte del Sunny destrozado.
—¡¿Zoro, qué te ocurre, quieres matarme?! —reclamó fuera de sí.
—L-Lo siento, Usopp —murmuró tan bajo que el tirador no logró escuchar la disculpa a la distancia. Todavía sentía el corazón en la boca y no podía seguir reprochándole esa veta asesina. No todos los días llovían pesas de cien kilos; aunque estando en el Nuevo Mundo no debería sorprenderle que algo así ocurriera tarde o temprano.
En la cocina Sanji no la estaba pasando mejor, aunque seguía manteniendo innatas sus habilidades para cocinar, el cuerpo de Zoro era en extremo incómodo de manejar. Quizás no era "tan" grande como le parecía, pero se sentía adentro de un gigante.
—Ah, Dios —suspiró al ver como el frasco de vidrio acababa hecho añicos en el suelo.
—¿Necesitas ayuda, cocinero-san? —Robin dejó de lado el libro para echarle una mano en un sentido literal, porque haciendo uso de su akuma atajó a tiempo uno de los frascos con especias.
—¡Oh, qué adorable Robin-chwan! ¡Muchas gracias, pero no quiero interrumpir tu sagrada lectura! ¡Eres tan linda cuando lees! ¡Ya me acostumbraré a manejar estas manos torpes!
La mujer empezó a reír de una manera que llamó la atención del cocinero, porque Robin solía ser muy parca y, aunque no se estuviera riendo a mandíbula abierta, unas lagrimillas habían aparecido en los ojos. Es que había sido demasiado fuerte verlo a Zoro haciendo esas morisquetas tan habituales en Sanji. De la nada se enserió y un aura lúgubre la rodeó.
—No vuelvas a hacer eso, cocinero-san.
—Ok —asintió, un poco aterrado por la energía que emanaba la mujer.
—Menos que menos frente a Zoro —su mirada y su voz se dulcificaron en un segundo—, si llegara a verte… —negó con la cabeza carcajeando con mesura y volviendo a tomar el libro.
Sanji trató de hallarse en ese cuerpo cubierto de cicatrices que le era tan ajeno. Al menos la fuerza descomunal de ese vikingo le servía para trozar la carne de una manera que le resultaba hasta ofensiva. Poco a poco lograba acostumbrarse al cambio, ¡no, no debía acostumbrarse, porque eso sería el principio del fin!
—¡Sanji, comida! —irrumpió una voz tras la puerta que de inmediato fue abierta con violencia—Ah, Zoro —comentó con desgana metiéndose un dedo dentro de la nariz—¿Sabes dónde está Sanji?
—¡Soy yo, imbécil, ¿o te olvidas que por tu culpa tengo que padecer esta calamidad?! —exageró.
—¡Ah, cierto! —carcajeó—Por un momento lo olvidé —pestañeó—, ¿y la comida?
—No me está resultando cómodo cocinar, Luffy, y estoy bastante furioso contigo, así que no me presiones —amenazó—, si tienes hambre, abre la heladera y métete un trozo de pollo en esa bocaza que tienes.
—Ey, Zoro nunca me hablaría así y menos con ese tonito —lo señaló con el dedo índice y el ceño fruncido.
—¡Porque Zoro es un lameculos!
—¿Quién le lame el culo a quién? —preguntó un recién llegado Franky, para encontrarse con la mirada iracunda de quien sería Zoro, siendo usado por Sanji—¡Carajo, man, que metes miedo!
—Según Sanji —respondió Luffy con naturalidad—, Zoro a mí, pero nunca me lamió el culo… —Ladeó la cabeza, como si estuviera pensando seriamente en ese asunto, quizás en las ventajas que tendría pedírselo. No lo supieron, la cabeza de Luffy era un universo extraño y paralelo, y temían preguntar.
—Estoy furioso —advirtió el cocinero—, así que vayan desapareciendo de mi rango visual —Sentía que la sangre le subía hasta la cabeza y que el cuerpo le temblaba de ansiedad.
¿Así era con Zoro? ¿De esa forma lograba convertirse en un monstruo lleno de ira, sediento de sangre? ¿Cómo diantres hacía para controlar tanta energía destructiva en él? Era admirable, francamente, porque a él le estaba costando tener autocontrol. Sentía que en cualquier momento destrozaría la cuchara de madera con la que revolvía la olla mientras discutía con los otros dos. Al menos fue lo que pensó hasta que escuchó un crack que se lo confirmó.
—Mierda, encima rompí mi cuchara favorita —musitó entre dientes con tanta rabia contenida que más se pareció al gruñido de una bestia salvaje y mitológica, alguna quimera salida de un cuento de horror; cuando giró para seguir riñendo con los otros dos, allí ni siquiera estaba Robin.
Se encogió de hombros con despreocupación, allá ellos si le tenían tanto miedo. No es que fuera a montar en cólera y asesinarlos a sangre fría. O sí, la verdad es que no lo sabía, al menos no podía asegurar ni negar nada en ese momento, la sangre le bullía dándole comezón.
Chopper apareció para darle las pastillas de carbón que recién había preparado para los dos; entendía la situación y quería ayudarlos a sobrellevar esa pesada carga, sabía lo que se sentía que otro usara su propio cuerpo y tener que padecer a la vez el de otro. Muy empático el renito. Le dejó la medicación y salió corriendo con lágrimas en los ojos.
—Bien, tengo que calmarme —se dijo a sí mismo tratando de mentalizarse, mientras la medicina que en verdad necesitaba se paseaba por la cubierta con esas ropas tan ajustadas. La había visto a través de la ventana—… Oh, Nami-swan.
—Cocinero-san, ¿qué te dije sobre esa cara? —advirtió la arqueóloga con seriedad, Sanji ni la había visto entrar de nuevo a la cocina, se mostró apocado por un reto tan directo por parte de una de sus chicas y Robin no tardó en lanzar una risilla al ver a "Zoro" entre confundido y sonrojado—… te ves tan dulce así.
Sanji frunció el ceño, un poco dolido por esa apreciación, porque entendía que no se lo estaba diciendo a él puntualmente.
—Deja de poner caras maricas, cocinero —la voz de Zoro tras la espalda le hizo dar un respingo.
—¿Qué te ocurre, imbécil? —reprochó— ¿Por qué te apareces así por la espalda?
—Vengo a controlar que estés usando correctamente mi cuerpo.
—¡Estoy cocinando, ¿qué podría hacerle?! —giró para señalarlo— ¡Tú me preocupas más! —lo miró de arriba abajo, estaba sin camisa y transpirado— ¿Por qué me pavoneas desnudo por todo el Sunny? —admitía que era un pervertido, pero no esa clase de pervertido exhibicionista.
—No estoy desnudo, idiota —Se agitó los pantalones de vestir como una prueba fehaciente de que seguía vestido—. Además estaba entrenando.
—¡¿Con qué autorización sudas y gastas mi cuerpo?!
—No te viene nada mal para moldear un poco este cuerpo tan de nenaza que tienes —exageró, porque debía admitir que le sorprendía descubrir un cuerpo tan macizo en alguien que solo levantaba los brazos para tomar frascos en el estante de arriba.
—¡Ahora sí te parto la cabeza!
Se le fue al humo, pero por más que los dos quisieron pelear era evidente que, primero, no sabían cómo usar el cuerpo del otro en beneficio personal, y segundo -más trascendental- ninguno de los dos quería lastimar su propio cuerpo. La reyerta murió ahí, ante la mirada atenta del músico quien, quizás por viejo o por sabio, pensaba que el plan puesto en marcha estaba dando un resultado tan efectivo que deberían tomar en consideración empezar a acostumbrarse a un Zoro haciéndole caras raras a las chicas y a un Sanji acojonante.
Oh, yea! Continuará. Muchas gracias por haber leído y hasta ¿pronto? Prometo que va a haber más participación de los personajes nuevos (no mucho, aunque sí de Law), pero admítanlo: están acá porque quieren que Sanji y Zoro se revuelquen en su inmundicia XD
Espero poder actualizar pronto, pero la verdad -por como viene la mano- deberán tener mucha paciencia.
Besos.
Pd: en mis fics siempre es Robin quien frena al cocinero, y en mi mente siempre lo agarra por las bolas, como a Franky en Water Seven. Ténganlo presente, es muy importante (?) XD Ok, no, no es importante, pero quería mencionarlo XD (En realidad tengo mis retorcidos motivos para que siempre sea Robin).
